En enero de 1975,
se reunió en Bruselas el Tribunal Russell II del que Julio Cortázar fue uno de
sus miembros y García Márquez uno de sus vicepresidentes. El objetivo del
Tribunal fue investigar las violaciones a los derechos humanos individuales y
colectivos en América Latina cometidos por las diferentes dictaduras que
entonces asolaban al continente. A propósito de las deliberaciones del
Tribunal, Cortázar utiliza al personaje de Fantomas, la amenaza elegante,
para escribir un texto lúdico en el que los niveles de ficción y realidad, como
en toda su obra, se trasladan de un campo a otro movidos por la reflexión
política.
La revista de
Fantomas escogida para este juego literario transgenérico es La inteligencia
en llamas[1], que
había circulado un mes después de la reunión del Tribunal. En esta aventura,
Fantomas se enfrenta a una secta que ha decido quemar los libros y las
bibliotecas del mundo por considerar que no hay libros buenos y que son una
invención del diablo. En su investigación para dar con los fanáticos, Fantomas
habla con algunos escritores: Susan Sontag, que ha sufrido un atentado por
condenar esa “ola de terror cultural”; Alberto Moravia, amenazado de muerte;
Octavio Paz, a cuya casa han intentado incendiar; y llama también a Julio
Cortázar, a quien la secta le ha dicho que si escribe una novela más, lo
degüellan.
El relato de
Cortázar se titula Fantomas contra los vampiros multinacionales y la
portada nos muestra a Fantomas en acción, saltando sobre una hoguera de libros;
tiene un llamado, como si fuera la portada del comic, que dice: “Una utopía
realizable narrada por Julio Cortázar”. El relato comienza con el regreso del narrador
de Bruselas a Paris, luego de una semana de trabajo en las escuchas de testigos
y deliberaciones del Tribunal Russell II; en el puesto de revistas de la
estación del tren, el narrador compra la revista de Fantomas y comienza a
leerla durante el viaje. Desde el comienzo, la narración nunca mantiene un
humorístico tono que desacraliza a cada instante la posible solemnidad del
discurso político, dado el tema que atraviesa el relato:
…parecía casi
idiota abrir una revistita llena de colorinches en cuya tapa un gentleman de
capa violeta y máscara blanca se lanzaba de cabeza hacia el lector como para
reprocharle tan insensata compra, sin hablar de que en el ángulo inferior
derecho había un avisito de la Pepsi-Cola. […] Pero las revisas de tiras
cómicas tienen eso, uno las desprecia y demás pero al mismo tiempo empieza a
mirarlas y en una de esas, fotonovela o Charlie Brown o Mafalda, se te van
ganando y entonces FANTOMAS, La amenaza elegante, presenta,
LA INTELIGENCIA EN LLAMAS
—Boletos
—dijo el guardia.
Un episodio excepcional… arde la cultura del mundo… ¡Vea a
FANTOMAS en
apuros, entrevistándose con los más grandes escritores contemporáneos!
“¿Quiénes
serán?”, pensó el narrador, ya captado como sardina en la red de nailon pero
decidido a aceptar la ley del juego y leer figurita por figurita sin apurarse
como manda la experiencia del placer que todo zorro viejo conoce y acata, un
poco a la fuerza es cosa de decirlo.[2]
Cortázar es la voz
narrativa en primera persona del texto. Mientras lee la revista de Fantomas,
descubre que él es uno de los “grandes escritores contemporáneos”, a los que se
refiere el editor del texto que introduce las notas al pie de página frente a
los parlamentos de Fantomas. Cortázar, mediante la descripción y reproducción
de algunas páginas del comic, va leyendo la revista junto al lector de su texto
y, al mismo tiempo, comparte con este sus reflexiones sobre el trabajo realizado
en el Tribunal. Haciendo de la hibridez una forma de narrar, Cortázar —asumido
plenamente como el narrador de la historia— cuenta lo que sucede en el vagón
con los otros pasajeros, los hechos del comic que está leyendo y cómo él mismo ve
el efecto práctico del trabajo del Tribunal, cuestión que, con el pesimismo
crítico que caracteriza a Cortázar, le provoca cierta desazón:
…qué difícil
escapar al calambre de la culpabilidad, de no hacer lo suficiente, ocho días de
trabajo para qué, para una condena sobre el papel que ninguna fuerza inmediata
pondría en ejecución; el Tribunal Russell no tenía un brazo secular, ni
siquiera un puñado de Cascos Azules para interponerse entre el balde de mierda
y la cabeza del prisionero, entre Víctor Jara y sus verdugos.[3]
Entonces
viene la sorprendente fusión de los niveles de realidad, en una típica vuelta
de tuerca cortazariana. El narrador, ya en su departamento de París, recibe una
llamada de Susan Sontag, llamada que fusiona los planos de los diferentes
niveles de la realidad literaria: Sontag, personaje de la ficción de Fantomas,
se encarna como persona de otra ficción: la que está escribiendo Cortázar y,
entonces, ocurre la mezcla de lo fantástico y lo real, aunque ambos discursos
pertenezcan al campo de la literatura, es decir, al de la ficción. No obstante,
la narración de Cortázar está anclada a un hecho real: las sesiones del
Tribunal Russell y sus deliberaciones que, en forma de apéndice, forman parte
del texto de Cortázar que estamos leyendo:
—Estás enterado,
claro —dijo Susan.
