José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, mayo 27, 2018

María, de Isaacs, sigue dialogando con nosotros


           
"El Paraíso", escenario de María, de Jorge Isaacs. Corregimiento Santa Elena, municipio El Cerrito; 36 km. al norte de Cali.
En 2017, se cumplieron 150 años de María, de Jorge Isaacs; tal vez, la más hermosa novela del siglo diecinueve latinoamericano por la sensualidad de su lenguaje, la diversidad de elementos narrativos y por el trágico amor de sus protagonistas.
            En 1937, Jorge Luis Borges publicó en El Hogar, el 7 de mayo, su «Vindicación de la María de Jorge Isaacs». Frente a las críticas de que ya nadie toleraba la novela y que ninguno era tan ingenuo para hacerlo, Borges señaló que «el día 24 de abril, de dos y cuarto de la tarde a nueve menos diez de la noche, la novela María era muy legible», y, luego de reflexionar sobre la condición de criollo y judío de Isaacs, de varias escenas costumbristas y del tratamiento del tema de la esclavitud, concluía que «Isaacs no era más romántico que nosotros».
            En María el paisaje está dotado de historicidad. No es la naturaleza exótica de los románticos europeos, Chateaubriand o Saint-Pierre, sino la naturaleza cotidiana que provoca remembranzas íntimas y amor patrio: «El cielo tenía un tinte azul pálido: hacia el oriente y sobre las crestas altísimas de las montañas, medio enlutadas aún, vagaban algunas nubecillas de oro, como las gasas del turbante de una bailarina esparcidas por un aliento amoroso». Además, la novela dialoga con sus referentes. Así, María y Efraín leen conmovidos, en Atala, la despedida de Chactas sobre el sepulcro de su amada, creyendo en la apasionada ilusión literaria del romanticismo, y encuentran en ella, el modelo estético para sus propios amores trágicos.

"María". Alejandro Dorronsoro, 1884
            La inclusión de la historia de Nay y Sinar, que abarca los capítulos XL al XLIII, es esencial en la estructura de la novela. María, por tanto, comienza en África e Isaacs consigue con ese relato situar una poderosa denuncia de la condición anticristiana de la esclavitud: esa visión acompañará el sentido judeocristiano de la culpa en la familia de Efraín. Los amores infelices de Nay y Sinar encuentran su paralelo en el trágico romance de María y Efraín. Nay se convierte en Feliciana así como la niña Ester se convirtió en María: ambas pierden su nominación originaria para asumir una nueva identidad que, sin embargo, no logrará borrar sus orígenes.
            Hoy, nos llega la permanente erotización de María por parte de Efraín, a través de la mirada sutil y el lenguaje evocativo: en sus ojos admira «la brillantez y hermosura de los de las mujeres de su raza»; en su sonrisa ve: «sus labios rojos, húmedos y graciosamente imperativos»; en la desnudez de sus brazos admira: «el envés de sus brazos delicadamente torneados y sus manos cuidadas como las de una reina». El acento de María, que para Efraín es seductor: «era su voz de niña, pero más graves y lista ya para prestarse a todas las modulaciones de la ternura y de la pasión».
            María, de Jorge Isaacs, sigue dialogando con la emoción de sus lectores porque en el fondo de nuestras dudas y descreimiento, continuamos siendo románticos, esto es, sensibles ante el mundo desde la reflexión que nos provoca la vida.

Monumento a Jorge Issacs y su novela María, en Cali, de Carlos A. Perea. Inaugurado el 25 de junio de 1937.


Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 25.05.18. Las fotos son del autor.

domingo, mayo 20, 2018

Los fantasmas reales que acompañan la escritura

          
Emmanuelle Seigner (Delphine) y Eva Green (Elle) en una escena de Basada en hechos reales (2017), dirigida por Roman Polanski.
            «Esta noche he acabado de poner en limpio la primera idea de mis sueños de jovencita. Todavía me quedan quince días de navegar por lagos azules, después de lo cual iré al baile y pasaré después un invierno lluvioso, que cerraré con un embarazo […]», escribe Flaubert a su amante Louise Colete, el 27 de marzo de 1852, mientras está trabajando en su novela Madame Bovary (1856). Flaubert está sintiendo en sí mismo todo lo que sentiría su personaje, esa Emma Bovary que mira la realidad a través de lo leído en las novelas sentimentales. No se trata de introducir sucesos autobiográficos, sino de entender la convivencia e identificación espiritual que el autor tiene con su personaje durante el proceso creativo. Tal vez, ese es el mejor sentido de la frase que se le atribuye: “Madame Bovary soy yo”.

            Delphine (Emmanuelle Seigner) es una escritora exitosa que, durante una firma de libros, conoce a una lectora que se presenta como Elle (Eva Green), con la que mantendrá una perturbadora relación que interfiere poderosamente en su proceso de escritura. La película Basada en hechos reales (2017), de Roman Polanski, está basada en la novela homónima de Delphine de Vigan. Estamos ante un juego de referencias personales de la escritora, su proceso de escritura, y la trasposición de la novela en película, con una vehemente afirmación de realidad detrás del título, y, sin embargo, metaficción en estado puro. 
          
