José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, julio 31, 2023

El machismo demagógico y la crítica literaria

De mi archivo: En abril y mayo de 1991, escribí, en mi columna Los monos enloquecidos, sendos comentarios que respondían a dos artículos, el uno firmado por Fernando Artieda y, el otro, por “El mono Alevoso”, aparecidos en el suplemento cultural de Meridiano, que dirigía el mismo Artieda. Los artículos fueron parte de un debate sobre dos maneras distintas de entender el comentario de textos, asimilado como un tipo de crítica literaria. El debate se dio a propósito de la aparición de los libros de Gilda Holst, Liliana Miraglia, Livina Santos y Marcela Vintimilla, cuyos comentarios he reproducido en las dos últimas entregas. Sigo creyendo que ese tipo de comentario que usa el texto como pretexto para hablar de cualquier otra cosa menos del texto como tal no contribuye a la crítica literaria. Esto, por supuesto, no quiere decir que esté en desacuerdo con las diferentes maneras que hoy existen para aproximarse a los textos literarios en tanto objetos culturales. Estos artículos de treinta y dos años atrás dan cuenta del estado del arte sobre la crítica y cómo se leían los textos escritos por mujeres en ese entonces.  

 

 


Los monos enloquecidos

Los criterios del machismo demagógico

Hoy, 01 de abril de 1991

 

            El domingo 10 de marzo en el diario Meridiano, de Guayaquil, apareció el artículo «Palabra de mujer», de Fernando Artieda, acerca de cuatro escritoras: Gilda Holst, Liliana Miraglia, Livina Santos y Marcela Vintimilla, sobre cuyos libros publiqué sendos comentarios.

            Artieda comienza su artículo así: «Es difícil escribir sobre literatura femenina porque los hombres no podemos pisar ese territorio de la creación artística sin pensar que violamos una máquina de pudor como entelequia» (el subrayado es mío). Note el lector la expresión: «violamos». La mujer, «una máquina de pudor», es objeto de violencia ¿sexual? (al parecer sí, por lo del «pudor» que sigue) hasta por el hecho de sus textos sean leídos. Se trata, obviamente, de una metáfora sexista.

            El párrafo continúa: [es difícil escribir sobre literatura femenina] «sin sentir una mano tibiamente tomada de la nuestra, sin darle humanidad a la culpa, por el derramamiento de una lágrima». Aparte de lo cursi que resulta la frase, nuevamente estamos antes una formulación sexista: solo porque se trata de una mujer, el lector tendría que «sentir su acercamiento».

            Pero el problema principal es la personificación de lo escrito en el texto como si fuera la vida de la autora. Señala que «penetramos el barroco que borda Liliana Miraglia para revelar el leve perfil de sus emociones en duerme vela»; que los textos de Marcela Vintimilla son extraños «como extraviándose entre las verdades secretas de la autora»; y que Livina Santos no puede escapar a «un mundo que se cuece entre desayunos, bohemia, conversaciones telefónicas y cigarrillos compartidos, y camas compartidas, por qué no». (Los subrayados son míos).

            En todos los casos, estamos ante un problema teórico: ya sabemos que nunca el autor debe ser confundido con el narrador de la historia. ¿Por qué, entonces, al tratarse de una mujer, se afirma que unos cuentos son extraños porque se extravían entre los secretos de la vida de la autora?

            ¿Y por qué al escribir sobre la actividad artística de una mujer se tiene, necesariamente, que hacer referencia —velada o frontalmente— a lo sexual? El tercer caso es un típico ejemplo de criterio sexista y perdonavidas (nótese la formulación «por qué no»). Y lo peor es que termina afirmado: «literatura de mujer valiente». Es como si al comentar un libro escrito por un hombre, se asimilara las vivencias sexuales de los personajes a la vida del autor y se finalizara diciendo: «literatura de hombre valiente».

            En el artículo se habla de todo, excepto de la calidad literaria de los textos. Sin embargo, el final, el autor concluye, gratuitamente, que las cuatro autoras «integran este nuevo “grupo de Guayaquil” solo que en su versión joven, femenina y bella». Aparte de que el “juicio literario” no se sostiene en el desarrollo del artículo —jamás da razones literarias para afirmar esto último—, tal “alabanza” resulta también sexista y demagógica: siguiendo la lógica del discurso del autor, los escritores del 30 habrían formado el “grupo de Guayaquil” en su versión “vieja, masculina y fea”.

