José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, abril 10, 2023

«Las cruces sobre el agua» y los 100 años del 15 de Noviembre de 1922

Oswaldo Terreros Herrera, Movimiento GRSB, Papelógrafo 15 de noviembre de 1922, marcador sobre papel plano, 113 x 70 cm, 2022.

La violencia de la represión estalló al sur de Guayaquil, en las calles Coronel entre Febres Cordero y Capitán Nájera, donde continuaba trabajando la panadería «Norte América», que proveía a un cercano cuartel de la Policía. Una comisión del gremio de Panaderos fue a hablar con los trabajadores para que plegaran al paro resuelto la noche anterior. El propietario, J. C. Chambers, notificó al jefe del cuartel que envió un piquete de policía al mando del oficial Maridueña. «Allí, en la primera represión brutal, murió el obrero Alfredo Baldeón, apodado “el Rana”, dos panaderos fueron heridos y seis fueron detenidos y llevados al Cuartel»[1]. La literatura concebida como un testimonio de la vida: Joaquín Gallegos Lara convirtió el nombre de un obrero, víctima de la represión, en el nombre del personaje central de su novela, que está dedicada a la Sociedad de Panaderos de Guayaquil. La edición de Las cruces sobre el agua, publicada por el Fondo de Cultura Económica y UArtes Ediciones, en conmemoración del centenario del 15 de Noviembre de 1922, es una contribución a la memoria de la patria, propone una relectura artística múltiple de la novela y ratifica el valor estético de un clásico de nuestra tradición literaria.[2]

            Desde siempre, la oligarquía ha defendido sus intereses a través del poder político y ha reprimido y criminalizado la lucha obrera y popular cuando la crisis social escapa a su control. Desde 1914, la emisión inorgánica del Banco Comercial y Agrícola, BCA, se había disparado con el consiguiente impacto inflacionario y, para 1922, la emisión monetaria sin respaldo del BCA superaba el 27 % del total del medio circulante el país. La banca privada utilizó al Estado, que era su deudor, a través de un representante suyo en el gobierno, desde 1920: «el Dr. José Luis Tamayo, liberal fervientemente antialfarista, y, precisamente, Apoderado Jurídico del Banco Comercial y Agrícola desde hacía más de una década»[3]. Una muestra más de que ese maridaje perverso del poder económico y poder político es una tradición de las clases dominantes.

Ante esta crisis económica del capital, la protesta popular, que culminó con la marcha del miércoles 15 de noviembre de 1922, fue brutal y criminalmente reprimida luego de un combate callejero desigual, pues los obreros tuvieron que saquear los almacenes de armas cuando el ejército y la policía comenzaron a disparar al bulto. El gobierno plutocrático de Tamayo se preparó para la represión: 2.200 hombres en armas estuvieron listos en la madrugada del 15. El jefe de Zona Militar, general Enrique Barriga, en un parte del 5 de diciembre, dirigido al jefe de Estado Mayor, en Quito, reconoce que «los muertos y heridos pueden llegar a doscientos. Nosotros tenemos un oficial herido y de tropa veintiún muertos, incluyendo los de la policía»[4]. El Fígaro, medio año después, indica que «hasta el día domingo 19, las organizaciones populares habían identificado ya 472 compañeros muertos y más de 650 desparecidos, mutilados y heridos de consideración»[5]. En la novela, cuando el narrador describe la matanza, habla de trescientos, «quién sabe cuántos muertos y heridos, cuyos andrajos ensangrentados parecían humear en el aire pesado»[6].

 

Las fotos del obrero: Avenida Olmedo y Chimborazo
            El poder oligárquico, comenzando por el mensaje del presidente Tamayo, montaron la narrativa de “los horrores de la anarquía”, de “multitudes enloquecidas por el influjo de bajas pasiones”, e “incontenible desenfreno”. El 18 de noviembre, Tamayo felicitó al ejército y a la policía: «Os habéis hecho acreedores, una vez más, a la gratitud nacional. Estrecho con efusión vuestras manos que tan bizarra y noblemente manejan las armas que os entregó la Nación para su defensa»[7]. Y, como era de esperarse, vino el juicio penal contra los obreros y sus dirigentes acusados de actos vandálicos y saqueos a locales comerciales, aunque no se sabe que hubiese alguna investigación sobre los responsables de los batallones Cazadores de los Ríos y Marañón y del cuerpo de Policía que ejecutaron la matanza[8].

