José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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lunes, febrero 06, 2023

«Manual de escritura académica»: segunda edición ampliada y actualizada


Existe un libro que me ha acompañado desde mi niñez. Durante el febrero guayaquileño de 1970, me senté en la fresca sala de la casa que mi familia alquilaba en el barrio del Seguro Social a leer El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. El principito, como sabemos, vino del asteroide B 612. En la novelina se cuenta que dicho asteroide fue descubierto por un astrónomo turco, en 1909.  «Él había hecho entonces una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le había creído por su manera de vestir». El astrónomo volvió a hacer su demostración, en 1920, ya no con su vestimenta tradicional turca sino con un elegante traje europeo: «Y esta vez todo el mundo compartió su opinión»[1].

            La implementación de la cultura de la investigación en la escuela educa en la búsqueda permanente de la verdad, basada en la lectura crítica y el uso de datos fácticos, así como en una ética que combata los prejuicios. También forma el espíritu en la práctica de la honestidad intelectual; por tanto, contribuye a la derrota de los prejuicios que el mundo pretende imponernos. El descubrimiento del astrónomo turco es verdadero por su investigación científica y no por el traje que utilice paras exponerlo. Para dar testimonio de esa búsqueda de la verdad, la cultura de la investigación ha hecho de la escritura académica su fundamental vehículo expresivo.

            El Manual de escritura académica que he preparado es un instrumento de apoyo pedagógico para toda institución educativa que decida desarrollar la cultura de la investigación y, por ende, la escritura de textos académicos, como parte de su Proyecto Educativo Institucional y requiera de una herramienta básica para su aplicación. Al mismo tiempo, este manual es una guía práctica para estudiantes y docentes que lleven adelante, por necesidades académicas o vocación personal, proyectos de investigación bibliográfica. El manual se basa en mi experiencia docente, tanto en el bachillerato como en la universidad, así como en el variado trabajo de investigación que he realizado desde hace muchos años. En la segunda edición, ampliada y actualizada (después de siete reimpresiones de la primera edición), he utilizado los lineamientos del estilo Chicago-Deusto, las normas de la Real Academia Española, RAE, así como adaptado, con mucha libertad de mi parte, varias fuentes especializadas en la escritura académica —todas ellas escrupulosamente citadas— a las necesidades de nuestro sistema escolar. El Manual de escritura académica, pensado para quienes investigan en la escuela o la universidad, es una guía, escrita con la mayor claridad didáctica que me ha sido posible, para estudiar de manera sencilla y práctica los fundamentos de la escritura académica y aplicar las formalidades de estilo para los trabajos de investigación.

            ¿Cuáles son las diferencias entre la publicación de 2003 y la nueva edición? Para empezar, quiero referirme a la distinta organización del manual: he ampliado los capítulos correspondientes a la manera de implementar la cultura de la investigación y la honestidad académica en la escuela. De igual manera, el orden de exposición de los textos académicos comienza por el párrafo, continúa con los diversos géneros discursivos y los tipos de ensayo, para terminar con la monografía. El capítulo X, «Lineamiento para la redacción de la monografía», está concebido como un manual de estilo que puede ser adoptado por cualquier institución educativa.

            En segundo lugar, he incorporado nuevos elementos. En el capítulo III he desarrollado cinco tipos de párrafos, a diferencia de los tres de la primera edición. En el capítulo IV, aumenté las cualidades de la escritura académica, de igual forma, de tres a cinco y su explicación contiene nuevos planteamientos. En el capítulo V, expongo las diversas formas de textos académicos —lo que se conoce como géneros discursivos—, lo que constituye una novedad de esta edición. Asimismo, el capítulo XI, «Apuntes sobre el estilo», tiene una sección inédita que expone el «Decálogo sobre la escritura académica», un código deontológico personal para compartirlo con las maestras y los maestros de mi patria. La lista de textos consultados, mucho más nutrida en sus referencias bibliográficas respecto de la primera edición, es testimonio de los novedosos senderos de la investigación que pretendo que recorramos juntos. Finalmente, en esta nueva edición del manual he cambiado la casi totalidad de los textos utilizados como ejemplos.[2]

            En tercer lugar, quiero señalar la modificación de algunos asuntos conceptuales. He reducido los tipos de ensayo de los tres, de la edición anterior, a dos modelos que considero básicos para las instituciones de Educación General Básica, EGB, y Bachillerato, y que, de alguna manera, contienen a la variedad de modelos que existe: el ensayo de argumentación y el de comparación y contraste. En la edición anterior, las recomendaciones para el uso no sexista del lenguaje constaban como uno de los anexos; en esta nueva edición las he incorporado, a la luz de los debates actuales sobre el tema, no solo como parte del capítulo final sino como un elemento constitutivo de la redacción de este libro.