            Vista así la cosa, la frase que cierra el artículo: «Es palabra de mujer», resulta irónica. Hubiera escrito: «Es palabra de macho demagogo» y todo hubiera quedado entendido.

 

 

Los monos enloquecidos

Más sobre el machismo demagógico

Hoy, 14 de mayo de 1991

 

            Ante todo, dos definiciones: 1) jamás un/a escritor/a debería “contestar” al comentarista o al crítico; los/las escritores/as hemos dicho lo que hemos querido en el texto literario; el debate, sobre lo dicho en el texto, tendría que darse entre comentaristas y críticos; y 2) para sostener un debate hay que situar el objeto del debate; y situarlo bien.

            En mi artículo de abril uno, analicé el carácter machista-demagógico del comentario de Fernando Artieda «Palabra de mujer». De ninguna manera hice «una defensa de cuatro “damas ofendidas”», como equivocadamente señala, en el suplemento de Meridiano, que dirige Fernando Artieda, el pasado mayo cinco, “El mono Alevoso”, [sic], un personaje creado a imagen y semejanza del propio Artieda. Sobre la calidad de los libros de las cuatro escritoras, yo escribí sendos comentarios en esta misma columna; por lo mismo, no me interesa, ni creo que sea tarea del comentarista, hablar acerca de la vida privada de los/las escritores/as.

            “El mono Alevoso” dice que las cuatro están «en el centro de una polémica». Esta afirmación evidencia que “el mono alevoso” no sabe leer un artículo. El objeto del debate no son las escritoras, ni siquiera sus libros; ellas no son el centro de ninguna polémica porque nadie ha debatido sobre la calidad de sus obras. El objeto del debate es el discurso cargado de machismo y demagogia que utilizó Fernando Artieda en el artículo ya mencionado; ese es el centro de la polémica. Y lo que está detrás del objeto de este debate son dos maneras distintas de asumir el discurso literario.

            Tampoco existe nada personal. Por ejemplo, en mi artículo del martes pasado lamenté que el poeta Fernando Artieda, entre otros, no estuviese en Poesía viva del Ecuador, antología preparada por Jorgenrique Adoum.

            Lo del machismo demagógico ya lo analicé en el artículo del 1 de abril y a eso no ha respondido ni Artieda ni su alma gemela. Con “viveza criolla” han querido desviar el objeto del debate. Las escritoras guardan «prudente, reflexivo e inteligente silencio», sencillamente porque el debate no es sobre ellas y creo que, también, por lo señalado en la primera consideración de las dos con las que empecé este artículo.

            Las distintas maneras de asumir el discurso literario saltan a la vista. No basta escribir un artículo supuestamente “elogioso” para “quedar bien”. Eso es hacer demagogia; no es comentar literatura. Es necesario leer el texto y analizar lo que expresa dicho texto. Llenar el artículo de adjetivos y utilizar un lenguaje acaramelado que habla de todo menos del texto, tampoco es comentar literatura; y, sin embargo, esa es la práctica de Artieda. En cambio, en mi manera de entender el comentario, las afirmaciones gratuitas, “elogiosas” o “perversas”, son dañinas para el desarrollo de nuestro proceso de escritura.

            Afirmar, como lo hizo Artieda, que las cuatro escritoras integran el “nuevo grupo de Guayaquil solo que en su versión joven, femenina y bella”, sin que dé razones literarias para dicho “juicio literario”, aparte de que es adular a escritoras que aún están construyendo su propio proyecto de escritura y definiendo todavía aquellos que quieren decir a sus lectores, no es comentario de texto; repito; es demagogia machista. Esas son nuestras diferencias y ese el marco del debate.  


lunes, julio 24, 2023

Tres postales sobre Bolívar en la isla Santay

El año pasado, Patricio Cajas, colaborador de la organización Los amigos de Santay, me invitó a escribir sobre la estancia en la isla de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco (Caracas, 24 de julio de 1783 – Santa Marta, 17 de diciembre de 1830). El primer texto fue exhibido en formato de pancarta en la escuela «Jaime Roldós» de la isla al conmemorarse otro aniversario del arribo de Bolívar a Santay, en agosto de 2022. Los otros dos son inéditos y los publico juntos en este día en que celebramos el ducentésimo cuadragésimo aniversario del natalicio del Libertador.

