José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, junio 27, 2022

Crónica del mestizo

 

para Alejandro Moreano y Ariruma Kowii


 

 

 

 

 

 

 


 

Guaman Poma de Ayala, «Pregunta el autor / "Ma, villavai
[ Pero, dígame
] achamitama" [Aymara: "Tu llanto desde allí"] / Pregunta autor», en El primer nueva corónica y buen gobierno, edición crítica de John Murra y Rolena Adorno, traducción y análisis textual del quechua por Jorge L. Urioste (México D.F.: Siglo Veintiuno Editores, 1992), 338.

 

 

1

¡Ay, de mi palabra que apenas balbucea y mi testimonio ausente de penurias!

¡Ay, de mis instantes descolgados de las horas luctuosas de los otros!

¡Ay, de mis pasos de veleta y su tránsito de ciego a mediodía!


2

Palabra extraviada en meandros de extraña geografía

engolada de soberbia y ajena a cuanta finitud la rodea

vergonzante destello de arena que el mar recubre con agónicas

olas y desnuda con la humedad de su ausencia

 

Atisbo de alambradas anónimas

            remembranzas rehechas de remedos 

                        serpiente de soledades solapadas

                                   perfiles de permanencias percibidos tarde

 

Insostenible suspiro de luciérnagas

Frágil conjunción de vocablos de espuma

 

Palabra

            murmullo para el vasto corazón de mi noche

  

3

Instante descolgado de heroicas trompetas y redobles marciales

vientre estéril para la épica de oropeles de vencedores

insuficiente alarido del vendaval que arrasa el leve

polvo sin edad antes piedra de inamovible complacencia

 

Trémulas tentaciones de trascendencia

            crepita consagraciones coléricas

                        manutención en manotazos de miserias

                                   dolientes duelos de deleznables ídolos

 

Apresurado rumor de constelaciones

Efímera rosa revivida en rosa y otra vez rosa que se extingue

 

Instante

            fugacidad para la angustia irrepetible de mi fondo

 

4

Pasos sin huellas borrados para mañanas ajenos

huérfanos de perdurabilidad y permanencia transcendentes

instantáneo fulgor del zángano que acude henchido de feliz

concupiscencia para fecundar lo que no verá sino desde la muerte

 

Premura por presagios paradójicos

            visión vertida voraz en el vacío

                        invención ingrata e infinita

                                   bullicioso brebaje de banderas arco iris

 

Concepción bizarra de instantes

Encaminado fulgor de leña que crepita sin esperanza

 

Pasos

            peregrinaje para el envanecido espíritu de mi poesía

  

5

Invoco a Guaman Poma de Ayala y su Corónica extraviada

en laberintos irresolubles de siglos venideros para su prisa

inútil Escrivano de agravios

archivo de cadáveres que alimentan la gula de nuestro saber

 

Sacra Católica Real Magestad, digo que en este rreyno se acauan los yndios y se an de acauar. Desde aquí de ueynte años no abrá yndio en este rreyno de que se cirua su corona rreal y defensa de nuestra santa fe católica. Porque cin los yndios, vuestra Magestad no uale cosa porque se acuerde Castilla es Castilla por los yndios.

 

Autor caminante y penitente

¿odiarás todavía en mí a mi ser mestizo?

 

¿me considerarás otro autor que camina

sin más redención que la poesía

pobre dicha que busca agonizante escuchas

encomienda del baile y metáfora del solo?

 

¿aceptarás que me atreva a dar testimonio de tanto dolor a cuestas

que no me duele sino en la imagen

colgajo de esta crónica vista con ojos de milenio nuevo?

 

6

Invoco al cacique de Alangasí perdido para la memoria de estos días

en las cenizas agónicas de las hogueras y en lengua propia que no sé

doliente Poeta del crimen

sol enlutado que alumbra la rebeldía de los huérfanos de estos días

 

¡Caita yuyashpa

Mana huañuni!

¡Shungu llucshispa

Causaricuni!

 

Autor anónimo y doliente

¿podrá mi palabra mezclada de sangres llorar tu llanto?

 

¿qué aprendo de tu voz sino la invocación

para que las ganas de seguir viviendo permanezcan

intactas en los páramos donde mi ceguedad

solo alcanza polvo seco y viento, rumor y frío?

