José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, junio 10, 2024

FIL-Quito 2024: un espacio público y diverso para la ciudadanía lectora

            ¿Hay algo más patético que escuchar las lamentaciones y reclamos de una persona que escribe por no haber sido invitada a una feria de libro? No es obligación de ninguna feria de libro invitar a cada persona que escribe en el paisito, aparte de que es un imposible práctico. En una feria de libro no hay nadie imprescindible, aunque las amistades tuiteras se pregunten por qué no invitaron a fulana o a mengano. Yo mismo podría, sin mucho esfuerzo, elaborar una lista de gente que escribe y que, con más mérito que el de quienes se quejan, no ha sido invitada; pero es claro que las invitaciones dependen, entre otros factores, de la institución que organiza la feria, de la curadoría, de las editoriales que participan, de la disponibilidad de la agenda de las personas que escriben y, aunque parezca obvio decirlo, también del presupuesto. Además, existe una prensa que desconoce la deontología del periodismo y que funciona como la policía fascista y cuelga el sambenito inquisitorial de correísta a quienes son —como si ser de una tendencia política fuese un delito— y a quienes no, con tal de construir una narrativa criminalizadora, tal como hicieron los nazis con los judíos. En este marco ideológico, la FILQuito 2024 no ha estado exenta de los ataques de algunos políticos de derecha y sus aliados mediáticos, cuyas mentiras ya fueron refutadas y su bajeza puesta en evidencia. Contra los ataques y las quejas, los hechos. La lista de participantes y el programa de la FIL-Quito 2024 demuestran que el evento tiene pluralidad ideológica, escritoras y escritores de primer orden y una agenda pensada en la comunidad lectora. No voy a caer en la estulticia de enlistar a escritoras y escritores según su afinidad política e ideológica, pero sí señalaré que quienes fueron invitados están en el programa de la feria para hablar de literatura y leer poesía: por supuesto que lo harán desde su particular forma de entender el mundo porque nadie carece de ideología y en esa libertad de decir reside el debate democrático. Lo que sí resaltaré es la presencia de Colombia como país invitado y una delegación muy representativa de su hacer literario. Entre los invitados colombianos destacaré la presencia de Piedad Bonnett, a quien recientemente le ha sido entregado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en su XXIII edición, uno de los galardones más importantes de la lengua española. En una entrevista, a propósito del premio, Bonnett ha dicho: «La literatura está para mover las emociones y para movilizar las ideas».[1]  Hay varios invitados de otras latitudes cuyos nombres registran una obra literaria destacada como Mario Montalbetti y Gabriela Wiener (Perú), Mario Bellatin (México), Fernanda Frías (Uruguay), y Gabriela Cabezón Cámara (Argentina), entre otros. También están invitados ecuatorianos que viven en el extranjero como María Fernanda Ampuero, en España, y Huilo Ruales, en Francia, para citar solo dos nombres; o que viven en ciudades que no son la capital como Yuliana Ortiz, Roy Sigüenza, María de los Ángeles Martínez, Juan Carlos Morales, Andrea Crespo, Ernesto Torres Terán, Solange Rodríguez Pappe, Jeovanny Benavides, María Paulina Briones y Hans Behr, entre muchos más. Además, la curaduría ha logrado equilibrio de género en la programación de los aproximadamente300 eventos de la feria y aunque falta una mayor representación regional, el mapa literario del país, en general, está presente. Incidentes que tienen que ver con la cultura de la cancelación o con la sobrerrepresentación de una u otra tendencia política fueron tratados con tino por la organización de la feria. Finalmente, el reto de una feria de libro inclusiva es que en ella participen ángeles y demonios: cada persona escogerá a quien y qué escuchar y se formará su criterio sobre lo que escucha. Adicionalmente, la agenda aborda una gran variedad de temáticas y dedica espacios importantes a la mediación lectora para públicos infantiles y juveniles y talleres de creación. Asimismo, la feria rinde homenaje al centenario de La vorágine, del colombiano José Eustasio Rivera (Neiva, 1888 – New York, 1928), novela que marcó la narrativa regional y que, hoy día, nos permite entender de mejor manera la lucha por la supervivencia de la Amazonia. La frase última de la novela, «¡Los devoró la selva!», referida al protagonista Arturo Cova y sus compañeros, es apoteósica por su valor simbólico en la historia de la confrontación del ser humano con la naturaleza y por la metáfora que envuelve el final de una tendencia literaria. Valeria Coronel, actual secretaria de Cultura del Municipio de Quito,[2] con criterio y mesura señaló: «La Feria del Libro no es una pasarela de artistas sino el cumplimento de un derecho de la ciudadanía […] hicimos una apuesta por preservar el espacio público y no dar cabida a la intolerancia que afecta a la sociedad». Ahora bien, una feria no hace milagros por el libro, sino que refleja el nivel de la industria editorial y el nivel de la actividad lectora del país y la ciudad. No hace milagros, pero los provoca: lo fundamental es que la FIL-Quito 2024 sea un espacio público y diverso al que la ciudadanía lectora de la capital debe hacer suyo y disfrutarlo.



