José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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lunes, mayo 12, 2025

«Desaprender para volver a ser»: el desafío académico de Michael Handelsman:


Un libro que es en sí mismo un desafío intelectual y político; un libro que, desde el aparato académico, es una provocación a la rigidez de la academia; un libro escrito como un proceso crítico y autocrítico del propio quehacer de los estudios literarios. Desaprender para volver a ser (2024), de Michael Handelsman (Weehawken, New Jersey, 1948), es un libro que, desde una perspectiva decolonial, explora con agudeza algunos textos literarios contemporáneos escritos por autoras y autores afro del Ecuador y Colombia.

            Handelsman se hace una pregunta esencial y provocadora: «¿Qué significaría pensar afro sin ser afro?»[1]. La sencillez que asume el crítico se concentra en su enunciado: «Lo mío […] ha de entenderse como un muy modesto intento por dejarme atravesar por las resonancias de las múltiples voces afro siempre protagonistas de historias que han sido silenciadas y hasta borradas, pero nunca apagadas o ausentes de la memoria colectiva a lo largo y ancho de la diáspora afroamericana» (23). Esta problematización inicial no es menor, pues implica un proceso de deconstrucción de sí mismo para asumir una posición intelectual que ya no piensa sobre la plurinacionalidad, sino que prefiere pensar desde la representación con el anhelo de hacer un camino para pensar con las voces afro, en un diálogo sin jerarquías, y asumir su propio proceso afrobetización, al decir de Juan Montaño.

Tampoco es menor la asunción de la «x» como marca de género inclusivo en la escritura de su libro que desafía la norma explícita de la RAE,[2] más aún cuando Handelsman es miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Este desafío, por supuesto, no es únicamente gramatical o académico, sino político, pues la «x», a lo largo del libro, es una marca integradora de mujeres y hombres y, al mismo tiempo, una marca que nos recuerda, cada vez que aparece, la condición patriarcal de la sociedad. Así, Handelsman señala que en este nuevo libro él se encuentra «[…] (re) tejiendo algunos de aquellos hilos sueltos de (re) pensar, (re) imaginar, (re) accionar y (re) aprender».

El primer capítulo «Literatura e interculturalidad. Una propuesta para posibles lecturas otras» plantea que vivimos un analfabetismo intercultural y que es necesario un (re) aprendizaje para leer (nos) con gramáticas otras. Así, Handelsman se nutre de las enseñanzas del Abuelo Zenón: «volver a ser donde no habíamos sido». En este sentido, siguiendo a Catherine Walsh, queda en entredicho, más que el lugar de la universidad, el sentido de la universidad como el lugar de quien quiere pensar la interculturalidad desde categorías distintas a las de la racionalidad occidental. Sorteando al peligro de caer en el esencialismo, el libro da cuenta del lugar de la enunciación para entender el porqué de la necesidad de especificar la condición afro de los textos acompañados por el crítico.

En este capítulo, Handelsman va de la mano con Antonio Preciado y su «Poema para ser analizado con carbono 14», para el que propone una lectura intercultural y decolonial del texto y señala su «búsqueda del sentido de las palabras que las historias oficiales se han negado a escuchar y que las mismas comunidades afro en no pocos casos han olvidado» (35). En su conclusión —siempre en ciernes, poniendo énfasis en un proceso que es histórico y no meramente literario—, insiste en que «hay que desaprender las bases epistémicas que sostienen cada enunciación nacida de la ubicua y omnipresente matriz de la Modernidad-colonialidad junto con sus rancias enseñanzas, ora patentes, ora latentes, de racismo, sexismo, clasismo, fundamentalismo, extractivismo, homofobia y un largo y doloroso etcétera» (41-42).

