José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, enero 16, 2022

«Y tu nación también», de Marcelo Báez Meza: un placer intelectual y una motivación para ver cine

           

Marcelo Báez Meza, además de Y tu nación también (2021) ha publicado tres indispensables estudios para quienes hemos contraído cinefilia: Adivina quién cumplió cien años (1996), El gabinete del doctor Cineman (2006) y Cine y Literatura: encuentros cercanos de todos los tipos (2013).

«Si el cine se ha convertido en el historiador y novelista de nuestro mundo contemporáneo, testificando la existencia de una doble memoria, la colectiva y la fílmica, entonces ambas memorias continúan en su quehacer de proyectar y archivar. La nación sigue haciéndose y rehaciéndose en las carreteras. Los archivos crecen y las películas siguen rodándose»[1]. Así concluye (y no es destripe) Marcelo Báez Meza su más reciente libro de crítica cinematográfica Y tu nación también. El Bildungsreise en seis películas de carretera latinoamericanas (1995-2008), un texto nacido como tesis doctoral y que aparece, podado de la jerigonza academicista, pero manteniendo el rigor de toda investigación académica, como una lúcida, fluida y provocativa crítica cinematográfica.

            Los tres primeros capítulos del libro de Báez reflexionan acerca de los postulados y discusiones teóricas sobre el cine latinoamericano contemporáneo, las narrativas del viaje y el concepto de la contrapelícula de carretera en medio de la road movie y la global road movie. Luego vendrán sendos capítulos dedicados a las películas que integran el corpus para el análisis: Diarios de motocicleta (Walter Salles, 2004), Cuestión de fe (Marcos Loayza, 1995), Qué tan lejos (Tania Hermida, 2006), Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001), El viajero inmóvil (Tomas Piard, 2008) y Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006). Al final, después de las conclusiones, Báez incluye un «Pequeño diccionario de conceptos móviles», de enorme utilidad pedagógica.

            Acerca de Diarios de motocicleta, una película sobre los años de juventud del Ché Guevara, que mezcla la ficción y lo documental, Báez dice: «La estructura de road movie de esta cinta de Walter Selles se aleja de los esquemas hollywoodenses: no hay forajidos, dinero de por medio, villanos en el camino. Más bien se apoya (y esto la convierte en una contrapelícula de carretera) en el modelo de Don Quijote y Sancho Panza…»[2]. En su análisis, Báez desgrana la idea educativa del viaje que realizaron Guevara y su amigo Alberto Granados y nos va dando luz sobre cada elemento simbólico del mismo: la moto, que no dura todo el viaje, vista como Rocinante, la caminata en la cordillera y la apreciación del paisaje, el trabajo en el leprocomio y la consciencia del sufrimiento y las posibilidades de la alegría, etc. Yo quiero añadir la memoria de la bella canción de Jorge Drexler, «Al otro lado del río» (Oscar a la mejor canción original), que condensa el espíritu del joven Guevara: «Sobre todo creo que / no todo está perdido / tanta lágrima, tanta lágrima / y yo, soy un vaso vacío».

 

           

Fotograma de Cuestión de fe (Marcos Loayza, Bolivia, 1995)
Al analizar Cuestión de fe, una sencilla y humorística película boliviana atravesada por el sincretismo de la religiosidad popular, y el personaje del pícaro en la cultura andina, Báez confronta la propuesta de su director con los postulados de Javier Sanjinés y el cine indigenista, dado que Loayza se aleja del indigenismo para adentrarse en lo mestizo: «El filme de Loayza es un punto de giro en la cinematografía boliviana, pues representa la estetización de lo real en oposición a la estetización de lo político que existía en Ukamau»[3]. Báez celebra el que la película recorra los ritos populares en donde se mezclan lo religioso y lo pagano, mimetice el folclor y las artesanías en la construcción de la imagen fílmica, así como muestre el paisaje natural. Asimismo, señala como un aporte de la película la forma en que esta «enfatiza el vínculo del compadrazgo, la amistad, la camaradería, la complicidad»[4]. La crítica de Báez recorre los elementos culturales de una sociedad diversa marcada por el ethos barroco, esa mixtura de conservadurismo e inconformidad, siguiendo a Bolívar Echeverría.

