«Si el cine se ha convertido en el historiador y novelista de nuestro mundo contemporáneo, testificando la existencia de una doble memoria, la colectiva y la fílmica, entonces ambas memorias continúan en su quehacer de proyectar y archivar. La nación sigue haciéndose y rehaciéndose en las carreteras. Los archivos crecen y las películas siguen rodándose»[1]. Así concluye (y no es destripe) Marcelo Báez Meza su más reciente libro de crítica cinematográfica Y tu nación también. El Bildungsreise en seis películas de carretera latinoamericanas (1995-2008), un texto nacido como tesis doctoral y que aparece, podado de la jerigonza academicista, pero manteniendo el rigor de toda investigación académica, como una lúcida, fluida y provocativa crítica cinematográfica.
Los tres primeros capítulos del libro de Báez reflexionan acerca de los postulados y discusiones teóricas sobre el cine latinoamericano contemporáneo, las narrativas del viaje y el concepto de la contrapelícula de carretera en medio de la road movie y la global road movie. Luego vendrán sendos capítulos dedicados a las películas que integran el corpus para el análisis: Diarios de motocicleta (Walter Salles, 2004), Cuestión de fe (Marcos Loayza, 1995), Qué tan lejos (Tania Hermida, 2006), Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001), El viajero inmóvil (Tomas Piard, 2008) y Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006). Al final, después de las conclusiones, Báez incluye un «Pequeño diccionario de conceptos móviles», de enorme utilidad pedagógica.
Acerca de Diarios de motocicleta, una película sobre los años de juventud del Ché Guevara, que mezcla la ficción y lo documental, Báez dice: «La estructura de road movie de esta cinta de Walter Selles se aleja de los esquemas hollywoodenses: no hay forajidos, dinero de por medio, villanos en el camino. Más bien se apoya (y esto la convierte en una contrapelícula de carretera) en el modelo de Don Quijote y Sancho Panza…»[2]. En su análisis, Báez desgrana la idea educativa del viaje que realizaron Guevara y su amigo Alberto Granados y nos va dando luz sobre cada elemento simbólico del mismo: la moto, que no dura todo el viaje, vista como Rocinante, la caminata en la cordillera y la apreciación del paisaje, el trabajo en el leprocomio y la consciencia del sufrimiento y las posibilidades de la alegría, etc. Yo quiero añadir la memoria de la bella canción de Jorge Drexler, «Al otro lado del río» (Oscar a la mejor canción original), que condensa el espíritu del joven Guevara: «Sobre todo creo que / no todo está perdido / tanta lágrima, tanta lágrima / y yo, soy un vaso vacío».
Al analizar Cuestión de fe, una
sencilla y humorística película boliviana atravesada por el sincretismo de la
religiosidad popular, y el personaje del pícaro en la cultura andina, Báez confronta
la propuesta de su director con los postulados de Javier Sanjinés y el cine indigenista,
dado que Loayza se aleja del indigenismo para adentrarse en lo mestizo: «El
filme de Loayza es un punto de giro en la cinematografía boliviana, pues
representa la estetización de lo real en oposición a la estetización de lo político
que existía en Ukamau»[3]. Báez celebra el que la
película recorra los ritos populares en donde se mezclan lo religioso y lo
pagano, mimetice el folclor y las artesanías en la construcción de la imagen fílmica,
así como muestre el paisaje natural. Asimismo, señala como un aporte de la película
la forma en que esta «enfatiza el vínculo del compadrazgo, la amistad, la camaradería,
la complicidad»[4].
La crítica de Báez recorre los elementos culturales de una sociedad diversa
marcada por el ethos barroco, esa mixtura de conservadurismo e inconformidad,
siguiendo a Bolívar Echeverría.Fotograma de Cuestión de fe (Marcos Loayza, Bolivia, 1995)
El capítulo dedicado a Qué tan lejos, «la contrapelícula de la carretera bloqueada», va desmenuzando los diálogos, sobre todo de Esperanza y Tristeza, las dos protagonistas, acentuando la idea de que el filme se encuentra con el público en el cuestionamiento permanente de los postulados de la nación, en medio de un paro nacional que enfrenta las reivindicaciones populares al poder de las clases dominantes. «Estamos ante personajes en un viaje de autorreconocimiento, en el que van fotografiando la nación. La relación con la naturaleza se torna absolutamente paradigmática cuando cinco niños indígenas surgen de la nada, del brete entre dos montañas, silenciado el diálogo de las dos protagonistas»[5]. Báez anota, con el ojo de quien sabe leer cine, la alusión natural que se da en el filme del bilingüismo disglósico en una escena clave para entender la historicidad de la nación diversa planteada en la película. Por lo demás, después de leer el lúcido análisis de Báez, se multiplican las ganas de volver a ver la película. Yo no me quedé con las ganas: Qué tan lejos, de Tania Hermida, interpela el sentido de la nación mestiza y convierte a sus espectadores en los caminantes de un país que se muestra desolado y bloqueado por la injusticia social y la mentalidad colonial.
