Blog cultural de Raúl Vallejo.
Artículos escritos con inteligencia natural.
José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos. (De El perpetuo exiliado, 2016).
En el proceso electoral de 1978-1979,
Jaime Roldós Aguilera, que fue electo presidente, motejó a León Febres Cordero,
como «el insolente recadero de la oligarquía», pues, en ese entonces, LFC era un
alto ejecutivo de las empresas de Luis Noboa Naranjo y un político que,
afiliado al Partido Social Cristiano, representaba los intereses económicos de
las cámaras de la producción. Luego de ejercer la presidencia del país, 1984-1988,
LFC dejó de ser recadero para convertirse en la cabeza de una facción emergente
de la misma oligarquía. Para las elecciones del próximo 15 de octubre, la
oligarquía ecuatoriana, que ya no necesita de la intermediación de los partidos
políticos para su representación, pues los propios oligarcas se representan a sí
mismos en la arena política, pretende vendernos la idea de que su candidato
representa lo nuevo. Daniel Noboa Azín ya no es el recadero, sino el poder económico
tradicional que se representa a sí mismo mediante sus herederos: él es la nueva
generación de la vieja oligarquía y su programa político apunta a la privatización
de los servicios públicos, al debilitamiento del Estado con la consiguiente
merma de los derechos sociales que la humanidad ha acordado como básicos.
Los neoliberales y sus asesores marqueteros
han encontrado nuevos nombres para lo mismo: monetización de los activos del
Estado, por ejemplo, le llaman a la privatización de los servicios públicos. Lo
que no dicen es que los procesos de privatización de los servicios públicos
siempre buscan el reparto de los activos nacionales entre los miembros de la
misma oligarquía, ya sea aliada a las corporaciones transnacionales, o entre los
partidarios de su propia clase social, con el objetivo de liderar los nuevos procesos
de acumulación del capital. Ya no importa qué digan en campaña, en donde
siempre doran la píldora: después de todo, sus asesores de imagen han diseñado
un producto aspiracional que se vende, por ejemplo, como un joven ecologista,
aunque el grupo empresarial de su familia tenga enormes intereses en la explotación
minera a gran escala. El IESS es la joya más codiciada: las administraciones de
los neoliberales han dañado la atención de sus servicios de salud para posicionar
la idea de que lo mejor sería la privatización del servicio: lo que hay detrás
es una concepción de la salud pública como un negocio de lucro privado y no
como un derecho ciudadano que requiere de un servicio público de calidad.
Verónica Abad, la candidata a vicepresidenta
de Daniel Noboa, es quien expresa de manera franca y abierta el verdadero
rostro del programa económico y social de la oligarquía de hoy. Este programa,
anclado en las ideas Trump o Milei, es la representación desnuda del capitalismo
salvaje que no está dispuesto a permitir que ni siquiera un programa socialdemócrata
merme su codicia infinita de acumulación. Abad sostiene que ni la educación ni
la salud son derechos; cree que hay que desmantelar el Estado y reducirlo a su
mínima expresión para que desaparezcan las políticas públicas en educación y
salud pública de calidad, en el desarrollo del deporte o las diversas
expresiones culturales, o en la atención a grupos vulnerables. Los estrategas
políticos han escondido al binomio de Noboa porque sus ideas causarían repulsa
en el electorado de hoy. No dudo que, a través de la promoción que le harán,
una vez en el poder, los medios hegemónicos, terminarán justificando y posicionando
las ideas del capitalismo salvaje. Si en 1984 no dudaron en tildar de
comunistas a las ideas socialdemócratas de Rodrigo Borja que se sintetizaban en
el eslogan «justicia social con libertad», no sería nada raro que en 2025 nos
quieran hacer creer que los derechos básicos que ha acordado la humanidad —educación,
salud, vida digna— son un peligro para la libertad del individuo.
Me dirán que no escribo un análisis equilibrado
de las candidaturas. Tienen razón: yo escribo desde una opción política e ideológica
socialdemócrata; desde una visión de desarrollo del país que privilegia al ser
humano por encima del capital; desde el entendimiento de que hay derechos sociales
básicos, acordados por la humanidad, y que no podemos retroceder en este
aspecto. Yo nunca voté por el insolente recadero de la oligarquía, menos voy a
votar por una oligarquía familiar a la que, en términos económicos, le interesa
el país solo para la acumulación de su riqueza y que, políticamente, se
representa a sí misma en la candidatura de su heredero.
