¿Qué nos enseñó la pandemia sobre la educación a distancia? ¿Qué falencias del sistema educativo nos reveló el confinamiento? ¿Qué necesidades de conectividad quedaron al descubierto? En los momentos más graves de la pandemia nos dimos cuenta de que nuestro país, al igual que otros del área andina, carecía de plataformas de contenido y sistemas de educación a distancia fortalecidos y tenía un acceso muy limitado a dispositivos tecnológicos e Internet. Y, sin reposición de ninguna naturaleza, los costos de internet y de los dispositivos tecnológicos, requeridos con urgencia durante el confinamiento, fueron asumidos de manera inmediata y en su totalidad por las y los docentes, tanto en el sistema educativo público como en el privado.[1]
Partamos del hecho de que la educación a distancia no es una reproducción mecánica de la educación presencial a través de tecnologías telemáticas y otros medios. Sin embargo, así se hizo durante la pandemia porque estábamos en una situación de emergencia mundial y las respuestas fueron implementadas de manera inmediata y sin mucho debate teórico. Luego de tal experiencia, que ya podemos evaluar, tenemos que reformular la práctica reciente partiendo del principio de que el desarrollo de contenidos, didácticas y metodologías deben considerar los aspectos específicos de la modalidad a distancia.
En este marco, hay que lograr en todo el sistema educativo, independientemente de su modalidad, una combinación de las disciplinas STEM[2] y de las habilidades blandas (creatividad, capacidad para resolver conflictos, condiciones para el trabajo en equipo, adaptabilidad a situaciones inéditas, pensamiento crítico, etc.); asimismo, hay que poner énfasis en el mejoramiento de las destrezas de la lectura y la escritura. La comprensión lectora y la capacidad para escribir contribuyen de manera fundamental al desarrollo del pensamiento crítico, de ahí que habría que fortalecer el plan de Lectura y Fomento del Libro, más aún en esta coyuntura en que las industrias culturales han sido golpeadas severamente por efectos de la pandemia.[3] Además, se debe aprovechar las ventajas de subir los textos prescritos en línea y las amplias posibilidades tecnológicas de multiplicar los talleres de lectura en las plataformas virtuales.
La Encuesta Nacional Multipropósito de Hogares, realizada por el INEC en diciembre de 2020, señalaba que «en el 2020, el porcentaje de hogares con acceso a internet aumentó 7,7 puntos porcentuales a nivel nacional, 5,6 puntos en el área urbana y 13,1 puntos en el área rural»[4]; no obstante, el dato, que podría generar cierto optimismo, se estrella contra la realidad: el porcentaje de hogares con acceso a internet en la zona rural es de apenas el 34,7 % y en la zona urbana es de un modesto 61,7 %. Lo más preocupante es que, según la misma encuesta, «el porcentaje de personas que utilizan computadora disminuyó: 6,7 puntos porcentuales a nivel nacional, 6,0 en el área urbana y 8,4 puntos en el área rural», con lo cual, el porcentaje de personas que utilizan computadoras quedó en 40,7 % en la zona urbana y en 20,5 % en la rural.
Por lo tanto, es indispensable que el Ministerio de Educación, en conjunto con el de Telecomunicaciones, diseñen una política pública destinada a multiplicar la conectividad de las y los docentes que incluya servicios de internet, acceso a dispositivos tecnológicos a los más bajos costos posibles, o a costo de reposición subvencionado por el Estado así como una generalización del uso de software libre en el sistema educativo nacional. Y, claro está, hay que poner énfasis en las zonas rurales. Además, hay que anotarlo, el financiamiento para la implementación de esta política no debe depender ni de la cooperación internacional ni de la buena voluntad de la empresa privada: el financiamiento debe ser tanto por obligaciones contractuales de las telefónicas, así como por un impuesto a las utilidades de estas. Después de todo, se trata de herramientas que el profesorado necesita para su trabajo.
Luego de la pandemia, el Ministerio de Educación tiene que aprovechar la experiencia para institucionalizar un poderoso sistema de educación a distancia que incorpore todas las tecnologías disponibles, esto es televisión, radio, prensa, Internet, etc. En América Latina existe una larga tradición de la educación a distancia llevada a cabo por medios públicos y comunitarios cuya práctica requiere ser investigada, analizada y potenciada para su fortalecimiento. Por lo mismo, el Estado debe invertir en la televisión y la radio públicas para ampliar la cobertura de los programas educativos a distancia que, en la zona rural, ampliaría la cobertura y sería un apoyo indispensable para las escuelas unidocentes. El gobierno central debería promover una legislación que amplíe el uso de espacios para educación a distancia en la programación de la televisión y radios privadas y comunitarias; y, también, ampliar las plataformas de contenidos y sistemas de gestión de los aprendizajes a distancia que fueron desarrolladas durante el confinamiento.
En síntesis, la experiencia de lo que fue la improvisación de clases en línea, sin metodología adecuada, con acceso elemental a los sistemas tecnológicos y una conectividad básica, desarrollada durante la pandemia, nos ha dado elementos importantes para reformular la práctica de la educación a distancia. Así, es fundamental ampliar y democratizar el acceso a internet y a los dispositivos tecnológicos necesarios para aquella. Por último, en el sistema de educación a distancia tienen que integrarse todos los medios de comunicación en tanto herramientas del sistema. Las lecciones que nos dejó la pandemia deben servirnos para hacer de la educación a distancia una modalidad combinada con la presencial, al servicio de todos, todos los días.
[1] La ilustración de esta entrada ha sido tomada del sitio web de UNESCO, acceso el 11 de abril de 2022, https://es.unesco.org/themes/tic-educacion/orientaciones-aprendizaje-distancia
[2] Acrónimo de los términos en inglés: Science, Technology, Engineering y Mathematics (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Mataméticas).
[3] Entre marzo y diciembre de 2020, las industrias culturales de Ecuador perdieron alrededor de 225 millones de dólares, según un boletín del Sistema Integral de Información Cultural, SIIC, «Impacto del Covid-19 en el sector cultural y patrimonial del Ecuador» (Marzo, 2021), acceso 22 de junio de 2021, https://www.culturaypatrimonio.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2021/04/Boleti%CC%81n-Impacto-del-Covid-19.pdf
[4] INEC, Tecnologías de la información y comunicación. Encuesta multipropósito TIC, abril 2021, acceso el 10 de abril de 2022, https://www.ecuadorencifras.gob.ec//tecnologias-de-la-informacion-y-comunicacion-tic/