 

¿aceptarás que me atreva a dar testimonio de tanta lucha

rabia donde no he combatido

ni irritado mis vísceras de asco e impotencia?

 

7

Invoco a los vecinos de Pomallacta soliviantados por Gaspar Lema

copados de indignación ante la codicia de Esteban Rodríguez de Egüez

ariscos comuneros dispuestos a la justicia del palo en 1730

¿Me darán ellos las palabras que mi torpe mano espera

para esta escritura que pretende trascender el tiempo? 

 

Invoco a Tomás Asitimbay aferrado al Cristo del templo de Guasuntos

altar de sangre y desnudez imposibles

para el lenguaje de pan de oro del mestizo

frontispicio barroco donde la agonía es adorno

 

—Dígole Padre Ullaury que por qué me quiere entregar a mis enemigos

—Dígote indio Asitimbay que no te darán castigo alguno

 

Y a los indios de aquel 5 de diciembre de 1760 en la quebrada de Aipán repletas las alforjas de ira y piedras del camino

contra la lengua envenenada de mentiras

Y a los de Guamote y Columbe en 1803

Y a Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña en el siglo que pasó

Y a las voces que hablan de almas que no conozco ni puedo percibir

 

Mis palabras son cántaros rotos por donde se escapan mis frustraciones

Los invocados hablarán por su propio dolor antes que por mis versos

 

8

Invoco también a Manuel Vallejo cura de Cajabamba

cronista absorto como mi espíritu y mi tiempo

ante los más de doce mil indios del 8 de marzo de 1764

amanecer siguiente al Miércoles de Ceniza de aquel año del Señor

que sitiaron la villa de Riobamba para defender sus tierras

 

que los dichos indios desde la Conquista no abían dado en esta Provincia la menor muestra de rebelión, vibiendo sugetos, y unidos con los Españoles sin aspirar a mas fortuna, ni pareser hisiesen refleccion de su miserable vida y estado, pero a presente con la ocazion de la sublebacion, y de las ympresiones que en ellos hisieron an reflexionado sobre su miseria, maltrato, falta de tierras, opresion y sobre lo utiles y necessarios que son al Rey y a los Españoles...

 

Efervescencia del perdón enmohecido por el chasquido del látigo

junto al rítmico ronquido de obrajes

ecos sudorosos del olvido que envuelve a los mitayos

manos suplicantes ante la piedad infecunda

holganza de doctrineros y dueños de encomiendas

 

¡Oh, cabuya que de tanto apretar el gaznate al final

rompe y rasga y resta vida!

¡Oh, corazones alimentados de humillantes y crueles cepos!

Los poetas apenas somos testigos perjuros

volutas de humo que se solazan en la intimidad de sus amores rotos


9 

Yo no soy la voz de quienes hablan desde páramos en donde no he sufrido

a través de decires milenarios que mi torpe lengua

se niega a balbucir siquiera

 

Yo no soy la palabra que pretende apropiarse

de sufrimientos ajenos a mis privados llantos

ni de alegrías bailadas durante el Inti Raymi

ni de rituales de semillas domesticadas

que fecundan la tierra madre de espíritus

cuyo encanto intento descifrar en vano

 

No soy más que una voz perdida entre millones de voces si acaso

Finitud de vida y certezas puestas en el vaivén de la duda para siempre

Escribano incapaz de escuchar los murmullos de aquellos invocados

 

10

Vi durante aquel 28 de mayo de 1990 a decenas de indios

con ardides de bisbiseos y rituales de silencio

tomarse la Iglesia de Santo Domingo

como si el alma itinerante del padre Las Casas volviera por sus alegatos

Vi después del 4 de junio la caminata de tres mil

comuneros de Simbagua rumbo a Pujilí

y el susto en rostros amestizados como el mío

Vi a diez mil indios ocupando el estadio de Ambato

y el disgusto ante la osadía de los runas

en los entrecejos fruncidos como el mío

Vi la llegada de ciento veinte comunidades bajando

las lomas que rodean Guaranda

y el asombro petrificado en los de piel blanquiñosa como la mía

Vi la tozudez endurecida de siglos de veinte mil más que cercaban Latacunga

y el atónito silencio de quienes sentimos a la patria y su pasado

en el goloso degustar de chugchucaras, allullas y queso de hoja

Vi también la ira estéril heredada de las encomiendas de antaño

en las voces tronantes pero inútiles de quienes se consideran

descendientes de la patria criolla, posta de la dominación

 

...declara su fe en la única nacionalidad constitutiva de la República del Ecuador, nacida del grandioso crisol del mestizaje hispano americano, del cual todo ecuatoriano debe enorgullecerse, aglutinando así la diversidad en la unidad...

