José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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domingo, mayo 20, 2018

Los fantasmas reales que acompañan la escritura

          
Emmanuelle Seigner (Delphine) y Eva Green (Elle) en una escena de Basada en hechos reales (2017), dirigida por Roman Polanski.
            «Esta noche he acabado de poner en limpio la primera idea de mis sueños de jovencita. Todavía me quedan quince días de navegar por lagos azules, después de lo cual iré al baile y pasaré después un invierno lluvioso, que cerraré con un embarazo […]», escribe Flaubert a su amante Louise Colete, el 27 de marzo de 1852, mientras está trabajando en su novela Madame Bovary (1856). Flaubert está sintiendo en sí mismo todo lo que sentiría su personaje, esa Emma Bovary que mira la realidad a través de lo leído en las novelas sentimentales. No se trata de introducir sucesos autobiográficos, sino de entender la convivencia e identificación espiritual que el autor tiene con su personaje durante el proceso creativo. Tal vez, ese es el mejor sentido de la frase que se le atribuye: “Madame Bovary soy yo”.

            Delphine (Emmanuelle Seigner) es una escritora exitosa que, durante una firma de libros, conoce a una lectora que se presenta como Elle (Eva Green), con la que mantendrá una perturbadora relación que interfiere poderosamente en su proceso de escritura. La película Basada en hechos reales (2017), de Roman Polanski, está basada en la novela homónima de Delphine de Vigan. Estamos ante un juego de referencias personales de la escritora, su proceso de escritura, y la trasposición de la novela en película, con una vehemente afirmación de realidad detrás del título, y, sin embargo, metaficción en estado puro. 
          
             «Pocos meses después de que apareciera mi última novela, dejé de escribir. Durante casi tres años, no escribí una sola línea». Así se abre la novela de Delphine de Vigan. Así se abre el drama de Delphine, protagonista de la película de Polanski. En ambas, asistimos a ese estado de desequilibrio mental en el que va cayendo la autora, luego de publicado el libro más reciente, en la medida en que debe comenzar un nuevo proyecto de escritura.
Delphine, la escritora, desnuda el doloroso proceso creativo, desde la muy común angustia de la página en blanco, puesto que uno se ha vaciado completamente en el último libro; pasando por la convivencia espectral con el fantasma de su personaje, y llegando a un estado de angustiante consunción vital en el que cae la escritora para que resurja la escritura como tal. Elle es la intrusa que va a apoderándose de cada esfera de la vida de Delphine. En esa tensión, la película se comporta con las reglas del thriller. Polanski insiste en que el proceso creativo, como en una cinta de Moebius, tiene una sola cara a pesar de las apariencias y que, de manera infinita, se repite en cada libro.
«Como todo relato escrito en primera persona, Alexis es ante todo el retrato de una voz. Había que dejarle a esa voz su propio registro, su propio timbre”, reflexiona Marguerite Yourcenar en el prólogo de 1963 de Alexis o el tratado del inútil combate (1928). En Basada en hechos reales, la voz autoral es la voz de la protagonista, comparten el mismo timbre; y la escritora carga con los fantasmas que acompañan su propia escritura: Flaubert visitado por Emma.

 Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 18.05.18