             «Pocos meses después de que apareciera mi última novela, dejé de escribir. Durante casi tres años, no escribí una sola línea». Así se abre la novela de Delphine de Vigan. Así se abre el drama de Delphine, protagonista de la película de Polanski. En ambas, asistimos a ese estado de desequilibrio mental en el que va cayendo la autora, luego de publicado el libro más reciente, en la medida en que debe comenzar un nuevo proyecto de escritura.
Delphine, la escritora, desnuda el doloroso proceso creativo, desde la muy común angustia de la página en blanco, puesto que uno se ha vaciado completamente en el último libro; pasando por la convivencia espectral con el fantasma de su personaje, y llegando a un estado de angustiante consunción vital en el que cae la escritora para que resurja la escritura como tal. Elle es la intrusa que va a apoderándose de cada esfera de la vida de Delphine. En esa tensión, la película se comporta con las reglas del thriller. Polanski insiste en que el proceso creativo, como en una cinta de Moebius, tiene una sola cara a pesar de las apariencias y que, de manera infinita, se repite en cada libro.
«Como todo relato escrito en primera persona, Alexis es ante todo el retrato de una voz. Había que dejarle a esa voz su propio registro, su propio timbre”, reflexiona Marguerite Yourcenar en el prólogo de 1963 de Alexis o el tratado del inútil combate (1928). En Basada en hechos reales, la voz autoral es la voz de la protagonista, comparten el mismo timbre; y la escritora carga con los fantasmas que acompañan su propia escritura: Flaubert visitado por Emma.

 Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 18.05.18

domingo, mayo 13, 2018

Tula, la romántica abolicionista que no sabía cocinar


           
Retrato de Tula, de Antonio María Esquivel, 1840
En 1836, deja su tierra y escribe «Al partir»: «¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente! / ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo / la noche cubre con su opaco velo, / como cubre el dolor mi triste frente». A los veinticinco años, ya instalada en Sevilla y romántica, plasma en su diario: «A veces me abruma esta plenitud de vida y quisiera descargarme de su peso». Está trabajando en Sab (1841), la novela antiesclavista que publicará once años antes que La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe. Los parientes de su padrastro, la apodan la doctora, y la tildan de atea, porque leía a Rousseau y «la habían visto comer con manteca un viernes».
En Sab, Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814 – 1873), Tula, subvierte los valores ideológicos de la sociedad esclavista que, pese a los tratados entre España e Inglaterra para prohibir el tráfico de esclavos y las ideas reformistas de Domingo del Monte, subsiste como modelo económico de los terratenientes cubanos. Sab es, ante todo, una historia de amor imposible: Bernabé, esclavo mulato conocido como Sab, está enamorado de Carlota, su dueña, un espíritu sentimental que, en cambio, ama al comerciante Enrique Otway. Este no le corresponde a Carlota con igual intensidad y considera al matrimonio como otro negocio del que hay que lucrar.

Sab, el esclavo, erotiza a Carlota —su ama blanca, que, por enredos de la intriga, resulta su prima hermana—, al hacerla su objeto amoroso. Y es Teresa, una prima pobre de Carlota, quien, al convertirse en confidente del esclavo y el amor por su ama, reconoce la valía moral de Sab. Una escena decidora, al comienzo de la novela, es cuando Carlota recibe un beso agradecido de parte de Sab, por ella haberle concedido la libertad: «Pero la mano huyó al momento y Carlota sintió un ligero estremecimiento: porque los labios del esclavo habían caído en su mano como una ascua de fuego». Al final, Carlota, ya casada y conocedora por confesión de Teresa del amor del esclavo, visita todas las noches, durante tres meses, la tumba de Sab. La autora, que envía a su personaje a vivir en Londres con su marido, se hace la pregunta con que cierra la novela: «¿habrá podido olvidar la hija de los trópicos, al esclavo que descansa en una humilde sepultura bajo aquel hermoso cielo?».
Ese amor está adherido a la vida de Carlota, cuyo destino es comparado con la esclavitud del propio Sab. En una larga carta que el mulato escribe a Teresa, mientras agoniza, dice: «¡Oh las mujeres! ¡pobres y ciegas víctimas! Como los esclavos, ellas arrastran pacientemente su cadena […] sin otra guía que su corazón ignorante y crédulo eligen un dueño para toda la vida.» La novelista pone esta descarnada reflexión en boca de Sab, que también alega que el esclavo puede comprar su libertad, pero la mujer no puede hacerlo; Tula, la que se burla de quienes la señalan porque «no sabía planchar, ni cocinar, ni calcetear y no lavaba los cristales, ni hacía las camas, ni barría». Corrigiendo a Bretón de Herreros: ¡Mucha mujer, esta mujer!

 Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 11.05.18