En el capítulo 2, Handelsman desarrolla un doloroso y conmovedor diálogo entre el pensamiento de Juan Montaño Escobar, el jazzman, en su artículo «¿Las vidas negras importan?», y los 8 minutos 46 segundos que duró el asesinato de George Floyd Jr. y su agónico «I can’t breathe [no puedo respirar]», aquel 25 de mayo de 2020, perpetrado por el policía blanco Derek Chauvin, en medio del encierro en el que se hallaba el mundo por la pandemia de Covid-19. Montaño, citado por Handelsman, dice: «el racismo está presente cuando no puedes caminar en tu ciudad o en tu barrio sin ser visto como sospechoso o sospechosa; está cuando puedes ser atacado, golpeado y humillado sin que nadie haga nada; o incluso puedes ser asesinado, asesinada; todo esto solamente por el color de tu piel». Y yo recuerdo a los cuatro adolescentes de Las Malvinas: Josué e Ismael Arroyo (14 y 15), Saúl Arboleda (15) y Steven Medina (11), secuestrados, torturados y quemados por una patota de dieciséis militares, y luego revictimizados por una sociedad racista capaz de justificar el crimen. Más tarde, en el capítulo 4, la obra de ficción de Montaño es leída junto al camino de memoria, historia y literatura que el jazzman ha emprendido en ella.

La lectura de algunas poetas afrocolombianas, en el capítulo tres, parte de la pregunta que Sojourner Truth (Isabella Baumfree), ex esclavizada en EE. UU., hiciera en su improvisado discurso en el congreso de los Derechos de las Mujeres, en Ohio, en 1851: «Ain’t I a woman?» [¿No soy una mujer?]. Handelsman dialoga con Betty Ruth Lozano Lerma, que, al criticar el proceso de deshumanización de las mujeresnegras, señala que «las mujeresnegras no tienen género, tienen raza y las mujeres blancas no tienen raza, tienen género» (75). Asimismo, Handelsman contrasta la condena al estrato subhumano de los africanos que se desprendería de poema «Ñam-ñam», de Luis Palés Matos, con la rebeldía y la resistencia presentes en «África grita», de Lucrecia Panchano: «En efecto, esta tensión entre una África que gruñe ñam-ñam y una propia que grita “para impulsarnos a seguir adelante / para que nuestra identidad no se vaya al abismo” […] pone de manifiesto el carácter insurgente de la creación artística y el pensamiento afro a través de su historia en las Américas, por no decir en todo el mundo» (77). Así, va analizando diversos textos para entender que «recuperar esa alma desde la cual África sigue gritando requiere, cuando no reclama, un sentipensar de parte de nosotrxs, lxs lectorxs que no somos afrodescendientes» (89).

El capítulo final está dedicado a la obra de Yuliana Ortiz Ruano (Esmeraldas, 1992). En él, Handelsman hace un recorrido por los poemarios Sovoz (2016) Canciones desde el fin del mundo (2020) y Cuadernos del imposible retorno a Pangea (2021) y la novela Fiebre de carnaval (2022). Handelsman recorre el camino de la palabra de la escritura con la lectura de la obra de Yuliana Ortiz como «un complejo entretejido de historias y experiencias en permanente reconstrucción de la memoria ancestral, la misma que entiende como un sitio de lucha […]» (201-202). Él sostiene que, desde su primer poemario, ella, como mujernegra, ha asumido su responsabilidad de Fight the Power. En este sentido, cita a Yuliana Ortiz, que dijo, en un sentido similar a lo señalado por Juan Montaño: «Yo siento que lo negro es visto como una amenaza y en ciudades como Guayaquil, aún más. En esa ciudad, la gente negra está arrinconada, apalencada, en las afueras de la ciudad […] Yo quiero problematizar las identidades esclavizadas en la contemporaneidad poscolonial» (178).  

En el caso de Fiebre de carnaval estamos ante una novela del gozo y la sensualidad que provoca la escritura de la fiesta y, al mismo tiempo, ante una novela en la que el cuerpo de la mujernegra es sometido a la violencia patriarcal frente a la que desarrolla su resistencia. El duelo y su ritual, la música como cimarronaje y la palabra viva que rompe el silencio de la dominación son otros elementos que hacen de esta novela un texto heredero que continúa, con una narración deslumbrante y vitalista, la tradición de la literatura afro del Ecuador. Para Handelsman, es «novela, testimonio, lamento y celebración que Yuliana ha estado escribiendo y entretejiendo, consciente o inconscientemente, desde la publicación de su primer poemario, en 2016» (204).

           

Con Michael Handelsman y Yuliana Ortiz durante la presentación del libro en la Biblioteca de las Artes, de Guayaquil, el 23 de abril de 2025.

