José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, mayo 30, 2022

La memoria mural del Bicentenario

Mural Bicentenario, de Pavel Egüez, en la Plaza de la República, Quito. (Foto Raúl Vallejo, mayo 2022)
            Está compuesto por 6 510 piezas de cerámica policromada de 30 x 30 cm, pintadas a mano, una por una, e instaladas sobre los 600 metros cuadrados de la fachada ciega del edificio del Consejo Provincial de Pichincha, construido en 1979. En la parte superior del mural, la Tierra, el Sol y la Luna están representados en una figura única que alberga dos rostros humanos, metafóricamente en la Mitad del Mundo para reafirmar el sentido universal de la gesta libertaria, y los rayos de acero que rodean al círculo son el fuego del espíritu de los hombres y mujeres que lucharon con heroísmo por nuestra primera independencia. El mural del Bicentenario de la Batalla de Pichincha, de Pavel Egüez, es una memoria que nos recordará, desde la trascendencia del arte en el tiempo, que la patria se expresa con una amalgama de voces que transitan historias de luchas; una monumental expresión estética de la gesta de un pueblo que construye, permanentemente, el hogar de una nación para que el ser humano lo habite con la felicidad cotidiana de una comunidad socialmente justa.

            Pavel Egüez (Quito, 1959) es un artista de reconocida obra pictórica que tiene una amplia experiencia como muralista y sabe lo que es dignificar el muro de mudez solitaria y convertirlo en un espacio identitario que dialoga con la gente que transita la calle. «Simón Bolívar», de bellísimo dibujo que integra el rostro de Bolívar en el mapa de América del Sur y «Somos maíz», de luminoso simbolismo sobre la naturaleza y la cultura ancestral, ubicados en sendas fachadas de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, son dos murales que exhiben tanto la fuerza expresiva de la concepción artística como la calidad técnica de la instalación. Otro ejemplo de la obra de Egüez es el «Grito de la memoria», mural instalado en la pared exterior de la actual Secretaría Nacional de Planificación, en Quito, que, según el historiador Jorge Núñez Sánchez, es «bello por su factura, su colorido y vigor creativo, y terrible por el tema que rememora, en nombre de las víctimas de la crueldad humana»[1]

 

Murales «Somos maíz» y «Simón Bolívar», en la UASB, Quito (Foto Raúl Vallejo, mayo 2022)
            Un mural es una narrativa alternativa, en lenguaje artístico, de un pasaje de la historia y, por lo general, interpela y reinterpreta las narrativas hegemónicas. En el mural «Bicentenario», la presencia de Manuela Sáenz (1779-1856), que participó en la gesta libertaria; y la de Dolores Cacuango (1881-1971) y Tránsito Amaguaña (1909-2009), luchadoras por los derechos del pueblo indígena, construye una narrativa que interpela el silenciamiento del que han sido objeto las mujeres en la historia de la patria. Además, la presencia de mujeres anónimas se instala en el mural como cuerpos que rompen el silenciamiento patriarcal y adquieren relevancia en su tránsito histórico. Esta presencia de las mujeres se prolonga en la lucha contra la violencia feminicida, como parte de una segunda independencia, por lo que «…también representan aquellas mujeres violadas, desaparecidas o asesinadas: Claudia, Esther, Teresa, Ingrid, Fabiola, Valeria de las que nos habla Vivir Quintana en su “Canción Sin Miedo”. Por eso, en el mural se lee la frase: “Ni una menos”»[2]. Esta narrativa del mural «Bicentenario» construye su crítica social en el sentido señalado por la activista y teórica feminista Judith Butler, quien dijera hace un par de años en la sede Villa Lynch de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, de Argentina: «Nuestro enemigo es el régimen patriarcal, homofóbico y capitalista»[3].

Un mural es también un espacio de contemplación abierta. La cromática del mural se incorpora al paisaje quiteño como una atalaya que da la bienvenida al Centro Histórico de la capital. La torre café oscura, de ochenta metros de alto, del edificio del Consejo Provincial se ha transformado, por efecto del cromatismo del mural, en una torre en diversos tonos de azul que emergen vigorosos e irrumpen y armonizan la contemplación de un horizonte quiteño hecho con la perspectiva de la urbe que avanza hacia el Centro Histórico y el paisaje natural de cielo y montaña que cobijan la ciudad. La monumentalidad del mural incorpora el goce estético de la mirada y esa mirada se consigue con la integración de la totalidad del paisaje que se ve. Como dice la historiadora y crítica de arte Avelina Lésper: «El gran formato es parte de esta transformación fundamental: el muro, el lienzo extenso que abarca las miradas de todos. Los murales están para que el espectador se involucre como parte de la obra, se viven en espacios públicos, se integran como un elemento social y urbano»[4].