            El capítulo dedicado a Qué tan lejos, «la contrapelícula de la carretera bloqueada», va desmenuzando los diálogos, sobre todo de Esperanza y Tristeza, las dos protagonistas, acentuando la idea de que el filme se encuentra con el público en el cuestionamiento permanente de los postulados de la nación, en medio de un paro nacional que enfrenta las reivindicaciones populares al poder de las clases dominantes. «Estamos ante personajes en un viaje de autorreconocimiento, en el que van fotografiando la nación. La relación con la naturaleza se torna absolutamente paradigmática cuando cinco niños indígenas surgen de la nada, del brete entre dos montañas, silenciado el diálogo de las dos protagonistas»[5]. Báez anota, con el ojo de quien sabe leer cine, la alusión natural que se da en el filme del bilingüismo disglósico en una escena clave para entender la historicidad de la nación diversa planteada en la película. Por lo demás, después de leer el lúcido análisis de Báez, se multiplican las ganas de volver a ver la película. Yo no me quedé con las ganas: Qué tan lejos, de Tania Hermida, interpela el sentido de la nación mestiza y convierte a sus espectadores en los caminantes de un país que se muestra desolado y bloqueado por la injusticia social y la mentalidad colonial.

           

Para Báez, Y tu mamá también es un bromance[6] en la picardía del camino: «En Y tu mamá también tenemos a la viajera española, Luisa Cortés, que es una obvia alusión al conquistador Hernán Cortés. Ella conoce a Tenoch Iturbide y a Julio Zapata, clara referencia a nombres de la historia mexicana»[7]. Báez anota acerca de la voz en off que construye la crónica del filme: «Esta voz over, que pertenece al actor Daniel Giménez Cacho, le da un tono documental al relato acercándolo más a un comentario de making of. Esta voz narrativa le da al filme un espesor político e histórico que no tendría sin ella»[8]. Si bien, según Báez, Alfonso Cuarón rompe la imagen del charro macho que el Estado-nación imprimió en el cine mexicano en el bromance de Tenoch y Julio que desemboca en una escena sexual, el antecedente no mencionado de esta subversión está en Las apariencias engañan (1983), de Jaime Humberto Hermosillo. Báez señala, como algo excepcional del filme de Cuarón, y, tal vez forzando un poco la interpretación, que si bien la trama está impregnada de mexicanidad, sus protagonistas son producto de la globalización. La nación presentada por Cuarón es la de la ruralidad, más cercana a la visión de Rulfo que a la de la modernidad priista de Cancún.

           

La inclusión en el corpus de las dos películas que Báez analiza en los capítulos octavo y noveno resulta problemática. El viajero inmóvil lo es porque se trata de un viaje en el que su protagonista, metafóricamente, no sale de su habitación. Babel, salvo por su director, el guionista y algunos actores mexicanos, entra con dificultades en la categoría de road movie o cine latinoamericano. No obstante, Báez acepta correr el riesgo de la sobreinterpretación y los malabares de la construcción discursiva para hacer de estas películas, dos textos fílmicos que contribuyen a la idea de la representación cinematográfica de la nación, aunque esta sea la de un viajero inmóvil o la de una nación multiterritorial. En ambos casos sale bien librado por la consistencia teórica de su análisis.