 

La sanación de Bolívar

 

Simón Bolívar arribó a la isla Santa el jueves 27 de agosto de 1829. Su estadía le permtió convalecer de algunos problemas de salud. Asimismo, en la isla, Bolívar reflexionó sobre la coyuntura política, borroneó el Tratado de Guayaquil, que sería firmado el 22 de septiembre, y meditó sobre su futuro político y vital. Se dice que realizaba largos recorrido a pie, junto a su caballo que no montaba, disfrutando de la naturaleza y el aire saludable para sus maltrechos pulmones y los cólicos biliares que lo aquejaban. El 4 de septiembre de 1829, le escribió al general Daniel O’Leary sobre su estancia en la isla: «…me va muy bien en ella y voy convaleciendo mucho». Tal vez, la decisión más importante que Bolívar tomó en Santay fue la de retirarse de la vida pública, según otra carta al mismo O’Leary. La isla Santay fue un oasis de sanación para Bolívar.

 

 

El retiro de la vida pública

 

En la misma carta del 4 de septiembre O’Leary, Bolívar también le comentó a O’Leary sobre el estado de su espíritu en Santay: «Yo me hallo ya disfrutando de regular salud en mi casa de campo a una milla de la ciudad; pero sin poder hacer el ejercicio que apetezco, porque el lugar, que es una pequeña isla, no lo permite». Bolívar, que había escrito «Mi delirio sobre el Chimborazo», un poema en prosa fechado en Loja, el 13 de octubre de 1822, disfrutaba de su relación con la naturaleza y la observaba con la avidez y la pasión de los románticos. El 13 de septiembre, en otra carta dirigida al mismo O’Leary, le reveló: «Estoy tan penetrado de mi incapacidad para continuar más tiempo en el servicio público, que me he creído obligado a descubrir a mis más íntimos amigos la necesidad que veo de separarme del mando supremo para siempre». Para Bolívar, su estadía en la isla Santay fue un tiempo de sentir la naturaleza y meditar sobre la política y el rumbo que tomaría al año siguiente su vida privada.

 

 

Monólogo de Bolívar

 

La muerte es la cura de nuestros dolores, pero aquí, en Santay, los aires de la isla me entregan soplos de vida y respiro en una calma universal. Atrás han quedado las vicisitudes de las guerras y la política, pero aún persisten sus ecos y sé que el destino que me espera está poblado de traiciones, desencantos, tristezas y derrotas. Pero ahora, camino junto a mi caballo en recorridos por los caminos agrestes de esta isla que la siento mía: yo, que he guerreado por la libertad junto a valiente soldados, creo que no hay nada más insoportable que el espíritu militar en el mando civil. Es necesario que me prepare para el final. La paz, en medio de la arboleda de la isla Santay, es propicia para meditar sobre lo hecho y lo por hacer. No es el deliro de las nieves del Chimborazo sino el remanso de la isla y el murmullo del río que la abraza con la transparencia del agua. No obstante, cada vez más, tengo la certeza de que quien sirve a una revolución ara en el mar. Y he aprendido, venciendo la opresión de los peninsulares y las intrigas de los traidores locales, que, en los gobiernos, para conseguir la felicidad de los pueblos, no hay otro partido que someterse a lo que quiere la mayoría. Más allá de los avatares políticos que, para mí, al parecer, han terminado, en la isla Santay contemplo una naturaleza amigable, una tierra enverdecida donde la salud ha vuelto a mi cuerpo y un oasis de paz a mi vida.

 

 


lunes, julio 17, 2023

«La costa nostra» y la autocensura de editorial Planeta

          
Juan David Correa, ex editor literario de Planeta, renució por cuanto la editorial decidió no publicar La costa nostra, luego de tener el libro listo para la impresión.

