Un libro que es en sí mismo un desafío intelectual y político; un libro que, desde el aparato académico, es una provocación a la rigidez de la academia; un libro escrito como un proceso crítico y autocrítico del propio quehacer de los estudios literarios. Desaprender para volver a ser (2024), de Michael Handelsman (Weehawken, New Jersey, 1948), es un libro que, desde una perspectiva decolonial, explora con agudeza algunos textos literarios contemporáneos escritos por autoras y autores afro del Ecuador y Colombia.
Handelsman se hace una pregunta esencial y provocadora: «¿Qué significaría pensar afro sin ser afro?»[1]. La sencillez que asume el crítico se concentra en su enunciado: «Lo mío […] ha de entenderse como un muy modesto intento por dejarme atravesar por las resonancias de las múltiples voces afro siempre protagonistas de historias que han sido silenciadas y hasta borradas, pero nunca apagadas o ausentes de la memoria colectiva a lo largo y ancho de la diáspora afroamericana» (23). Esta problematización inicial no es menor, pues implica un proceso de deconstrucción de sí mismo para asumir una posición intelectual que ya no piensa sobre la plurinacionalidad, sino que prefiere pensar desde la representación con el anhelo de hacer un camino para pensar con las voces afro, en un diálogo sin jerarquías, y asumir su propio proceso afrobetización, al decir de Juan Montaño.
Tampoco es menor la asunción de la «x» como marca de género inclusivo en la escritura de su libro que desafía la norma explícita de la RAE,[2] más aún cuando Handelsman es miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Este desafío, por supuesto, no es únicamente gramatical o académico, sino político, pues la «x», a lo largo del libro, es una marca integradora de mujeres y hombres y, al mismo tiempo, una marca que nos recuerda, cada vez que aparece, la condición patriarcal de la sociedad. Así, Handelsman señala que en este nuevo libro él se encuentra «[…] (re) tejiendo algunos de aquellos hilos sueltos de (re) pensar, (re) imaginar, (re) accionar y (re) aprender».
El primer capítulo «Literatura e interculturalidad. Una propuesta para posibles lecturas otras» plantea que vivimos un analfabetismo intercultural y que es necesario un (re) aprendizaje para leer (nos) con gramáticas otras. Así, Handelsman se nutre de las enseñanzas del Abuelo Zenón: «volver a ser donde no habíamos sido». En este sentido, siguiendo a Catherine Walsh, queda en entredicho, más que el lugar de la universidad, el sentido de la universidad como el lugar de quien quiere pensar la interculturalidad desde categorías distintas a las de la racionalidad occidental. Sorteando al peligro de caer en el esencialismo, el libro da cuenta del lugar de la enunciación para entender el porqué de la necesidad de especificar la condición afro de los textos acompañados por el crítico.
En este capítulo, Handelsman va de la mano con Antonio Preciado y su «Poema para ser analizado con carbono 14», para el que propone una lectura intercultural y decolonial del texto y señala su «búsqueda del sentido de las palabras que las historias oficiales se han negado a escuchar y que las mismas comunidades afro en no pocos casos han olvidado» (35). En su conclusión —siempre en ciernes, poniendo énfasis en un proceso que es histórico y no meramente literario—, insiste en que «hay que desaprender las bases epistémicas que sostienen cada enunciación nacida de la ubicua y omnipresente matriz de la Modernidad-colonialidad junto con sus rancias enseñanzas, ora patentes, ora latentes, de racismo, sexismo, clasismo, fundamentalismo, extractivismo, homofobia y un largo y doloroso etcétera» (41-42).
En el capítulo 2, Handelsman desarrolla un doloroso y conmovedor diálogo entre el pensamiento de Juan Montaño Escobar, el jazzman, en su artículo «¿Las vidas negras importan?», y los 8 minutos 46 segundos que duró el asesinato de George Floyd Jr. y su agónico «I can’t breathe [no puedo respirar]», aquel 25 de mayo de 2020, perpetrado por el policía blanco Derek Chauvin, en medio del encierro en el que se hallaba el mundo por la pandemia de Covid-19. Montaño, citado por Handelsman, dice: «el racismo está presente cuando no puedes caminar en tu ciudad o en tu barrio sin ser visto como sospechoso o sospechosa; está cuando puedes ser atacado, golpeado y humillado sin que nadie haga nada; o incluso puedes ser asesinado, asesinada; todo esto solamente por el color de tu piel». Y yo recuerdo a los cuatro adolescentes de Las Malvinas: Josué e Ismael Arroyo (14 y 15), Saúl Arboleda (15) y Steven Medina (11), secuestrados, torturados y quemados por una patota de dieciséis militares, y luego revictimizados por una sociedad racista capaz de justificar el crimen. Más tarde, en el capítulo 4, la obra de ficción de Montaño es leída junto al camino de memoria, historia y literatura que el jazzman ha emprendido en ella.