            Como señalé en la introducción de la primera edición, estoy convencido de que la sistematización de la escritura académica es una necesidad ineludible de nuestro sistema educativo. Lastimosamente, tanto en la escuela como en la universidad, hemos preferido la expresión escrita basada en la espontaneidad, puesto que esta produce la ilusión de libertad. Sin embargo, la espontaneidad de la escritura no ha contribuido a la libertad expresiva, sino, por el contrario, a una especie de pánico escriturario y quien se enfrenta a la escritura de textos académicos encuentra enormes dificultades, no tanto porque carezca de ideas cuanto porque carece de las herramientas adecuadas para expresarlas. En realidad, la escritura académica nos descubre todo lo contrario: la rigurosidad de la estructura del texto académico es lo que nos permite movernos con absoluta libertad expresiva en el planteamiento y sustento de las ideas. Solo a partir del dominio de la forma es como romperemos con esa forma y, solo así, escribiremos con una forma expresiva propia.

El pasaje de El principito, que cité al comienzo, me enseñó una lección de vida: el mundo está lleno de prejuicios. Desde entonces, creo que una de nuestras principales tareas éticas es combatir los prejuicios y hacer lo que esté a nuestro alcance para buscar la verdad y aceptar al ser humano en su diversidad: la investigación y la escritura académica contribuyen a aquello.

 


              Información y pedidos:

Corporación Editora Nacional,

Roca E9-59 y Tamayo – Quito, Ecuador

Teléfonos: (593 2) 255 4358, 255 4558, 256 6340

https://www.cenlibrosecuador.org/

cen@cenlibrosecuador.org



[1] Antoine de Saint-Exupéry, El principito [1943], (Quito: Velázquez & Velázquez Editores, 2005), 22-23. 

[2] Agradezco a las personas que me autorizaron a utilizar sus textos e intervenir en ellos, modificándolos por razones de exposición didáctica, para que se ajusten al modelo descrito en el apartado respectivo.


lunes, enero 30, 2023

En Limoncito se aprende haciendo

La Unidad Educativa del Milenio «Ing. Agr. Juan José Castelló Zambrano» está ubicada en Limoncito, comuna de la parroquia rural Simón Bolívar, también conocida como Julio Moreno, del cantón Santa Elena.

En la vida académica y el servicio público los conceptos filosóficos se multiplican. Existe, por ejemplo, la idea de los cuatro pilares de la educación, según Jaques Delors: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Asimismo, a nivel internacional, se ha formulado políticas públicas educativas en el marco de un compromiso permanente del Estado para lograr la realización plena del derecho a una educación pública gratuita de calidad y calidez para todos. En otro ámbito, el principio pedagógico del aprender haciendo no es solo una consigna institucional sino una manera de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje. Sentir que estas formulaciones filosóficas se encuentran, años después, en la vida cotidiana de una institución escolar —en cuyo nacimiento uno contribuyó con la mínima semilla de un bosque—, es una satisfacción espiritual que recompensa los desvelos y sinsabores del servicio público.

            La Unidad Educativa del Milenio «Ing. Agr. Juan José Castelló Zambrano» está ubicada en Limoncito, comuna de la parroquia rural Simón Bolívar, también conocida como Julio Moreno, del cantón Santa Elena. El sábado 28 de enero se llevó a cabo una sencilla ceremonia, tanto por la creación de la institución cuanto porque el 31 de enero se conmemora el natalicio de quien es su patrono. Quince años atrás, entre septiembre y noviembre de 2007, se ejecutaron las acciones administrativas que desembocaron en la creación de la fundación y la UEM. La Fundación del mismo nombre donó al Ministerio de Educación el terreno de la finca Carmen Paulina: cuarenta hectáreas productivas para las prácticas agrícolas. El convenio entre la fundación y el Ministerio permitió un trabajo conjunto para sacar adelante este proyecto educativo según el modelo del Zamorano, de Honduras. El diseño del pénsum contó con la asesoría de la economista Mayra Falck, en ese entonces, docente de dicha universidad, que también estuvo en la conmemoración del sábado pasado.

Con Juan José Castelló y Josefina Zambrano de Castelló.
El proyecto educativo rinde tributo a la memoria de un graduado del Zamorano, el ingeniero agrónomo Juan José Castelló Zambrano (1986-2007), a través de la implementación de la pedagogía del aprender haciendo de dicha universidad y, al mismo tiempo, ha convertido un territorio rural en un espacio comunitario de producción. En él, confluyen niños y jóvenes de las comunas de Limoncito, Juntas del Pacífico, Santa Ana, La Frutilla y Sube y Baja, que pertenecen a la parroquia de Simón Bolívar. Esta institución educativa nació en medio del dolor de los padres, Juan José y Josefina, por la pérdida de su hijo: ellos convirtieron su duelo familiar en un proyecto de vida al servicio de la comunidad y se han entregado con amor a generar las mejores condiciones, en alianza con las autoridades educativas, para la educación de la zona entendida como un motor que promueve el desarrollo de las comunas.           