El capítulo X «Fuego contra el pueblo» es el que, a través de imágenes, en el lenguaje del documental cinematográfico, describe la matanza. Al final del capítulo, una escena que sintetiza el nivel de crueldad de la represión es la muerte de Tubo Bajo. Malherido, Tubo Bajo está tirado en una carreta donde se amontonan muertos y moribundos. La carreta ha sido llevaba a orillas del malecón para arrojar los cadáveres a la ría, luego de abrirles la barriga para que no refloten. Tubo Bajo, consciente de lo que estaba sucediendo, pero ya sin fuerzas, gritó que aún estaba vivo: «Seguramente ahora tampoco sonaba su voz. Luceros lívidos le estallaron en la vista. La cabeza se le desvanecía. El hielo de la punta del yatagán le penetró el bajovientre, cerca del ombligo y, desgarrando, corrió hacia el estómago, hacia el pecho. El dolor dividió su ser entero en un hachazo de negrura final»[9].

La edición conmemorativa de Las cruces sobre el agua, que estoy reseñando, desarrolla un proyecto editorial centrado en la memoria. Comencemos por la imagen de la portada del artista guayaquileño Oswaldo Terreros Herrera (1983). Un sugerente trabajo que recrea los símbolos del movimiento obrero: la estrella de cinco puntas, emblema del comunismo; la rueda dentada, icono del trabajo y del progreso; las multitudes y sus banderas, retrato de la lucha obrera; una torre de transmisión que termina en un puño, representación de los trabajadores de la empresa Luz y Fuerza Eléctrica quienes, junto a los trabajadores de la empresa de Carros Urbanos Eléctricos, de Gas y del Ferrocarril, constituían la vanguardia obrera; y, como un punto que conjuga la tradición y la ruptura, dos conceptos disímiles como progresar e implosionar están marcados en dicotomía de modernidad y posmodernidad: la idea positivista de progreso y el vacío de significado que implica la implosión en el sentido que le da Baudrillard.

 

Las fotos del obrero: Sociedad de Carpinteros, Seis de Marzo y Bolivia
            Un elemento novedoso de esta edición es la inclusión del proyecto «Las fotos del obrero», dirigido por el cineasta Mario Rodríguez Dávila. El proyecto tuvo, finalmente, cuatro pliegues[10]: cinematográfico, fotográfico, performativo e instalativo-sonoro. El proyecto, que trabaja un archivo ficcional o falso documental, se presentó el martes 15 de noviembre de 2022, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Guayas y uno de sus objetivos fue la reparación simbólica a los obreros asesinos, mediante «un proceso de reconstrucción de la memoria histórica guayaquileña, a través de la producción de imágenes de archivo ficcional, del hecho ocurrido el 15 de noviembre de 1922»[11]. Las fotos del archivo ficcional, además de reconstruir la época, tienen una enorme carga simbólica en función de la lucha popular por reivindicaciones básicas como la jornada de ocho horas o «moralizar el vocabulario soez y grosero que los señores Inspectores usan con los empleados subalternos»[12].

Otro aporte de esta edición de Las cruces sobre el agua es la «Línea de tiempo de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil», que da cuenta de las peticiones de los trabajadores ferroviarios, en Durán, de The Guayaquil and Quito Railways Co.: «…que se cumplan los horarios dispuestos desde 1920 (seis días a la semana, ocho horas diarias), prestaciones médicas, despidos anticipados con 30 días, eliminación del impuesto a obreros para los hospitales y el alza salarial. Solicitan el nombramiento de un médico para el hospital que tiene la Compañía del Ferrocarril en Huigra»[13]. Se cita el telegrama del presidente José Luis Tamayo al general Enrique Barriga, jefe de Zona, el día 14 de noviembre: «Le pide que le responda al día siguiente a las 18:00, informando que la tranquilidad ha vuelto a Guayaquil. “Cueste lo que cueste, para lo cual queda ud. autorizado”, culmina el mensaje»[14].