Hoy, en la era del trumpismo, el sistemático ataque a los espacios académicos críticos, a las políticas sociales inclusivas y al reconocimiento de la diversidad del mundo, ha creado las condiciones políticas para la insurgencia y posicionamiento del neofacismo, por lo que la misoginia, el clasismo y el racismo se manifiestan desvergonzadamente. De ahí que, el comentario del humorista D. L. Hughley en una entrevista con Woopy Goldberg, citado por Handelsman, cobra actualidad: «El lugar más peligroso para que los negros vivan es en la imaginación de los blancos»[3] (16).

Desaprender para volver a ser, de Michael Handelsman, es un trabajo crítico desarrollado con la lucidez de quien asume, mediante su propio proceso de pensar (se), el desafío de lecturas-otras para, desde el poder del lenguaje, enfrentar al lenguaje del poder y acompañar las obras literarias de varias poetas mujeresnegras colombianas, del intelectual Juan Montaño Escobar, el jazzman, y de la escritora Yuliana Ortiz Ruano, autores afro del Ecuador. En este libro, el aparato crítico de la academia es puesto en tensión con las formas de la escritura que son objeto de la lectura-otra, desde un proceso de desaprendizaje por parte del académico para no hablar sobre, sino hablar con las voces afro que nos permiten asumir nuestra propia afrobetización como «un lugar de lucha por libertad la plenitud de nuestra colectiva (re) existencia y volver a ser» (208).



[1] Michael Handelsman, Desaprender para volver a ser. Apuestas decoloniales desde y con voces afro del Ecuador y Colombia (Quito: Ediciones Abya Yala, 2024), 23.

[2] Real Academia Española, (@RAEInforma), «#RAEconsultas. El uso de la letra “x” como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario (e impronunciable), pues el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado de oposición de género», Twitter, 23 de diciembre de 2019.

[3] D. L. Hughley, The View (entrevista con Goopy Goldberg), 14 de Julio de 2018: «The most dangerous place for black people to live is in the white’s people imagination».


lunes, mayo 20, 2024

«Lo nuevo parecería el reciclaje creativo, en versión 2.0, de aquello que ya aconteció en la historia literaria»

En el número 187 de la revista Rocinante (mayo, 2024), aparece una entrevista que aborda reflexiones en torno al momento social actual visto bajo la lente de la literatura y la cultura. Comparto en esta entrada una versión resumida de aquella.

 

En estos tiempos de difícil interpretación, ¿cómo caracterizaría el panorama social y cultural?

Se ha vuelto un lugar común citar a Bertolt Brecht al hablar de crisis: malos tiempos para la lírica. Quizás, repetimos el título del poema de Brecht como una consigna porque la poesía, entendida como el arte de la literatura, es siempre la palabra del poeta de la tribu frente al poder del mundo que, en todos los tiempos, desdeña al poeta y su palabra. Vivimos en la cultura del espectáculo y las noticias falsas, y del ascenso de un neofascismo que reniega de las normas de convivencia de la propia democracia burguesa y que está conduciendo al mundo hacia la destrucción planetaria. Como dicen los versos finales del ya citado poema de Brecht: «En mí luchan / el entusiasmo por el manzano florecido / y el espanto por los discursos del Pintor de Brocha Gorda. / Pero solo esto último / me empuja a la mesa de escribir».

 

Hace cien años era el tiempo de las vanguardias artísticas. Hoy, ¿por dónde corren las búsquedas literarias en mayor auge?

            Cada vez nos resulta más difícil la novedad del espíritu vanguardista que se da en toda época; a lo mejor, porque, con el paso del tiempo, la tradición que nos antecede es mayor y más consciente. ¿Cómo ser originales en el arte de la novela después de la segunda parte de El Quijote? Lo nuevo parecería el reciclaje creativo, en versión 2.0, de aquello que ya aconteció en la historia literaria. Hoy, como la más interesante de las tendencias entre nosotros, existe un neo-romanticismo ecléctico que, desde una mirada contemporánea de la ironía romántica, reelabora el horror gótico y la novela histórica, conflictúa el amor desde una sexualidad no-binaria, reafirma el yo mediante la auto ficción y el individualismo liberal de quien escribe, y proclama la libertad de las formas junto con la ruptura de las fronteras de los géneros literarios. Al mismo tiempo, existe una literatura que todavía se alinea con el desencanto ideológico y el esteticismo de la posmodernidad, y otra tendencia literaria más que busca provocar al público desde los tópicos del realismo sucio. Finalmente, no es la pertenencia a una u otra tendencia —que siempre es moda y, como tal, está sostenida por el mercado— lo que define su calidad literaria, sino el texto, es decir, la escritura.