El libro de investigación periodística La costa nostra, de Laura Ardila Arrieta, sobre el clan Char y el poder que tiene en la costa atlántica y en la sociedad colombiana, estaba por salir; de hecho, ya circulaba en redes sociales su portada. Los editores de Planeta tenían un concepto elogioso sobre la investigación llevada a cabo por la periodista y la presentación del libro era inminente. De pronto, los directivos de Planeta deciden no publicar el libro y aquello trae como consecuencia, la renuncia de Juan David Correa, su editor literario para Colombia y Ecuador. La decisión de no publicar La costa nostra es una lamentable autocensura de la editorial Planeta que muestra el poder de los clanes regionales y, al mismo tiempo, el poder crítico que emana de un gesto de dignidad.

            Mariana Marckzuk, directora editorial para la región andina, explicó en una carta pública: «Tomamos la decisión de no publicar el libro después de tres dictámenes jurídicos que nos ratificaron que es un texto con importantes riesgos que, como empresa, decidimos no asumir». La carta respondía a otra firmada por 88 artistas e intelectuales en la que, entre otros puntos, señalaba: «Nos extraña que el lugar donde nuestros libros han sido publicados con generosidad y cariño, este lugar que nos ha ofrecido tranquilidad en nuestro desempeño como escritores ahora contradiga el más mínimo sentido de responsabilidad con la libertad de expresión que debe amparar toda creación intelectual».[1] Por su parte, la autora Laura Ardila describió su entrevista con Marczuk: «Durante la charla, Marczuk definió La costa nostra como “una joya del periodismo de investigación”, “una investigación periodística impecable” y un “extraordinario libro”»[2]. La autocensura de Planeta es un hecho lamentable porque da testimonio no solo de la desconfianza institucional en el sistema judicial de Colombia, sino también del temor que despierta, aún en una editorial de la magnitud y seriedad de Planeta, el poder de los caciques regionales, que, en Colombia, están acostumbrados a gobernar y acumular riquezas a su arbitrio, sin que le rindan cuentas ni al Estado ni a la ciudadanía.

           

Laura Ardila ha ganado tres premios de periodismo en Colombia, incluyendo el consagratorio Simón Bolívar, en 2017.

La decisión de no publicar el libro de Ardila trajo, como consecuencia directa la renuncia de Juan David Correa, editor literario para Colombia y Ecuador. En su carta de renuncia, Correa expuso: «Un editor necesita, sin duda, el respaldo y la libertad para pensar y decidir cuáles conversaciones le propone a una sociedad y desde este momento en adelante, aquellas que me han interesado promover sobre el racismo, el género, la historia del país, el ensayo sociológico, la investigación periodística o el pensamiento crítico serán puestas en entredicho por muchos y muchas escritoras que se preguntarán si lo que propongo tendrá un buen puerto o naufragará antes de atracar en él»[3]. Justamente, la dignidad del gesto de Correa motivó la carta de los 88, que cité arriba. La renuncia de Juan David Correa es un gesto valiente y admirable. Solo me queda agradecerle por toda la apertura en términos editoriales que tuvo para quienes escribimos en Ecuador y, al mismo tiempo, por el ejemplo de consecuencia ética que demostró en este episodio, más allá de su propio bienestar personal. Esperamos que quien ocupe su puesto continúe la fructífera tarea de construir un catálogo de autoras y autores ecuatorianos.

            El escritor Julio César Londoño, en su columna de El Espectador, traza un retrato del poder de los Char, lamenta la decisión editorial y concluye con un post scriptum: «Firmo con dolor esta columna. Planeta es una gran editorial y ha sido mi casa»[4]. Comparto ese sentimiento; creo que para mucha gente que ha publicado en Planeta también es doloroso comprobar que el poder de los caciques regionales pone en jaque el sentido mismo de la escritura. Y lo que es peor, la autora de La costa nostra, Laura Ardila, queda expuesta frente a los mismos poderes fácticos que ella denuncia en su libro.