 

Las fotos del obrero: «Las del Rosa Luxemburgo hacían colectas para las familias de los huelguistas, cosían banderas rojas, acudían a las asambleas y desfilaban en las manifestaciones, cantando el himno Hijos del Pueblo» (Las cruces..., 231)

Esta edición de Las cruces sobre el agua también tiene dos prólogos. El uno es «Las cruces sobre el agua: memoria y esperanza de la lucha en el Ecuador», de Andrés Landázuri. En este prólogo, Landázuri, que ubica a la novela en la cumbre del realismo social y como un texto clave para entender la narrativa ecuatoriana del siglo veinte, plantea que «lo que hace Gallegos Lara es materializar una memoria social y dotarla de unos símbolos —visibles a través de un argumento, unos personajes, unos hechos, unas ideas— que resultan poderosos y significativos»[15], en el marco de su militancia comunista. Esos mismos símbolos que son capaces de transcender en la historia como una referencia necesaria frente al borramiento o domesticación de las luchas populares por parte de las clases dominantes.

El otro prólogo, «Cinco razones para releer Las cruces sobre el agua», de Fernando Montenegro, es no solo una invitación a la relectura de la novela, sino, al mismo tiempo, una relectura de nuevas líneas de significación del texto. Para Montenegro, Las cruces sobre el agua es la novela de la migración y de la transformación urbana de Guayaquil, que da testimonio de la violencia de género y la resistencia feminista, en medio de la explotación laboral, la represión y la resistencia social, y que, de alguna manera, marca una línea de la tradición literaria que persiste hasta hoy. Para. Montenegro, «lo que le interesa a Gallegos Lara es el valor político de la literatura en un sentido amplio por un lado y, por otro, cómo la literatura tiene un papel crucial en la construcción de la sociedad ecuatoriana».

            La primera edición de Las cruces sobre el agua (1946) fue publicada por Vera & Cía., editorial y librería de Alfredo Vera Vera y Pedro Jorge Vera, ubicada en Pedro Carbo, entre Nueve de Octubre y P. Icaza, en Guayaquil. La portada tenía un dibujo del artista Alfredo Palacio Moreno y, en el interior, había siete grabados de Eduardo Borja Illescas. En la solapa de la primera edición, se dice que la novela «es casi la biografía del héroe popular Alfredo Baldeón, quien cayó en las barricadas del 15 de noviembre de 1922, y cuyo nombre lo lleva actualmente un Comité de Obreros del Pan»[16]. La novela apareció cuando Velasco Ibarra ya había traicionado los postulados democráticos de La Gloriosa (28 de mayo de 1944) y desconocido la Constitución de 1944 y, además, había alejado de su gobierno a los comunistas que lo llevaron al poder. La más reciente edición de la novela —en la que extraño la presencia de voces críticas femeninas contribuye a la memoria histórica del 15 de noviembre de 1922 en su centenario. Su relectura constituye un recordatorio urgente de la declaración de Alfonso Cortés que nos remueve la consciencia desde un imperativo ético radical: «¿Cómo pretender ser felices en un mundo en que reinan el hambre y la muerte? En nuestro infeliz país, toda alegría se la robamos a alguien. ¡Aquí no podemos ser dichosos sin ser canallas!»[17].