 

Mural «Grito de la memoria», en la Secretaría Nacional de Planificación, Quito. (Foto Raúl Vallejo, mayo 2022)
            El mural Bicentenario no ha estado exento de una crítica visceral y sectaria que tiene mucho que ver con la coyuntura política. Coincidió con la inauguración, en días previos, de un mural del artista español Okuda San Miguel en el boulevard de la avenida 24 de Mayo, en el centro histórico de Quito. El mural de San Miguel, expresión de arte callejero, es parte de un proyecto municipal llamado CaminArte, en el marco del Bicentenario. El mural de San Miguel, donado por la Embajada de España, rinde homenaje a las mujeres bordadoras de la comunidad de Llano Grande y causó polémica por la inclusión de Pikachú, un elemento figurativo de la cultura pop, y haber sido presentado, en términos comunicacionales, como celebratorio del Bicentenario. El mural de San Miguel, por el tipo de los materiales utilizados, es de vida corta, salvo que el municipio haya previsto un programa de mantenimiento y restauración de murales de arte callejero. Más allá de la polémica, el camino del arte es amplio y en él hay espacio para múltiples formas de expresión artística por tanto este mural de Okuda San Miguel cumple a cabalidad su función de arte decorativo de fachadas en un paseo callejero, pero, en su simbolismo histórico, no tiene nada que ver con el mural de Egüez, por lo tanto, no son comparables en ninguna dirección. Insistir en ello, desde la crítica gástrica del “me gusta más tal o cual”, es simple ignorancia en cuestiones de arte o perversa mala fe… o ambas.

            Y, como una expresión más del fanatismo del odio, también se ha criminalizado el costo de este mural que asciende a 480 000 dólares. El fanatismo del odio es, por supuesto, selectivo. La instalación del monumento a Guayas y Kil, de Edgar Cevallos Rosales, un bronce de quince metros de altura sobre una base de hormigón de diez, en el distribuidor de tráfico a la entrada del puente de la Unidad Nacional, en Guayaquil, tuvo un costo de 2 450 000 dólares[5]. Las «Seis Virtudes de Guayaquil» del mismo artista, que consiste en seis estatuas en la Plaza de la Administración, también contratadas por el municipio porteño, tuvieron un costo total de 660 000 dólares[6]. En ninguno de los dos casos ni la prensa ni cierto activismo tuitero y su ejército de troles, erigidos en críticos de arte ad hoc, cuestionaron ni el costo ni el proceso de adjudicación y menos el valor artístico de las esculturas. Tampoco se ha informado ni observado el costo de los monumentos en espacios públicos llevados a cabo por diferentes administraciones municipales de la capital. En síntesis, la crítica al mural se disfrazó de criterio estético y moralista cuando lo que yace en el fondo es una profunda odiosidad política contra la prefecta de Pichincha, dada su militancia partidaria, y un rechazo visceral a la definición ideológica del artista. No obstante, habría que revisar, para el desarrollo futuro de políticas culturales sobre el uso de espacios públicos, el proceso de adjudicación discrecional que actualmente consta en el artículo 2 de la Ley Orgánica del Sistema de Contratación Pública y en el artículo 93 de su Reglamento[7]: lo óptimo es que existan concursos de convocatoria amplia, con jurados conformados por académicos, críticos y artistas de reconocida trayectoria, para los proyectos artísticos que involucren espacios y dinero públicos.  

            Entre 1922 y 1923, por encargo de José Vasconcelos, entonces secretario de Educación, Diego Rivera pintó el mural «La creación» en el antiguo colegio de San Ildefonso, hoy Museo de San Ildefonso, en el Centro Histórico de Ciudad de México. Es conocido que, mientras trabajaba en el mural en el que el hombre mexicano emerge del árbol de la vida, Rivera pintaba con una pistola en el cinto para protegerse de la agresión de los fanáticos religiosos conservadores.[8] En 1988, a Guayasamín los intelectuales orgánicos de las oligarquía y burguesía colonizadas volvieron a insultarlo con la muletilla de “indio comunista” por causa del imponente mural «Imagen de la Patria», instalado en el salón de sesiones del antiguo Congreso, hoy Asamblea Nacional, por encargo de una comisión multipartidista.[9] De aquellos fanáticos solo queda el olvido y los murales de Rivera y Guayasamín permanecen con toda su belleza dignificando el espacio público, convertidos en memoria simbólica del pueblo. En el transcurrir del tiempo, con el mural «Bicentenario», de Pavel Egüez, sucederá lo mismo: cuando ya no estemos nosotros y el fanatismo del odio sea tan solo una nota al pie de página, la esplendorosa monumentalidad del mural continuará incorporada al paisaje del cielo de Quito como una memoria indeleble de la gesta independentista de nuestra patria.