[1] Acerca del libro más conocido de Bonnett y el diálogo con la exposición Embozalados y autorretratos, de su hijo Daniel Segura Bonnett, escribí hace diez años en este blog la entrada «El único acto de la vida sin atenuantes es el suicidio»: «La poeta Piedad Bonnett, su madre, expone su espíritu doliente con el pudor de la confesión en Lo que no tiene nombre (Alfaguara, 2013), testimonio de un duelo, escrito con el estremecimiento de una palabra honda, auténtica y trágicamente bella. La escritura es también otra manera de sobrellevar una pérdida».

[2] Valeria Coronel es Ph.D. por el Departamento de Historia de la Universidad de Nueva York (NYU, 2011) y magíster en Historia Andina por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede Ecuador. Ha sido profesora titular en la Universidad Javeriana de Colombia (1996-2000), investigadora invitada en la Universidad de Massachussets (2019) y la Universidad de Köln (2015) y la Universidad de Guadalajara (2020). Fue vicerrectora general académica de la FLACSO-Ecuador 2016-2018 y co-directora del laboratorio de investigación sobre regulación y desregulación de la riqueza en América Latina, CALAS, sede central México 2020-2022. Sus publicaciones abordan la contienda sociopolítica republicana, los partidos políticos con énfasis en la configuración de corrientes democráticas de raigambre popular. Estudia el republicanismo democrático, las izquierdas y los orígenes del Estado de previsión social en la crisis de entreguerras siglo XX.


lunes, junio 03, 2024

La ‘posverdad’ o el sobrenombre marqueteado de la mentira

           

Asalto al Capitolio de EE.UU por las huestes de Trump. (Imagen creada por Craiyon)