En síntesis, una relectura de Las cruces sobre el agua, de Joaquín Gallegos Lara, nos muestra una novela de impecable estructura y caracterización maestra de sus personajes, así como de un lenguaje cuyo tono se ajusta a cada situación de la historia, que contribuye a la memoria de la patria para que, al menos en la consciencia histórica del pueblo, los crímenes de la oligarquía plutocrática no queden impunes. Como ha definido Alicia Ortega: «Las cruces tiene un aliento épico: la multitud en las calles —en marcha, luego en fuga y finalmente acorralada—, los cadáveres arrojados a la ría, el símbolo de las cruces como expresión de una memoria colectiva viva, hace posible la formulación de un imaginario optimista y esperanzador, quizá erigido sobre el sacrificio del pueblo»[18]. Así, los postulados sartreanos de compromiso, responsabilidad intelectual y de la literatura como un agente de cambio social siguen vigentes como vigente continúa el sentido memorioso, ético y estético de las cruces sobre el agua del río Guayas, con cuya visión se cierra la novela: «Las ligeras ondas hacían cabecear bajo la lluvia, las cruces negras, destacándose contra la lejanía plomiza del puerto. Alfonso pensó que, como el cargador decía, alguien se acordaba. Quizás esas cruces eran la última esperanza del pueblo ecuatoriano»[19].  



[1] Patricio Martínez Jaime, Guayaquil, Noviembre de 1922. Política oligárquica e insurrección popular (Guayaquil: Centro de Estudios y Difusión Social, CEDIS, 1988), 101-102. Martínez cita el diario El Guante, del 17 de noviembre de 1922. En el prólogo de Las cruces sobre el agua, Andrés Landázuri cita a Alejandro Guerra Cáceres, quien, a su vez, toma la información del semanario El Pueblo, del Partido Comunista Ecuatoriano, del 25 de noviembre de 1972. Las circunstancias de la muerte de Baldeón difieren del sitio en los relatos citados. El hallazgo de la tumba de Alfredo Baldeón Silva (1900-1922), en Cementerio General de Guayaquil (puerta 3, en el cerro, en la parte conocida como el cementerio de los pobres), fue objeto de un reportaje con motivo del centenario del 15 de Noviembre de 1922: Ricardo Zambrano, «Una bayoneta atravesó la boca de Alfredo Baldeón. ¿Su pecado? Ser obrero y protestar por los sueldos de hambre», El Universo, 15 de noviembre de 2022, acceso 08 de abril de 2023, https://www.eluniverso.com/noticias/ecuador/cien-anos-de-la-masacre-obrera-una-bayoneta-atraveso-la-boca-de-alfredo-baldeon-su-pecado-ser-obrero-y-protestar-por-los-sueldos-de-hambre-nota/

[2] Joaquín Gallegos Lara, Las cruces sobre el agua, prólogos de Andrés Landázuri y Fernando Montenegro (Quito: Fondo de Cultura Económica / UArtes Ediciones, 2022).

[3] Martínez, Guayaquil, Noviembre de 1922…, 22. En esta página está inserto el cuadro estadístico, año tras año (1914-1922), que compara la emisión inorgánica del BCA con la deuda del gobierno central. El proceso inflacionario de los artículos importados de consumo popular (en ese entonces 66,4 % del total de las importaciones nacionales) acusó un alza aproximada del 300 % (1920-1922), según Martínez (21-24).

[4] Martínez, Guayaquil, Noviembre de 1922…, 105.

[5] Citado por Martínez, Guayaquil, Noviembre 1922…, 127.

[6] Gallegos Lara, Las cruces…, 241.

[7] «Manifiesto del Señor Presidente de la República», del 18 de noviembre de 1922, citado por Martínez, Guayaquil, Noviembre de 1922…, 128-129.

[8] El Archivo Histórico del Guayas publicó como «Documento del mes», el 10 de noviembre de 2020, el Juicio Penal contra los trabajadores del 15 de noviembre de 1922, que puede ser consultado en: https://archivohistoricodelguayas.culturaypatrimonio.gob.ec/AHG/?p=386

[9] Gallegos Lars, Las cruces…, 247.

[10] En el anexo de la edición de la novela se habla de tres pliegues. En cambio, en el sitio web de la Universidad de las Artes se ha añadido el elemento performativo. Para mayor información sobre el proyecto, consultar: https://www.uartes.edu.ec/sitio/blog/2022/11/10/las-fotos-del-obrero-se-presenta-este-15-de-noviembre-en-el-mismo-dia-de-la-masacre-obrera-de-hace-100-anos/

[11] «Las fotos del obrero», en Gallegos Lara, Las cruces…, 279.

