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Paisaje de Jericó, Antioquia, Colombia (Foto de Héctor Abad Faciolince, 2012)
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Desde la firma de la paz en Colombia,
el 24 de noviembre de 2016, hasta marzo de 2020, han sido asesinados 424 líderes
sociales, según informe de El Espectador basado en datos de «Somos
defensores»: en
este reportaje constan el nombre de la víctima, la fecha del asesinato, el
lugar y el tipo de liderazgo que ejercía: líder comunitario de la Junta de Acción
Comunal, líder indígena de la comunidad, líder que hacía parte de la mesa de víctimas,
líder juvenil de las comunidades afrodescendientes, líder sindical, etc. Esta
violencia institucional está retratada en El olvido que seremos (2006),
de Héctor Abad Faciolince, así como en su novela La Oculta (2014), e
incluso en parte de sus diarios, publicados como Lo que fue presente
(2019).
El 25 de agosto de 1987, al terminar
el día, Héctor Abad Gómez, médico salubrista y defensor de los derechos
humanos, fue asesinado en Medellín.
El olvido que seremos, Héctor Abad
Faciolince, hijo de Abad Gómez, nace de la necesidad de procesar un duelo y su
escritura es un estremecedor testimonio de la vida de su padre, del pensamiento
y la lucha de este, así como del marco histórico de la violencia en que se
fraguó este crimen y el de otros defensores de los derechos humanos en aquel
año.
El olvido que seremos es un
testimonio narrado en primera persona que retrata, en primer lugar, la vida de un
hombre bueno y querido, un maestro no solo de medicina sino de ética, un ser
humano que se entregó a la defensa de la vida y a la lucha en procura del
bienestar de la colectividad: «Al final de sus días acabó diciendo que su
ideología era un híbrido: cristiano en religión, por la figura amable de Jesús
y su evidente inclinación por los más débiles; marxista en economía, porque
detestaba la explotación económica y los abusos infames de los capitalistas; y
liberal en política, porque no soportaba la falta de libertad y tampoco las
dictaduras, ni siquiera la del proletariado…».
Además, es un libro que contextualiza
los efectos de la violencia histórica y el miedo social y personal frente a esta:
hacia el final, todo apunta a Carlos Castaño como el culpable del asesinato: este
jefe paramilitar que decía dedicarse a «anularles el cerebro», a quienes
consideraba subversivos o aliados de los subversivos, «confiesa que mató a
Pedro Luis Valencia, una semana antes que a mi papá, con ayuda de inteligencia
del Estado; después, admite que mató a Luis Felipe Vélez, en el mismo sitio y
en el mismo día en que mataron a mi papá». Y, a pesar del horror, también
es un libro que habla del amor de un padre por su hijo y del hijo por su padre:
«El niño, yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que
a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá y escogí a mi papá».
Un retrato de esta violencia
institucionalizada también se encuentra en
La Oculta, que es una novela narrada
a base de los tres monólogos enhebrados de los hermanos Antonio, Eva y Pilar,
que construyen la nostalgia familiar simbolizada por la finca levantada en
Jericó, Antioquia. Ellos defienden esta heredad, en medio del conflicto armado,
contra la arremetida de los paramilitares que actúan en contubernio con el ejército,
contra la crueldad de la guerrilla, que secuestra al hijo mayor de Pilar, y contra
la codicia de otros finqueros y mineros aliados de la AUC
. La novela, narrada con un
lenguaje coloquial que envuelve a quien lee en el drama de cada personaje, es
una metáfora del conflicto entre tradición y modernidad, de lo que significa en
términos históricos y políticos el desplazamiento, así como la urbanización de
amplias zonas rurales. Al mismo tiempo, a través de los documentos que investiga
Antonio, es la reconstrucción de la historia fundacional de un pueblo
antioqueño y la ratificación de una tradición que habla de los ancestros judíos
en los tiempos originales de Antioquia.