[1] Jorge Núñez Sánchez, «El poder del arte mural latinoamericano como herramienta política para construcción de identidad popular», Cronicón. El observatorio latinoamericano, 26 de septiembre de 2020, acceso, 26 de mayo de 2022, https://cronicon.net/wp/el-poder-del-arte-mural-latinoamericano-como-herramienta-politica-para-construccion-del-poder-popular/

[2] Jacques Ramírez G., «A propósito de la Conmemoración del Bicentenario:  una relectura desde el feminismo», Ruta Krítica, 25 de mayo de 2022, acceso 26 de mayo de 2022, https://rutakritica.org/a-proposito-de-la-conmemoracion-del-bicentenario-una-relectura-desde-el-feminismo/?v=3fd6b696867d 

[3] «Judith Butler en la UNTREF: “El feminismo busca la igualdad”», Mundo UNTREF, 10 de abril de 2019, acceso 29 de mayo de 2022, https://www.untref.edu.ar/mundountref/judith-butler-feminismo-igualdad

[4] Avelina Lésper, «Textos sobre la obra de Pavel Egüez», en CONGOPE, Pavel Egüez (Quito: CONGOPE / Anaconda Comunicación, 2016), 105.

[5] «Escultura de 25 m de Guayas y Quil», El Universo, 2 de abril de 2014, acceso 27 de mayo de 2022, https://www.eluniverso.com/noticias/2014/04/02/nota/2561541/escultura-25-m-guayas-quil/?src=web

[6] «Las 6 virtudes de Guayaquil llegan a la Plaza de la Administración», El Telégrafo, 28 de octubre de 2017, acceso 27 de mayo de 2022, https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/guayaquil/10/las-6-virtudes-de-guayaquil-llegan-a-la-plaza-de-la-administracion

[7] Para quienes requieran una mayor información, pueden consultar el Manual de Usuario. Procedimientos de régimen especial: obra artística literaria o científica – entidades contratantes, abril de 2020, en https://portal.compraspublicas.gob.ec/sercop/wp-content/uploads/downloads/2020/07/MANUAL-DE-USUARIO-OBRA-O-ACTIVIDAD-ARTI%CC%81STICA.pdf

[8] J. M. Sadurní, «Diego Rivera, el pintor de la identidad mexicana», Historia National Geographic, 25 de noviembre de 2019, acceso 28 de mayo de 2022, https://historia.nationalgeographic.com.es/a/diego-rivera-pintor-identidad-mexicana_14934

[9] «Guayasamín retrató la “Imagen de la Patria” hace 30 años», El Telégrafo, 22 de septiembre de 2018, acceso 29 de mayo de 2022, https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/cultura/1/guayasamin-retrato-imagen-patria-hace30-anos


lunes, mayo 23, 2022

Dolores Veintimilla de Galindo bebe cianuro

(Madrugada del 23 de mayo de 1857)

 

            «La imprudencia de un sacerdote fanático, por no decir más, tuvo mucha parte en la consumación del suicidio. Hemos consagrado a la memoria de la señora Veintemilla el sentimiento y las lágrimas que merecen toda desventura, y justo es que execremos y maldigamos las malas pasiones de aquel hombre que la impulsó al delito. Los restos de la víctima yacen en solitario sepulcro, y el fanatismo del victimario, ¿podría quedar sin la maldición de la sociedad cristiana y culta?»[1], escribió Juan León Mera sobre el suicidio de Dolores Veintimilla de Galindo.

Si bien, desde su catolicismo doctrinario, Mera condena el suicidio, él señaló, aunque sin nombrarlo, la responsabilidad del canónigo Ignacio Merchán en la muerte de Dolores. Merchán, con el apoyo de fray Vicente Solano, fustigó con dureza a la poeta porque ella, en un escrito titulado «Necrología», se oponía a la pena de muerte y defendía al indígena Tiburcio Lucero, acusado de parricidio y condenado a muerte. Dolores, cuyo esposo la había abandonado para ir a buscar fortuna, también era acusada de llevar una vida disoluta por cuando se reunía con poetas en tertulias que organizaba en su casa, en Cuenca.

