En De un mundo raro, Solange Rodríguez Pappe nos descubre niveles profundos de la realidad a partir del develamiento del terror y lo fantástico de la cotidianidad convertida, por fuerza de una escritura madura y profunda, en la realidad literaria de un mundo apocalíptico y distópico donde nos contemplamos con los ojos descarnados de la muerte.
Inventarse una tradición de lo fantástico
«¿La tradición? Yo me inventé la tradición»[1] dice la narradora de «Una poética», el cuento que, como primera sección, abre el libro. La tradición no existe por sí misma. En el oficio de escribir, cada uno se rebela contra una línea tradicional y se conecta a otra, en parte para construir a partir de dicha rebeldía una manera distinta de decir basada en decires olvidados, en parte para evitar la orfandad. Solange Rodríguez ha roto con una tradición realista para inventarse una tradición fantástica.
Estos trece cuentos, número cabalístico de las historias de terror, se conectan en la tradición ecuatoriana con los 13 relatos (1955), de César Dávila Andrade (1918-1967). En «Una poética» la narradora/autora da forma a su noción de lo fantástico e incorpora como personaje a Dávila Andrade —quien levita en la casa de una lectora—. Así, Dávila Andrade se convierte en una presencia fantasmagórica que se le aparece a la autora para aconsejarla en su escritura, de tal manera que ella logra plantear el enunciado polisémico del cuentario: «Yo no creo en fantasmas, pero los veo».[2]
La celebración de lo sobrenatural
La segunda sección del cuentario gira alrededor del tema de la muerte como una presencia que nos acompaña con la naturalidad de sus horrores. «Los muertos retornaban y debíamos honrarlos»[3], dice el narrador de «Noche de difuntos», un cuento redondo que parte de la tradición del conmemorar a los muertos de la familia y que la autora lo narra en clave de horror fundiendo lo sobrenatural y lo cotidiano.
Rodríguez Pappe recupera para su escritura la tradición de los relatos orales sobre muertos y aparecidos que es parte del folklore popular. En «Compañeros de viaje», los pasajeros de un bus cuentan varias historias de aparecidos durante un viaje que es representación de la fantasmagórica circularidad de sus propias muertes. «Las dramáticas imágenes» es, en cambio, un cuento de realismo gore, en donde el horror de crimen parecería una historia inverosímil, pero que, contado en clave de crónica, nos habla de feminicidios brutales en medio de una historia familiar de violencia.
El antológico «La profundidad de los armarios» se introduce en lo sobrenatural a partir de un recuerdo de infancia que aparece en forma de gato: el viaje de la protagonista dentro del armario parecería, a partir de la búsqueda del simbólico gato de la infancia, un viaje de la protagonista a su inconsciente, en el que rastrea el significado de la relación con su madre y los claroscuros de su propia sexualidad. El mundo es un armario y el viaje en su interior puede ser leído como un regreso al útero, concebido como espacio conflictivo que almacena la vida de la semilla de origen.
Tiempos apocalípticos y distópicos
En medio de tiempos apocalípticos y mundos distópicos, un personaje de «El mar espera entre las astas de los ciervos» dice: «…la escritura es una forma de oración»[4]. En la tercera sección del cuentario, Rodríguez Pappe construye alegorías sobre la tierra que crece, devora cuanto necesita para seguir viva, se multiplica («Una nueva especie»); se adentra en el amor de seres de distinta especie, en un relato en el que un ser vivo no humano estudia la naturaleza del ser humano para comprenderlo, para amarlo mejor («La noche del hombre salvaje»); nos habla, en un cuento donde cierto humor triste está presente, de la necesidad que tenemos los seres vivos de sentirnos amados, deseados, y sentir, al mismo tiempo, que amamos, que deseamos, sin que importe cuánta fantasía estemos dispuestos a aceptar («Una luz inolvidable»).
La muerte como vivencia lúdica
La cuarta sección, en la que el tema de la muerte se vuelve vivencia lúdica, se abre con «Autodiagnóstico», un cuento que, salpicado de pinceladas de humor macabro, conjuga la vocación de la autora por fusionar lo sobrenatural con la cotidianidad. En «El mundo estará ahí afuera», una maestra, ya para jubilarse, siente un pequeño ardor en la garganta; este dolor es todo un símbolo de la consunción de la vida del ser humano en su trabajo: la garganta, instrumento de trabajo de todo docente, ha dejado de funcionar.
Rodríguez Pappe, que recupera la oralidad del folklore para su narrativa, ha reelaborado el cuento de Barba Azul mediante un juego intertextual y una alegoría de la sociedad patriarcal y las prohibiciones que pesan sobre las mujeres que son concebidas como propiedad de Barba Azul. En «Calamidad doméstica», el sótano es el submundo donde las mujeres padecen su prisión anhelando salir al mundo de la luz, pero sin que ello signifique la libertad sino una posición privilegiada dentro de la opresión del sistema patriarcal que padecen: «…mientras haya hombres habrá sótanos».[5]
El libro se cierra con una narración extraordinaria —tanto por la fuerza de su escritura cuanto porque se inscribe en la tradición de Poe— sobre la maternidad frustrada por causa de un embarazo que no fue tal. Lo monstruoso se manifiesta cuando la mujer decide conservar los restos del teratoma que le extrajeron y que, tanto ella como su marido, pensaban que era el hijo deseado. El sentimiento de orfandad de la madre y el padre es desolador y el duelo en ella se vuelve una obsesión. Así, Rodríguez Pappe ha construido una heroína que busca una parte de sí misma, ese hijo que nunca tuvo, prolongando su duelo en lo monstruoso de una realidad fantasmagórica, viviendo en una repetición alucinante de su frustrada maternidad.
Tormenta y pasión del gótico tropical
En síntesis, De un mundo raro, de Solange Rodríguez Pappe, es un cuentario que construye sus relatos a partir de la libertad de la imaginación, como otra aproximación que tiene el conocimiento para desentrañar los niveles ocultos de lo real; un libro que, a partir de la ironía y el humor para enfrentar la muerte y los miedos a lo sobrenatural, destruye la dicotomía racional entre lo real y lo fantástico construyendo un mundo que los contiene a ambos en lo cotidiano; un libro en el que algunas de sus historias suceden en tiempos apocalípticos y mundos distópicos como para decirnos que vivimos en un apocalipsis permanente; un libro que incorpora la oralidad del folklore en el rito solitario que integra escritura y lectura: «Ahora, lector, prende fuego y aquieta el alma, que tengo algo que contarte para pasar a noche breve que es esta vida…»[6].
[1] Rodríguez Pappe, «Una poética», en De un mundo…, 17.
[2] Rodríguez Pappe, «Una poética» …, 21.
[3] Rodríguez Pappe, «Noche de difuntos», en De un mundo…, 30.
[4] Rodríguez Pappe, «El mar espera entre las astas de los ciervos», en De un mundo…, 112.
[5] Rodríguez Pappe, «Calamidad doméstica» …, 149.
[6] Rodríguez Pappe, «Imaginatio vera» …, 173.