            En El viajero inmóvil «todo se dirige a una trama articulada que tiene que ver con la figura de Lezama y su interrogación sobre la expresión americana como una cultura latinoamericana heterogénea, nutrida de fuentes diversas, que se acerca de la misma manera a la tradición popular y al vacío de lo posmoderno»[9]. El viajero inmóvil es, sobre todo, un homenaje a la cubanía del poeta José Lezama Lima y a su cultura de poeta del mundo en su condición peregrino inmóvil. Babel, en cambio, «es la nación multiterritorial de la herida abierta y ubicua, cuestionada por los desplazamientos, sin centros ni bordes. Es la propuesta de una nación multicultural-global en la que todos están conectados por la violencia y la inseguridad»[10]. Babel es también una película de múltiples historias cuya propuesta cabe en la categoría de world cinema, tanto por las locaciones (Estados Unidos, México, Marruecos y Japón) como por los idiomas hablados por sus protagonistas (Inglés, Español, Árabe y Japonés).

 

            Marcelo Báez Meza, (Guayaquil, 1969), es uno de los más lúcidos y solventes críticos del arte cinematográfico. Con él y la mexicana Fernanda Solórzano uno disfruta de la crítica de cine y sus miradas son necesarias para que aprendamos a ver cine de mejor manera. Báez ha publicado tres indispensables estudios para quienes hemos contraído cinefilia: Adivina quién cumplió cien años (1996), El gabinete del doctor Cineman (2006) y Cine y Literatura: encuentros cercanos de todos los tipos (2013). Y tu nación también (2021) es un ensayo de escritura apasionada acerca del cine que nos entrega una mirada novedosa sobre las contrapelículas de carretera de la cinematografía latinoamericana alrededor de la idea de que «un viaje de formación es el equivalente a una nación en formación»[11]. Este libro es un placer intelectual y una motivación para ver y apreciar el cine de nuestra América.



[1] Marcelo Báez Meza, Y tu nación también. El Bildungsreise en seis películas de carretera latinoamericanas (1995-2008) (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar / La Caracola Editores, 2021), 202.

[2] Báez, Y tu nación también…, 67.

[3] Báez, Y tu nación también…, 95.

[4] Báez, Y tu nación también…, 108.

[5] Báez, Y tu nación también…, 122.

[6] En el diccionario del libro, esta es la definción de bromance: «Romance between brothers o romance entre dos hermanos. Vertiente de las buddy movies (películas de amigos). Término desarrollado por Nick Davis en Reading the Bromance: Homosocial Relationships in Films and Televisión (2014). Relación cercana entre dos varones. Forma de afecto homosocial (Davis 2014, 27)». (p. 204)

[7] Báez, Y tu nación también…, 130.

[8] Báez, Y tu nación también…, 130-131.

[9] Báez, Y tu nación también…, 153.

[10] Báez, Y tu nación también…, 188.

[11] Báez, Y tu nación también…, 197.


domingo, enero 09, 2022

«No mires arriba»: una sátira divertida

           

Leonardo Di Caprio como el doctor Randall Mindy y Jennifer Lawrence como la candidata a doctora Kate Dibiasky, en Don't Look Up (2021), de Adam McKay que es su director, productor y guionista.

            La candidata a doctora Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubre un cometa y lo comunica al equipo de investigadores bajo la tutela del doctor Randall Mindy (Leonardo Di Caprio). El festejo del descubrimiento del cometa se transforma, en pocos minutos, en el descubrimiento de la proximidad del desastre. Esta primera secuencia se sostiene en el manejo de la gama de las emociones que expresa el personaje de Di Caprio: desde la alegría por el descubrimiento científico, pasando por la excitación que genera el cálculo de la órbita del cometa, hasta el estupor provocado por la constatación matemática de la catástrofe que se avecina. Enseguida vendrá la desastrosa reunión con la caricaturesca presidenta de los EE. UU., Janie Orlean (Meryl Streep). El tono de la reunión se resume en dos intervenciones de la presidenta: en su anécdota de cómo subió tres puntos en las encuestas, durante la campaña presidencial, en el momento en que decidió fumar en público, y en su conclusión, luego de escuchar lo que los científicos le informan: hay que sentarse y analizar el asunto. Momentos después, Kate Dibiasky nos revela que el cometa del tipo “mata planetas”, de 6 a 10 km de ancho, impactará con la Tierra en 6 meses y 14 días.

