Pelea de gallos, de María Fernanda
Ampuero, es un cuentario de escritura incisiva, que no da respiro ni cede ante
las ilusiones de la bondad humana; escritura exacta en sus relatos memorables, aunque
a ratos truculenta y esquemática; por sus historias transitan un mismo padre
violento y abusador, hombres que son estereotipos machistas, y también
inolvidables personajes femeninos que nos estremecen debido a su determinación
y valentía para sobrevivir en esta sociedad patriarcal.
“Subasta”,
“Nam” y “Griselda” son tres relatos memorables por el manejo de la intriga y la
tensión, por sus personajes llevados a situaciones extremas, y por su escritura
sustantiva e impecable. En “Subasta”, duro y sin concesiones, está el mundo en
el que se concentra el libro: la violencia de los hombres, adultos pederastas,
el horror y la crueldad del ámbito delincuencial, la indefensión del ser
humano, y la resistencia de una mujer que ha tenido que enfrentarse a la
violencia masculina desde niña. En “Nam”, cuento de lucidez tremebunda, además,
nos topamos con la crueldad de la guerra en la cotidianidad de las personas: un
padre tullido, una hija caída en combate, la búsqueda de afectos durante la
adolescencia, y el descubrimiento del horror del mundo. En “Griselda” (cuando lo
seleccioné para una muestra de cuentistas ecuatorianos que hice para Hispamérica, # 125, de agosto de 2013, se
llamaba “Las tortas de la señora Griselda”), la mirada infantil, que narra la
soledad y el desamor desde lo cotidiano, intensifica la liberación de la suicida.
Pérdida de la inocencia y brutal descubrimiento de la muerte.
En todos ellos, una misma voz
de mujer, en primera persona, cuenta la historia: lo escatológico es manejado,
sin tapujos, como parte del horror. Esa voz transita de la inocencia de la
niñez a la confrontación con la muerte que conlleva la adultez. Cuentos de un
realismo sucio, como el de Rubem Fonseca; cuentos que, además, recuerdan a ese
otro realismo de nuestra tradición: el de Los
que se van, pero en clave urbana y con voz de mujer.
Los cuentos de este libro
tienen una constante para el personaje del padre: ausente, violento, pederasta.
Por ejemplo, el padre que abusa de la empleada doméstica, que es una niña, en
“Monstruos”, o el que aterroriza a su hija con su sola presencia en “Alí”; los
hombres son egoístas, violentos y, casi todos, acosadores; incluido el de
“Luto”, cuento ingenioso cuya truculencia lo vuelve evidente al utilizar la
referencia evangélica —la resurrección de Lázaro— para forzar una historia de
violencia. El libro está cargado de intencionalidad política: el combate contra
el patriarcado; y ese, como todo combate por una causa en el ámbito de la
escritura, va salpicado de obviedades y estereotipos junto a situaciones de
dolorosa verdad humana y literaria.
Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero, es un libro necesario, descarnado,
militante, que sacude las buenas conciencias y que, con su dosis de
tremendismo, aniquila toda esperanza de redención.
Publicado en Cartón Piedra, suplemente cultural de El Telégrafo, 15.03.19