—¿De qué? ¿De dónde
me hablas? ¿Por qué tengo la impresión de que te pasa algo malo y eso que no
soy telépata ni vidente?
—Lo mío no interesa
—dijo Susan—, pero después que me rompieron las piernas tuve tiempo para pensar
que…
—¿Las piernas?
—Ah, entonces no
estás enterado. ¿Pero cómo puedes no estar enterado si Fantomas te llamó por
teléfono antes que a mí?[4]
Cortázar
continúa con la lectura del comic que dejó inconclusa durante el viaje. Lectura
del comic y realidad de la ficción que está escribiendo son todo y uno al
momento de la lectura que estamos haciendo. A partir de este momento, los
niveles de la realidad se mezclarán completamente. Cuando Cortázar termina de
leer la revista, aparece Fantomas como personaje de la historia de la que el
mismo Cortázar es narrador y, entonces, la aventura contra la secta que quemaba
libros se convierte en la aventura contra “los vampiros multinacionales", que
sostienen a las dictaduras latinoamericanas.
Así,
junto a Cortázar y Fantomas,—debido a un recorte que Osvaldo Soriano ha enviado
a Fantomas dese Buenos Aires— nos enteramos de la existencia de una empresa
privada que, en Estados Unidos, vende equipos para asesinar y que se los
ofreció a un agente del Departamento de Justicia; también asistimos al
develamiento del mapa de golpes de Estado organizados por la CIA en todo el
mundo y del apoyo de las multinacionales, particularmente, al golpe en Chile
que derrocó al presidente Salvador Allende. De la ITT aparece el facsímil de
una carta, personal y confidencial, fechada el 17 de septiembre de 1970, que al
hablar de Chile dice: “Por ejemplo, una solución constitucional podría nacer de
desórdenes internos masivos, huelgas, y guerrilla urbana y rural. Esto
justificaría moralmente una intervención de las fuerzas armadas por un período
indefinido”[5]. El
narrador le completa el panorama a Fantomas y le muestra una carta de la
Química Hoechst, filial de Chile, que escribe a su central en Alemania, el 2 de
octubre de 1973: “…una acción preparada hasta el último detalle y realizada
brillantemente… El gobierno de Allende ha encontrado el final que merecía…
Chile será en el futuro un mercado cada vez más interesante para los productos
Hoechst”[6].
Información que hace que Fantomas, que ya había hinchado el pecho hasta casi
reventar la camiseta cuando leyó el oficio de la ITT, interviniera así: “—Que
las aspirinas se les queden atravesadas en el culo —dijo amablemente Fantomas”[7].
La amenaza elegante, entonces, decide emprender su acción de héroe solitario
contra las multinacionales que, como es de esperarse, está llena de pequeños
éxitos individuales y un gran fracaso en términos colectivos. Al final de la
aventura, Fantomas vuelve a reunirse con Cortázar, a quien le admite: “—Me
pregunto si no tenían razón, intelectuales de mierda, —dijo Fantomas—, días y
días de acción internacional y no parece que las cosas cambien demasiado”[8].
Fantomas contra
los vampiros multinacionales —cuyas regalías fueron
donadas por el autor al Tribunal Russell II—, es un texto transgenérico, un
espacio lúdico en el que los lectores asisten a un juego literario donde los
niveles de ficción y realidad están amalgamados con la política. Este texto es
un singular ejemplo del compromiso político de Cortázar y, al mismo tiempo, de
su búsqueda estética en los productos de la cultura popular y la permanencia de
esa perspectiva desacralizadora que caracteriza a su obra literaria.