            Las primeras secuencias de No mires arriba (Don’t Look Up, 2021), dirigida por Adam McKay (The Big Short, La gran apuesta, 2015, Oscar por Mejor guion adaptado), proponen el tono narrativo del filme: No mires arriba es una comedia ligera, en tono satírico, con algunas actuaciones destacadas, que deconstruye el mecanismos de las representaciones del poder político y mediático al servicio del poder económico y pone en evidencia los prejuicios frente a las verdades fácticas de la ciencia de una sociedad alienada por la cultura del entretenimiento.

            Peter Isherwell (¡Mark Rylance está odiosamente genial en su representación!), el tercer hombre más rico del planeta y CEO de la corporación BASH, es la representación bufa que combina dosis de Musk, Jobs, Bezos & Zuckerberg. Representa ese tipo de capitalista contemporáneo que, aparte de ser pornográficamente rico, se ha convertido en un gurú new age, una especie de consejero espiritual del mundo que habla de sueños de infancia realizados, de una espiritualidad que se presenta como la superación de su propia riqueza material y predica la felicidad individual permanente como la panacea de la vida. El lema de la corporación Bash es un guiño irónico: «La vida sin el estrés de vivir» (Life without the stress of living). La promoción del BASH Liife 14.3 se presenta como la fuente de la eterna felicidad que logra, con una combinación de tecnología y terapia conductista, que la tristeza no aparezca de nuevo, jamás.

            El verdadero rostro de Isherwell se muestra cuando convence al poder político de la estrategia para aprovechar las riquezas minerales del cometa en función de su propia industria y, aún en ese momento, su discurso se recubre del manto de un santurrón: después de aprovechar las riquezas del cometa, desaparecerán la pobreza y la injusticia social, así como la pérdida de la biodiversidad; entonces, «la humanidad entrará desnuda en la edad dorada de la existencia interplanetaria, interestelar e intergaláctica para la raza humana». Las acciones de BASH, como es de suponer, suben su cotización. La reacción desesperada de Kate Dibiasky, en el bar frente a la gente que pide la verdad, lo resume todo: «Dejarán que el cometa choque con el planeta para hacer, a un racimo de gente rica, aún más asquerosamente rica».

             El poder político y el poder mediático son quienes sostienen, reproducen y justifican la existencia del poder económico. El programa The Daily Rip (El recorte diario) es la representación del periodismo que todo lo banaliza en función de mantener una audiencia cautiva y, nuevamente, alienadamente feliz. El clásico «pan y circo» del imperio romano elevado a la categoría de divertimento y filosofía de vida. Los conductores del programa, Jack Bremmer (Tyler Perry) y Brie Evantee (Cate Blanchet), reconocen que el objetivo del programa es “alivianar las malas noticias”. Cate Blanchet, cuyos papeles son siempre lecciones de actuación, está impecable y le da matices a su personaje concebido como el estereotipo en que se han convertido quienes hacen este tipo de periodismo-basura que todo lo banaliza al volverlo espectáculo, en función del rating y el consumo.

            El negacionismo frente a las verdades fácticas de la ciencia está en el nombre del lema de los seguidores de la presidenta Orlean, una caricatura del neofascismo al estilo Trump: «No mires arriba». Los periodistas cumplen su misión en el sistema simplificando el asunto: Si las acciones de BASH son indicador y van viento en popa, la revisión de pares del artículo de los científicos mercenarios que trabajan para BASH no importa. Los científicos de la Universidad de Michigan, en cambio, que descubrieron el cometa y que han advertido acerca de la destrucción del planeta (Dibiasky y Mindy) son considerados locos, pesimistas y gente a la que le falta entrenamiento para aparecer en TV. Asimismo, toda la secuencia del tratamiento noticioso de la reconciliación de la cantante Riley Bina (Ariana Grande) y DJ Chello (Scott Mescudi) frente a la cobertura de la noticia de que un cometa se estrellará contra la Tierra y que la destruirá, pone en evidencia las prioridades de la agenda noticiosa que mantiene alienada a una sociedad envuelta en la vida concebida como entretenimiento y felicidad permanentes. 