 

Y todo lo visto

lo estoy cantando con voz prestada

 

Final

¡Ah, estulticia ensoberbecida y mala poesía!

¡Ah, resquemor y tartamudeo frente a lo que no se entiende!

¡Ah, palabra cercenada por lo que escapa a las convicciones del corazón!

 

Esta crónica inconclusa es el testimonio de mi fracaso

de mi azoramiento de mi nada

inscrita en la estrechez de un verbo que no se hizo

ni en el sufrimiento ni en la fiesta ni en las rebeldías

escrita con trazos en deshabitados soliloquios

mientras afuera distinta vida fluye

 

No soy la voz de otras voces que pueden hablar por sí mismas

Tan solo eco de mis personales angustias y estrechos límites

Imposibilidad de mirar con ojos que no sean

los que me obsequian de limosna estas miopes ansiedades

No soy sino la palabra del vecindario que para mí he fabricado

en deuda por siempre con aquellos que no son yo

ni lo que cercanamente me rodea

 

Soy lo único que puedo ser y sin traiciones

y hasta de eso dudo pero en ello persisto necio

Voz de mi voz y mi personal profundidad de soledades

y nada más que este pobre palabreo mío.

 

N.B.: Crónica del mestizo es un intento de testimoniar, en lenguaje poético y desde los límites de una mirada mestiza, el sentido histórico y la raigambre cultural del levantamiento indígena del Inti Raymi de 1990. Obtuvo el Primer Premio de la VI Bienal de Poesía Ciudad de Cuenca (Ecuador, 2006), organizada por el grupo cultural La Palabra, entre 140 trabajos participantes. (Guayaquil / Quito: Báez Editores /Libresa, 2007). También fue publicado en la revista Hispamérica, # 106 (2007): 61-67.

Tal vez la poesía y una ojeada sobre la historia nos ayuden a comprender que, mientras la nuestra sea una sociedad inequitativa, excluyente, clasista y racista, la violencia social es uno más de los tantos síntomas cíclicos que dan cuenta de esta patria que no es una, sino varias que viven en una confrontación permanente, a veces soterrada, a veces visible, sin solución de continuidad.

El diálogo político es urgente; el entendimiento del mundo indígena por parte del mundo mestizo es imprescindible porque es la sociedad blanco-mestiza la que ejerce, entre otros, el poder del Estado; pero solo con políticas públicas que atiendan las necesidades de los pueblos indígenas y que construyan una patria plurinacional e intercultural -como lo establece nuestra Constitución y lo demuestra la realidad del país- la palabra paz alcanzará su sentido en plenitud.

lunes, junio 20, 2022

Jorge Dávila Vázquez y su reino de lo breve


La imaginación anida y emerge desde lo profundo de los sueños, ella multiplica la existencia del mundo de lo fantástico, su bestiario y sus ángeles, la frontera sutil entre los vivos y los fantasmas que transitan en la muerte; en la narrativa de Jorge Dávila Vázquez, la imaginación también descubre los intersticios que yacen en lo oculto de la cotidianidad, libera las posibilidades discursivas de la ucronía y la escritura transforma todo aquello que el imaginero sueña en la realidad ficcional del texto literario. Jorge Dávila Vázquez nos ha mostrado su maestría en el reino de lo breve en su abundante producción literaria de microrrelatos.

