José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

martes, diciembre 03, 2013

"Pubis equinoccial conjuga lo obsceno para confrontar prejuicios"

"El libro conjuga diferentes registros que van desde lo obsceno, pasando por el tratamiento humorístico de lo pornográfico, hasta confrontar a los personajes con los prejuicios de su propia sexualidad" (Foto de Marcela Sánchez)

Por Marcelo Báez Meza, especial para El Telégrafo, 3 de diciembre de 2013

Usted ha ganado todos los premios nacionales existentes en el Ecuador y acaba de ganar uno de poesía en España. ¿Los concursos son felices accidentes o se escribe para ellos?

Jamás hay que escribir para un concurso, a no ser que uno quiera convertirse en un personaje de algún cuento de Iwasaki o Bolaño. Uno escribe porque, como en el caso del ayunador de Kafka, sencillamente, tiene que hacerlo para ratificar el sentido de la propia existencia. Los premios, por lo demás, son una alegría del momento porque, al final, en esta manía de solitarios que es la escritura, uno comprueba que la propuesta estética tiene algún valor al ser sometida el escrutinio de un jurado.

Rumiñahui de Oro
¿Cuán especial es ganar su tercer Joaquín Gallegos Lara?

Pubis equinoccial es una propuesta arriesgada pues camina, de forma provocadora, por ese territorio siempre escabroso de lo erótico. El libro conjuga diferentes registros que van desde lo obsceno, pasando por el tratamiento humorístico de lo pornográfico, hasta confrontar a los personajes con los prejuicios de su propia sexualidad. Ganar el premio significa, en lo personal, que, de alguna manera, la propuesta de escritura funciona.

Usted halló en lo erótico una veta inagotable que se evidencia en Fiesta de solitarios, Huellas de amor eterno y Pubis equinoccial. ¿Qué aporta Pubis con respecto a los otros dos cuentarios?

Pubis equinoccial es un libro en el que todos sus cuentos están atravesados por lo erótico y el lenguaje es, propositivamente, sexual, desmitificador y en el que intento romper tabúes. En Fiesta, el tema central es, más bien, la soledad; y en Huellas, la permanencia del amor en la memoria. Ciertamente en los tres, el tema del amor erótico —en el sentido en que Erich Fromm lo desarrolla en El arte de amar—, está presente como una constante.  

Literatura y política: ¿se considera usted un político que hace literatura o un literato que hace política?

Suelo decir, como en mi situación actual, que yo soy un escritor que está de embajador; como antes estuve de ministro. Lo que me define, desde siempre, es mi trabajo literario; a él le he dedicado mis estudios, mi búsqueda estética, en fin, el sentido vital de mi espíritu. En ese marco de definiciones, para mí, la política es una práctica de ciudadanía que asumo desde la ética del compromiso; me identifico, así, con los escritores románticos de siglo diecinueve latinoamericano que, al mismo tiempo que construían su escritura, contribuían a la construcción de su patria.

El trilema: ¿es usted poeta, cuentista o novelista?

Cada género tiene su momento para la escritura y cada momento busca su canal expresivo. En mi caso, aquello que requiero escribir, esa necesidad que nace de la observación del mundo, busca su género, el tipo de palabra que pueda expresarlo. En todo caso, el cuento ha sido el género en que de más amplia manera he podido rastrear, diseccionar, problematizar, convertir en literatura eso que llamamos la condición humana.

Y ya que hablamos de géneros, ¿cómo va su novela sobre el amor epistolar entre José María Velasco Ibarra y Corina Parral?

La novela está prácticamente terminada. Ahora estoy en ese lento proceso de reposo del texto. Personalmente, me gusta que un libro quede guardado por un tiempo, como si estuviera añejándose en barricas de roble, y sin que el autor lo toque. Desentenderme del texto como tal para luego poder mirarlo desde una perspectiva nueva y ver qué funciona y qué no. Es decir, se trata de una espera silenciosa hasta que llegue el tiempo de la relectura de lo que uno ha escrito, de esa revisión final que nos convierte en artesanos de la palabra.