 

No mires arriba es una sátira que caricaturiza las veleidades del poder político y del poder mediático, en tanto operadores del Estado para la reproducción legal e ideológica del capitalismo corporativo que se presenta como filosofía de vida. A alguien puede parecerle que los elementos críticos del filme son obvios y un tanto panfletarios; sin embargo, la desconstrucción ficcional de un sistema que ha normalizado —es decir, que ha convertido en natural y obvio— la explotación del ser humano y la preeminencia del capital por sobre la humanidad, requiere de un discurso alternativo que sea claro y directo. El final de la película está narrado en secuencias paralelas: en una línea, la cena familiar que contiene los elementos simbólicos del Día de Acción de Gracias, muy norteamericano; en la otra, el hilarante destino del poder.

            La crítica que desarrolla la película, obviamente, tiene sus límites si consideramos que esta es producida por una corporación mediática como Netflix que es capaz de reproducir y apropiarse de la crítica a sí misma y al sistema en que se reproduce. No obstante, siempre serán luminosas las palabras de Stanley Kubrick: «Yo no olvido nunca que el cine es, ante todo, un medio de comunicación de masas. Ahí reside su funcionalidad política. Tal vez haya quien me acuse de posibilismo, pero estoy convencido de que es más efectivo un filme comercial ideológicamente consecuente, que un panfleto político underground»[1].

            No mires arriba, como buena sátira, ridiculiza con desparpajo a los poderosos y a la condición insaciable del capital: en ese tono narrativo —directo, divertido y humorístico— reside la potencia política de su moraleja.



[1] Biblioteca Salvat de Grandes Temas, Cine contemporáneo, No. 38 (Barcelona: Salvat Editores S.A., 1974), 102.


domingo, enero 02, 2022

Balada de Oriana y Constantino


El trovador

 

El muelle de la espera cruje asediado

de eternidad y mar cobijado en luna.

 

La paciencia de los hombres duerme

envuelta en la bruma que permanece ciega.

 

La desazón se amalgama con el ansia

moho que carcome por siglos la madera.

 

Desolado paraje de lo ignoto persiste

en su osado desvarío de convocar

al impasible ente sin final posible.

 

¿Qué recompensa, entonces, aguarda

para aquel que resiste la incertidumbre

del agua que nunca vuelve?

 

¿Qué destino toca para aquel

que plantó morada en el laberinto

irresoluble de las edades y su extravío?

 

 

Oriana

 

Vengo y debo marchar sentenciada

a no conocer de puertos para el descanso

urgida a siempre partir sembrando

la idea de mi rostro difuminado

en la persona que desde ya es ayer.

 

Soy un adiós continuo desangrado

en el espacio intenso de la entrega.

 

Vengo del azul que habita la flor

que en un día sabrá de sol y tinieblas;

ella se enciende aunque conozca

su fulgor premonitorio de cenizas

en el desvanecimiento de mis huellas.

 

Soy un adiós continuo conjugado

con la desmemoria del que se queda.

 

 

Constantino

 

He habitado el vacío del legionario perdido

la oquedad desolada que atraviesa las estaciones

he perseverado en la mirada sin culpa

de quien aguarda la volátil maroma del fuego.

 

Permanezco estacionado en la piedra

sin huella ni signo de quien se fue.

 

La espera es mi divisa

suficiente para sufrir

el cielo encarnado de las tardes

necesaria para celebrar

el infierno gentil del temeroso.

 

He construido mi febril existencia

con adioses crepitando siempre

he saldado mis cuentas con divinidades

que me condenan al tormento de aguardar.

 

Permanezco estacionado en el desvanecido

gesto de quien parte y ya no mira atrás.