El diálogo intertextual con el mundo clásico griego es una constante en los microrrelatos de Dávila Vázquez que él desarrolla ampliamente en la sección «De la antigüedad», de Arte de la brevedad. Por ejemplo, Dávila Vázquez recrea a Circe, con su característico humor y su profundo conocimiento de la mitología griega, en «Tríptico de la Odisea»: «Vendió todo y se fue de la isla, nadie sabe a dónde. Parece que la partida de un marinero y su gente, con quienes pasaban ella y sus amigas agradables veladas, la desquiciara. Ahora, hay en su casa una fábrica de embutidos»[1]. Su reinterpretación de los mitos, de la vida de dioses y semidioses es también una manera de exponer una poética que se nutre de la imaginación de los relatos orales, insertos en la tradición literaria o en los decires de provincia. Además, ha trabajado el tema de la frontera deleznable entre la muerte y la vida que siempre es cruzada a uno u otro lado por la palabra del poeta. Así, en «El cruce de la Estigia», el viejo ciego que ha subido a la nave le dice a Caronte que no tiene oro, pero puede contarle una historia: «Y suelta los remos para escuchar mejor la historia de unos despiadados guerreros que llegaron a Ilión, la de las altas murallas, desde las islas lejanas, para rescatar a una bella mujer, raptada por un príncipe hermoso y cobarde…»[2].

Dávila Vázquez, que es uno de los principales exponentes del microrrelato en nuestro país, transita en el género, además de lo que ha sido dicho, con la levedad de espíritu de su narrativa, el humor corrosivo, la transgresión de la realidad cotidiana para instalar en ella el mundo de los fantástico, y un permanente diálogo intertextual con el arte de la música. La sección «Rumores de música» es un armonioso conjunto de textos que devela el sentido de la música como representación de la conducta humana; así está en ese texto que conjuga lo sublime y lo prosaico, desde la delicada vanidad de una flauta: «Tiembla ante el sonido del oboe, pero no soporta que el hombre que lo toca saque la boquilla llena de saliva, de tiempo en tiempo, y la sacuda allí mismo, junto a donde ella intenta cantar como un pájaro en medio de la marea de la orquesta»[3]. Los valses de ruptura, además de compenetrar la palabra con el ritmo musical, nos ofrecen metáforas en las que se conjugan el arte y la vida y esa angustia de saber si conseguirá la belleza deseada que siempre atormenta al artista: «… como esta composición, tan intensa y al mismo tiempo tan efímera, tan llena del espíritu de un ser como nosotros, artista, dueño de unas pasiones oscuras y aparentemente eternas, y, como los dos, permanentemente atormentado por lo imposible».[4]   

 Leer los microrrelatos de Dávila Vázquez es disfrutar de un diálogo intertextual exquisito y de un estilo que cuida la palabra como una joya expresiva. En sus textos breves deambulan fantasmas que se vuelven seres cotidianos, van cargando su inocencia los ángeles en sus diversas manifestaciones y tienen lugar los mundos utópicos y los bestiarios que los pueblan. Una sobremesa en la que los comensales niegan la existencia de los fantasmas termina así: «Todos estuvieron de acuerdo, y Dora estaba a punto de excusarse, cuando vio que empezaban a desvanecerse, y habría dado un alarido de esos que hielan la sangre en ciertas películas de miedo, si ella misma no hubiera sido parte del alegre grupo de espectros»[5]. Un ángel petrificado, afuera de la iglesia del pueblo de Balbanera, se volvió de piedra al contemplar la violencia inmisericorde del zurriago de un latifundista contra un campesino; Dávila Vázquez, que ha convertido la rumorosa oralidad en una fuente del narrador de sus historias le da una vuelta de tuerca al desenlace de la historia e introduce un elemento de honda repercusión política: «Claro que otros dicen que se volvió de piedra el día en que vio levantarse del suelo, todavía sangrante a su protegido, al que el señor maltrataba salvajemente, hundirle una hoz en el corazón y correr sin rumo, como enfebrecido o ebrio. Es posible»[6]. Y, como fórmula de una poética de la imaginación, el mundo utópico de Chatt-Daut y los seres que pueblan el bestiario del autor existen porque están en la escritura: «Total. Daut, la esplendorosa, puede muy bien existir con solo que alguien crea en ella»[7].