[12] «Pliego de peticiones de los empleados, motoristas y conductores de la Empresa de Carros Urbanos de Guayaquil», en Martínez, Guayaquil, Noviembre 1922…, 62-63.

[13] «Línea de tiempo de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil», en Gallegos Lara, Las cruces…, 45.

[14] «Línea de tiempo de la masacre…», 51.

[15] Andrés Landázuri, «Las cruces sobre el agua: memoria y esperanza de la lucha en el Ecuador», en Gallegos Lara, Las cruces…, 22.

[16] Joaquín Gallegos Lara, Las cruces sobre el agua (Guayaquil: Vera & Cía. Editores, 1946).

[17] Gallegos Lara, Las cruces…, 271.

[18] Alicia Ortega Caicedo, Fuga hacia dentro. La novela ecuatoriana en el siglo XX (Quito / Buenos Aires: UASB / Ediciones Corregidor, 2017), 225.

[19] Gallegos Lara, Las cruces…, 275.


lunes, abril 03, 2023

Privatización de la seguridad pública

El 1 de abril, a las 21h04, el presidente, al anunciar la expedición del Decreto Ejecutivo No. 707[1], tuiteó: «El mayor miedo hoy es sentirse inseguro, en medio de una guerra entre ustedes y los delincuentes. Por eso anunciamos tres medidas inmediatas en esta #CruzadaPorTuSeguridad para combatir al mayor enemigo que tenemos que es la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado». Así, el presidente deslindaba la responsabilidad gubernamental en el problema de seguridad pública, en representación del Estado, y la cargaba sobre los hombros de la ciudadanía al ubicarla en un campo de batalla en el que ha quedado abandonada a su suerte: en medio de una guerra entre ustedes y los delincuentes. Horas después, borró el tuit, pero el sinsabor que dejó este acto fallido aún subsiste porque revela, en crudo, el pensamiento de la autoridad. Lo más grave de aquel anuncio es que la promoción del uso de armas, a nivel personal, como una manera de defenderse de la delincuencia abre un peligroso camino hacia la privatización de la seguridad pública que evidencia la incapacidad gubernamental para ocuparse de la seguridad pública y el abandono a su suerte de la ciudadanía, con el agravante de poner en riesgo la vida de sectores vulnerables de la población.

Es desalentador y angustiante el comunicado de la Policía Nacional del Ecuador «Recomendaciones de seguridad», que circula en las redes sociales, encabezado por la siguiente declaración: «En la actualidad está la inseguridad MUY ALTA [sic] y los robos y secuestros express están a la alza [sic] en todas las regiones del país». El comunicado es el testimonio del desamparo en que se encuentra la ciudadanía, con consejos de esta laya: «Evite ir en la noche a gasolineras, farmacias, supermercado, etc.», «Evite viajar en la carretera de noche, si lo chocan en la carretera ¡¡¡NO PARE!!! [sic]», «Si se paran en un carro al lado de usted y le enseñan una pistola, ¡¡¡NO SE BAJE DE SU AUTO!!! ¡¡¡Acelere y váyase!!! no lo quieren matar, ¡¡¡lo quieren secuestrar o robarle el carro!!! [sic]», etc. Esta realidad desdibuja el postulado del artículo 158 de la Constitución que en su inciso tercero dice: «La protección interna y el mantenimiento del orden público son funciones privativas del Estado y responsabilidad de la Policía Nacional». Así, el fracaso de la política pública de seguridad pública es el resultado de la incapacidad gubernamental para combinar los aspectos punitivos y represivos en conjunto con el fortalecimiento del sistema de seguridad y, adicionalmente, con las políticas públicas de inclusión social, cuya desinversión y falta de ejecución presupuestaria son preocupantes.