Su faceta como estudioso de la literatura es inagotable (es antólogo, crítico, etc.). Sabemos que está haciendo un doctorado en la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla. ¿Qué proyectos saldrán de esta etapa?

Estoy escribiendo mi tesis doctoral sobre la construcción de la figura del héroe como patriota y amante en algunos textos latinoamericanos del siglo diecinueve. Es una etapa apasionante de nuestra historia: escritoras y escritores, al mismo tiempo que proponen una estética latinoamericana, son actores que están construyendo la nación. Me he sumergido en las cartas de Bolívar y Manuela Sáenz; en la escritura épica de Olmedo; en los aportes de Juan León Mera a la educación y al discurso de la nación; en la figura política de Jorge Isaacs y las peripecias de un héroe vencido; en los héroes y heroínas de las novelas que fundaron la narrativa de nuestra América; y ese cierre magistral del diecinueve que es la aparición de un héroe desplazado de la construcción de la nación, como es el héroe de la narrativa modernista. Al mismo tiempo, en la escritura de mi tesis, pretendo reivindicar la escritura del ensayo literario como tal por sobre cierta jerga academicista que ha alejado a los lectores del análisis y la crítica literaria.

¿Por qué siente la necesidad de reflexionar sobre su literatura cada vez que publica un libro? Es usual ver que paralelamente publica una reflexión (sea en la prensa o en su blog) sobre por qué llegó a producir tal o cual texto.

Debe ser, tal vez, por causa de mi formación académica. Antes y durante el proceso de escritura de mis libros de ficción, me paso tomando apuntes de carácter teórico sobre lo que estoy escribiendo y acompañando tal escritura con lecturas no ficcionales al respecto. Así, en el caso, de Pubis equinoccial, estuve leyendo trabajos teóricos sobre el tema, obviamente, regresando a Freud o a Miller, releyendo los diarios de Anaïs Nin. La reflexión, durante el proceso de mi escritura de ficción, termina en una suerte de ensayo sobre el tema que me ha obsesionado durante el tiempo de creación literaria.

Usted tiene una amplia trayectoria como periodista, incluso ganó el Premio Símbolos de Libertad. ¿Extraña el periodismo? ¿Cuándo piensa volver a él?

Me gustaría volver al reportaje periodístico; ese que implica investigación fáctica, trabajo de campo, de convivencia, y, al mismo tiempo, una reivindicación de la escritura literaria. Recuerdo reportajes que hice sobre el caso de un recién nacido abandonado a orillas del río Vinces, el alucinante mundo de la extracción del oro en Nambija, las historias humanas detrás de los primeros casos de Sida en el país, o la crónica de una entrevista jamás realizada a García Márquez.

Seguimos preguntándonos de dónde saca usted tiempo y toneladas de transpiración para tener una obra tan prolífica. ¿Es cierto que busca el día propio, así como Woolf hablaba del cuarto propio?

Ya lo he dicho algunas veces: yo no veo televisión —salvo unos pocos partidos de fútbol— y, al mismo tiempo, tengo disciplina para, en algunos casos, levantarme muy temprano en la mañana a escribir, o su reverso, quedarme escribiendo hasta muy tarde en la noche. En estos tiempos, además, prefiero leer antes que estar conectado a las redes sociales. Es triste, pero en las salas de espera o en los transportes, la gente no está con un libro en la mano sino con el celular, revisando por enésima vez el mail que no ha llegado o navegando en su cuenta de tuiter.

Con Augusto Barrera, alcalde de Quito, y su esposa Andrea Nina, durante el almuerzo ofrecido por la Alcadía de Quito por la entrega del premio Joaquín Gallegos Lara, en el Museo de la Ciudad, el 28 de noviembre de 2013.