En 2008, se iniciaron las actividades con una minga que levantó diez casas de caña guadúa de dos plantas, para las residencias estudiantiles; tres casas prefabricadas, para los docentes y la administración; dos galpones para comedor, cocina y dispensario médico; y tres aulas y un laboratorio de cómputo. En 2010, el Ministerio de Educación construyó el complejo educativo con una inversión de 3’500.000 US$. Hubo diferentes proyectos productivos con resultados diversos, según lo señalado en una investigación académica de 2013[1]: planta de procesamiento de ciruela, proyecto piloto del cultivo de piñón, producción de cacao fino de aroma, maracuyá, plátano y maíz, administración de un hato de cincuenta vacas, laboratorio de biotecnología, etc. Actualmente, se han iniciado dos proyectos: criadero y distribución de gallinas criollas y sembrío de balsa. De hecho, el sábado pasado disfrutamos de un exquisito seco de gallina, cuya textura y sabor son superiores, sin discusión alguna, a los de las aves de criaderos industriales, y ese mismo día, de manera simbólica, también sembramos algunos árboles del proyectado bosque de balsa.   

Con mi hija Daniela, sembramos un árbol de balsa.
            El proyecto educativo de la UEM JJCZ ha tenido logros y contratiempos a lo largo de estos quince años. En este proceso, el entusiasmo de su comunidad educativa se ha fortalecido y, desde hace un lustro, se retomó la relación de manera más estrecha entre la UEM y la Fundación JJCZ. En todo caso, aquellos conceptos educativos y de política pública, que mencioné al comienzo, se realizan en la vida diaria de este proyecto educativo que alberga, en cada célula de la naturaleza que envuelve a la escuela, el espíritu vivo de aquel joven ingeniero agrónomo, sintetizado en el nombre del proyecto inicial: «Yo sueño con Limoncito».



[1] Luz María Guamán Salazar y Felipe Vásquez Villaba, «Sistematización de la experiencia de desarrollo de la fundación Juan José Castelló Zambrano, Limoncito, Ecuador», Proyecto especial de graduación presentado como requisito parcial para optar al título de Ingenieros en Ambiente y Desarrollo en el
Grado Académico de Licenciatura en la Escuela Agrícola Panamericana, Zamorano, Honduras, noviembre de 2013, https://bdigital.zamorano.edu/server/api/core/bitstreams/2307aa62-bf67-4dfa-bd7b-c21048aa9b5f/content


lunes, abril 11, 2022

La Educación a distancia después de la pandemia

           


¿Qué nos enseñó la pandemia sobre la educación a distancia? ¿Qué falencias del sistema educativo nos reveló el confinamiento? ¿Qué necesidades de conectividad quedaron al descubierto? En los momentos más graves de la pandemia nos dimos cuenta de que nuestro país, al igual que otros del área andina, carecía de plataformas de contenido y sistemas de educación a distancia fortalecidos y tenía un acceso muy limitado a dispositivos tecnológicos e Internet. Y, sin reposición de ninguna naturaleza, los costos de internet y de los dispositivos tecnológicos, requeridos con urgencia durante el confinamiento, fueron asumidos de manera inmediata y en su totalidad por las y los docentes, tanto en el sistema educativo público como en el privado.[1]

            Partamos del hecho de que la educación a distancia no es una reproducción mecánica de la educación presencial a través de tecnologías telemáticas y otros medios. Sin embargo, así se hizo durante la pandemia porque estábamos en una situación de emergencia mundial y las respuestas fueron implementadas de manera inmediata y sin mucho debate teórico. Luego de tal experiencia, que ya podemos evaluar, tenemos que reformular la práctica reciente partiendo del principio de que el desarrollo de contenidos, didácticas y metodologías deben considerar los aspectos específicos de la modalidad a distancia.

            En este marco, hay que lograr en todo el sistema educativo, independientemente de su modalidad, una combinación de las disciplinas STEM[2] y de las habilidades blandas (creatividad, capacidad para resolver conflictos, condiciones para el trabajo en equipo, adaptabilidad a situaciones inéditas, pensamiento crítico, etc.); asimismo, hay que poner énfasis en el mejoramiento de las destrezas de la lectura y la escritura. La comprensión lectora y la capacidad para escribir contribuyen de manera fundamental al desarrollo del pensamiento crítico, de ahí que habría que fortalecer el plan de Lectura y Fomento del Libro, más aún en esta coyuntura en que las industrias culturales han sido golpeadas severamente por efectos de la pandemia.[3] Además, se debe aprovechar las ventajas de subir los textos prescritos en línea y las amplias posibilidades tecnológicas de multiplicar los talleres de lectura en las plataformas virtuales.