¿Por qué tener un arma en casa? ¿Conoce usted que si saca un arma tiene que estar dispuesto a disparar a matar porque de lo contrario el sujeto que lo amenaza lo hará primero? ¿Está usted dispuesto a matar? La ciudadanía, abandonada por el Estado y estimulada a defenderse por sí sola, deberá armarse, entrenarse y estar dispuesta a matar. Asimismo, con el mismo miedo de sufrir alguna acción criminal, los ricos se refugiarán, aún más, en sus guetos amurallados convirtiéndose, poco a poco y sin que se den cuenta, en rehenes de sus propios guardias. La clase media y los sectores populares no podrán pagar la seguridad privada y, al final de cuentas, todos viviremos secuestrados por la ansiedad que genera la urgencia de la seguridad armada. Por otra parte, los requisitos para «tener y portar armas de uso civil para defensa personal» generan desconfianza en un país en el que, luego de la amarga experiencia con los carnés de discapacidad, los certificados emitidos por autoridad competente son motivo de palanqueos y negocio de tramitadores. Al lobby de los traficantes de armas lo que le interesa es su negocio y no la salud mental de la humanidad. En Ecuador, ese lobby ya logró que el ICE a las armas bajase del 300% al 30%[2] y que la Asamblea Nacional incorporara al COIP el concepto de tenencia de un arma con fines de defensa personal.[3] Medite usted, ¿cuánto le pesará un muerto en la consciencia?

En un país como el nuestro, con los problemas de aporofobia, machismo y racismo que yacen latentes en el cuerpo social, la proliferación de armas en manos de civiles y la privatización de la seguridad son peligros adicionales para los grupos vulnerables. En los barrios populares, por obvias razones económicas, la gente no solo que no tendrá acceso a las armas y seguirá siendo extorsionada por los delincuentes, sino que, además, le es imposible la contratación de empresas de seguridad. Las personas racializadas y los migrantes —sobre todo, venezolanos— serían sujetos en quienes recaería la primera sospecha y, por tanto, quienes estén armados los verán como un peligro potencial para su seguridad. Además, si bien es cierto, muchas personas piensan que quien se quiere quitar la vida lo haría de cualquier forma, David Hemenway, director del Centro de Investigación de lesiones de Harvard, señaló que la tenencia de un arma en el hogar multiplica las posibilidades de suicidio, probablemente, por tres[4]. Y, por si fuera poco, hay que considerar que la violencia intrafamiliar, en un país que, en 2022, registró el más alto número de feminicidios desde 2014[5], agravaría sus consecuencias para las mujeres por cuanto, según estudios del Centro John Hopkins para la Solución de la Violencia por Armas, «Una mujer es cinco veces más propensa a ser asesinada cuando su abusador tiene un arma»[6].

            No estamos aún frente al libre porte de armas; sin embargo, la promoción de la medida como si se tratara de aquello, generó la inmediata aparición de pistoleros criollos en las redes sociales, con el mensaje tácito y burdo, de que hay que matar a los malos en defensa de los buenos. Leo con asombro, tristeza y preocupación la alegría de estos violentos; en medio de aquel festejo vaciado de humanidad, me topo con una postal, que circula en Tuiter, de un padre y su hijo caminando, tomados de la mano. El niño pregunta: «Papá, si matamos a todos los malos, ¿quedaríamos solo los buenos?»; y el padre responde: «No, hijo, solo quedaríamos los asesinos». Mi esperanza, al final de esta reflexión, radica en la moraleja de la historia: «El camino no es la violencia, sino la implementación de una política pública de seguridad, la inversión en educación y salud, y, en general, la construcción de una sociedad basada en la justicia social».



[2] Mishell Mantuano, «¿A quién beneficia la reducción del ICE a armas y municiones?», Wambra. Medio comunitario, 12 de enero de 2023, acceso 02 de abril de 2023, https://wambra.ec/beneficia-reduccion-ice-armas-municiones/

[3] Ecuador, Ley Orgánica Reformatoria de Varios Cuerpos Legales para el Fortalecimiento de las Capacidades Institucionales y la Seguridad Integral, Registro Oficial No. 279, Suplemento, 29 de marzo de 2023. Con el voto afirmativo de 117 asambleístas y cuatro abstenciones, de 121 presentes, esta ley se aprobó en la sesión No. 832 de la Asamblea Nacional, el 5 de enero de 2023. En el artículo 53, que reformó el artículo 360 del COIP, se incluyó en la reforma de la definición de tenencia, el concepto de posesión de un arma «con fines de defensa personal».