 

¿Se podría hablar de una transformación en los comportamientos lectores actuales? En una entrada de su blog, reflexionaba sobre la inteligencia artificial (IA)…

En la medida en que somos una sociedad más alfabetizada, es natural que la población lectora aumente y sea más crítica frente a lo que lee. Lastimosamente, mientras vivamos en una sociedad económicamente inequitativa y socialmente injusta, el público lector de literatura será minoritario. Soy pesimista frente a los efectos sociales inmediatos que produce el desarrollo de la IA por la manera cómo se la está abordando en el sistema educativo: veo, con preocupación pedagógica, la tendencia de promocionar a la IA como un instrumento que economiza tiempo y hace más fáciles las “tediosas” tareas de escribir y leer. Al permitir que la IA reemplace las funciones básicas del lenguaje humano ponemos en riesgo, como en una novela distópica, la capacidad misma de pensar de la humanidad.


Su novela Acoso textual (de 1999) fue una de las pioneras en abordar el mundo de la virtualidad y las posibilidades de construir y desarmar en ella las identidades.

Acoso textual es una novela epistolar en la que, en vez de las tradicionales cartas, utilicé correos electrónicos que aún se escribían en una plataforma llamada pine; pero, sobre todo, es una novela cuyos personajes viven como sujetos escindidos, que se identifican con cada una de las máscaras que permite el nombre con el que navegamos en la red, y que, a pesar de la conexión permanente, están esencialmente solos. Por eso, en Acoso textual, el personaje principal, cuya identidad genérica no está definida, necesita desconectarse de las relaciones virtuales para encontrar la libertad y el amor a través de relaciones personales en el mundo físico.

 

¿Cómo aprecia ahora el rol de las redes sociales, como espacios de interacción (des-corporeizada) que gravitan en las dinámicas sociales?

Similar a Internet, que es una biblioteca virtual caótica, mutante e infinita, las RS tienen una dinámica que satura la capacidad del ser humano para procesar hechos, datos y escenarios. X-Twitter ha transformado el diálogo democrático en una diatriba constante, cada vez más violenta, que se escuda en el anonimato y la desvergüenza, pero, asimismo, ha posibilitado una ampliación de las demandas ciudadanas y una exigencia, cada vez mayor, de rendición de cuentas a todo poder gubernamental. En Instagram, por el contrario, se ha romantizado la cotidianidad a niveles de una cursilería espantosa y, como también en Tik Tok, hay un exhibicionismo narcisista que consume el tiempo de las personas. Ninguna IA puede reponer el tiempo perdido en las tonterías de las RS; aunque, como de todo se da en el jardín de la virtualidad, también hay líneas educativas y de esparcimiento bastante dignas.

 

En su obra, algunos personajes están en situación de devenir, de proceso inacabado, y sus existencias se muestran como una interminable trans-formación…

            Somos seres que nos vamos haciendo durante la vida, seres en permanente transformación; los seres humanos siempre hemos sido transitorios. La diferencia es que ahora, con el fin del optimismo de la modernidad, somos, tal vez, más conscientes de nuestra condición de seres inacabados y escindidos, en un continuo devenir. Mis personajes —como Gabriela, la mujer trans de Gabriel(a) (2019), o los seres que padecen de intensidad de vida en la experiencia de lo erótico de Pubis equinoccial (2013)— son transeúntes, habitantes de una edad de tránsitos.

 

Otra constante de sus obras es la soledad esencial de las personas. ¿Cree que esa condición ha tomado un especial cariz en esta época de hiperconexión?

La soledad, en esta época de hiperconexión, por el aislamiento intrínseco de los individuos que conlleva la conectividad virtual, sigue siendo, en esencia, la soledad que ha experimentado el ser humano cuando se enfrenta a sí mismo, a la contemplación del mundo o a la muerte. Esta soledad, entendida como una condición de la existencia, es la que viven los personajes de Máscaras para un concierto (1986), Fiesta de solitarios (1992) o de Marilyn en el Caribe (2015), todos ellos, seres que están en la búsqueda de la ternura compartida para sobrevivir. En un poema de Cánticos para Oriana (2003) alcancé a balbucearlo: «La soledad esencial de la mujer que espero / se mezcla con el vacío que llevo adentro». Ahora vivimos la soledad sin consciencia de nuestra condición de solos y con el agravante de la falsa ilusión de comunidad que produce el mundo virtual.

