Un
torturador que, terminada la dictadura militar de Argentina, se refugia con una
identidad falsa en Quito. Una pareja con familia que ha sido torturada por
aquel y que pudo escapar del tormento hacia Ecuador. Un médico, quiteño
diletante con veleidades intelectuales, que se ve envuelto en una aventura que
rompe la apacibilidad de su vida burguesa. Estos son los personajes de una historia
intensa, atravesada por la crueldad humana y la justicia poética, que nos es contada
con maestría narrativa en Callada como la Muerte, la más reciente novela
corta de Abdón Ubidia, Premio Espejo de Literatura 2012.
Ubidia ha
tejido una trama que, por un lado, es profunda en desmenuzar el alma de sus
personajes: las más abyectas culpas y las más nobles intenciones se
entremezclan en cada uno de ellos para ejecutar acciones impregnadas del mal.
El mundo se presenta como un espacio en donde la sobrevivencia es consecuencia
de una lucha cruenta y sin moral. Más allá de las causas políticas o personales
que cada personaje defiende, la narración nos conduce por sucesos que
testimonian la espiral de la violencia de una lucha política sin concesiones.
La
intensidad está acentuada por una narración manejada con sabiduría. Los
personajes hablan sin ser juzgados por el autor: son las propias palabras de
aquellos las que provocan en los lectores la simpatía o la animadversión hacia
estos. Los hechos, contados con lenguaje sustantivo, apretado, están desnudos
con toda su ferocidad a cuestas. Y esa manera de acumularse la violencia es lo
que hace de la novelina un relato fascinante y agobiante.
La Muerte,
entonces, es ese personaje escondido cuyo espectro atraviesa la historia. La
Muerte, precisa, silenciosa, acude al llamado de los seres humanos que solo
encuentran saciado su rencor con el exterminio del enemigo. La Muerte que se
presenta necesaria para consumar el sentido poético de la justicia: no la de
los tribunales, como dice un personaje, sino la de la Vida.
Y es que no
se trata de una violencia en abstracto. Se trata de la violencia de los
opresores en contra de los oprimidos y de la resistencia de estos contra la persecución
y la tortura. En la novela, este sentido de la violencia de los opresores que
se desató en un país y que se cierne en otro, está trabajado de tal manera que se
vuelve posible la complicidad de los lectores con la venganza de la viuda del
militante asesinado por el torturador. Al mismo tiempo, los escrúpulos de la
viuda al momento de acudir, “callada como la muerte”, a la ejecución de la
venganza son los escrúpulos de los oprimidos al momento de ser parte de un acto
violento, mortal. Pero existe la justicia poética. Y a ella acude el autor al
momento de narrar el desenlace por el que opta.
Estamos
ante una novela atravesada por lo político en la que el autor, con mano
maestra, toma partido por los oprimidos sin estridencias panfletarias. Y, en
medio de esa violencia, aparece la mano experimentada del escritor que construye
un relato cargado de mediaciones y sentido de lo humano. El personaje del
torturador está mediatizado por la piedad del autor con sus criaturas pero
también con la precisión política de quien sabe que está trabajando con una
materia cargada de violencia. El personaje de la joven viuda está construido
desde la solidaridad y no por ello se la exime de la sevicia con la que ejecuta
su venganza.
Callada
como la Muerte, de Abdón Ubidia, es una novela corta que deslumbra por la
intensidad de lo narrado, que estremece por la humanidad de sus personajes en
medio de la violencia y la crueldad de sus historias, y que confronta a los
lectores con el sentido profundo de la justicia.
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