En 1984, en el debate televisivo que
fue un momento culminante de las elecciones presidenciales de aquel año, Febres
Cordero acusó a Rodrigo Borja de marxista: «Pan, sinónimo de alimento, alimento
es igual que producción, producción se genera con confianza que yo la genero,
usted no la genera porque usted es socialista, marxista, libertario,
materialista […]»[1].
En el 2009, se propaló el fantasioso rumor de que en las bóvedas del Banco
Central estaban listos 1.200 millones de cóndores en billete, que habrían
sido traídos en once contenedores desde Irán, vía Chile, para reemplazar a los
dólares del público. En estos tiempos electorales, al igual que ayer, frente a una
alternativa política y económica de corte socialdemócrata, como lo es la Revolución
Ciudadana, se han agitado, sin pudor ni rigor, los cucos del comunismo y de la
desdolarización.
La estrategia política e ideológica
de la burguesía ha sido, en general, demonizar y criminalizar a los movimientos
sociales y a los partidos progresistas. En 1979, la derecha, con el suporte
comunicacional de los medios hegemónicos, acusó a los candidatos del CFP y a su
líder Asaad Bucaram de querer imponer el socialismo comunitario y que la
disyuntiva de entonces era entre el libre mercado o el socialismo. Aunque
parezca ficción, ¡Roldós y Borja fueron acusados de comunistas! Así, hasta estos
días, en que se ha etiquetado a todo proyecto que hable de justicia social bajo
nombres de diversos fantasmas: a los gobiernos de corte progresista, cuyas políticas
económicas son socialdemócratas de diversa gama, se les cuelga el sambenito de comunistas
y de castrochavistas. Cuando el movimiento indígena se moviliza se lo acusa de seguir
consignas mariateguistas, sin entender siquiera el pensamiento del peruano José
Carlos Mariátegui, al igual que, en el pasado, se acusaba a las organizaciones indígenas
de ser manipuladas por anarquistas y subversivos, variantes de comunistas y
agentes de Moscú o del castrismo. Los corifeos de los medios hegemónicos han
repetido esta cantaleta desde siempre y, en cada ocasión, lo han hecho con una
mezcla agenciosa de ignorancia y mala fe. En esta época de la violencia y el
odio de las redes sociales, se repite, ya desvergonzadamente, lo que grita el fascistoide
Milei, que es la versión ideológica en crudo de la política del capitalismo salvaje:
«¡zurdos de mierda!». Un lenguaje de albañal, que retoma los postulados de la
guerra fría y los transforma en discurso de odio, es puesto en boga por algunos
políticos y las centrales de trolls activadas en las redes sociales para el
efecto.
Antes de la primera vuelta, el cuco de la desdolarización
apareció a partir de una entrevista que el periodista argentino Jorge
Fontevecchia le hizo a Andrés Arauz, el candidato a vicepresidente de la
Revolución Ciudadana, en abril de este año, cuando aún no era candidato, en
medio del debate sobre la dolarización en Argentina. El portal Perfil,
en su sección Modo Fontevecchia, tituló la entrevista: «Andrés Arauz: En
Ecuador, la entrada a la dolarización fue traumática y la salida sería
catastrófica»[2].
En la entrevista, Aráuz hizo una serie de disquisiciones de carácter teórico
para que el público argentino tuviera más elementos sobre los costos sociales y
las limitaciones de política monetaria que implica entrar en la dolarización.
Estas declaraciones, fueron descontextualizadas y tergiversadas, de forma sincronizada,
por ese trabajo conjunto y permanente que realizan los corifeos de las cámaras,
que escriben en medios tradicionales y hegemónicos, y el ejército de trolls que,
inmediatamente, tergiversó todo aún más y lo posicionó, con niveles conceptuales
asquerosos, como tendencia en las redes sociales.
La más reciente aparición del cuco
de la desdolarización, que ya lleva más de quince años queriendo asustar a la
población, fue a propósito de una exposición del expresidente colombiano
Ernesto Samper en el IX Encuentro Oficial del Grupo Puebla: «El mundo vive un
proceso de desglobalización, y eso tiene un nombre, desdolarización. Solamente
cuando logremos avanzar en esa desdolarización vamos a ser capaces de hablar de
que se ha creado un nuevo espacio para un entendimiento global»[3]. Inmediatamente la prensa
hegemónica manipuló la declaración para trasladarla, en titulares perversos, al
programa económico de la Revolución Ciudadana.
En el debate presidencial de anoche,
por enésima vez, la candidata Luisa González, aclaró con solvencia la posición
programática que tiene la Revolución Ciudadana. Primero, precisó, que en la
reunión del Grupo de Puebla se trató sobre un sistema que utilice diversas monedas
e instrumentos de pago para el comercio a nivel mundial. Luego enumeró algunas
políticas públicas de su programa de gobierno encaminadas a fortalecer la dolarización.
