En 2021, hasta noviembre, en las cárceles de Ecuador,
324 personas privadas de libertad han muerto violentamente.
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Etiquetados del mal, son cadáveres que deambulan
a la espera del acta violenta de su defunción
en esa tumba donde habitan sin exequias ni piedad.
La patria está de duelo por los vástagos de su propio horror:
los expulsados del hogar y de las iglesias; los que blandieron
el arma culpable del pesar de otros; los desahuciados del mundo,
los que reciben el escupitajo del biempensante y la caricia
del alma estrujada de la madre; los parias sin sentencia
en ese infiernillo de esperanzas ciegas; los que robaron para saciar
el hambre de sus hijos y los rebeldes; los desechables de la vida,
los del rostro culpable que nos hace creer que somos inocentes.
¡Cómo no llorar aquellas muertes enterradas
en nuestros corazones muertos! ¡Cómo no llorarnos!