            En 2016, el diccionario Oxford declaró a posverdad como ‘la palabra del año’ y la definió como un adjetivo «[…] que denota circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las apelaciones a las emociones y las creencias personales»[1]. En una entrevista reciente dije que la justificación de la posverdad como estrategia política y la proliferación de las noticias falsas y mensajes violentos a través de troles u operadores ideológicos que fungen de periodistas —y que son, en realidad, administradores de la verdad—, están destruyendo el contrato social de la democracia burguesa. Kellyanne Conway, jefa de campaña de Donald Trump, justificó que Sean Spicer, vocero de la Casa Blanca, mintiera sobre el número de asistentes a la ceremonia de posesión de Trump, y, quitándole importancia a la mentira, justificó que Spicer le ofreciera a la audiencia «datos alternativos». La estrategia de la posverdad consiste en posicionar una mentira y relativizar los hechos y datos mostrando, sin vergüenza, datos y hechos falsos: es decir, se siembra dudas sobre lo verdadero y se construye una narrativa, más o menos coherente, para que la mentira del momento corra —a sabiendas de que la mentira tiene patas cortas— hasta el próximo suceso donde otra mentira empuñará el testigo, como si se tratase de una carrera de postas sin fin. Total, la llamada ciudadanía de a pie no tiene tiempo de corroborar los datos exhibidos ni contrastar los relatos construidos con la manipulación de aquellos datos. Además, las redes sociales, RS, no han democratizado el acceso al saber y al pensamiento crítico, sino a la desfachatez de la estulticia. El caso de Trump y su difusión de bulos es un ejemplo que nos debería horrorizar pues la repetición en RS de su mentira sobre un inexistente fraude electoral creó las condiciones para el asalto al Capitolio por una turba de sus fanáticos. Justamente, por el uso de la estrategia política de la posverdad, hoy, en EE. UU. todavía existe gente que siguen creyendo que el resultado de las elecciones de 2020 fue fraudulento. La receta de poner en duda el proceso electoral, que al neofascismo trumpista le pareció exitosa, fue repetida por las huestes de Bolsonaro, en Brasil, que, bajo la consigna de fraude y pidiendo a los militares que den un golpe de Estado, atacaron la sede del Congreso, del Supremo y la Presidencia para evitar la posesión de Lula da Silva. La semana pasada, luego de ser encontrado culpable de haber comprado, a través de su exabogado, quien cumplió cárcel por ello, el silencio de una actriz porno, con la que mantuvo relaciones sexuales, Trump quiere, sin que le importe el daño a la institucionalidad, instalar en las emociones del electorado otra mentira: el presidente Biden ha manipulado un sistema de justicia que, según Trump, es corrupto. Y, si bien X-Twitter ha posibilitado una ampliación de las demandas ciudadanas y una exigencia de rendición de cuentas a todo poder gubernamental, también ha transformado el diálogo democrático en una diatriba constante —cada vez más violenta y cargada de fórmulas de odio—, que se escuda en el anonimato y la desvergüenza. El anonimato virtual es una patente de corso: así, entre menos identificable es el tuitero, más violento y mentiroso es su mensaje. Y son esos tuiteros los que, como miembros del ejército de mercenarios digitales, posicionan en las RS la mentira. No es que la democracia burguesa esté en tela de juicio; lo que sucede es que el neofascismo pretende destruir los cimientos de esa misma democracia mediante el fraude democrático que es el resultado del uso de la estrategia de la posverdad. Para que la mentira triunfe, maquillada bajo el alias de posverdad, se requiere de la alcahuetería de las corporaciones mediáticas que son instrumentos de propaganda ideológica cuya misión es posicionar la narrativa basada en los datos alternativos y poner en duda los datos verdaderos que no apuntalan aquella narrativa, así como de los portales digitales sensacionalistas dedicados a difundir bulos. Existen otros elementos que contribuyen al éxito de la posverdad: el invento de un enemigo interno, el fomento del gusto por las teorías de la conspiración, el troleo permanente posteando insultos y estupideces para desvirtuar y enlodar una información seria, etc. El uso desvergonzado de la posverdad en la arena política mundial transformó la palabra en sustantivo y resaltó su esencia perversa. El diccionario de la RAE la define con una precisión mayor que el de Oxford: «Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad». En los hechos, la posverdad es el sobrenombre marqueteado de la mentira.



[1] «Post-truth is an adjective defined as “relating to or denoting circumstances in which objective facts are less influential in shaping public opinion than appeals to emotion and personal belief”», «Word of the Year 2016», Oxford Languages, https://languages.oup.com/word-of-the-year/2016/


lunes, mayo 27, 2024

¿Qué hacer cuando una madre adolescente asesina a su bebe recién nacido?

           