 

 

Oriana

 

Sobrevivir al mundo es una osadía de los mortales

que se saben perentorios en un tiempo infinito.

Mas no me interesa la duración

milenaria de volcán apagado

ni la eternidad aletargada de los lagos.

 

Prefiero el destellante esplendor de la mariposa

arcoiris que revolotea al final de la tempestad.

Anhelo el suceso que me queme

con la vivacidad del leño

en la caldera atizada por desaprensiva mano.

 

Vivir en el mundo es trascender la conquista

de la cordura que semeja lo inerte.

Vivir es el encuentro buscado

del instante que nos marca indeleble

en el fulgor perenne de la piel extendida.

 

 

Constantino

 

Eres transeúnte, oh Mujer, y tu condición me hiere.

 

La sangre es pasajera de los siglos

que se despeñan al abismo sin retorno de lo que fue

su mancha quedará grabada como un estigma de lo perentorio

cuando la daga caliente de la piel de paso

ya penetra otra carne, otro dolor de esperas.

 

La sangre baña nuestro tránsito de solos.

 

 

Oriana

 

Dirán que fue un oasis enterrado

por la tempestad de arena

que ciega a los hombres de paso errabundo.

Pero tú y yo hemos bebido del cántaro

efímero de presente irrepetible

episodio lejano en su propio acontecer.

 

Dirán que lo inventamos todo

para construir un asidero en el futuro

de polvo desolado en el que mendigaremos.

Pero tú y yo deambulamos marcados

por la mácula de la nostalgia perpetua

en la trémula piel del cuerpo encendido.

 

Dirán, con vulgaridad, que lo habremos soñado.

 

Pero tú y yo nos estremecemos

con la ofrenda de vida que, atropellando

a la desmemoria del ser, palpita.

 

 

Constantino

 

La eternidad se ha estacionado

en el recodo de Alma al que vivo asido.

 

El tiempo es la verdad inaccesible que nos duele.

 

Junto a mí, tu vacío de ti y en él...

¡la trasparencia de tu Ser que arde!

 

 

Oriana

 

Quedaron las pirámides, los palacios, las murallas;

lugares de culto a donde las muchedumbres acuden

para llevarse el piadoso recuerdo de las fotografías.

 

Los hombres han construido monumentos

que el polvo de las edades persistente desgasta.

 

De los nombres de sus constructores

apenas leyendas, rumores de presencia confusa

en el palimpsesto empolvado de las edades.

 

Oráculo en ruinas de quienes intentaron

perpetuarse en la memoria de otros hombres.

 

Yo no pretendo más eternidad

que ser la lumbre de tu espíritu inflamado

y un rostro incandescente en tu mirada.

 

En intento enajenado para derrotar al olvido,

anhelo ferviente tu semilla impregnada en mí.

 

 

Constantino

 

Vaciados de tu paso de animal migrante

los caminos, destinos enlutados, asideros

de la memoria en la que por siempre habitas;

los hogares, leños marchitos, pervivencia

del Alma incrustada en mi costado;

los relojes, crueldad del invencible Cronos,

cicatrices en la piel desgarrada del solo.

Ellos son testigos inmóviles de tu existencia.

 

Vientre impregnado, transgresión de mortales

tentando a las furias de lo efímero,

¡llévate una parte de mi existencia

en tu gruta de vida iluminada!

 

 

El trovador

 

El muelle de la espera ha perdido

el nombre de las aguas que lo bañan.

 

En un recodo del tiempo supo

del mar de Odiseo y su ansia de regreso

al vientre encendido que del mismo

que se fue espera su vuelta en vano.

 

En el presente inasible de los mares

ha sido testigo del encuentro sin tregua

anhelado por las almas extraviadas

en las encrespadas aguas de las premoniciones.

 

Los mares perviven en cruenta lucha contra el tiempo

que nos acecha feroz al otro lado del imperturbable olvido.

 
La bruma solitaria acaricia al muelle de la despedida.

 

 

De Cánticos para Oriana (2003)