Para Báez, Y tu mamá también es un bromance[6] en la picardía del camino: «En Y tu mamá también tenemos a la viajera española, Luisa Cortés, que es una obvia alusión al conquistador Hernán Cortés. Ella conoce a Tenoch Iturbide y a Julio Zapata, clara referencia a nombres de la historia mexicana»[7]. Báez anota acerca de la voz en off que construye la crónica del filme: «Esta voz over, que pertenece al actor Daniel Giménez Cacho, le da un tono documental al relato acercándolo más a un comentario de making of. Esta voz narrativa le da al filme un espesor político e histórico que no tendría sin ella»[8]. Si bien, según Báez, Alfonso Cuarón rompe la imagen del charro macho que el Estado-nación imprimió en el cine mexicano en el bromance de Tenoch y Julio que desemboca en una escena sexual, el antecedente no mencionado de esta subversión está en Las apariencias engañan (1983), de Jaime Humberto Hermosillo. Báez señala, como algo excepcional del filme de Cuarón, y, tal vez forzando un poco la interpretación, que si bien la trama está impregnada de mexicanidad, sus protagonistas son producto de la globalización. La nación presentada por Cuarón es la de la ruralidad, más cercana a la visión de Rulfo que a la de la modernidad priista de Cancún.
La inclusión en el corpus de las dos películas que Báez analiza en los capítulos octavo y noveno resulta problemática. El viajero inmóvil lo es porque se trata de un viaje en el que su protagonista, metafóricamente, no sale de su habitación. Babel, salvo por su director, el guionista y algunos actores mexicanos, entra con dificultades en la categoría de road movie o cine latinoamericano. No obstante, Báez acepta correr el riesgo de la sobreinterpretación y los malabares de la construcción discursiva para hacer de estas películas, dos textos fílmicos que contribuyen a la idea de la representación cinematográfica de la nación, aunque esta sea la de un viajero inmóvil o la de una nación multiterritorial. En ambos casos sale bien librado por la consistencia teórica de su análisis. En El viajero inmóvil «todo se dirige a una trama articulada que tiene que ver con la figura de Lezama y su interrogación sobre la expresión americana como una cultura latinoamericana heterogénea, nutrida de fuentes diversas, que se acerca de la misma manera a la tradición popular y al vacío de lo posmoderno»[9]. El viajero inmóvil es, sobre todo, un homenaje a la cubanía del poeta José Lezama Lima y a su cultura de poeta del mundo en su condición peregrino inmóvil. Babel, en cambio, «es la nación multiterritorial de la herida abierta y ubicua, cuestionada por los desplazamientos, sin centros ni bordes. Es la propuesta de una nación multicultural-global en la que todos están conectados por la violencia y la inseguridad»[10]. Babel es también una película de múltiples historias cuya propuesta cabe en la categoría de world cinema, tanto por las locaciones (Estados Unidos, México, Marruecos y Japón) como por los idiomas hablados por sus protagonistas (Inglés, Español, Árabe y Japonés).
Marcelo Báez Meza, (Guayaquil, 1969), es uno de los más lúcidos y solventes críticos del arte cinematográfico. Con él y la mexicana Fernanda Solórzano uno disfruta de la crítica de cine y sus miradas son necesarias para que aprendamos a ver cine de mejor manera. Báez ha publicado tres indispensables estudios para quienes hemos contraído cinefilia: Adivina quién cumplió cien años (1996), El gabinete del doctor Cineman (2006) y Cine y Literatura: encuentros cercanos de todos los tipos (2013). Y tu nación también (2021) es un ensayo de escritura apasionada acerca del cine que nos entrega una mirada novedosa sobre las contrapelículas de carretera de la cinematografía latinoamericana alrededor de la idea de que «un viaje de formación es el equivalente a una nación en formación»[11]. Este libro es un placer intelectual y una motivación para ver y apreciar el cine de nuestra América.
[1] Marcelo Báez Meza, Y tu nación también. El Bildungsreise en seis películas de carretera latinoamericanas (1995-2008) (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar / La Caracola Editores, 2021), 202.
[2] Báez, Y tu nación también…, 67.
[3] Báez, Y tu nación también…, 95.
[4] Báez, Y tu nación también…, 108.
[5] Báez, Y tu nación también…, 122.
[6] En el diccionario del libro, esta es la definción de bromance: «Romance between brothers o romance entre dos hermanos. Vertiente de las buddy movies (películas de amigos). Término desarrollado por Nick Davis en Reading the Bromance: Homosocial Relationships in Films and Televisión (2014). Relación cercana entre dos varones. Forma de afecto homosocial (Davis 2014, 27)». (p. 204)
[7] Báez, Y tu nación también…, 130.
[8] Báez, Y tu nación también…, 130-131.
[9] Báez, Y tu nación también…, 153.
[10] Báez, Y tu nación también…, 188.
[11] Báez, Y tu nación también…, 197.