Los diarios, de 1985 a 2006,
publicados con el título de Lo que fue presente (2019) son una memoria
sobre el aprendizaje vivencial y la aventura amorosa, las lecturas literarias de
su formación, las dificultades para ser escritor, la presencia siempre luminosa
del padre asesinado y sus enseñanzas, así como la presencia de la violencia de
Colombia en la vida cotidiana. Tengo, no obstante, mis reparos a la publicación
de los diarios en vida: más allá del acto de sinceridad que significa el
desnudarse públicamente, hay sucesos y opiniones que causan dolor a las demás
personas que obraron en privado sin que imaginaran que sus actos se convertirían
en material público. No obstante, hay que señalar que el diario de Abad
Faciolince está escrito desde la derrota en muchos planos, y esto es lo que los
vuelve interesantes: él no se presenta como un héroe, sino como un antihéroe,
villano en ocasiones, un ser humano cargado de la culpa judeocristiana, temeroso,
cobarde a veces. Sus diarios tienen mucho del espíritu de las confesiones y su
prosa limpia contribuye al interés de quien lee.
El diario finaliza el 8 de
septiembre de 2006 comentando una llamada de Gabriel Iriarte que, entonces, era
editor de Planeta, y que, habiendo terminado de leer el manuscrito de
El
olvido que seremos le dice que el libro le ha gustado muchísimo; «que es un
libro bello, conmovedor, que lo sacudió como lector y como colombiano», pero
que, como editor, «tiene una única observación: debe quitar la palabra “hijueputa”
para definir al cardenal»
. El adjetivo se debía a
que el cardenal López Trujillo, luego de haberle recomendado, en un programa
radial, resignación cristiana a Maryluz, le hija mayor del médico asesinado, le
prohibió al párroco de la iglesia de Santa Teresita que se oficiara la misa de
difuntos en memoria de Héctor Abad Gómez por cuanto éste se había declarado
ateo y nunca iba a misa.
Entrevisté a Héctor Abad Faciolince
el 24 de septiembre a las 20h00, en el marco de la Feria Internacional del Libro,
de Guayaquil, en un acto organizado por la librería Mr. Books y hablamos sobre estos
libros. El tema de la violencia en Colombia atravesó nuestra plática porque es
un tema que atraviesa la obra del autor y la historia de su país. El propio Abad
recordó que, a las 08h30 de la mañana de ese mismo jueves, en la carretera que
conduce a Miranda, en el límite entre el Cauca y sur del Valle, Juliana Giraldo,
mujer trans de 38 años, había sido asesinada por un soldado del ejército colombiano.
La violencia institucionalizada en Colombia, tristemente, es una existencia cotidiana
de la que Héctor Abad Faciolince da testimonio en su escritura para que no
seamos olvido.
Carta a una sombra (Daniela Abad y Miguel Salazar, 2015, 73' 40". Documental completo)
La
de estribo:
Carta a una sombra (2015) es
un documental de Daniela Abad y Miguel Salazar basada en El olvido que
seremos. Su título proviene de una frase de Abad Faciolince: «Es una de las
paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito
para alguien que no puede leerme, y ese mismo libro no es otra cosa que la
carta a una sombra».
El documental está narrado con un lenguaje visual cargado de sutileza; tiene una
narración que, desde lo evocativo, nos ubica en una memoria presente; su ritmo
permite la reflexión sobre las ideas de Abad Gómez; trabaja el testimonio
familiar con la distancia necesaria que demanda el género, aunque en ciertos
momentos caiga en la minuciosidad íntima de la familia; y utiliza tomas de archivo
que contribuyen, de manera pertinente, a la verdad del relato.
Días antes de que lo asesinaran, Héctor
Abad Gómez dice: «No he querido nunca la violencia. No he propiciado nunca la
violencia. No me ha gustado nunca la violencia. Yo soy médico, quiero la vida,
quiero la salud y, por lo tanto, los derechos humanos que son a la libertad, a
la justicia y a la paz». Abrir con esta declaración de Abad Gómez define el
planteamiento del documental. Daniela Abad y Miguel Salazar han construido la
narración alrededor del pensamiento de Héctor Abad Gómez, su lucha social y su
vida familiar en el marco de la violencia institucional de Colombia.
Un documental estremecedor que, justamente
por respeto a la vida, invita a continuar con la lucha de Héctor Abad Gómez, en
el mismo sentido en que él lo dijera días antes de ser asesinado: «Yo creo que
hay que ser valiente, yo creo que uno debe afrontar la vida como es y debe
decir la verdad cueste lo que cueste».