Estatua de Zenobia Camprubí en la Plaza del Marqués, en Moguer. (Foto del autor, noviembre de 2019). |
Cabalgo motorizada
sobre mi Velocette LE 1952,
sin veleidades literarias;
pero mi cáncer se desvanece
y renace feroz,
y los rayos X no me alcanzan
para destruirlo,
mas, me hieren;
y Juan Ramón cae
mientras arranca
una rosa sin tocarla
y me arrastra consigo
hacia la sima irredenta
de su animal de fondo.
No tiene términos medios,
o está bien o está muy mal.
Y yo, carcomida
No tiene términos medios,
o está bien o está muy mal.
Y yo, carcomida
por un animal
deforme, implacable,
en el fondo de mi matriz,
mantengo la casa,
las cuentas en orden
y quiero una habitación
con ventana al mar
para que la luz
de mi noche quieta
me bañe con su vaivén
de sal y espuma.
Juan Ramón se consume
en su propio fuego,
y soy, tan solo,
una brasa que acude a él
con el bálsamo del refugio
para las llagas
de su deseante dios,
único y suyo.
El cáncer nos matará a los dos;
pero primero a mis huesos
y lo que duela de mi carne; a él,
su imposibilidad de ser en el mundo
sin su Zenobia:
yo, motorista, única y mía.
Este poema pertenece a la sección "Baladas para Aldonza", de mi poemario inédito Autorretrato, modelo 1959. Apareció en el número 295, de la revista Casa, de la Casa de las Américas, Cuba.