Finalmente, recordó que, en la Asamblea, fue la bancada de la RC la que propuso
que, en la Constitución, conste el dólar como moneda del país. Esta propuesta
no contó con el voto del candidato de la derecha, Daniel Noboa. A la burguesía
ecuatoriana, que pretende eliminar del todo el ya debilitado Impuesto de Salida
de Divisas, ISD, —medida implementada por el actual gobierno que sí debilita la
dolarización— no le interesa enterrar este cuco. En el último tramo del proceso
electoral, ya saldrán los analistas económicos de la burguesía y sus mercenarios
digitales a activar los alaridos del cuco de la desdolarización. En realidad, el progresismo que
proclama la Revolución Ciudadana se sustenta en un programa de corte socialdemócrata,
atravesado por una altísima inversión social, cuya política económica apunta al
desarrollo de una economía capitalista en función del fortalecimiento de la dolarización.
Los cucos del comunismo y la desdolarización solo buscan, con una perversa manipulación
de los conceptos, asustar a la población, aprovechando la propaganda de los
medios hegemónicos, para que los grupos del poder económico se hagan del poder
político a través de sus herederos.
Cuerpo
presente, de Siomara España Muñoz, cumple con uno de los cometidos de la escritura:
hablar con las ausentes. Poética documental sobre la violencia feminicida que toma partido por la justicia
y la vida. (Foto: R. Vallejo, 2023)
En su
poemario De cara al fuego (2011), Siomara España, como si hubiese tenido,
como si hubiese temido, la presunción de lo que alguna vez escribiría, ya nos
hablaba de la poesía como una escritura en la que la voz poética se vuelve
cuerpo de poeta desde el asombro que provoca lo que duele, lo que sangra: «Cuando
sufras el poema / cuando cada línea te sangre a borbotones su tinta de rabia /
de dolor o esquizofrenia / cuando sufras línea a línea / verso a verso / será
la hora del poeta»[1].
Una poesía que invade la zona de placer de sus lectores y los confronta con el
dolor que la gente, desaprensiva, a veces pretende escamotear.
Cuerpo
presente (2022), de Siomara España Muñoz (Paján, 1976), es un libro que convierte
sucesos criminales, asesinatos que desgarran el espíritu, en poesía de
conmovedora belleza; es una crónica poética de feminicidios que nos envuelve en
el desasosiego, pero que, al mismo tiempo, en la medida en que la poeta asume
la voz de una profeta laica, sus versos nos mueven a la indignación y al clamor
de justicia.
Dice con
acierto Mercedes Roffé, en la contratapa, que Cuerpo presente se inscribe
en una tradición que nos remonta a Gotfried Benn y su poemario Morgue
(1912). En nuestra literatura, yo hermano estos poemas de Siomara España con un
estremecedor texto de nuestra Ileana Espinel (1933-2001): «María Juana Pinto», aparecido
en Tan solo 13 (1972). El poema de Espinel parte de una noticia aparecida
en El Comercio, del 13 de abril de 1970, que cuenta que una mujer pobre
fue asesinada a golpes en presencia de sus tres hijos por el guardián de una
hacienda: «Te molieron a palos, María Juan Pinto / que vives en la cruz de
estas palabras»[2].
Pero, en la poesía de España, esta experiencia de la crónica de crímenes reales
es llevada in extremis hacia una propuesta estética que logra fundir la
voz testimonial de la profeta en la belleza del horror que envuelve el registro
de la voz de la poeta:
En el libro de Siomara España la
propuesta de poetizar una serie de feminicidios, acaecidos en nuestro país, es
llevada con el rigor de la cronista y la libertad de la palabra poética. La
poeta parte de noticias de prensa que la escritura transforma en poesía. En
este sentido, estamos ante una poesía que hace de la realidad de la muerte
violenta, del asesinato de mujeres, su materia poética. Una poesía que
documenta el ciclo de la violencia patriarcal desde la conciencia de las víctimas,
reivindicándolas desde la ternura herida:
Cuerpo
presente es un poemario que nos confronta con esa violencia sin
hacer concesiones al lirismo escapista: la violencia de la misoginia está en la
vida, y, por tanto, es posible en la poesía. No hay escape mientras no se haga
justicia.
