José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

viernes, mayo 01, 2009

Los impacientes: la búsqueda del amor adulto

“¿Cómo puede decirse lo que está pasando? Solamente hay alegría en la evocación de cosas lejanas; cuando un final está cerca, su idea nos obsesiona, y muerte sólo es una palabra grande justo antes de la muerte”, escribe Keller, uno de los protagonistas de la novela. “En realidad no era hoy, hacía años que lo buscaba, de algún modo: pero buscada un monstruo, al diablo mismo, tal vez... Y lo encontré. Pero no al diablo: lo encontré a usted”, dice Mila cuando enfrenta a quien ha sido un dolor atravesado en su cuerpo. Ellos dos y Boris constituyen un trío de amigos que protagonizan, con vértigo e impaciencia, un proceso de “educación sentimental” que los enfrenta al amor adulto: aquel de la entrega plena que sobrevive a una sociedad signada por lo efímero.

Los impacientes (Premio Biblioteca Breve 2000), de Gonzalo Garcés (Buenos Aires, 1974), es una novela con un soporte anecdótico mínimo, construida desde un lenguaje sostenido en la evocación y en una reflexión deslumbrante acerca de los caminos del amor. Una novela del Buenos Aires de finales del siglo XX pero también del ser humano enfrentando a un mundo que arrastra a sus habitantes hacia la trampa de su rutina.


Mila, que tiene una fractura secreta en su vida, quiere ser escritora. Boris, quiere ser músico. Keller anhela el imposible amor sin dolor. Viven atrapados sentimentalmente en un triángulo del que la traición es el camino elegido para salirse de él. Pero, en ese proceso, los personajes maduran más rápida y dolorosamente de lo esperado por todos. De pronto se ven, brutalmente, arrojados a la vida; pero en ese proceso se ven, también, crecidos: han aprendido a amar y a entender el sentido del amor adulto.


Los personajes de Los impacientes están signados por la inteligencia: sus dramas se vuelven complejos y la búsqueda de salidas no deja intersticio sin explorar. La lectura, entonces, se convierte en un desafío y la novela en un texto de inquietantes reflexiones acerca del amor y sus verdades desgarradoras, de la muerte y la fragilidad humana ante ella, de la vida y la complejidad del alma humana, del mundo y la ficción de libertad que nos toca vivir en él. Los personajes inteligentes nos acercan de manera lúcida a un juego de ideas en el que lectoras y lectores nos vemos, de pronto, inmersos en la palabra desnuda.


Hacia el final de esta novela que se desafía a sí misma con un “final feliz”, Mila escribe a Keller: “Pero ¿por qué conformarse –en tal esquema– con ponerlo al final del camino? ¿Por qué asociar el Edén, con tanta insistencia, al esclarecimiento? No digo que no sea una solución válida, pero no es la única. Dicho de otro modo, y ya que te gusta tanto recordar nuestras citas bíblicas: en el primero de los libros sagrados, del que si duda habrás oído hablar, se cuenta de una pareja célebre que fue expulsada del paraíso, precisamente, por haber comido el fruto del árbol de la ciencia”. En estas palabras, tal vez, está simbólicamente hablando, la metáfora de la búsqueda: la impaciencia por saber implica la pérdida de la inocencia y, por tanto, la asunción del amor adulto y el dolor que le es intrínseco.


Los impacientes es también una novela que, a contracorriente de cierta literatura “light”, se percibe libre en la construcción de una plena libertad del artista que desafía la tendencia del gusto imperante en el mercado. Esa libertad permite la construcción de un lenguaje sólido, irónico, sin concesiones al momento de resolver el discurso narrativo.


Los impacientes, de Gonzalo Garcés, es una novela inteligente, de escritura depurada y profunda, que nos vuelve cómplices en el amor a unos personajes arrojados con vehemencia al aprendizaje de la vida.


Nayón, 01.14.01