José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, octubre 08, 2012

Che, 45 años después de su ejecución



El Che, según Andy Warhol

En una de las aulas de la escuela de La Higuera, estaba recluido el Che. El día anterior, en el combate de la quebrada del Yuro, había sido herido en sus piernas. El lunes 9 de octubre de 1967, el gobierno boliviano y la CIA decidieron la ejecución.
           En una entrevista concedida a Paris Match, en 1977, el sargento Mario Terán, quien cumplió la orden, narró el momento:

Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden. Me fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que la hubiera anulado. Pero el coronel se puso furioso. Así es que fui. Ése fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: “Usted ha venido a matarme”. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: “¿Qué han dicho los otros?”. Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: “¡Eran unos valientes!”. Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. “¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”. Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto.

            Hoy, los intelectuales orgánicos de la derecha con Mario Vargas Llosa a la cabeza, se han dedicado a una campaña de desprestigio de la figura del Che. Es como si quisieran asesinarlo nuevamente y matarlo en la memoria de la gente. Para ello, no dudan en llamarlo “bandolero” o “criminal” y sacan de contexto los fusilamientos de la revolución cubana a los, esos sí, criminales y torturadores de la filas de Fulgencio Batista. Con una deshonestidad intelectual perversa ocultan el hecho de que para asegurar las libertades burguesas durante la Revolución Francesa, los revolucionarios tuvieron que activar miles de veces la guillotina.
            Algunos intelectuales del Ecuador, los mismos que ayer se emocionaban con poemas al Che, se han asociado al poder mediático, perverso y mercantil, y alquilan su palabra para denigrar a los gobiernos progresistas de la región sustentados en una lectura reaccionaria de las tesis sobre el poder de Foucault. Se hacen los ciegos a la hora de solidarizarse con Cuba a pesar de que en la isla les curaron su miopía, y callan cuando se trata de la defensa del legado del Che porque ahora prefieren la visión liberal del american way of life.
Esos falsetas pretenden descalificar a quienes hemos asumidos las tareas políticas de los intelectuales, contribuyendo desde diversos campos a la Revolución Ciudadana, siguiendo al joven Marx en su tesis XI sobre Feuerbach, de 1845: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.”
En medio de ese combate ideológico y político, la figura del Che se yergue como ejemplo de lo que él mismo predicó sobre el hombre nuevo, aquel individuo que debía sentirse “más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad.” El Che entregó su vida a la causa de la liberación de los pueblos y a la construcción de una sociedad más justa. Por esa entrega vital a favor de la lucha de los condenados de la tierra, Jean Paul Sartre dijo sobre el Che: “Considero que ese hombre fue no solo un intelectual sino el hombre más completo de nuestra época.”
Su mensaje a la Conferencia Tricontinental, en 1966: “Crear uno, dos, tres Vietnam es la consigna”, ha sido señalado por la derecha como la frase de un violento. Pero la consigna no se refiere a la violencia gratuita sino a la creación de focos de resistencia a la presencia militar norteamericana en el mundo. La consigna tal vez peca de voluntarista porque la resistencia de los pueblos es producto de su propia historia, pero, en Vietnam, el Imperio demostró la crueldad de la que es capaz —uso de bombas de napalm incluido— y el pueblo vietnamita mucho de la heroicidad que tienen los patriotas contra un invasor. Hoy día, la resistencia de los pueblos se expresa en los foros internacionales en donde, gobiernos revolucionarios de países como Ecuador, mantienen una posición soberana y digna frente a la iniquidades del capitalismo y de sus políticas imperiales.
            Julio Cortázar, ese cronopio que siempre tomó partido hasta mancharse, escribió en una carta a Roberto Fernández Retamar, poeta y presidente de Casa de las Américas, de Cuba, el 29 de octubre de 1967:

            Yo tuve un hermano
            […]
            No nos vimos nunca
            pero no importaba,
            mi hermano despierto
            mientras yo dormía, 
            mi hermano mostrándome
            detrás de la noche
            su estrella elegida.

            Algunos intelectuales y artistas de hoy, a pesar de nuestra pequeñez humana, nos hemos comprometido con el gobierno de la Revolución Ciudadana y luchamos por construir una sociedad más justa. En esa lucha, no exenta de errores y desalientos, intentamos seguir aquella estrella elegida.
Y como la historia está llena de paradojas vale la pena recordar que, a fines de septiembre de 2007, el oftalmólogo de una brigada de médicos cubanos que realizaban tareas solidarias en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, operó de cataratas al anciano sargento del ejército boliviano llamado Mario Terán.



Cortázar lee su poema "Yo tuve un hermano" y Pablo Milanés canta "Si el poeta eres tú"

1 comentario:

  1. Ya es imposible ejecutarlo porque el sol de su bravura le ha puesto cerco a la muerte. El vivirá por siempre en la rabia y en la esperanza, Comandante Che Guevara.

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