Leer la narrativa breve de Dávila Vázquez es un goce estético que engarza la mitología clásica griega desacralizada, el arte musical entrelazado con la palabra literaria y el mundo de lo fantástico construido con utopías, fantasmas, ángeles y bestiario propios; se expresa a través de un sentido del humor ácido que ayuda a sobrellevar la tristeza; construye la memoria del mundo y la vida y la atraviesa de nostalgia; finalmente, invoca a los sueños y libera a la imaginación para que la vida continúe esparciendo bellezas en las cotidianidades prosaicas.

Termino estas reflexiones alrededor del reino de lo breve de Jorge Dávila Vázquez celebrando el giro irónico, característico de su escritura literaria, con un texto de la sección «Micro-micros» de su más reciente libro Días de la vida (2022): «Discurso: una hora. ¿Risitas? ¿Bostezos? ¿Sueño? ¡Qué gran pieza oratoria!»[8].  

 

P.S.: Este artículo es un extracto del discurso de recepción que ofrecí con motivo de la incorporación de Jorge Dávila Vázquez como Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, el viernes 17 de junio, en el Aula Magna, de la Universidad de Cuenca. En esta entrega me he concentrado en las características de los microrrelatos del autor cuencano. La próxima entrega abordará las características del microrrelato en tanto género literario. Leer el discurso completo



[1] Jorge Dávila Vázquez, «Tríptico de la Odisea. Circe», en Este mundo es el camino, 2da. ed. (Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Azuay, 1985), 107. La fotografía que ilustra esta entrada es mía.

[2] Dávila Vázquez, «El cruce de la Estigia», en Arte de la…, 95.

[3] Jorge Dávila Vázquez, «Flauta», en Minimalia. Cien historias cortas (Quito: Editorial El Conejo, 2005), 12.

[4] Dávila Vázquez, «Vals sentimental Opus 51 No. 6», en Minimalia…, 41.

[5] Jorge Dávila Vázquez, «Los fantasmas existen», en Danza de fantasmas (Quito: Grupo Editorial Norma, 2011). 13.

[6] Jorge Dávila Vázquez, Acerca de los ángeles (Cuenca: Imprenta Monsalve Moreno, 1995), 16.

[7] Jorge Dávila Vázquez, «El esplendor. (Mito de la época media)», en Cuentos breves y fantásticos (Quito: Editorial El Conejo, 1984), 20.

[8] Jorge Dávila Vázquez, «Discurso», en Días de la vida. Cien microcuentos (Cuenca: Universidad del Azuay / Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Azuay, 2022), 121.


lunes, junio 13, 2022

«1984»: impecable y descarnada puesta en escena

La actuación de Patrick Valembois en el papel de Winston Smith es extraordinaria.

«La guerra es la paz. / La libertad es la esclavitud. / La ignorancia es la fuerza» son las tres consignas del Partido con las que el Ministerio de la Verdad —Miniver, en neolengua— educa políticamente a los ciudadanos. En las telepantallas aparece el rostro Emmanuel Goldstein, el Enemigo del Pueblo y comienzan los Dos minutos de Odio en los que todos, quisieran o no, eran irremisiblemente arrastrados a participar: «A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecerían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador vociferante»[1]. El rostro de Goldstein se desvanece y da paso al rostro del Gran Hermano. En la sala Malayerba, en Quito, bajo la dirección de Eduardo Hinojosa, Distópico Teatro ha estrenado 1984, una impecable y descarnada puesta en escena de la novela homónima de George Orwell.

           

O'Brien (David Noboa) y Winston Smith
El horror de la distopía política orwelliana está presente en los varios niveles semánticos de la obra teatral. La adaptación mantiene el sentido político de la novela, representa con credibilidad actoral el carácter de los personajes y sostiene, con los recursos propios del diálogo teatral, la tensión de un mundo vigilado por el aparato represivo y el ojo del Gran Hermano. El Estado totalitario es un ente omnipresente, de manera asfixiante, a lo largo de la obra: desde la oficina del Miniver, donde el miedo impera, hasta la habitación 101, en donde Winston es torturado por O’Brien para que sane de su inadaptación y acepte que ama al Gran Hermano: «Me preguntaste una vez qué había en la habitación 101. Te dije que ya lo sabías. Todos lo saben. Lo que hay en la habitación 101 es lo peor del mundo»[2].