[4] Joel Gunter, «Suicidios, la silenciosa epidemia que se esconde detrás del derecho de portar armas en EE.UU.», BBC News, 24 de febrero de 2020, acceso 02 de abril de 2023, https://www.bbc.com/mundo/noticias-51400485

[5] «2022, el año mortal para las mujeres en Ecuador con 332 casos de femi(ni)cidio», Aldea, 17 de enero de 2023, acceso 02 de abril de 2023, http://www.fundacionaldea.org/noticias-aldea/mapa2022

[6] «Domestic Violence and Firearms», The Educational Fund To Stop Gun Violence, acceso 02 de abril de 2023, https://efsgv.org/learn/type-of-gun-violence/domestic-violence-and-firearms/


lunes, marzo 27, 2023

Cinco imágenes de una invasión

De mi archivo: La invasión a Irak, por parte de una coalición militar formada por E.E. U.U., Reino Unido, España y otros países, ocurrió hace veinte años entre el 20 de marzo y el 1 de mayo de 2003. La administración Bush justificó la invasión diciendo que el régimen de Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva (químicas, biológicas y nucleares) y que apoyaba el terrorismo de Al-Qaeda. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, denunció que la invasión violaba la Carta de la ONU y el carácter ilegal de la invasión, según el derecho internacional. Nunca se encontraron armas de destrucción masiva y la Comisión del 11-S, entidad norteamericana para la investigación del atentado criminal contra las Torres Gemelas, determinó que no había pruebas de vínculo algo entre Hussein y Al-Qaeda. La invasión se prolongó en una guerra que en siete años causó la muerte de más de 100.000 civiles, según la ONG Iraq Body Count. De acuerdo a la misma organización las muertes de civiles documentadas, desde la invasión hasta 2023, alcanza la cifra de 300.000[1]. Un recuento informativo, veinte años después, se puede encontrar en este análisis del portal digital BBC News Mundo: Las mentiras que llevaron a Estados Unidos y a sus aliados a invadir Irak hace 20 años (y cuáles son sus consecuencias hoy en día) 

Publicado en Arca. Revista de Cultura, No. 3 (Junio 2003): 60-61.


            1 Un soldado norteamericano, subido a la estatua de 40 pies de altura de Saddam Hussein erigida en pleno centro de Bagdad, coloca sobre la cara del ex dictador de Iraq, una bandera norteamericana. Enseguida, una soga de grueso calibre rodea el cuello de la estatua. Al extremo de la soga, decenas de iraquíes tiran de la soga para tumbar el monumento. Como no lo logran, un tanque del ejército norteamericano llega en su ayuda. Entonces, simbólicamente, se vienen abajo los 25 años del régimen dictatorial de Hussein, el principio universal de no intervención, el sistema de Naciones Unidas como guardián de la paz mundial y se erige en el espacio vacío dejado por la estatua de Hussein, el espíritu omnipresente del Imperio encabezado por George W. Bush.

 

2 Aproximadamente dos millones de personas en Madrid y otros dos en Roma; un millón y medio en Londres igual que en Barcelona; doscientas mil en París; cien mil en Dublín y otro tanto en Atenas; unas setenta mil en Amsterdam, en Bruselas, o en Glasgow; decenas de miles en Oslo, Helsinki, Estocolmo, Goteburgo, Copenhague, Luxemburgo y Viena. Millones de manifestantes en Europa marcharon contra la guerra imperial en el momento en que el eje Bush-Blair-Aznar había decidido por sí y ante sí el ataque a Irak. Las protestas se multiplicaron en diversas partes del mundo durante los 21 días que duró la invasión. El manifiesto No en nuestro nombre, firmado por decenas de intelectuales de los Estados Unidos —Alice Walker, Noam Chomsky, Adrienne Rich y Edward Said, entre otros— tiene un llamado perentorio: «¿Qué clase de mundo será éste, si se permite al gobierno de los Estados Unidos lanzar comandos asesinos y bombas dondequiera que se le antoje?». El eje ganó la guerra militar como estaba previsto. No obstante, hasta hoy, esos millones de manifestantes del mundo entero son la expresión de una opinión pública global que condenó al Imperio y que, potencialmente, incuba el germen de la resistencia.