            Después de la muerte de Dolores, fray Vicente Solano continuó atacándola. Alicia Yánez Cossío, en su novela Y amarle pude…, sostiene que, para Solano, el suicidio de Dolores fue consecuencia de su desprecio por la religión y de la aberrante idea de que el criminal Lucero quedara impune. Yánez Cossío cita un escrito del religioso aparecido en el periódico La Escoba, que editaba el mismo Solano: «…esta mujer, con tufos de ilustrada, había hecho la apología de la abolición de la pena de muerte, y por una inconsecuencia con el espíritu humano, como lo he dicho antes, se atribuyó un poder que había negado a la sociedad…».[2]

            El poema que sigue es parte de «Baladas para Aldonza», de Trabajos y desvelos.[3] En esta sección del poemario, el hablante lírico se apropia de la voz de algunas mujeres que han tenido una presencia protagónica en la historia, la mayor parte de las veces, a pesar de la condena social y el ostracismo a los que se vieron sometidas. Estas baladas hablan de momentos que iluminan, para nuestro espíritu, la vida de sus protagonistas, así como nuestra propia existencia. En este texto he intentado encontrar para la poesía la palabra romántica de Dolores, la madrugada de su suicidio. 

 

Dolores Veintimilla de Galindo (12 de julio de 1829 - 23 de mayo de 1857), s/f, Fotografía patrimonial, Instituto Nacional de Partrimonio Cultural, INPC, Fondo Dr. Miguel Díaz Cueva.
 

Madre, un extraño y etéreo olor de almendras

amargas invade mi última madrugada; oscurana,

laberinto de mis ojos mustios; sé que despertará

sin mí la postrera aurora de este sábado sin gloria.

Las rosas que mi sien juvenil orlaron hieden

marchitas, y tan solo sus espinas permanecen.

¿Qué tanto miedo os doy, enemigos de mi sexo,

yo, mujer desventurada, para que desde el púlpito

me acuséis de libertina, solo porque defiendo

a un indio, contra vuestros corazones feroces?

Predicáis con odio vosotros, hipócritas sotanas

de esta ciudad pacata y rezandera, predicáis

muerte mientras mi lira canta a la vida y a la luz.

El Gran Todo nos da la existencia para el amor

incesante, pero cuánto nos duele el darle alcance.

¿De qué sirve la entrega del alma a un hombre

si este la envuelve en abrojos y cruel la abandona?

Yo he amado con el arrebato del salto de agua,

con la tenacidad del pajonal que germina

en el páramo; he amado con mi seno abierto.

¡Y amarle pude delirante, loca! Porque yo amo

con la alegría de las campanas en días de fiesta,

y entierro al desamorado en la fosa del silencio.

¡Ay, Dolores, ilusorio extravío de la rosa agónica!

El mundo es triste y el tiempo nos consume, ayer

apenas fuimos niñas risueñas, luceros; y hoy

somos desengaño, pétalos marchitos, olvido.

La única verdad es el fruto de mi vientre; cuide

su orfandad y su azoramiento, Mamita, cuide

los días solitarios de mi hijo ya sin mis desvelos.

¡Dele un adiós al desgraciado Galindo! Lágrimas vanas.

Mayo es el mes de María, pero también será

el del triunfo de esta Dolores sobre vosotros

beatones, clérigos del sufrimiento y la muerte. 

Ya no podréis impedir que beba la letal pócima

que me llevará a la morada feliz del Gran Todo.

¿Dónde están las horas de mi niñez venturosa,

Madre? Bendígame en este trance definitivo

—la bendición de una madre alcanza hasta la eternidad—

y perdóneme por siempre esta osadía de mujer:

disponer de mi muerte como lo hice de mi vida.

La rosa se vuelve esencia y nace rutilante el infinito.



[1] Juan León Mera, Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana [1868], 2da. edición, (Barcelona: Imprenta y Litografía de José Cunill Sala, 1893), 276.

[2] Alicia Yánez Cossío, Y amarle pude… (Quito: Planeta/Seix Barral, 2000), 115-116.

[3] Raúl Vallejo, Trabajos y desvelos (Ibagué: Caza de Libros Editores, 2022), 27-28.


lunes, mayo 16, 2022

La muerte anda libre en la cárcel

La espera de los familiares, afuera de la cárcel de Santo Domingo de los Tsáchilas, fue angustiosa. (Foto cortesía publicada por la revista digital GK, el 9 de mayo de 2022)
             

            En 2021, el 23 de febrero, en las cárceles de Cuenca, Latacunga y Guayaquil, hubo 79 muertos; el 28 de abril, en Guayaquil, 5; el 22 de julio, en Latacunga, 27; el 28 de septiembre, en Guayaquil, 119; y el 13 de noviembre, en Guayaquil, 68. En 2022, el 3 de abril,en Cuenca, 20; y el 9 de mayo, en la cárcel de Santo Domingo de los Tsáchilas, 43 muertos.[1] En marzo de 2021, la periodista Karol Noroña, en un doloroso reportaje sobre los sobrevivientes de la masacre en la cárcel de Latacunga, transcribió este diálogo desesperanzador entre madre e hijo preso: «—Mijito lindo, y ahora, ¿qué hacemos? / —Rosita, regáleme diez dólares para comprar un machete, por favor. / —¿Cómo vas a hacer eso, mijo? / —No, mamita. Si yo no me defiendo, me van a matar. No voy a meterme en nada, te prometo, Rosita»[2]. Las más de 360 muertes violentas durante varios amotinamientos en las cárceles del país, entre 2021 y 2022, habla de la incapacidad para abordar el problema social que provoca la criminalidad y para abordar el problema carcelario y también nos desnuda como una sociedad carente de piedad propensa a soluciones fascistoides.