            La actuación de Patrick Valembois en el papel de Winston Smith es extraordinaria. Desde el comienzo, Valembois logra una caracterización convincente de su personaje: su mirada, su voz, su actitud corporal, todo contribuye a convertirlo en el atormentado y desconfiado Winston Smith que descubre la verdad detrás de su trabajo de reescritura de la historia según los postulados del Ministerio de la Verdad. La fuerza actoral de Valembois dialoga con el espectador sobre el padecimiento del ciudadano común frente al miedo y la alienación que el Estado totalitario produce en cada uno: en la transformación del cuerpo del actor, desde el burócrata alienado del Miniver hasta la piltrafa deshumanizada de la habitación 101, se concentra el terror del totalitarismo dicho por O’Brien (David Noboa logra la repulsa que su cínico y cruel personaje genera en el espectador): «La tortura solo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder»[3].

 

Fernanda Corral, como Parsons, en uno de sus tres papeles, junto a Patrick Valembois como Smith.

            Hay que destacar el despliegue escénico de Fernanda Corral, que tiene a su cargo tres papeles: el del burócrata Parsons, el de la anticuaria informante y el del Gran Hermano. La actriz pasa del miedo del alienado burócrata a la hipocresía canalla de la anticuaria y remata con la representación del poder absoluto del implacable Gran Hermano. La versatilidad de Fernanda Corral en sus tan diferentes caracterizaciones habla de un excelente trabajo actoral y la mano de una dirección de actores notable.

           

El recurso audiovisual está bien logrado para mostrarnos la acción en otros escenarios. Proyectado en la pantalla, el video sobre el encuentro de Winston y Julia (Doménica López) fuera de la ciudad.

            La puesta en escena de 1984 utiliza el recurso audiovisual de manera lograda. La telepantalla en donde aparece el Gran Hermano y desde donde los controla todo, los escenarios exteriores, el bosque y el cuarto vigilado por el GH, en donde suceden los encuentros de Winston y Julia (Doménica López, que consigue convertirse en la representación de la idealización amorosa que será la perdición de ambos), y los elementos de la actualidad social (al comienzo de la obra) y del miedo mayor de la tortura (casi al final) son elementos que fluyen contribuyendo a la acción de la obra. Uno siente que el expresionismo minimalista de la utilería se complementa con los videos que reproduce una telepantalla en la que quienes lo observamos todo somos nosotros, espectadores del horror de una distopía que podría convertirse en una realidad del presente.  

           

Si bien Orwell concibió su obra para denunciar el peligro que, para las sociedades democráticas, representaba el totalitarismo, tanto del comunismo estalinista como del fascismo, su distopía política continúa vigente. El Estado del capitalismo neoliberal del siglo veintiuno se basa en la vigilancia permanente a sus ciudadanos, en una policía del pensamiento único dispuesta a criminalizar la disidencia, en la fabricación de un enemigo al cual odiar y en una neolengua que manipula la historia y los hechos para justificar la expoliación, la acumulación y la guerra. La versión teatral de 1984, de Distópico Teatro, nos recuerda el horror de poder totalitario con la contundencia política y la belleza estremecedora que emana del arte escénico.



[1] George Orwell, 1984 [1949] (Barcelona: Ediciones Destino, 2008), 21.

[2] Orwell, 1984, 276.

[3] Orwell, 1984, 257.


lunes, junio 06, 2022

«Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones»

En el Bicentenario de la muerte de Abdón Calderón

 

 

Captura de pantalla del retrato de Abdón Calderón y comentario sobre su muerte en: Issac J. Barrera, Relación de las fiestas del Primer Centenario de la batalla de Pichincha 1822-1922 (Quito: Talleres Tipográficos Nacionales, 1922), 23.


