De mi archivo: La invasión a Irak, por
parte de una coalición militar formada por E.E. U.U., Reino Unido, España y
otros países, ocurrió hace veinte años entre el 20 de marzo y el 1 de mayo de
2003. La administración Bush justificó la invasión diciendo que el régimen de
Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva (químicas, biológicas y
nucleares) y que apoyaba el terrorismo de Al-Qaeda. El secretario general de la
ONU, Kofi Annan, denunció que la invasión violaba la Carta de la ONU y el carácter
ilegal de la invasión, según el derecho internacional. Nunca se encontraron
armas de destrucción masiva y la Comisión del 11-S, entidad norteamericana para
la investigación del atentado criminal contra las Torres Gemelas, determinó que
no había pruebas de vínculo algo entre Hussein y Al-Qaeda. La invasión se
prolongó en una guerra que en siete años causó la muerte de más de 100.000
civiles, según la ONG Iraq Body Count. De acuerdo a la misma organización
las muertes de civiles documentadas, desde la invasión hasta 2023, alcanza la
cifra de 300.000[1]. Un recuento
informativo, veinte años después, se puede encontrar en este análisis del portal
digital BBC News Mundo: Las mentiras
que llevaron a Estados Unidos y a sus aliados a invadir Irak hace 20 años (y
cuáles son sus consecuencias hoy en día)
Publicado en Arca. Revista
de Cultura, No. 3 (Junio 2003): 60-61.
1 Un soldado norteamericano, subido a la estatua de 40 pies de altura de Saddam Hussein erigida en pleno centro de Bagdad, coloca sobre la cara del ex dictador de Iraq, una bandera norteamericana. Enseguida, una soga de grueso calibre rodea el cuello de la estatua. Al extremo de la soga, decenas de iraquíes tiran de la soga para tumbar el monumento. Como no lo logran, un tanque del ejército norteamericano llega en su ayuda. Entonces, simbólicamente, se vienen abajo los 25 años del régimen dictatorial de Hussein, el principio universal de no intervención, el sistema de Naciones Unidas como guardián de la paz mundial y se erige en el espacio vacío dejado por la estatua de Hussein, el espíritu omnipresente del Imperio encabezado por George W. Bush.
2 Aproximadamente dos millones de personas en Madrid y otros dos en Roma; un millón y medio en Londres igual que en Barcelona; doscientas mil en París; cien mil en Dublín y otro tanto en Atenas; unas setenta mil en Amsterdam, en Bruselas, o en Glasgow; decenas de miles en Oslo, Helsinki, Estocolmo, Goteburgo, Copenhague, Luxemburgo y Viena. Millones de manifestantes en Europa marcharon contra la guerra imperial en el momento en que el eje Bush-Blair-Aznar había decidido por sí y ante sí el ataque a Irak. Las protestas se multiplicaron en diversas partes del mundo durante los 21 días que duró la invasión. El manifiesto No en nuestro nombre, firmado por decenas de intelectuales de los Estados Unidos —Alice Walker, Noam Chomsky, Adrienne Rich y Edward Said, entre otros— tiene un llamado perentorio: «¿Qué clase de mundo será éste, si se permite al gobierno de los Estados Unidos lanzar comandos asesinos y bombas dondequiera que se le antoje?». El eje ganó la guerra militar como estaba previsto. No obstante, hasta hoy, esos millones de manifestantes del mundo entero son la expresión de una opinión pública global que condenó al Imperio y que, potencialmente, incuba el germen de la resistencia.
4 Al comienzo, en la pantalla de la CNN, la guerra parecía una exhibición de fuegos artificiales. Esa fue la imagen que nos quisieron vender: una guerra de precisión, aséptica, sin víctimas inocentes. Una guerra inteligente en donde únicamente serían aniquilados los malos. Una parte de la prensa norteamericana se puso el uniforme del patrioterismo. Pero no les fue posible mantener el engaño. A pesar de la censura y la manipulación de los periodistas —informados solo de las ruedas de prensa oficiales— la existencia de la cadena Al Jazeera y de periodistas independientes mostraron el rostro verdadero de esta invasión criminal. Un solo ejemplo: en el pasillo de lo que parece ser un hospital, decenas de cadáveres de civiles se amontonan; un par de médicos cargan en sus brazos el cuerpo destrozado y bañado en sangre de un niño. La Cruz Roja ya no sigue contando lo que podían ser miles de civiles muertos sobre los que el Eje tendrá que responder.
Rice, Rumsfeld, Cheney y Bush |
5 La invasión militar del eje Bush-Blair-Aznar consumó el golpe de Estado mundial contra el dictador Sadam Hussein. El Imperio se consolida y continuará escribiendo la Historia como ya lo hizo en Afganistán. «Un guión eternamente repetido: los unos bombardean, los otros se guarecen». Así lo señala la palabra profética de Alejandro Moreano en su excelente libro El Apocalipsis perpetuo: «la nueva categoría organizadora del mundo ya no es la libertad sino la seguridad. La peor de las pesadillas orwellianas parece haberse cumplido: vivimos en el seno de un mundo policíaco». La siniestra derecha militarista que gobierna los EE. UU. —Dick Cheney, vicepresidente, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa; Condolezza Rice, secretaria de Estado— ha de estar preparando las nuevas guerras preventivas, que antaño promoviera la doctrina nazi. Bush, convertido en la policía del mundo, es el Gran Hermano cuyo ojo todo lo vigila, todo lo invade, todo lo gobierna.
[1] Para mayor información, consultar el sitio web Iraq Body Count: https://www.iraqbodycount.org/