 

En dicho contexto, se señala que la democracia misma (como un sistema basado en el diálogo y los consensos) está en tela de juicio. ¿Cómo analiza esta situación?

            La justificación por razones ideológicas y políticas de la posverdad —que no es sino el sobrenombre marqueteado de la mentira— y la proliferación amoral de las noticias falsas, a través de ejércitos de troles, están destruyendo el contrato social de la democracia burguesa. Lastimosamente, las RS no han democratizado el acceso al saber y al pensamiento crítico, sino a la desfachatez de la estulticia. El caso de Donald Trump y su difusión de bulos es un ejemplo que nos debería horrorizar pues la repetición en RS de su mentira sobre un inexistente fraude electoral creó las condiciones políticas para el asalto al Capitolio por una turba de fanáticos trumpistas. La receta, que al neofascismo le pareció exitosa, fue repetida por las huestes de Jair Bolsonaro, en Brasil. No es que la democracia esté en tela de juicio; lo que sucede es que el neofascismo pretende destruir los cimientos democráticos con la retórica de la Guerra Fría. Y las ganancias del negocio de la destrucción de la democracia burguesa son para Elon Musk.

Ver la entrevista completa

domingo, noviembre 11, 2018

La novela ecuatoriana en el siglo XX, revisitada por la crítica Alicia Ortega Caicedo


           
Alicia Ortega Caicedo, autora de una obra monumental: Fuga hacia adentro. La novela ecuatoriana en el siglo XX. (Foto de Carina Acosta, El Telégrafo)
En 1948, Ángel Felicísimo Rojas publicó La novela ecuatoriana, un ensayo que marcó no solo la visión de la literatura producida hasta entonces, sino también el camino de la crítica sociológica. Sus juicios, inscritos en la disputa entre una visión liberal y otra conservadora, atravesados por militancia socialista del propio Rojas, fueron referentes obligados para el estudio de nuestra novelística.
En 2018, Alicia Ortega Caicedo ha publicado Fuga hacia dentro. La novela ecuatoriana en el siglo XX. En su libro, Ortega se interesa por la compleja relación entre literatura y crítica: «Lo que está en juego es una forma de comprender la construcción del sujeto en el lenguaje: el sujeto que lo enuncia y el sujeto referido en él. Lo que está en juego es el lugar del sujeto en el mundo que ese lenguaje construye en el relato, así como el lugar del sujeto en el mundo que hace posible ese lenguaje».
Ortega evita la visión panorámica y, desde una posición arriesgada pero necesaria, selecciona textos que, a su criterio, marcaron hitos en el devenir de nuestra novelística. Dicha selección es una decisión crítica que, sin proponérselo, construye un canon literario que posibilita nuevas lecturas. Al mismo tiempo, ella implementa un discurso que dialoga con otros ensayistas que, a lo largo del siglo veinte, han sido parte de nuestra tradición crítica.
            El segmento final «¿Desde dónde nos leemos?» es una lúcida revisión de lo que significa leer nuestra literatura como un proceso que se inserta en una tradición. Ella señala que esta construcción se ha dado con debates intensos, como el de Gallegos Lara y Palacio en referencia a las tareas políticas del escritor y la noción de literatura, concluyendo que «la mirada de ambos corresponde a la del ‘expositor’, para quien la realidad es ‘repelente’».
            Ortega ajusta cuentas con aquella tendencia crítica de los noventa que se pretende “extraterritorial”, incrustada en las “ilusiones de la globalización”. Dicha tendencia se ancla en un discurso excluyente en el que lo local y la tradición son categorías vistas como negativas mientras que lo cosmopolita y la modernidad es lo deseado. Ortega desnuda el sentido maniqueo de tal planteamiento: «Asimila toda referencialidad al país como una tarea de instrumentalización de la literatura, así como toda perspectiva subjetiva es leída como ‘voluntad estilística’ y ‘acabamiento formal’». Además, demuestra que los postulados de dicha tendencia se anclan en los treinta como si nada más hubiese ocurrido en nuestra literatura durante el siglo.
            Fuga hacia adentro. La novela ecuatoriana en el siglo XX, de Alicia Ortega, es una obra monumental que reflexiona y pasa revista a la producción novelística del Ecuador durante el siglo pasado. El ensayo de Ortega, por la seriedad de su investigación, por la fuerza de sus argumentos, y por su escritura diáfana y fluida, está llamado a convertirse en la continuidad y superación de la obra de Rojas, para entender la novela del siglo veinte en Ecuador.