             La criminalidad es consecuencia de la inequidad social. La reducción la inversión en educación y salud públicas, como postulados de políticas de ajustes, solo acrecienta la inequidad. La reducción de la inversión en dichos campos destruye la posibilidad de que la educación sea un espacio de movilidad social y que la salud sea un derecho de la ciudadanía para la tranquilidad familiar. La ausencia de políticas públicas para el desarrollo profesional y expectativas laborales de la juventud en situación de riesgo marchita la espectativa de una vida mejor basada en el estudio y el trabajo. La incapacidad del Estado para responder a la pobreza y a la injusticia social posiciona la idea de que “el pobre es pobre porque quiere y porque es vago”, que no es sino el fruto de la perversa pereza mental del clasismo.  

            «Estos incidentes preocupantes destacan una vez más la necesidad urgente de una reforma integral del sistema de justicia penal, incluido el sistema penitenciario, para hacer frente a lo que ha sido una crisis prolongada en el país», dijo Michelle Bachelet, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, frente a los hechos sangrientos acaecidos en la cárcel de Santo Domingo, el pasado 9 de mayo
[3]. Y es que el problema de la violencia en las cárceles no es ni policial ni militar, es decir, no se resuelve con “la política del gatillo fácil”. Hay que pensar en un Ministerio de Justicia y el fortalecimiento de una política carcelaria centrada según prescribe el artículo 201 de nuestra Constitución: «el sistema de rehabilitación social tendrá como finalidad la rehabilitación integral de las personas sentenciadas penalmente para reinsertarlas en la sociedad […]
tendrá como prioridad el desarrollo de las capacidades de las personas sentenciadas penalmente para […] cumplir sus responsabilidades al recuperar la libertad». Bachelet, en representación de la ONU, hace una advertencia que, como país, debemos tomar en serio: «hacemos hincapié en que la responsabilidad del Estado por la seguridad de todas las personas bajo su custodia crea una presunción de responsabilidad del Estado por estas muertes»[4].

            Y, finalmente, el discurso de “aplicar la mano dura” pretende imponerse como la “solución final”: frente a la ola delictiva, “mano dura”; ante el sicariato, “mano dura”; contra el tráfico drogas, “mano dura”; para solucionar la violencia en las cárceles, “mano dura”. Las propuestas fascistoides para resolver los problemas de la inequidad social —que es consecuencia de las miserias del capitalismo neoliberal—, parecerían estar calando en el espíritu aterrado de una ciudadanía que padece las consecuencias del problema sin tener consciencia de las causas del mismo. Lo peor de todo, es que las matanzas están cosificando a los muertos y nos resulta fácil decir: “…es que se matan entre ellos”, como si ese “ellos” fuera un ser colectivo sin humanidad, una anomalía de desechables, cadáveres ambulantes a los que hay que enterrar sin velorios. ¿Por qué no declarar duelo nacional ante tantas muertes? ¿Para qué, si esos muertos eran unos delincuentes?[5] Y, así, sin piedad, la ciudadanía opta por convertirse en una pieza sin corazón del engranaje de la violencia estructural del capitalismo salvaje.  

            La cárcel, tal como se la padece en nuestra sociedad, es un espacio de crueldad estructural en donde toda esperanza, como en el infierno de Dante, debe ser abandonada en el instante en que el reo ingresa a prisión. En Ecuador, además, es un espacio de poder criminal que somete a los individuos a una violencia en la que la proximidad de la muerte, que anda libre en la cárcel, es un castigo sin redención posible.



[1] Orlando Pérez, @OrlandoPerezEC, «¡¡Las cifras oficiales de las 7 masacres carcelarias (2021-2022) suman 361 personas asesinadas en los centros de reclusión controlados por el Estado!! #Amotinamiento (Con esto, además, dejo sentada la disculpa a @diegopuente1 por el uso de su cuadro estadístico de ayer)», Twitter, 10 de mayo de 2022, https://twitter.com/OrlandoPerezEC/status/1524043089232502786?s=20&t=FeObxIrwkhgxWDuUH_HBiQ Esta información se completa con una precisión al hilo: «En este cuadro no se incluye la cifra de muertes violentas en las cárceles que no se produjeron en #amotinamientos. De las fuentes consultadas, si se incluyera la cifra podría ser de 450 o más entre 2021 y 2022».