            La Encuesta Nacional Multipropósito de Hogares, realizada por el INEC en diciembre de 2020, señalaba que «en el 2020, el porcentaje de hogares con acceso a internet aumentó 7,7 puntos porcentuales a nivel nacional, 5,6 puntos en el área urbana y 13,1 puntos en el área rural»[4]; no obstante, el dato, que podría generar cierto optimismo, se estrella contra la realidad: el porcentaje de hogares con acceso a internet en la zona rural es de apenas el 34,7 % y en la zona urbana es de un modesto 61,7 %. Lo más preocupante es que, según la misma encuesta, «el porcentaje de personas que utilizan computadora disminuyó: 6,7 puntos porcentuales a nivel nacional, 6,0 en el área urbana y 8,4 puntos en el área rural», con lo cual, el porcentaje de personas que utilizan computadoras quedó en 40,7 % en la zona urbana y en 20,5 % en la rural.

            Por lo tanto, es indispensable que el Ministerio de Educación, en conjunto con el de Telecomunicaciones, diseñen una política pública destinada a multiplicar la conectividad de las y los docentes que incluya servicios de internet, acceso a dispositivos tecnológicos a los más bajos costos posibles, o a costo de reposición subvencionado por el Estado así como una generalización del uso de software libre en el sistema educativo nacional. Y, claro está, hay que poner énfasis en las zonas rurales. Además, hay que anotarlo, el financiamiento para la implementación de esta política no debe depender ni de la cooperación internacional ni de la buena voluntad de la empresa privada: el financiamiento debe ser tanto por obligaciones contractuales de las telefónicas, así como por un impuesto a las utilidades de estas. Después de todo, se trata de herramientas que el profesorado necesita para su trabajo.

            Luego de la pandemia, el Ministerio de Educación tiene que aprovechar la experiencia para institucionalizar un poderoso sistema de educación a distancia que incorpore todas las tecnologías disponibles, esto es televisión, radio, prensa, Internet, etc. En América Latina existe una larga tradición de la educación a distancia llevada a cabo por medios públicos y comunitarios cuya práctica requiere ser investigada, analizada y potenciada para su fortalecimiento. Por lo mismo, el Estado debe invertir en la televisión y la radio públicas para ampliar la cobertura de los programas educativos a distancia que, en la zona rural, ampliaría la cobertura y sería un apoyo indispensable para las escuelas unidocentes. El gobierno central debería promover una legislación que amplíe el uso de espacios para educación a distancia en la programación de la televisión y radios privadas y comunitarias; y, también, ampliar las plataformas de contenidos y sistemas de gestión de los aprendizajes a distancia que fueron desarrolladas durante el confinamiento.

            En síntesis, la experiencia de lo que fue la improvisación de clases en línea, sin metodología adecuada, con acceso elemental a los sistemas tecnológicos y una conectividad básica, desarrollada durante la pandemia, nos ha dado elementos importantes para reformular la práctica de la educación a distancia. Así, es fundamental ampliar y democratizar el acceso a internet y a los dispositivos tecnológicos necesarios para aquella. Por último, en el sistema de educación a distancia tienen que integrarse todos los medios de comunicación en tanto herramientas del sistema. Las lecciones que nos dejó la pandemia deben servirnos para hacer de la educación a distancia una modalidad combinada con la presencial, al servicio de todos, todos los días.



[1] La ilustración de esta entrada ha sido tomada del sitio web de UNESCO, acceso el 11 de abril de 2022, https://es.unesco.org/themes/tic-educacion/orientaciones-aprendizaje-distancia

[2] Acrónimo de los términos en inglés: Science, Technology, Engineering y Mathematics (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Mataméticas).

[3] Entre marzo y diciembre de 2020, las industrias culturales de Ecuador perdieron alrededor de 225 millones de dólares, según un boletín del Sistema Integral de Información Cultural, SIIC, «Impacto del Covid-19 en el sector cultural y patrimonial del Ecuador» (Marzo, 2021), acceso 22 de junio de 2021, https://www.culturaypatrimonio.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2021/04/Boleti%CC%81n-Impacto-del-Covid-19.pdf

[4] INEC, Tecnologías de la información y comunicación. Encuesta multipropósito TIC, abril 2021, acceso el 10 de abril de 2022, https://www.ecuadorencifras.gob.ec//tecnologias-de-la-informacion-y-comunicacion-tic/


domingo, enero 30, 2022

Políticas públicas necesarias para el retorno seguro a las clases presenciales en las escuelas

             

Un estudio de UNICEF sostiene que «en 9 de cada 10 hogares, los niños han mejorado su estado anímico con el retorno a clases, y en 8 de cada 10 familias, los niños se sienten más motivados a aprender».  (Foto tomada del sitio de UNICEF, 2021, Rivas)

He leído algunos comentarios en Tuiter, de personas bienintencionadas, que claman por el regreso a las aulas y se lamentan de las pérdidas de todo tipo que la pandemia ha ocasionado en el estudiantado. Unicef señaló, si bien antes del pico de contagios producto del Ómicron, que «la evidencia demuestra que las escuelas no son un foco de contagio si se siguen los protocolos de bioseguridad»[1]. Sin duda, existe acuerdo en que el cierre del sistema educativo, en todos sus niveles, perjudica los aprendizajes. Este perjuicio se agudiza en situación de pobreza o de desplazamiento y también para habitantes de zonas urbano-marginales y rurales, particularmente, indígenas. En general, «el no acudir a clases presenciales genera pérdida de aprendizaje para todos los niños, niñas y adolescentes, amplía la brecha entre quienes tienen recursos para continuar con la educación a distancia y quienes no, además, supone menores posibilidades de desarrollar habilidades sociales y repercute en mayor medida en la salud mental»[2].