sábado, agosto 11, 2018

Michael Handelsman: ecuatoriano por lecturas


Michael Handelsman (New Jersey, 1948). El XX Congreso de Ecuatorianistas rindió homenaje a su trabajo crítico sobre la literatura del Ecuador. Foto Lylibeth Coloma, El Telégrafo.

      En 1978, Michael Handelsman escribió: «rara ha sido la crítica dedicada a la producción literaria en prosa de las mujeres». Handelsman partió de las suposiciones erradas que la crítica de entonces sostenía al respecto, e investigó en fuentes primarias; luego sistematizó, por primera vez en Ecuador, el estado real de la producción, tanto en prosa como en ficción narrativa, escrita por mujeres. El resultado fue Amazonas y artistas, su primer libro, en el que muestra y reivindica, desde los textos, el discurso literario de las mujeres escritoras.
      Después, en 1981, le tocó el turno a los prejuicios que se tenían sobre el Modernismo en nuestro país. ¿Cuáles eran los criterios imperantes en la crítica? Se sostenía, entonces, que el modernismo fue un movimiento de producción tardía y de una única tendencia aristocratizante. Nuevamente, Handelsman investigó en los archivos: trabajó con las revistas literarias y demostró que el modernismo se desarrolló en nuestro país a la par que en Hispanoamérica y que se expresó en diversas tendencias hasta finales de los años veinte. Hoy, El modernismo en las revistas literarias del Ecuador: 1895-1930. Ensayo preliminar y bibliografía, es un libro imprescindible para el debate sobre tal movimiento en Ecuador.
Otro interés de Handelsam ha sido el tema afro ecuatoriano y la cuestión plurinacional. En 1999, la Universidad de Mississippi publicó Lo afro y la plurinacionalidad: el caso ecuatoriano visto desde su literatura. El libro se abre hablando de Adalberto Ortiz, Nelson Estupiñán Bass, y Antonio Preciado. Sostiene el crítico que el proyecto literario de aquellos autores, que «han procurado superar esquemas localistas parece haber dado lugar a una especie de lectura de apropiación cultural que, en no poca medida, ha desarmado doblemente dicho proyecto». Más adelante, aclara que no se puede responsabilizar a dichos escritores por «las lecturas de apropiación cultural». Lo principal es que Handelsamn, nuevamente en el devenir de nuestra crítica, introduce criterios inéditos alrededor del tema.
También estudió la obra de un icono de la cultura ecuatoriana: En torno al verdadero Benjamín Carrión (1989), que completó con El ideario de Benjamín Carrión (1992), y Benjamín Carrión: el pensamiento fundamental (2007). La figura de Benjamín Carrión es definida como la de un socialista utópico que, desde una visión eurocéntrica, contribuyó de manera sustancial a la cultura nacional; y que «toda su obra gira en torno a intuiciones, emociones y pasiones». Finalmente, en su libro Leyendo la globalización desde la mitad del mundo. Identidad y resistencias en el Ecuador (2005), Handelsman exploró las manifestaciones artísticas en dos direcciones: el mundo, desde el país; la producción local, desde lo global.
El XX Congreso de Ecuatorianistas reconoció, semanas atrás, en Michael Handelsman (New jersey, 1948), a un ecuatoriano por lecturas, que participa, de manera fundamental, en la tradición y el debate críticos sobre nuestra literatura.

Con Michael Handelsman. Conversatorio sobre su obra, durante el XX Congreso de Ecuatorianistas, en la Universidad de las Artes, Guayaquil, 19 de julio de 2018.

Publicado en Cartón Piedra, revista cultura de El Telégrafo, 03.08.18