[2] Karol Noroña, «Sobrevivientes de una masacre tras las rejas», La barra espaciadora, 28 de marzo de 2021, acceso 14 de mayo de 2022, https://www.labarraespaciadora.com/ddhh/sobrevivientes-de-una-masacre/

[3] Una excelente crónica de este suceso luctuoso la encontramos en Karol Noroña, «Masacre en la cárcel de Santo Domingo. Esto sabemos», GK, 9 de mayo de 2022, acceso 14 de mayo de 2022, https://gk.city/2022/05/09/masacre-carcel-santo-domingo/

[4] «Bachelet urge a reformar cárceles de Ecuador tras nueva masacre», Inter Press Service, 10 de mayo de 2022, acceso el 14 de mayo de 2022, https://ipsnoticias.net/2022/05/bachelet-urge-a-reformar-carceles-de-ecuador-tras-nueva-masacre/

[5] En noviembre de 2021, a propósito de la matanza en Guayaquil, publiqué en este blog el poema «A media asta»


lunes, mayo 09, 2022

«El hombre del norte», saga islandesa sobre el poder y la venganza

           

Alexander Skarsgård como Amleth en The Northman (2022), de Robert Eggers.

El rey Aurvandill (Ethan Hawk) es asesinado por Fjölnir, su hermano bastardo, (Claes Bang) y su hijo, el joven príncipe Amleth (Oscar Novak) contempla la escena, con llanto de horror y furia. Después, desde su escondite, mira cómo Fjölnir lleva sobre su hombro, como si fuera parte de un botín de guerra, a la reina Gudrum (Nicole Kidman). Mientras escapa de los guerreros del nuevo rey que lo buscan para matarlo, Amleth va repitiendo para sí: «Te vengaré padre. Te salvaré madre. Te mataré Fjölnir». El hombre del norte (2022), dirigida por Robert Eggers, es la recreación de una saga islandesa del siglo X sobre el poder y la venganza; con una fotografía que privilegia los tonos oscuros, la película nos envuelve en los ritos de iniciación y nos cuenta el mito desde una narrativa épica, entre onírica y realista, en donde lo fantástico y lo terrenal carecen de fronteras; al final, en medio de la violencia guerrera, nos enseña que la continuidad de la vida solo es posible por el amor.

            Saxo Grammaticus fue un historiador danés (1150-1220) que recogió la historia islandesa del príncipe Amleth en su Gesta danorum, traducida al francés por François de Belleforest, en 1570, como Histoires tragiques. En 1608, Thomas Kyd publicó en inglés una traducción de la versión francesa bajo el título de The Hystorie of Hamblet, de la que, es posible, Shakespeare se haya nutrido para el personaje de su tragedia Hamlet.[1] En El hombre del norte, el príncipe Amleth, de niño, es testigo de un crimen de Estado —el asesinato de su padre— que mezcla la ambición política y el resentimiento de sangre, y jura vengarse del traidor, que es su tío. Eggers, que recrea la saga y restablece el sentido identitario del folclor, desarrolla con sabiduría narrativa las vicisitudes del poder de todo tipo y la violencia estructural que esta encierra mediante la puesta en escena de trepidantes escenas de guerra.

             En El hombre del norte asistimos a ritos de iniciación, a visiones oníricas que revelan el destino del personaje trágico y a la omnipresencia del hechicero vikingo, seidr. El rito de iniciación que protagonizan el rey Aurvandill y su hijo Amleth es una escena mágica de la película: los personajes viajan hasta su esencia animal en conjunción con la sabiduría de la tierra para darle al joven príncipe la fortaleza de un hombre adulto, bajo la protección de Odin, el dios de la guerra. La profeta ciega, seidr, (Björk), se presentará a Amleth (Alexander Skarsgård) en una escena donde lo onírico prevalece: los niveles de lo terrenal y lo sobrenatural de la historia se funden en la realidad de la consciencia de los personajes. Veintitrés años después, Amleth, que vagabundea en el continente como un depredador humano, recordará que tiene un deber vital y un destino de honor: vengar al padre, rescatar a la madre, matar al traidor.

 

Anya Taylor-Joy es Olga, un personaje fundamental para entender el final de la historia.