            Así, el retorno a las aulas debe tener en cuenta lo que ha sufrido la población vulnerable y, por lo tanto, implementar planes y programas de recuperación y continuidad de los aprendizajes. Sin embargo, no bastan ni la buena voluntad ni los postulados teóricos en los que casi todos coincidimos para regresar a las aulas, puesto que, para el regreso seguro a las aulas y la movilización que este conlleva, se requiere de una política pública que vaya más allá de la esfera escolar.

            Fue acertada la decisión de la ministra de Educación, en junio de 2021, de realizar un censo educativo para evaluar la deserción y el impacto que el cierre de las escuelas durante la pandemia había ocasionado en el estudiantado. Lamentablemente, después de aquel primer anuncio, no hay ninguna información en la página web del ministerio sobre el censo, sus características y, si ya están tabulados, sus resultados. En todo caso, es urgente tener información actualizada sobre:

            a) conectividad de las escuelas y de las familias del estudiantado;

            b) el nivel de acceso a radio y televisión, con la información disgregada en zonas rurales, urbano marginales y urbanas;

            c) el resultado, tanto cualitativo como cuantitativo, en la comunidad educativa del Plan Educativo Covid-19 y del «Currículo priorizado 2020-2021»; y

            d) el impacto psicológica y socioemocional de la comunidad educativa, pero, sobre todo, del personal docente y administrativo de las unidades escolares y los efectos que el trabajo desde la casa ha tenido en su desempeño laboral y su vida familiar, toda vez que los espacios de trabajo y convivencia familiar se mezclaron.

            Me parece que la mayoría de los especialistas, tanto educativos como de salud, estamos de acuerdo en la necesidad de regresar a las aulas, pero, para lograrlo con los protocolos de bioseguridad de los que habla Unicef, sugiero el cumplimiento de, al menos, las siguientes tareas, sobre todo, en el sector público[3]:

            a) que la totalidad del profesorados y personal administrativo de las instituciones educativos esté vacunado, al menos, con las dos dosis; este requisito ya estaría casi cumplido pues el programa de vacunación ha sido exitoso;

            b) que la infraestructura escolar sea atendida de manera urgente para garantizar distanciamiento, ventilación y servicios básicos adecuados; esta tarea se facilita durante las vacaciones del régimen Costa, que termina en pocos días;

            c) que exista acceso universal y gratuito a las pruebas PCR o similares en las instituciones mejor dotados de los circuitos escolares fortaleciendo las enfermerías ya instaladas que atiendan a todas las instituciones del circuito y/o proveyendo de los insumos necesarios, destinados al sistema educativo, a los centros de salud existentes;

            d) que las enfermerías de las instituciones educativas sean dotadas de mascarillas NK95 o similares, preferiblemente sin costo, para uso del profesorado y estudiantado en casos necesarios;

            e) que el sistema de transporte escolar se amplíe e implemente protocolos de bioseguridad, y que el cuerpo docente pueda utilizarlo, preferiblemente, sin costo;

            f) que el sistema de salud, en conjunto con el sistema educativo, active respuestas inmediatas en casos de contagio que incluyan acceso a la atención médica gratuita de todo tipo para docentes, administrativos y estudiantado.

 

Según un estudio de UNICEF, el 95 por ciento de los hogares encuestados conoce los protocolos y alrededor del 90 por ciento aseguró que se ha implementado el uso de la mascarilla, el distanciamiento físico, y el lavado de manos con agua y jabón. (Foto tomada del sitio de UNICEF, 2021, Pintado)

            Asimismo, es indispensable que los ministerios de Educación y Economía transparenten las cifras de contracción de la inversión en el sector educativo durante la pandemia. Esta información nos permitirá, como país, formular las políticas públicas que se requieren para recuperar la inversión en el sector educativo, regresar, por lo menos, a los niveles de 2019, y ejecutar políticas públicas que compensen las pérdidas adicionales en el sector educativo que fueron producto de la pandemia.

            Finalmente, una vez superada la etapa crítica de la pandemia, pero reconociendo que debemos convivir con la Covid-19 durante algunos años más, hay que considerar la implementación de modelos híbridos, que combinen lo presencial con lo telemático, para su aplicación en todos los niveles del sistema educativo. En tal sentido, es necesario que desde ya las instituciones educativas diseñen planes de refuerzo de la modalidad presencial con acceso a plataformas y programas de educación a distancia.