[1] «Planeta responde por primera vez sobre el libro de Laura Ardila, “La Costa Nostra”, dedicado a la familia Char», Publimetro, 13 de julio de 2023, https://www.publimetro.co/barranquilla/2023/07/13/planeta-responde-por-primera-vez-sobre-libro-de-laura-ardila-la-costa-nostra-dedicado-a-la-familia-char/

[2] Laura Ardila Arrieta, «El libro sobre los Char que Planeta censuró», El Espectador, 10 de julio de 2023, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/laura-ardila-arrieta/el-libro-sobre-los-char-que-planeta-censuro/

[3] «Renuncia el editor literario de Planeta por la cancelación del libro de los Char», El País, 11 de julio de 2023, https://elpais.com/america-colombia/2023-07-11/renuncia-el-editor-literario-de-planeta-por-la-cancelacion-del-libro-de-los-char.html

[4] Julio César Londoño, «Planeta orbita en torno a un guijarro», El Espectador, 17 de julio de 2023, https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/julio-cesar-londono/planeta-orbita-en-torno-a-un-guijarro/

lunes, julio 10, 2023

Sentido común para combatir al crimen y fortalecer la seguridad ciudadana

La criminalidad que ha vuelto violento e inseguro a nuestro país no se resuelve de un “carajazo”, ni con la retórica de tener “pantalones bien puestos”, ni con la consigna simplista de “matar a todos los malos”; ni siquiera con el populismo penal que habla de “endurecer las leyes”. Se requiere aplicar las leyes que existen y reformarlas si algo no funciona; se necesita, también, liderazgo político y conocimiento de cómo funciona el aparato del Estado, así como una firme voluntad política para combatir el crimen que implique la transformación de la Policía Nacional y del sistema judicial. En este sentido, las políticas públicas que hay que formular para la erradicación de la violencia y el fortalecimiento de la seguridad ciudadana —a corto, mediano y largo plazo— deben ser holísticas para enfrentar no solo los efectos sino, sobre todo, las causas estructurales de la delincuencia y el crimen.

 

UPC, en Circunvalación entre Ilanes e Higueras, en Urdesa, Guayaquil. El centro médico Semedic, a veinte metros de la UPC, sufrió un atentado la noche del martes 20 de junio de 2023. (Foto: R. Vallejo, 12 de junio de 2023)

La consigna de “matar a todos los malos” es fácil decirla. No sé si quienes la exponen como solución van a salir a la calle con un arma a matar a todos los que tales personas consideren criminales. Lo que sí sé es que hay que exigir a quien tiene la obligación de dar seguridad a la ciudadanía que cumpla con su deber: ese responsable es el gobierno que está a cargo del país. Y si no pueden hacerlo por ineptitud de sus cabezas, por la complicidad en varios niveles de la administración o por ambas cuestiones, pues, entonces, que se regresen a sus casas porque la administración del Estado requiere de personas capacitadas para la formulación y ejecución de las políticas públicas y comprometidas con las necesidades de la ciudadanía.

Varias son las preguntas que, quienes no somos expertos, nos hacemos al respecto. Si hay graves infiltraciones en la policía, ¿por qué no reorganizan, institucionalmente, a la policía? Si no hay respuesta inmediata a los delitos por parte de la policía, ¿por qué no se fortalece el sistema del 911 y se articula a él todos los servicios de emergencia? Si la ciudadanía está indefensa frente a la delincuencia, ¿por qué no recuperar y ampliar la red de UPC? ¿por qué no diseñar e implementar un sistema de patrullaje disuasivo, de control permanente —aprovechando las cámaras de seguridad ya instaladas— y de intervención inmediata frente al delito? Si se dice que los delincuentes están bien equipados, ¿por qué no equipar a la policía de vehículos nuevos de todo tipo? ¿por qué no se la dota, en forma permanente, del armamento adecuado para cada situación, de equipo de seguridad como cascos, máscaras, chalecos, protección contra caídas, etc.? Si se requiere policías mejor calificados, ¿por qué no se entrena permanentemente a la tropa y se establecen protocolos para los operativos y la respuesta inmediata al momento del delito? Si la justicia no opera como es debido, ¿por qué no se reforma y reorganiza el aparato judicial y se fortalece un sistema de protección de jueces, fiscales y testigos? Todas esas tareas, que son de sentido común, más el desarrollo de sistemas de inteligencia para la prevención del delito, la modernizados de los laboratorios de investigación, son trabajos pendientes que el nuevo gobierno deberá implementar de inmediato.