(Fotografía de Amy Baugess, en Unplash, 2019)
            La noticia más triste y desalentadora de la semana pasada fue enterarme de que una adolescente de, aproximadamente, 15 años había dado a luz en el baño de su colegio y que, acto seguido, asesinó a su bebe recién nacido con las mismas tijeras con las que, minutos antes, había cortado el cordón umbilical. Sucedió el lunes 20 de mayo en Riobamba, pero otro delito habría ocurrido nueve meses atrás: si la adolescente era menor de catorce años, su embarazo fue producto de una violación; si ya había cumplido dicha edad, su embarazo fue producto de un estupro. Ni el profesorado del colegio ni la familia se dieron cuenta del embarazo de la menor quien fue descubierta solo porque, luego del alumbramiento, tuvo que ser internada por una hemorragia. Ya en el hospital confesó que había tenido un parto y que el bebé yacía muerto escondido en una mochila, en la cajuela de un vehículo. Por la garantía de reserva del proceso (artículo 317 del Código Orgánico de la Niñez y la Adolescencia, CONA) no conoceremos más detalles de este suceso ni esto es necesario para nuestra reflexión en dos sentidos: el cuidado de niños, niñas y adolescentes ante la violencia sexual y la crisis de la condición de inimputabilidad de adolescentes. Un informe publicado en diciembre de 2023 por la Fundación Desafío revela que, entre enero de 2021 y agosto de 2023, hubo 18.921 atenciones de consulta externa por violencia física, psicológica y sexual en el país. De dichas atenciones, se emitieron 5.238 notificaciones por violencia sexual contra personas de 0 a 19 años. Según el Ministerio de Salud del Ecuador, entre las fechas ya señaladas, se registraron 11.390 embarazos en menores de 14 años. Frente a esta problemática, ¿qué política pública se está ejecutando para enfrentar el embarazo de adolescentes?, ¿de qué manera se ha implementado el cuidado de la mujer violada luego de la despenalización del aborto por violación?, ¿qué están haciendo padres, madres y educadores, en términos educativos, para informar a las adolescentes sobre la sexualidad y los embarazos e incluir en estos procesos educativos también a los adolescentes? No se trata únicamente de condenar a la menor, sino de investigar lo sucedido y que dicha investigación sea llevada a cabo para entender la totalidad de esta dolorosa situación antes que condenarla, moralmente, sin más. Al mismo tiempo, la gravedad del crimen cometido por la adolescente al asesinar a su bebé recién nacido nos plantea otro problema grave que, como sociedad, tenemos que afrontar: ¿deberíamos revisar la condición de inimputabilidad de adolescentes en casos criminales como este partiendo del hecho que, en la adolescencia, a cierta edad, ya existe discernimiento entre la vida y la muerte? Si los y las adolescentes pueden votar y elegir gobernantes del país a los 16 años, según la Constitución vigente (artículo 62, numeral 2), ¿no estarían los adolescentes, entonces, en condición de asumir la plena de responsabilidad legal de sus actos y convertirse, por tanto, en sujetos imputables? La utilización de menores en los casos de sicariato, ¿no nos plantea la necesidad, paradójica en sí misma, de multiplicar los esfuerzos por construir, aún más y mejor, las condiciones sociales y sicológicas que protejan a los y las adolescentes, aunque, al mismo tiempo, se reconozca su pleno discernimiento entre el bien y el mal y su condición de imputables en términos legales? Asimismo, como medida de protección, hay que perseguir sin tregua a quienes reclutan menores para el cometimiento de delitos porque detrás de aquella práctica criminal existen, además, amenazas de muerte a los mismos menores y sus familias. Es imprescindible, por lo tanto, generar un debate en el que participen educadores, juristas, psicólogos, sociólogos, etc. que puedan aportar los insumos indispensables para que quienes legislan tomen las decisiones adecuadas.[1] No basta con horrorizarse y condenar; no es suficiente con invocar derechos y reducir la adolescencia a una condición de sujetos sin voluntad ni raciocinio; no soluciona el problema el descargo y traslado de la responsabilidad de los actos de los adolescentes a sus padres y educadores; y, por supuesto, el cuidado integral de la niñez y la adolescencia es una condición básica e imprescindible para determinar cuáles son sus responsabilidades. Son tristes y terribles el infanticidio cometido y todas las situaciones de vida que llevaron a una adolescente a ejecutarlo; está cargado de horror el cuadro en su totalidad, pero más triste, terrible y dolorosa será la sensación de impunidad que nos quede, como sociedad, frente al crimen llevado a cabo por la madre del infante asesinado. La tristeza y el desaliento ante una noticia como la reseñada arriba no nos deben paralizar, sino que, al contrario, nos deben llevar a debatir y acordar acciones que nos conmuevan y nos muevan para transformar la injusta realidad social en la que vivimos.


[1] En el medio digital Wambra se publicó, el 7 de marzo de 2023, el reportaje ¿Es la solución penalizar a niños y niñas involucrados en delitos?, que, con sólidas exposiciones de las abogadas María José Machado y Sybel Martínez, defiende la inimputabilidad. Por el contrario, la abogada Laura Zulima Duque Jironza, en su tesis de grado, «La responsabilidad penal de los menores infractores y la edad para la imputabilidad de los adolescentes en delitos contra la vida», sustentada en la Universidad de las Américas, en 2016, sostiene la imputabilidad desde los 16 años.