            En síntesis, para retornar a las aulas, más allá del voluntarismo tuitero, hay que crear, de manera urgente, las condiciones para el retorno a las aulas que señalan los protocolos internacionales de bioseguridad y exigen las necesidades particulares de nuestro sistema educativo. Como afirma el representante de Unicef en Ecuador, Juan Enrique Quiñónez: «El riesgo de que los niños no asistan presencialmente a clases es demasiado alto y se agrava cada día que pasa, en especial para los más vulnerables, quienes están más expuestos a trabajo infantil, violencia y explotación»[4].



[1] Unicef, «Es lamentable que se posponga la nueva fase de reapertura de escuelas», Comunicado de prensa, 1 de diciembre de 2021, acceso el 28 de enero de 2022, https://www.unicef.org/ecuador/comunicados-prensa/es-lamentable-que-se-detenga-la-nueva-fase-de-reapertura-de-escuelas-afirma

[2] Ibidem.

[3] En el sector privado, el Ministerio de Educación debe, como lo está haciendo hasta ahora, revisar las condiciones de bioseguridad de las instituciones educativas y exigir que se cumplan los protocolos respectivos; y así, sin más trámites burocráticos, autorizar las clases presenciales bajo la responsabilidad de quienes dirigen tales establecimientos.

[4] Unicef, «Es lamentable que se posponga…».


jueves, enero 26, 2012

¿Por qué debemos enseñar acerca del Holocausto en el bachillerato?

El 27 de Enero de 1945 tuvo lugar la liberación del campo de Auschwitz por parte del ejército soviético. Ese día ha sido declarado por la ONU como el de la conmemoración del Holocausto.
(Frente del museo de Yad Vashem, en Jerusalen, que mantiene la memoria del Holocausto. Fotos mías.)


La posmodernidad ha convertido al descreimiento en un dogma. El sujeto posmoderno no debe creer en nada ni en nadie: ser cínico se convierte en una virtud, tener fe en algo resulta una pesada herencia de la modernidad. En su triunfalismo consumista y en su credo individualista, el sujeto posmoderno ha abandonado la ética de la compasión, de la piedad, del cuidado del Otro. Y ni siquiera la muerte —transformada en espectáculo banal por los mass media—, se constituye en un momento de mirarse hacia adentro puesto que, al parecer, se nos ha atrofiado la sensibilidad ante el padecimiento del prójimo.

Recordar el Holocausto resulta incómodo pues viene a constituirse en la permanencia de una historia pasada que jamás debió suceder y que desequilibra el hedonismo del presente. Justamente para que esa incomodidad nos conmueva es que se requiere la enseñanza escolarizada sobre el Holocausto. En primer lugar, para mantener viva la memoria del horror y que éste jamás se repita pues es sabido que, a medida que pasan las generaciones, la verdad de un hecho termina convertida en leyenda. Las nuevas generaciones, para quienes la muerte banalizada por el show business ya no constituye un hecho trascendente incluso cuando les toca de cerca por causa del fallecimiento de algún familiar, requieren conocer, para beneficio de su propia sensibilidad de cara a la historia, lo que el Holocausto significa para la humanidad. Además, recordar el horror de la Shoá también contribuye para que la ética de la compasión sea introducida en medio del descreimiento posmoderno.

Quienes hemos reflexionado sobre el tema sabemos que el Holocausto, o Shoá, fue la sistemática eliminación de judíos durante el régimen nazi por la sola razón de ser judío, por la sola razón de existir formando una comunidad con su historia, su cultura, y, en ella, su propia fe religiosa. Nuestros jóvenes tienen que conocer esta terrible verdad: durante el régimen nazi la sola condición de judío era razón suficiente para ser eliminado de manera cruel. Esta eliminación sistemática por el solo hecho de ser judío es lo que debemos recordar y para eso es imprescindible enseñar esta verdad a las nuevas generaciones y evitar los revisionismos destinados a su negación.

Enseñar acerca del Holocausto también nos ayuda a entender los sucesos contemporáneos del Medio Oriente. El antisemitismo es una enfermedad del ser humano que todavía no ha sido erradicada y, así, mientras el término multiculturalismo se ha desperdigado por el mundo académico para la aceptación de las múltiples formas de expresión cultural de los pueblos, todavía se continúa utilizando, en diversos foros políticos, el término sionista de manera peyorativa para segregar a la población judía y negar el derecho a la existencia y a sobrevivir que tiene el Estado de Israel.

La historia nos ha enseñado que los fundamentalismos son la antesala de la xenofobia, de la violencia terrorista —tanto de los grupos clandestinos cuanto del Estado— y de los genocidios por venir. Pretender la negación del Holocausto responde a un espíritu fundamentalista. El afán por cubrir aquel espíritu de lenguaje académico revela la existencia de ese antisemitismo patológico que aún existe como plaga y que impide la realización plena de la práctica del multiculturalismo. Contra esa promoción del olvido es que tenemos que trabajar quienes queremos formar un ser humano tolerante, compasivo, capaz de entender y aceptar al Otro.