Un cronopio solidario
y pequeño burgués
Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano y Julio Cortázar; Managua, 1984 |
…dedico muchos
esfuerzos a Nicaragua, que tan admirablemente lucha por mantener su soberanía
frente a los Estados Unidos que quisieran aplastarla. Supongo que los diarios
que leés te dan una idea completamente opuesta a lo que te digo, pero aquí sabemos
que luchar por Nicaragua y sobre todo por El Salvador es en estos momentos
luchar por el destino de la humanidad entera. Como te imaginás, esto supone
continuas ocupaciones, desplazamientos, reuniones… No me queda mucho tiempo
para escribir, pero siento que a veces llega el momento en que alguien como yo
tiene que escribir con actos más que con palabras.[10]
Al
recibir el premio Rubén Darío, y con todo el testimonio ético de su práctica
política solidaria, Cortázar insiste en la libertad del arte y del artista. En
“Apuntes al margen de una relectura de 1984”, uno de los textos del
libro sobre Nicaragua, Cortázar vuelve a ser crítico del “caso Padilla”, al
tiempo que enmarca sus posiciones en la ratificación de su compromiso por el
socialismo. Cortázar siempre bregó por la libertad de creación artística, al
mismo tiempo que expresó su militancia política sin peros de ninguna especie.
En el discurso de recepción del premio, un mes antes de morir de leucemia,
Cortázar expone una bella metáfora sobre aquel asunto, largamente tratado en su
obra:
La
cultura revolucionaria se me aparece como una bandada de pájaros volando a
cielo abierto; la bandada es siempre la misma, pero a cada instante su dibujo,
el orden de sus componentes, el ritmo del vuelo van cambiando, la bandada
asciende y desciende, traza sus curvas en el espacio, inventa de continuo un
maravilloso dibujo, lo borra y empieza otro nuevo, y es siempre la misma
bandada y en esa bandada están los mismos pájaros, y eso a su manera es la
cultura de los pájaros, su júbilo de libertad en la creación, su fiesta
continua.[11]
Cortázar nunca dejó a un lado la función lúdica de la
literatura y menos en el terreno de la política, como ya lo vimos. Por eso, el
subversivo sentido del humor de sus collages
está expuesto en la contratapa de Último
round. En la esquina inferior derecha, un pequeño anuncio actúa con la
fuerza simbólica de la ironía: el título es “Las grandes biografías de nuestro
tiempo” y el texto firmado por Ramiro de Casasbellas, aparecido en Primera plana, en junio de 1969, dice:
“…el escritor Julio Cortázar, un pequeño-burgués con veleidades castristas”.
Una nota entre paréntesis[12]
nos llevará al artículo “Acerca de la situación del intelectual
latinoamericano”, ya comentado. Y, por esa recurrencia de lo cíclico que
utiliza Cortázar en su obra, regreso a la entrevista para LIFE en la que en su párrafo final —develando, con el sentido de
anticipación que encontramos en su obra y en su vida, la perversidad militante de
Plinio Apuleyo Mendoza—, reafirma Julio Cortázar su visión política de la
literatura: “El verbo sólo será realmente nuestro el día en que también lo sean
nuestras tierras y nuestros pueblos”[13].
PD: Esta es la última de las cuatro entregas en las que dividí el artículo "Cortázar: revolu-cronopio-nario", Casa de las América (La Habana) # 278 (enero - marzo 2015): 10-26.
[1] Fantomas, la amenaza elegante, La inteligencia en llamas,
argumento de Gonzalo Martré y dibujos de Víctor Cruz, (México, editorial
Novaro) No. 201 (18 de febrero de 1975).
[2] Julio Cortázar, Fantomas contra los vampiros multinacionales,
México DF, Excélsior, 1975, pp. 13 y 14.
[3] Ibídem, p. 21.
[4] Ibídem, p. 25.
[5] Ibídem, p. 49.
[6] Ibídem, p. 50.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem, p. 64 y 65.
[9] En 1984, aparece una nueva edición que incluye, entre otros textos, el
discurso de recepción de la condecoración que el dio el gobierno sandinista.
[10] Aurora Bernárdez y Carles Álvarez, editores, Cortázar de la A a la
Z. Un álbum biográfico, Bogotá, Alfaguara, 2014, p. 193.
[11] Julio Cortázar, “Discurso de recepción de la orden Rubén Darío”, en Nicaragua,
tan violentamente dulce, Buenos Aires, Muchnik Editores, 1984, p. 51.
[12] (Para más detalles, véase p. 265 ss., tomo 2)
[13] “Un escritor y su soledad”, p. 55.