La comparsa de "La Casa de las Muñecas" durante el desfile del Orgullo 2019, en Guayaquil. (Foto Raúl Vallejo) |
«¿Tiene Raúl algún tipo de desviación?», le preguntó un amigo a Carol Murillo, según ella lo reveló el 23 de marzo, en Manta, durante la conversación que la Sociedad del Quijote organizó sobre El perpetuo exiliado y Gabriel(a). Carol contó que aquel amigo le hizo la pregunta cuando, en 2019, apareció Gabriel(a), debido a la historia de la novela, algunos artículos que he escrito sobre el tema y el hecho de que yo participe en las marchas del orgullo LGBTI. Contó Carol que, al comienzo, la pregunta le causó risa y extrañeza, pero, luego, pensó que su amigo, que es un hombre muy serio y culto, no dejaba de cargar el prejuicio homofóbico.
Inmediatamente recordé cuando, en diciembre de 1986, hice una investigación para Vistazo sobre el SIDA, que me llevó a trabajar once historias clínicas y entrevistar a un enfermo desahuciado con quien conversamos más o menos una hora. En aquel año el retrovirus fue bautizado como virus de inmunodeficiencia humana, VIH, y, dado que el primer grupo de riesgo era el de los homosexuales, se desarrolló una homofobia que produjo una persecución y aislamiento aún mayores de los que, de por sí, ya padecía la comunidad homosexual del mundo[1]. Cuando mis conocidos se enteraron de la entrevista, fui tratado con suspicacia y cierto rechazo: el prejuicio obraba pues yo había estado en contacto con la enfermedad apocalíptica y el círculo homosexual.
El primer inciso del artículo 516 del antiguo Código Penal decía: «En los casos de homosexualismo que no constituyan violación, los dos correos serán reprimidos con reclusión mayor de cuatro a ocho años». La despenalización de la homosexualidad se dio con el dictamen del Tribunal de Garantías Constitucionales, el 25 de noviembre de 1997, que sentenció la inconstitucionalidad de dicho artículo[2], pero lo prejuicios homofóbicos continúan. Sigue siendo utilizado como un insulto el señalamiento, en cualquier de sus expresiones, de la condición homosexual: a un político se le pone algún apodo que lo señale como homosexual y se le inventa relaciones homosexuales para descalificarlo; a la hinchada del equipo de fútbol rival se la tilda de “falta de hombría”; y, en general, a quienes se quiere denostar se les dice que son maricones. Afortunadamente, la literatura, el cine y, en general, el arte contemporáneo, contribuyen a poner en evidencia los prejuicios homofóbicos: películas como La chica danesa (2016) y El poder del perro (2021); libros como Las malas (2019), de Camila Sosa Villada; o declaraciones de artistas como el cantante Pablo Alborán, quien ha asumido públicamente su homosexualidad, o quienes anuncian su transición como lo hizo Elliot Page. Y hay, entre nosotros, quienes también rompen estereotipos como la estupenda cantante y modelo transgénero Doménica Menessini.
Hemos avanzado, desde la despenalización de la homosexualidad, en la legalización de derechos de la población LGBTI, aunque todavía falta mucho por cambiar. La nueva Ley Orgánica de Gestión de la Identidad y Datos Civiles, aprobada por la Asamblea Nacional y publicada en el Registro Oficial del 4 de febrero de 2016, según los artículos 78 y 94, permite la sustitución del campo de sexo por género y el cambio de nombre en el Registro Civil. El 29 de mayo de 2018, la Corte Constitucional sentenció que la niña Satya podía llevar el apellido de sus dos madres, luego de que el director del Registro Civil, años atrás, se había negado a inscribirla como tal. El proceso legal que llevaron adelante las madres de Satya duró aproximadamente siete años. Asimismo, hay que señalar como un hito en los derechos de la población LGBTI, el que, el 12 de junio de 2019, la Corte Constitucional haya aprobado el matrimonio civil igualitario. Todavía faltan, por ejemplo, leyes sobres el cupo laboral trans o un combate frontal contra las llamadas clínicas de deshomosexualización que aún funcionan en Ecuador, pese a la normas del Ministerio de Salud: el Acuerdo 543, del 8 de octubre de 2010, dispone la clausura de cualquier centro que atropelle los derechos humanos y que atente contra la identidad sexual de los pacientes.
He hablado de la homofobia en este artículo, pero sería de mayor precisión utilizar el término heteronormatividad. La homofobia parecería una patología individual susceptible de cambio, mientras que la heteronormatividad da cuenta de la discriminación sistemática. Un estudio de caso sobre la violencia contra las mujeres lesbianas y hombres gays en Quito (2008-2015), precisa: «El problema de utilizar la categoría “homofobia” es que puede llevar a interpretar que se trata de un problema individual que debe ser corregido, lo cual oculta los valores y estructuras sociales que hacen posible el rechazo a las relaciones entre personas del mismo sexo»[3].
¿Tengo yo algún tipo de “desviación”? Cuando me tocó hablar aquella noche en Manta, recordé que de1985 a 1988 fui coeditor de Vistazo y que, entre mis diversas tareas, entrevistaba a artistas. En esa época, el cantante español Raphael Martos llegó a Guayaquil y fuimos a entrevistarlo con una colega. Mientras almorzábamos con él, mi colega hacía preguntas que, en cada ocasión, se volvían más personales; después de una sobre los amores del cantante, Raphael la miró sonriente y le dijo: «Tú te mueres de ganas de preguntarme si soy maricón». Ella lo hizo y el tarareó: «De mis secretos deseos / de mi manera de ser / de mis ansias y mis sueños / qué sabe nadie / qué sabe nadie. / Qué sabe nadie / lo que me gusta o no me gusta de este mundo. / Qué sabe nadie / lo que prefiero o no prefiero en el amor». Es lo mismo que yo tararearía para responder al amigo de Carol.
[1] En 1987, publiqué en la revista cultural PalabraSuelta el ensayo SIDA, metáfora apocalíptica en donde desarrollo la idea de cómo los prejuicios homofóbicos convirtieron al , en aquellos años, en un contemporáneo jinete del apocalipsis.
[2] En marzo de 1997, publiqué en la revista La Otra el artículo Los prejuicios detrás del 516
[3] Rafael Garrido Álvarez, Violencia contra mujeres lesbianas y hombres gays en la ciudad de Quito, 2008-2015 (Quito: FLACSO Ecuador, 2019), 33.