       

3 El miedo, que presidió las imágenes de la propaganda imperial, fue diseminado en la opinión pública de Occidente igual que las prohibidas bombas de racimo arrojadas por el Eje. Se dijo que la guerra era para protegernos de la alianza de Hussein con Bin Landen y de la existencia de armas de destrucción masiva y químicas que amenazaban al mundo. Arthur Schlesinger, ex consejero de John F. Kennedy, declaró que Hussein «no tiene nada que ver con los ataques del 11 de septiembre». La propia CIA señaló que no había evidencias que probaran alguna conexión entre Ben Laden y Hussein. De lo que sí tenía evidencia es de los lazos entre Ben Laden, petroleros sauditas y el régimen de Paquistán. Scott Ritter y los inspectores de Naciones Unidas que estuvieron en Iraq en 1998 señalaron varias veces que las armas químicas fueron destruidas casi por completo. Los nuevos inspectores tampoco concluyen que las armas del autócrata Hussein fueran una amenaza. Después de todo, si Hussein hubiera sido peligroso lo era porque Estados Unidos, que bombardeó los campos de Vietnam con napalm, le facilitó tecnología militar cuando era su aliado en contra de los ayatolas de Irán. El periodista Jorge Ramos concluye que, finalizada la guerra, no existe evidencia de que Hussein escondiera armas químicas y bactereológicas ni se ha podido probar que su ejército poseyera misiles con un alcance superior a 150 kilómetros.

4 Al comienzo, en la pantalla de la CNN, la guerra parecía una exhibición de fuegos artificiales. Esa fue la imagen que nos quisieron vender: una guerra de precisión, aséptica, sin víctimas inocentes. Una guerra inteligente en donde únicamente serían aniquilados los malos. Una parte de la prensa norteamericana se puso el uniforme del patrioterismo. Pero no les fue posible mantener el engaño. A pesar de la censura y la manipulación de los periodistas —informados solo de las ruedas de prensa oficiales— la existencia de la cadena Al Jazeera y de periodistas independientes mostraron el rostro verdadero de esta invasión criminal. Un solo ejemplo: en el pasillo de lo que parece ser un hospital, decenas de cadáveres de civiles se amontonan; un par de médicos cargan en sus brazos el cuerpo destrozado y bañado en sangre de un niño. La Cruz Roja ya no sigue contando lo que podían ser miles de civiles muertos sobre los que el Eje tendrá que responder.        
Rice, Rumsfeld, Cheney y Bush

  
5 La invasión militar del eje Bush-Blair-Aznar consumó el golpe de Estado mundial contra el dictador Sadam Hussein. El Imperio se consolida y continuará escribiendo la Historia como ya lo hizo en Afganistán. «Un guión eternamente repetido: los unos bombardean, los otros se guarecen». Así lo señala la palabra profética de Alejandro Moreano en su excelente libro El Apocalipsis perpetuo: «la nueva categoría organizadora del mundo ya no es la libertad sino la seguridad. La peor de las pesadillas orwellianas parece haberse cumplido: vivimos en el seno de un mundo policíaco». La siniestra derecha militarista que gobierna los EE. UU. —Dick Cheney, vicepresidente, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa; Condolezza Rice, secretaria de Estado— ha de estar preparando las nuevas guerras preventivas, que antaño promoviera la doctrina nazi. Bush, convertido en la policía del mundo, es el Gran Hermano cuyo ojo todo lo vigila, todo lo invade, todo lo gobierna.

 


[1] Para mayor información, consultar el sitio web Iraq Body Count: https://www.iraqbodycount.org/