            El 28 de mayo de 1822, Antonio José de Sucre, en su informe sobre la Batalla de Pichincha, hace el siguiente balance: «Cuatrocientos cadáveres enemigos y doscientos nuestros han regado el campo de batalla: además tenemos 190 heridos de los españoles y 140 de los nuestros»; luego, consigna esta mención especial con su estilo sustantivo: «…hago una particular memoria de la conducta del teniente Calderón que, habiendo recibido consecutivamente cuatro heridas, jamás quiso retirarse del combate. Probablemente morirá; pero el Gobierno de la República sabrá compensar a su familia los servicios de este oficial heroico»[1]. El capitán Abdón Calderón Garaycoa (Cuenca, 30 de julio de 1804 – Quito, 7 de junio de 1822) —que, desde su incorporación en 1820, había peleado en varias batallas del ejército patriota— combatió heroicamente el 24 de mayo de 1822 en las faldas del Pichincha, con el grado de Teniente.[2] En esta celebración del Bicentenario, es necesario que, en nuestro sistema educativo, la figura de Abdón Calderón sea desmontada de la leyenda inverosímil que ha menoscabado su justo valor patriótico y que su participación en la gesta libertaria adquiera un nuevo significado en su real dimensión histórica.

El equívoco proviene de la amplia difusión que tuvo un texto de Manuel de J. Calle (1866-1918) sobre Abdón Calderón que forma parte de Leyendas del tiempo heroico (1905); su objeto, según advertencia de su autor, «es el de facilitar a los niños un pequeño libro de lectura que les hable de los grandes días de la Emancipación y procure despertar su infantil curiosidad que les lleve, más tarde, a un estudio serio de aquella época de la historia patria»[3]. En el relato de Calle, una bala rompe el brazo derecho de Calderón, pasa la espada a la izquierda y continúa arengando a los suyos al grito de «¡Viva la Patria!»; otra bala hiere su brazo izquierdo y él sigue adelante con la espada entre los dientes; otra bala más le atraviesa el muslo; al final, una bala de cañón le despedaza las piernas. «Y, allí, en el suelo, sin brazos, sin piernas, destrozado, mínima parte de sí mismo, aún respira con el aliento de valor gigantesco y lanza entre el hipo de la muerte el último viva la República»[4]. Calle quería despertar la curiosidad infantil; lastimosamente, ni siquiera los profesores fueron más allá de la lectura repetitiva y acrítica de su texto y, lo que es peor, lo fueron adornando, hasta tornarlo una caricatura, con tremendismos de todo tipo.

            Los investigadores Víctor Hugo Arellano Paredes y Mariano Sánchez Bravo, miembros de la Academia de Historia Marítima, descubrieron, a principios de este siglo, un expediente del 18 de diciembre de 1832 en el que Manuela Garaycoa de Calderón solicita las partidas de defunción de su esposo Francisco —también héroe de la lucha independentista que fue fusilado en diciembre de1812, en Ibarra, por orden del coronel español José Sámano, último virrey de Virreinato de Nueva Granada— y de su hijo Abdón. La partida de defunción de Abdón Calderón dice:

 

Maestro Fray Pedro Albán Provincial.- Ante mi presentado Fray Manuel Perre, Secretario de la Provincia, en cumplimiento del superior mandato que precede, certifico que el señor Abdón Calderón murió en casa del señor José Félix Valdivieso en siete de junio de mil ochocientos veinte y dos, y al día siguiente fue conducido con los mayores actos fúnebres y acompañamiento del lugar a esta iglesia del Convento Máximo en donde se le hicieron las exequias y fue sepultado su cadáver. Para los efectos que convengan doy en este Convento Máximo de San Nicolás de Quito, a diez de octubre de mil ochocientos treinta y dos.- Fray Ramón Carrillo, Presidente Comendador.[5]

 

Al enterarse de la muerte de Calderón, Simón Bolívar lo ascendió de manera póstuma al grado de Capitán y decretó que el sueldo fuera entregado a la madre del fallecido, Manuela Garaycoa de Calderón. Asimismo, dejó establecido que el Batallón Yaguachi no tendría en el futuro a nadie con dicho rango y que, cuando se pasara revista y se mencionara el nombre del capitán Abdón Calderón, la tropa respondiese: «Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones»[6]. Así, Bolívar no solo rendía homenaje a un joven patriota, sino que establecía en el imaginario de la nación la figura de un héroe de las guerras de independencia como referente para la construcción de una ciudadanía que sintiera suya la gesta libertaria de la patria naciente.[7]

