Versos
memorables por el distanciamiento estético que logra el poeta frente al
desgarrador hecho vital que poetiza y, al mismo tiempo, por el estremecimiento
humano al que nos convoca en medio de estructuras matemáticas. Versos
construidos con una singular sapiencia lingüística, y la eterna sensibilidad de
lo poético arraigado en la vida y transformado en arte. El comienzo es
celebratorio de la continuidad de la estirpe, y nos ubica en medio de una
naturaleza, situada en las Galápagos, que da cuenta del tiempo de lo eterno:
«el radiograma decía / “tu hijo nació. Cómo hemos de llamarlo” / yo andaba
entonces por las islas / dispersa procesión del basalto / coágulos del estupor
/ secos ganglios de la eternidad / eslabones de piedra en la palma del océano /
rostros esculpidos por el fuego sin edad».
Han pasado
cuarenta años desde que Efraín Jara Idrovo publicara su sollozo por pedro jara (estructuras para una elegía), un poema
extenso que confronta a un padre —que festeja el advenimiento de su progenie y
que, años después, debe llevar el duelo por la pérdida— con la descarnada
contundencia que tiene la muerte del hijo. El texto es, también, una de las más
atrevidas experiencias poéticas de la lírica de nuestra América, en la que el
autor nos plantea una estructura, con precisión matemática, que, al mismo
tiempo, posibilita una amplia gama interpretativa a los sentidos simbólicos de
sus versos.
La edición de 1978 nos entregó el
poema en una sola hoja que se desplegaba como un plano arquitectónico y en la
que uno podía contemplar de una vista las 363 líneas versales del texto,
articuladas en cinco series, cada una de las cuales desarrolla tres versiones
de un mismo asunto. El poema puede ser leído convencionalmente, es decir del
primero al último verso, o de manera aleatoria, como una composición armada por
el propio lector. En las instrucciones para su lectura, Jara Idrovo pidió que
se considere el texto como una estructura
de estructuras, e invocó la música serial de Stockhausen, o Boulez, para
explicar el sentido programático de esta experimentación
poética.
Cuando llegamos a la cuarta serie
nos enfrentamos a los desgarradores versos que hablan del hallazgo del cadáver
del hijo por el padre: «en verdad / ¿fue verdad?, / ¿eras tú el que pendía de
la cadena del higiénico / como seco mechón de sauce sobre el río? / ser ido /
ser herido / sal diluida / suicida». Y la constatación del hecho definitivo de
que el cuerpo colgado, ya no es el ser humano que fue: «¿eras tú en verdad? /
¿eso de helada indolencia de témpano? / ¿eso de pavesas que la desesperación
insta a soplar? / ¿eso que se desmorona en las tinieblas para siempre?». Y, sin
embargo, late la vida en la poesía.
El poema sollozo por pedro jara continuará conmoviéndonos porque tiene en su
verso la permanencia de la poesía, y porque nos confronta con nuestra propia
finitud. Los versos finales no son solo la invocación para el hijo que ya no
es, sino para todos nosotros: «¡hijo mío! / somos fervor de espuma de un
piélago insondable».
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Efraín Jara Idrovo (1926 - 2018). (Fernando Machado / El Telégrafo) |
Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 13.07.18