Las acciones son de diverso tipo y todas urgentes, pero no deben limitarse a la seguridad. Los programas de inversión social son indispensables y deben ejecutarse a la par que las políticas específicas de seguridad. No hay donde perderse: recuperar la inversión en educación y salud públicas de calidad —parece obvio, pero lo primero que los gobiernos neoliberales disminuyen es la inversión en estos rubros reemplazándola por prácticas de caridad clientelar y el traslado de los costos a la población—; inversión en obra pública —no guardar el dinero del Estado en Suiza para beneficios de los tenedores de papeles de la deuda ecuatoriana, como pregonan los economistas neoliberales—; generación de empleo y multiplicación del crédito productivo —no como demagógica promesa de campaña electoral sino como ejecución real de una política económica pensada para favorecer a las mayorías y no solo al círculo íntimo que lucra del capital financiero y a los empresarios que viven subsidiados por el Estado—; y, finalmente, que la ciudadanía se apropie de sus ciudades a través de políticas públicas que hagan de la cultura un elemento indispensable de cohesión social[1] —no el entendimiento de la cultura únicamente como espectáculo—. Es decir, se requiere la recuperación de las políticas públicas en las diversas áreas de la sociedad porque la destrucción de lo público y de la acción del Estado, bajo la falsa creencia de que todo lo resuelve el emprendimiento individual y la empresa privada, nos ha llevado a la situación desesperante en la que vivimos.

Semanas atrás intentaron secuestrar a dos parientes queridos, en Durán, pero, gracias a una maniobra audaz de quien manejaba, ellos pudieron escapar de los criminales. ¿Los policías? Pues, los policías les aconsejaron que “anden con cuidado porque Durán es peligroso” y “que cambien de rutina”, pero no movieron un dedo para investigar. Como dicen: no esperaban nada, pero aun así lograron decepcionarlos. A pocos metros de una destartalada UPC, en Urdesa, en Guayaquil, el centro médico a donde voy, derivado por el IESS, sufrió un atentado y su dueño un secuestro —afortunadamente fue rescatado por la Unase, ese cuerpo de élite que es de los pocos que cumple con su deber—. A diario se leen noticias de asaltos, robos, secuestros, vacunas, asesinatos en la modalidad de sicariato, etc. Todo esto nos está llevando a medidas desesperadas —entendible porque la situación de inseguridad es desesperada— pero, lastimosamente, no se ven señales de sentido común ni en las acciones del gobierno ni en el debate de las políticas públicas.



[1] En este mismo blog, ver la entrada del 19 de junio de 2023: https://acoso-textual.blogspot.com/2023/06/la-inversion-local-en-cultura.html


lunes, julio 03, 2023

Es urgente una política pública inclusiva para contrarrestar la histeria homofóbica

Orgullo 2023, La Rotonda, Malecón y Nueve de Octubre, Guayaquil. (Foto del tuitero @JulioCesarUV)
 

Finalmente, la marcha del Orgullo 2023 se realizó el sábado 1 de julio en su recorrido habitual de Malecón y la avenida Nueve de Octubre sin que las trompetas de la moralina apocalíptica hayan retumbado en Guayaquil. Tampoco colapsó el tráfico de la ciudad ni a las tías del WhatsApp les dio un soponcio, ni a los tíomachos les aparecieron plumas.[1] Lo que sí sucedió es que la controversia por una decisión errada del alcalde, en términos de política pública, que luego rectificó, abrió terreno para que transite la homofobia latente de una sociedad patriarcal y, por ende, machista. La histeria homofóbica desatada luego de que el alcalde de Guayaquil pretendió reubicar el sitio de la marcha del Orgullo 2023 se expresó mediante mensajes violentos en redes y la evocación de una moralidad hipócrita por lo que, frente a aquella, son indispensables políticas públicas inclusivas.

Yo no suelo tuitear con la frecuencia, pero, en esta ocasión, escribí sobre un tuit del alcalde en el que señalaba que la marcha debía trasladarse por razones de tránsito urbano: «La marcha del #Orgullo 2023 de la población #LGBTI es una urgencia pedagógica en una sociedad patriarcal, machista y homofóbica (basta leer los comentarios tuiteros). Hacerla por Malecón y la Av. 9 de Octubre le permite visibilidad simbólica. No la cambie alcalde @aquilesalvarez»[2]. Las respuestas que recibí —que ustedes pueden leer en el enlace del tuit si tienen tiempo e hígado para hacerlo— contenían insultos de todo calibre. Algunos mandaban la marcha a sitios de alta peligrosidad de la ciudad con el deseo tácito de que los marchantes sean violentados en tales lugares; otros criticaban que yo hablase de urgencia pedagógica, cuando es obvio que los primeros en necesitarla eran los mismos que criticaban el concepto, y, en general, se hablaban con desprecio de esos otros: maricas y hombres disfrazados de mujeres. La decisión errada del alcalde les dio alas para el insulto homofóbico.