            El regreso del príncipe Amleth lo enfrentará con verdades dolorosas. Gudrum, su madre, ama a Fjölnir: Kidman le da a su personaje una fuerza que quiebra cualquier esperanza de burlar el sino trágico de Amleth. En el camino de regreso, que es el regreso a los personajes con los que habrá de enfrentarse para cumplir el deber, Amleth conoce a Olga (Anya Taylor-Joy). «Solo he conocido el odio, pero deseo liberarme de él», confiesa Amleth. Si bien se caracteriza a la saga como una historia de venganza, el amor como una vía de burlar al destino trágico no ha sido suficientemente señalado. Olga, que simboliza el amor y la continuidad de la vida, es una combinación de remanso y fortaleza, de salvación y condena, caracterizad por una impecable Taylor-Joy: la sensualidad y el valor del personaje están en su cuerpo, en sus gestos, en su voz. Olga es un personaje fundamental para entender el sentido final de la saga.

            El hombre del norte es cinematografía épica que construye escenas de lucha guerrera, con una convincente estética de lo brutal y utiliza, con mano maestra, primeros planos que se adentran con dramatismo en la interioridad de sus protagonistas. El aullido de lobo de Amleth durante las batallas es un leit motiv que mantiene vivo el rito iniciático para reforzar el mito del guerrero vengador. Una película sangrienta, de estremecedoras escenas violentas, pero también un filme de una belleza onírica que ilumina la narrativa de la mitología islandesa.

 

PS: El hombre del norte puede ser vista en Quito, en la sala 8CHOYMEDIO. Habrá dos proyecciones en mayo: sábado 21, a las 17h00; y jueves 26, a las 20h00.



[1] Manuel Velasco, «La verdadera historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca», Territorio vikingo (blog), 6 de agosto de 2009, http://eldrakkar.blogspot.com/2009/08/la-verdadera-historia-de-hamlet.html

 


lunes, mayo 02, 2022

«Trabajos y desvelos» en la FILBO 2022

En la FILBO 2022, se presentó el poemario Trabajos y desvelos, publicado por la editorial Caza de Libros, de Ibagué, Colombia. El evento fue parte de la programación del XXX Festival Internacionl de Poesía de Bogotá. Asimismo, en la revista colombiana Ulrika, cuyo número 70 fue lanzado en la inauguración del Festival, el 30 de abril, aparecieron dos textos de dicho libro.

            Según los editores, Trabajos y desvelos es un coral cuya tesitura emerge desde el solo del yo, que es autobiográfico y familiar; transita a través de voces femeninas que han protagonizado una historia silenciosa y silenciada; cosecha la voz de la rosa clásica en el poema florecido; hace dúo con imágenes fotográficas; canta una romanza sobre el amor intenso y efímero; evoca la vida que fue en estremecedores trenos; y, en un recitativo de cronista, deja testimonio de este tiempo del coronavirus que aún no termina.

            El poeta mexicano Jorge Aguilar-Mora ha señaldo sobre este libro: «…Y comenzará: «Yo no soy de aquellos seres imprescindibles…» y terminará: «…persistencia de dogo feliz sin calendario». En efecto, no somos imprescindibles: para ser, solo ser, hay que ser prescindible, hermano de mis hermanos, hermano de mis perros, hermano de mis perlas, hijo de mis palabras. Que seguirán volando, cómplices privilegiadas de la eternidad y del lenguaje: ¿qué secreto tienen que así viven de sobra? Aún estamos a tiempo, por lo menos, de indagarlo: aquí está, Trabajos y desvelos, la elegía de Raúl Vallejo. Que en vida descanse».

La poeta ecuatoriana Maritza Cino Alvear, por su lado, dice que Trabajos y desvelos: «es un recorrido de yoes compartidos: la memoria del niño y del hombre que fabula entre fronteras reales y ficcionales; entre la infancia y la experiencia de la adultez para autorreconocerse y nombrarse a partir de personajes y lugares evocados que construyen su imaginario real-existencial. Un riguroso y admirable ejercicio de introspección, misticismo y desdoblamiento que le permite a su autor fotografiarse ante el espejo».

            A continuación, una selección de Trabajos y desvelos que leí durante el XXX Festival Internacional de Poesía de Bogotá:

 

 

Soy un hombre prescindible

 

Yo no soy de aquellos seres imprescindibles,

herederos de Brecht que nunca se jubilan.

Mi vergüenza es el hombre necio de Sor Juana

y voy deseante tras el dios de Juan Ramón.

Aquí, Raúl Vallejo: prescindible, en jueves

de mis húmeros. Desdeño dogmas terrenos,

centros comerciales, desfiles militares,

verbo mesiánico y bíblicos patriarcados.

Amo la rosa blanca de Martí; Macondos,

rayuelas, matapalos; Dulcineas que son

Aldonzas; pizarras de Mistral y a mi perro.