En un artículo reciente, Gonzalo Ortiz Crespo, citando los documentos de Arellano y Sánchez, describe el contenido del «… expedientillo, en papel sellado de “doce reales” (con sello República de Colombia y sobresello Estado del Ecuador) …», comenta la participación en la gesta independentista tanto de Abdón Calderón como de Francisco, su padre, y concluye: «El gran historiador Eric Hobsbawm advertía que el historiador debe reaccionar ante los intentos de sustituir la historia por el mito. Habría que completar la frase: y cuando los mitos se han vuelto caricaturas, como pasó con Abdón Calderón, la obligación es volver a los hechos históricos comprobados, y dar a quien se lo merece su lugar de héroe».[8] Afortunadamente, ya existen varios textos en los que se revisa la leyenda de Manuel de J. Calle y se esclarece la verdad del heroísmo de llamado héroe niño. Los responsables del área de Estudios Sociales del sistema educativo tienen el deber cívico de restituir la condición heroica del capitán Abdón Calderón, más aún cuando los hechos lo señalan como un héroe verdadero: la construcción permanente de la identidad nacional necesita resignificar el valor de sus referentes históricos para comprender de mejor manera el sentido actual de la patria.

 

Poema de Manuela Garaycoa de Calderón, M. G. de C., dedicado a Simón Bolívar, en: Elías Muñoz Vicuña (comp.), Mujeres. Antología (Guayaquil: Universidad de Guayaquil, 1984), 61. La foto del poema es cortesía de Gustavo Salazar Calle y está incluido en el tomo primero de su antología, en dos tomos, Poesía ecuatoriana escrita por mujeres (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana / Centro Cultural Benjamín Carrión, 2022).


PS: La emisión del sello postal de Correos del Ecuador, en 1954, fue para conmemorar el sesquicentenario del natalicio de Abdón Calderón.

[1] Antonio José de Sucre, «Los resultados de la jornada de Pichincha», en De mi propia mano, selección y prólogo de J. L. Salcedo Bastardo (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2009), 93-94.

[2] Octavio Cordero Palacios, Vida de Abdón Calderón, 2da. ed. (Cuenca: Tipografía del Colegio Nacional Benigno Malo, 1940). En esta biografía se describe el itinerario militar de Abdón Calderón: Ingresó como voluntario en el ejército de Sucre (octubre de 1820); ascendió a Subteniente en el Batallón Voluntarios de la Patria, después del 9 de octubre; ascendió a Teniente, luego de la batalla de Camino Real (noviembre de 1820). En 1821, participa en las batallas de Tanizagua (enero), Yaguachi (agosto), Huachi (septiembre). En 1822, como Teniente al mando de la Tercera Compañía de Yaguachi, combate en la batalla de Tapi (abril) y en Pichincha (mayo).  

[3] Manuel de J. Calle, Leyendas del tiempo heroico, Introducción de Hernán Rodríguez Castelo (Guayaquil-Quito: Publicaciones Educativas Ariel, Clásicos Ariel # 22, sfe.), 21.

[4] Calle, Leyendas…, 140-141.

[5] Este reportaje cita parte del expediente hallado por Arellano y Sánchez, cuya ortografía he modernizado: «La muerte de Abdón Calderón: 7 de junio de 1822», El Universo, 7 de junio de 2004, acceso 4 de junio de 2022, https://www.eluniverso.com/2004/06/07/0001/18/A890EC80C90D40D291972147F6B9F5AB.html/

[6] Enrique Ayala Mora, Manual de Cívica (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar / Corporación Editora Nacional, 2009), 74. En este manual ya se restituye la dimensión heroica de Abdón Calderón con datos apegados a la historia.

[7] Edgar Allan García ha escrito un didáctico relato biográfico, narrado en primera persona, sobre Abdón Calderón: https://www.facebook.com/100008433424081/posts/pfbid024tFuJEJoeJdmXQMfu4QUBcQFxJxJ5hUgWgU9JG65ceJLmcuvwpwzF9wrKPwkGBBMl/?app=fbl

[8] Gonzalo Ortiz Crespo, «Abdón Calderón, héroe grande de la patria», Mundo Diners, 1 de junio de 2022, acceso 3 de junio de 2022, https://revistamundodiners.com/abdon-calderon/?utm_source=web&utm_medium=primicias&utm_campaign=junio