Un problema que se presenta, por lo general, cada vez que se trata de introducir en el currículo la enseñanza del Holocausto es que dicha enseñanza se condiciona al desarrollo de una condena a la política exterior del Estado de Israel. Mas, si queremos ajustarnos al debate académico, quienes obramos de buena fe pedagógica sabemos que es incorrecto, metodológicamente hablando, condicionar la enseñanza acerca del Holocausto a la crítica de la política exterior del Estado de Israel en relación con su conflicto político – militar con Palestina y algunos países de Medio Oriente, puesto que son dos problemas distintos.

Del mismo modo, hay que evitar la conversión del término en una palabra banal. Llamar genocidio a todo acto de violencia militar o acción bélica de tipo imperial, excesivos siempre como lo es toda guerra, da como resultado una desvalorización del término y, como consecuencia de esto, el ocultamiento de la verdad histórica en la medida en que se disuelve el sentido de los genocidios u holocaustos reales que ha sufrido la humanidad.

Mencioné anteriormente que la enseñanza del Holocausto también nos permite trabajar, en tanto educadores que somos, en la ética de la compasión. Claro que no debemos entender la compasión como un acto paternalista de caridad emotiva. Por el contrario, la compasión implica la identificación plena con el dolor del Otro y la toma de partido enmarcado en el sentido profundo de la justicia. Todo lo contrario al cinismo de la posmodernidad: la ética de la compasión nos obliga a ser responsables del Otro. En el mundo de hoy, esa preocupación tiene que ver con el extranjero, ese al que se le da estatus de legal o ilegal, como si los seres humanos desde el comienzo de los tiempos no hubiésemos sido transeúntes del mundo; tiene que ver con aquellos que no viven las bondades del supuesto fin de la historia sino las inequidades del capitalismo salvaje; tiene relación con la empatía frente a los desamparados que nos sacan de la burbuja individualista a la que la ideología del éxito material parece habernos confinado.

Al conocer, comprender y analizar lo que significó la exterminación del Otro, su humillación constante, y la despiadada animalización del ser humano sufrida por los judíos durante el Holocausto, estamos dando a nuestros jóvenes herramientas que educan su sensibilidad frente al mundo contemporáneo. En la ética de la compasión se enmarcan el respeto por la vida y, por ende, la práctica de la no-violencia, la aceptación de la Otredad que implica el conocimiento del Otro y la comprensión sobre sus prácticas culturales, el consumo ecológico y la mirada afectiva sobre la propia comunidad.

Como ministro de Educación de mi país instituí la enseñanza del Holocausto en el programa de Historia Universal para el segundo año de Bachillerato, en el marco de la enseñanza de los Derechos Humanos y los genocidios que ha sufrido la humanidad. Diseñamos, en conjunto con la Unidad Educativa Experimental “Alberto Einstein”, de Quito, el material de trabajo para los docentes. Fueron capacitados alrededor de 5.000 maestros de la materia y, hoy en día, el Ministerio prepara el material de la unidad ya diseñada como texto escolar para los estudiantes y sendos concursos nacionales de ensayo dirigidos a estudiantes y a maestros.

Para finalizar, quiero resumir la respuesta a la pregunta inicial. Enseñar acerca del Holocausto en el bachillerato es una tarea imprescindible para los educadores que anhelamos una humanidad cuya memoria del horror le permita construir un mundo en el que los seres humanos, culturalmente hablando, se acepten como son. Si en el mundo y en la vida el Otro soy yo, la memoria del Holocausto me enseña que, después de Auschwitz y la macabra solución final de los nazis, yo debo mi cuidado al Otro como a mí mismo para la propia vivencia y para la pervivencia del ser humano.

En 2009, siendo ministro de Educación, participé en la ceremonia del encendido de las velas en el día de Iom Hashoá, junto a Eyal Sela, embajador de Israel en Ecuador, en el colegio Alberto Einstein, de Quito.

domingo, septiembre 25, 2011

La mala leche derramada

En el blog
http://infamiacomprobada.blogspot.com
encontrarán las explicaciones y justificaciones de mi accionar, que sobre este y otros temas, ofrecí a la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional en mayo de 2010.

Es conocido que la crítica enriquece el debate, por tanto, los elementos fácticos sobre los que se sustentan las opiniones deben corresponder a la realidad y tienen que ser utilizados sin prejuicios. Pero el artículo de Miguel Rivadeneira, “La demagogia confirmada”, publicado en El Comercio, el pasado 19 de septiembre, es una demostración de mala leche y manipulación prejuiciada de los datos fácticos.

En primer lugar, yo reconocí mi error no en estos días que salieron los resultados del Censo sino en rueda de prensa, el 21 enero de 2010, apenas tuve conocimiento de los datos de la Encuesta de Empleo y Desempleo del INEC. Rivadeneira, ocultando este hecho a sus lectores, redacta su artículo como si yo hubiese reconocido mi error únicamente ahora. Es más, Rivadeneira oculta otro dato fáctico. Con fecha 1 y 3 de febrero de 2010 dirigí sendos oficios a la UNESCO y a la Comisión de Educación de la Asamblea, respectivamente, señalando que, a la luz de los datos de la encuesta citada, ya no podíamos considerar al Ecuador, una “patria alfabetizada”. Es decir, que fui yo mismo quien, inmediatamente, informó al país sobre el asunto y comunicó a los organismos oficiales respectivos la realidad. Esa ha sido mi acción autocrítica, responsable y transparente frente a un error y está muy alejada de la demagogia de la que me acusa.