La lectura de algunas poetas afrocolombianas, en el capítulo tres, parte de la pregunta que Sojourner Truth (Isabella Baumfree), ex esclavizada en EE. UU., hiciera en su improvisado discurso en el congreso de los Derechos de las Mujeres, en Ohio, en 1851: «Ain’t I a woman?» [¿No soy una mujer?]. Handelsman dialoga con Betty Ruth Lozano Lerma, que, al criticar el proceso de deshumanización de las mujeresnegras, señala que «las mujeresnegras no tienen género, tienen raza y las mujeres blancas no tienen raza, tienen género» (75). Asimismo, Handelsman contrasta la condena al estrato subhumano de los africanos que se desprendería de poema «Ñam-ñam», de Luis Palés Matos, con la rebeldía y la resistencia presentes en «África grita», de Lucrecia Panchano: «En efecto, esta tensión entre una África que gruñe ñam-ñam y una propia que grita “para impulsarnos a seguir adelante / para que nuestra identidad no se vaya al abismo” […] pone de manifiesto el carácter insurgente de la creación artística y el pensamiento afro a través de su historia en las Américas, por no decir en todo el mundo» (77). Así, va analizando diversos textos para entender que «recuperar esa alma desde la cual África sigue gritando requiere, cuando no reclama, un sentipensar de parte de nosotrxs, lxs lectorxs que no somos afrodescendientes» (89).
El capítulo final está dedicado a la obra de Yuliana Ortiz Ruano (Esmeraldas, 1992). En él, Handelsman hace un recorrido por los poemarios Sovoz (2016) Canciones desde el fin del mundo (2020) y Cuadernos del imposible retorno a Pangea (2021) y la novela Fiebre de carnaval (2022). Handelsman recorre el camino de la palabra de la escritura con la lectura de la obra de Yuliana Ortiz como «un complejo entretejido de historias y experiencias en permanente reconstrucción de la memoria ancestral, la misma que entiende como un sitio de lucha […]» (201-202). Él sostiene que, desde su primer poemario, ella, como mujernegra, ha asumido su responsabilidad de Fight the Power. En este sentido, cita a Yuliana Ortiz, que dijo, en un sentido similar a lo señalado por Juan Montaño: «Yo siento que lo negro es visto como una amenaza y en ciudades como Guayaquil, aún más. En esa ciudad, la gente negra está arrinconada, apalencada, en las afueras de la ciudad […] Yo quiero problematizar las identidades esclavizadas en la contemporaneidad poscolonial» (178).
En el caso de Fiebre de carnaval estamos ante una novela del gozo y la sensualidad que provoca la escritura de la fiesta y, al mismo tiempo, ante una novela en la que el cuerpo de la mujernegra es sometido a la violencia patriarcal frente a la que desarrolla su resistencia. El duelo y su ritual, la música como cimarronaje y la palabra viva que rompe el silencio de la dominación son otros elementos que hacen de esta novela un texto heredero que continúa, con una narración deslumbrante y vitalista, la tradición de la literatura afro del Ecuador. Para Handelsman, es «novela, testimonio, lamento y celebración que Yuliana ha estado escribiendo y entretejiendo, consciente o inconscientemente, desde la publicación de su primer poemario, en 2016» (204).
Con Michael Handelsman y Yuliana Ortiz durante la presentación del libro en la Biblioteca de las Artes, de Guayaquil, el 23 de abril de 2025.
Hoy, en la era del trumpismo, el
sistemático ataque a los espacios académicos críticos, a las políticas sociales
inclusivas y al reconocimiento de la diversidad del mundo, ha creado las
condiciones políticas para la insurgencia y posicionamiento del neofacismo, por
lo que la misoginia, el clasismo y el racismo se manifiestan desvergonzadamente.
De ahí que, el comentario del humorista D. L. Hughley en una entrevista con
Woopy Goldberg, citado por Handelsman, cobra actualidad: «El lugar más peligroso para que los
negros vivan es en la imaginación de los blancos»[3] (16).
Desaprender para volver a ser, de Michael Handelsman, es un trabajo crítico desarrollado con la lucidez de quien asume, mediante su propio proceso de pensar (se), el desafío de lecturas-otras para, desde el poder del lenguaje, enfrentar al lenguaje del poder y acompañar las obras literarias de varias poetas mujeresnegras colombianas, del intelectual Juan Montaño Escobar, el jazzman, y de la escritora Yuliana Ortiz Ruano, autores afro del Ecuador. En este libro, el aparato crítico de la academia es puesto en tensión con las formas de la escritura que son objeto de la lectura-otra, desde un proceso de desaprendizaje por parte del académico para no hablar sobre, sino hablar con las voces afro que nos permiten asumir nuestra propia afrobetización como «un lugar de lucha por libertad la plenitud de nuestra colectiva (re) existencia y volver a ser» (208).
[1] Michael Handelsman, Desaprender para volver a ser. Apuestas decoloniales desde y con voces afro del Ecuador y Colombia (Quito: Ediciones Abya Yala, 2024), 23.
[2] Real Academia Española, (@RAEInforma), «#RAEconsultas. El uso de la letra “x” como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario (e impronunciable), pues el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado de oposición de género», Twitter, 23 de diciembre de 2019.
[3] D. L. Hughley, The View (entrevista con Goopy Goldberg), 14 de Julio de 2018: «The most dangerous place for black people to live is in the white’s people imagination».