El feminicidio no es un invento
de “los progres” como pretende el negacionismo neofascista del mundo. El
feminicidio es inherente a la estructura patriarcal del capitalismo salvaje. En
este sentido, la palabra del poeta no es para esconder lo que puede incomodar,
sino para develar el horror que pretende ser disfrazado como el viejo “crimen
pasional” de individuos que sufren un momento de locura:
La palabra de este poemario es la
voz de una profeta que denuncia los crímenes de una sociedad patriarcal y, como
en la antigüedad bíblica, es una voz que llama a la indignación del pueblo.
Siomara no escamotea la descripción
de la violencia sobre el cuerpo de la mujer. Así, en «Cuchillo», el poema sobre
Diana Carolina, una mujer embarazada, que fue asesinada en Ibarra, en enero de
2019, la voz profética anuncia y denuncia:
Diana me llama desde el vientre
mi hijo muerto
por las calles de Ibarra escucho
el coro de mi nombre
la voz no nata de mi hijo se une
al griterío
la mano de un gendarme se queda
en intención de viento
El
poemario es una crónica descarnada del cuerpo y su fragilidad. En «Boleta de
amparo», la poeta continúa el poema que empezara en Celebración de la
memoria. En el libro de 2018, dice: «El cuerpo en vertical / escaparate
blando / El cuerpo es una jaula / filigrana / que se teje lentamente / del espíritu
a la memoria»[7].
En «Boleta de amparo», que es parte de la sección «Verticalidad del cuerpo» —el
árbol de una cruz—, los sentidos son complementarios, pero también adquieren una
fuerza política que solo es posible desde el habla poética: «El cuerpo en
vertical / es una herida andante / no sé por cuánto tiempo / me sostenga en el
aire / vivo en la memoria de un pasado con sus sombras / con el miedo amparado
/ en una hoja / que dice / que / me / salva»[8]. Pero, la realidad de ese “que
dice” es la indefensión, pues no hay, no habrá salvación en una boleta de amparo.
La violencia de la misoginia no conoce límites de papel.
La sección
«Horizontalidad del cuerpo» —el travesaño de una cruz— se abre con «Bufanda»,
un poema que prepara a los lectores para el documental sobre feminicidios al
que asistiremos desde una voz suave que, sin embargo, encierra el sentido de la
violencia que nos envolverá: «El tejido es un crochet con sus fractales / un ropaje
para el cuello blando / el frío es corazón presurizado / un corazón sin helio /
—digo—». Y cada poema lleva como título asociativo el instrumento de los crímenes
o el de su causa: el cuchillo, la almohada, el vidrio, el candelabro, la guardarraya,
las tijeras, la navaja, el martillo, el cartucho, el móvil, el pavimento, un árbol.
El horror de los objetos de la cotidianidad es el horro de su uso. En la poesía,
ese horror se concentra en los versos que le dan la voz a Sharon, la hechicera,
—una artista popular que fue asesinada por su conviviente en el primer caso
juzgado como feminicidio en el país—, cuyo cuerpo yace en el pavimiento de la
carretera: «pero estoy aquí / sin mí / con mi cadáver». El cuerpo de la mujer
que ya no es; la ausencia de la vida en la materia de la muerte.
Durante
la lectura de Cuerpo presente me detenía a respirar, porque sus versos me
asfixiaban con la concentración de tanta violencia criminal. Así, las mujeres asesinadas
eran un coro desgarrador en la voz poética: «El miedo es / la luz perdida de la
infancia […] El miedo es soledad / extendida en las cenizas»[9]. El llanto, inútil ante la
muerte, libera a quien lee, pero también lo indigna. Contemplaba por la ventana
el verdor de la arboleda que rodea mi casa y la voz de la profeta me seguía con
su clamor de justicia. La indignación que subyace en los versos de este libro
me llevó a releer los versos finales de Celebración de la memoria (2018)
para entender que la escritura es esperanzadora, aunque esté envuelta por la
materia de lo abyecto:
Cuerpo
presente, de Siomara España, cumple con uno de los cometidos de la escritura:
hablar con las ausentes. En este caso, una
poética que es testimonio de la violencia feminicida de nuestra sociedad
patriarcal y que hace un llamado a quienes leen para tomar partido por la justicia
y por la vida.
P.S.: Cortometraje dirigido y producido por los cineastas David Grijalva Calero y Diego Falconi Averhoff basado en el poemario Cuerpo presente, de Siomara España:
[1]Siomara España, «Poetas»,
De cara al fuego (Quito: El Ángel Editor, 2011), 83.
[2]Ileana Espinel,
«María Juana Pinto», de Tan solo 13, en Poemas escogidos
(Guayaquil: Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Guayas, Colección Letras
del Ecuador # 77), 113.
[3]Siomara
España, «Crónica», Cuerpo presente (Granada: Valparaíso Ediciones,
2022), 14.