En segundo lugar, para condenarme a mí, Rivadeneira salva de toda responsabilidad a quienes se equivocaron en la proyección y oculta de manera deliberada la información que precede a la cita que él recorta. Juan Ponce y Mercedes Onofe fueron contratados por UNESCO para auditar la base de datos del Programa Manuela Sáenz; ellos, luego de depurarla (eliminaron registros duplicados y fijaron la línea base) proyectaron que a fines de diciembre la tasa de analfabetismo sería de 2.7%. Además, Rivadeneira, con mala fe, no solo oculta que Edouard Matoko, director de UNESCO en Quito, en oficio del 21 de octubre de 2009, señaló que “esta información [la proyección realizada] puede utilizarse como referencia para una Declaratoria como la efectuada por usted en Ecuador”, sino que pretende hacerme decir que he “endosado” el error al representante de UNESCO. Jamás lo he dicho, jamás lo diría.

Desde un comienzo (la rueda de prensa de enero de 2010) he reconocido el error al realizar la declaratoria como mío. Así también lo hice ante la comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional en mayo de 2010. La primera frase de un artículo publicado el 8 de septiembre pasado, tanto en este blog como el diario público El Telégrafo, fue: “Hace dos años, el 8 de septiembre de 2009, durante la celebración del Día Internacional de la Alfabetización, cometí un error.” La declaratoria, en el marco de la celebración del Día Internacional de la Alfabetización, no provino de la imaginación del ministro; provino de la información recogida por la Dirección Nacional de Educación Popular Permanente a través de las Direcciones Provinciales de Educación que, a su vez, recibieron la información de cada institución educativa y centro de alfabetización que participaron en el programa, bajo la supervisión de la viceministra de entonces, hoy ministra de Educación. Y, provino, también de la equivocada proyección realizada por los técnicos contratados por UNESCO. Digo esto, como una explicación pero no le endilgo la culpa a nadie. Que cada quien en su consciencia asuma la parte que le corresponde a su nivel y en su instancia y que no se intente encontrar en mí a un chivo expiatorio. No obstante, tengo derecho a explicar las razones por las que una autoridad se equivocó.

En tercer lugar, Rivadeneira sabe, pero lo oculta a sus lectores, que una proyección estadística es un insumo técnico válido para tomar decisiones: así lo hacen los estrategas políticos, así lo hacen los estrategas de mercadeo y publicidad, así lo hacen los investigadores y así se trabaja en el mundo académico al cual pertenezco desde siempre en mi vida profesional. No rehúyo la responsabilidad política pero rechazo frontalmente la infundada acusación de que “con certeza en la demagogia” hice el anuncio en la conferencia de UNESCO en octubre de 2009. Para esa fecha, todavía no teníamos los datos de la Encuesta de Empleo y Desempleo del INEC que se realizó en diciembre de 2009 —cuyo resultado el INEC hizo público a fines de enero de 2010—, y aún confiábamos no solo en la proyección de UNESCO sino en las cifras del propio Ministerio de Educación.

Finalmente, la demagogia implica el conocimiento de la verdad y la manipulación de la misma en función de la voluntad de querer engañar a alguien. He probado hasta la saciedad —no solo en este artículo sino en todas las respuestas que he dado al respecto de este tema desde la rueda de prensa convocada por mí el 21 de enero de 2010— que debido al desconocimiento de los datos reales —y nadie en esos momentos conocía los datos reales— cometí un error de buena fe. Así lo expliqué también en mayo de 2010 ante la Asamblea Nacional y mis argumentos fueron ampliamente difundidos. Por lo tanto, es falso que recién ahora haya reconocido mi error, según lo dicho por Rivadeneira.

Esta sentencia mediática prejuiciada sobre un hecho puntual por parte de Rivadeneira es también una posición política que El Comercio viene repitiendo, a través de varios voceros, con la pretensión de reducir mi gestión al frente del Ministerio de Educación a un error. El Comercio, basado en el poder que tiene de machacar cada vez que puede con noticias y comentarios que son escritos desde el punto de vista más desfavorable a mi trabajo, se ha propuesto desconocer la profunda transformación que, como parte del gobierno de la Revolución Ciudadana, llevé adelante en cuatro años de trabajo en el campo educativo; tarea que ha sido ampliamente reconocida por la ciudadanía y la mayoría de los actores educativos. Mi actuación en este punto, y en todos los actos de mi servicio público, está ceñida a una ética de vida que se basa en el asumir con honestidad mis deberes de ciudadanía y desde este blog los defenderé con la única arma que tengo: la palabra.