   

La Virgen del Orgullo, performance de Mario Suárez
Una de las actitudes hostiles hacia la marcha y las personas LGBTI se sustentó en una moralina que evocaban las buenas costumbres y el cuidado de la niñez. Lo que hay detrás es siempre el control de los cuerpos como una consecuencia del control de los espíritus por parte del poder patriarcal: lo hacen con las reivindicaciones feministas —que, en verdad, nos reivindican a todos— y con las de las personas LGBTI. “No exageren”, “no muestren más de lo debido”, “no irrespeten”, etc. En abstracto, parecerían prohibiciones de sentido común; en concreto, son formas de disciplinamiento estructural sobre el Otro, ya sea por razones de género, de raza o de orientación sexual. Un caso icónico es el de una representación irreverente y profunda de la defensa de la orientación sexual y apropiación de la frase conservadora «con mis hijos no te metas», en el sentido de criticar al acoso a las infancias diversas, que, bajo el nombre de «La Virgen del Orgullo», desfiló en 2019. Esta representación es una de las críticas más profundas, en lenguaje artístico, a la hipocresía conservadora; en términos teológicos, es un llamado al amor, a la tolerancia frente a la diversidad y a detener el acoso y la discriminación por identidad de género[3].

Frente a la homofobia es indispensable que se construyan políticas públicas destinadas a hacer de Guayaquil una ciudad inclusiva. Los ejemplos sobran: en Toronto, Canadá, el primer ministro ha desfilado todos estos años el Día del Orgullo; las capitales de Europa se visten de la bandera arcoíris y, sin ir más lejos, en Quito desfilaron el alcalde y la prefecta de Pichincha, y en Guayaquil, finalmente, desfiló la prefecta del Guayas. Pero no se trata únicamente de las representaciones, que sí son importantes. Es necesario sensibilizar a la ciudadanía sobre el riesgo que corre la población LGBTI de ser agredida y asesinada cuando se desatan olas homofóbicas, es urgente educar para el entendimiento de la diversidad, es indispensable ejecutar planes de salud que incluyan las especificidades que reclama la población LGBTI, y es fundamental generar políticas de empleo que permitan la inclusión, así como hay que visibilizar en altos cargos a personas LGBTI y, como complemento, desarrollar, desde el discurso oficial, una pedagogía destinada a la aceptación de la diversidad sexual.

En ciertos grupos de WhatsApp los memes y bromas sobre homosexuales, lesbianas y trans se consideran solo bromas y van seguidas de la muletilla «yo respeto la mariconada, pero quiero que también me respeten a mí… hasta tengo amigos maricones y todo bien». Y, cuando se les hace notar que las bromas del WhatsApp que ridiculizan a la población LGBTI son la semilla de la violencia homofóbica se nos dice que no seamos dramáticos. Pues, aunque les moleste a los tíomachos del WhatsApp, hay que ser dramáticos hasta que exista una plena aceptación de la diversidad: la homofobia mata.



[1] Imágenes que retratan el desfile del Orgullo 2023 en este hilo de fotografías del tuitero Julio César, (@JulioCesarUV), «Pride-Guayaquil. 1 de julio de 2023», Twitter, 2 de julio de 2023, https://twitter.com/JulioCesarUV/status/1675578274578157569?s=20

[2] Raúl Vallejo, (@banano59), Twitter, 21 de junio de 2023, https://twitter.com/banano59/status/1671532279473078273?s=20

[3] Mario Suárez, (@soymariosuarez), el artista que realizó la performance, tuiteó: «Soy Mario Suárez, actor, autor del performance LA VIRGEN DEL ORGULLO mi única acción fue decirles a todos los homofóbicos escudados en credos y puestos de poder, asesinos y despiadados asesinos extorsionadores "con mis hijos, no te metas"», Twitter, 23 de junio de 2023, https://twitter.com/soymariosuarez/status/1672448798088478721?s=20