Harto de charlatanes y politiqueros

camino junto al prójimo de cada día,

el de la vida en futuro imperecedero.

He de morir; me llorarán y luego olvido:

mis libros, si acaso, letras de arte burgués;

polvo mi nombre, en nuestro paralelo cero.

 

 

Primero de Mayo

 

Este oficio de escribir: tecla, pantalla y rosa de asfalto.

Este otro oficio de leer: página y rosa de papel.

Estos oficios en los que trabajamos existen por otros

oficiantes del pan y el vino, de las ofrendas del mar y la tierra

en la olla y la mesa del hogar de los días de sol y los ennubecidos,

de las cosas grandes, de las inútiles, de aquellas que tanto nos gustan,

de la electricidad y el agua, del café de la esquina, de todas las calles.

Este oficio de escribir y leer florece en una rosa palabrera sembrada

por oficiantes de hoz y martillo proletarios en el campo y la ciudad.

 

 

Sor Juana y sus filosofías de cocina

para Cecilia Ansaldo Briones

 

La rosa de la sabiduría en el infinito jardín de los libros

es belleza efímera, de unos admirada y por otros maldecida;

es deseada por los hijos del maíz sobre el comal al fuego,

es temida por los inquisidores del verso y el pensamiento.

Chile pasilla, culantro tostado, pimienta y ajo, clavo y canela

molidos y puestos a freír como una redondilla en la cazuela,

que el poema es un aderezo espesito de gracias al Creador;      

puerco, chorizo y gallina: en mesa de monjas se comparte

clemole oaxaqueño, tortillas de cacahuazintle y una oración.

Dulce de nueces para la virreyna dictó Apolo a mi mollera;

por Aristóteles yo me apiado del nogal y purifico los pétalos

de la rosa en el mortero, enserenados bajo la luna de la poeta.

En la cocina del convento de san Jerónimo una mujer filosofa

y guisa; que los buñuelos se espolvorean con tantito de saberes:

Yo, la peor del mundo, rosa presuntüosa de bello entendimiento.

 

 

Nocturno de Pizarnik

 

pétalos de sangre

de la rosa que en el fuego

habita sus heridas.

 

a cantar dulce y a morirse luego.

 

pétalos de seconal

de la rosa que a sí misma

clava sus espinas.

 

 

Gota próxima[1]

 

 


 

Gota que pende del vértice ciego de la hoja trémula; gota que cuelga como el ojo ante el horror del abismo; gota que parpadea, fugaz experiencia del ser.

Gota que sacia

la agonía irredenta

de la nada próxima.

 

 

Un momento grave de la vida

 

            «El momento más grave de mi vida es el haber sorprendido de perfil a mi padre», escribió César Vallejo.

            Movido por la necesidad de enterrar a su muerto querido y de rendirle honores fúnebres, de no abandonarlo al anonimato de la fosa común o a la caridad de un féretro de cartón, un hijo transportó el cadáver de su padre en un viejo Trooper azul desde Guayaquil hasta la parroquia Cerecita, donde había nacido. En el asiento trasero del yip, viajaba sentado el cadáver con una mascarilla de tela blanca que cubría su nariz y boca.

            Sucedió el jueves 9 de abril. Durante el viaje, el hijo compartió el camino hacia la soledad eterna en compañía del difunto. Esa soledad, poblada en vida de los silencios cotidianos con los que platican los varones, se prolongó por cincuenta kilómetros largos. Cuando el hijo regresó del cementerio de Cerecita a la casa familiar —vacía para siempre de padre— pronunció las palabras de su orfandad definitiva:

            «El momento más grave de mi vida es haber visto a mi padre, a través del espejo retrovisor, con una mascarilla que le cubría nariz y boca, sentado y muerto, en el asiento trasero del viejo yip azul».

 

 

Mis yoes de sesenta

 

¡He sido tantos yoes que me espanto! En ocasiones, fui tú; máscara, ante los otros. En el jardín, nuestra rosa desnuda.

Fui místico en su noche oscura. Fui, también, tabernero de un antro de poetas menores.

¿Soy acaso el rostro al afeitarme mañana ante el espejo ajeno? ¿Seré ese niño perdido en el parque? ¿Poeta sepultado en París?

¿Quién despierta insecto? ¿Quién maestra de escuela?

¡Tantos yoes compartidos! Más de sesenta años de prójimo; el pan de mis Vallejos, amoroso. El prometeico caldero de la ironía sin método.

Este poema, de provisorio verso final.

 



[1] La foto es de Marcela Sánchez González, Mara. Pertenece a la sección «Prohibido tomar fotos con flash», de Trabajos y desvelos, que trabaja de manera intertextual con fotografías de dicha artista colombiana.