José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, junio 05, 2023

«El Rincón de los Justos», de Jorge Velasco Mackenzie: 40 años, edición conmemorativa


            El 26 de febrero de 1983, la editorial El Conejo terminó de imprimir la primera edición de El Rincón de los Justos, de Jorge Velasco Mackenzie. La ilustración de la portada es un fragmento de Oasis No. 2, de César Andrade Faini, un óleo de 1955. El mismo año de 1983, en la colección «Grandes Novelas Ecuatorianas. Los últimos 30 años», El Conejo lanzó la segunda edición con un tiraje de 10.000 ejemplares. En 1984, la novela obtuvo el premio al libro del año concedido por la Sociedad Ecuatoriana de Escritores. En 1991, apareció la tercera edición de la novela en el número 53 de la colección Antares, de Libresa, con estudio introductorio y notas a mi cargo.[1] En 2007, el Municipio de Guayaquil publicó la cuarta edición bajo la coordinación editorial de Javier Vásconez y Yanko Molina, con prólogo de Mercedes Mafla. En 2009, el Ministerio de Cultura de Ecuador, en alianza con Alfaguara, publicó tres volúmenes de novelas ecuatorianas; en el tercer tomo, apareció la quinta edición de la novela.[2]

1ra. edición, 1983.
            En este 2023, el mes pasado, salió la edición conmemorativa de los cuarenta años de El Rincón de los Justos, publicada por editorial Planeta, de Colombia, cuyo cuidado y coordinación he tenido el grato privilegio de que estén a mi cargo.[3] El camino no ha sido fácil: desde octubre de 2021, con la autorización de Cristina Velasco Cabrera, la hija del escritor, comencé a buscar una editorial de fuera del país para publicar la novela. Me respondieron que no editaban a escritores fallecidos, que la novela solo era conocida en Ecuador, que la imprimirían si la familia se hacía cargo de los costos; una aceptó publicarla, pero desistió por falta de presupuesto y otra nunca respondió. Hasta que llegamos a Planeta: esta edición tiene una historia que comienza con un correo electrónico del lúcido y generoso Marcelo Báez Meza a Juan David Correa, el editor de Planeta, el 4 de marzo de 2022, en el que le sugiere publicar una Biblioteca Jorge Velasco Mackenzie, que incluiría textos inéditos. Meses más tarde, Juan David y yo conversamos telefónicamente al respecto; inmediatamente después de esta llamada, le envié un PDF de la segunda edición de la novela. Finalmente, en octubre de 2022, el editor de Planeta respondió mostrando su interés en El Rincón de los Justos.

JVM, foto Liliana Miraglia, 1978.
            Entonces, Cristina Velasco se hizo cargo de digitalizar la novela y yo de la primera revisión de dicho archivo antes de enviarlo a la editorial. Luego vino un intenso trabajo de corrección del texto con Andrés Martín Londoño, que, en Bogotá, leyó la novela con un profesionalismo impecable. Mientras tanto, en el Encuentro de Literatura, que se realizó en Cuenca, del 21 al 25 de noviembre de 2022, yo había hablado con Alicia Ortega Caicedo y Cecilia Ansaldo Briones para pedirles que escribieran el prefacio y el texto de contratapa respectivamente. Así, esta edición tiene dos visiones lúcidas sobre la novela, pues Alicia, que es una crítica que tiene lecturas iluminadoras sobre la literatura ecuatoriana[4], y Cecilia, que, además de ser la maestra de todos nosotros, conoce la obra de Jorge desde sus comienzos, son dos voces de innegable valor académico para que quienes se acerquen, hoy en día, a esta novela fundamental en la tradición literaria ecuatoriana tengan más y mejores elementos críticos que contribuyan a su lectura personal. A mí me correspondió el posfacio, que «es el testimonio de mi amorosa admiración por la escritura tatuada del búho de Matavilela».[5]

Croquis original de Erwin Buendía.
             Esta edición conmemorativa tiene, además, cuatro elementos novedosos. En primer lugar, el croquis de Matavilela y los lugares en donde sucede la novela: la versión original de este plano la dibujó Erwin Buendía Silva (1966-2006) y nos la cedió Cecilia Ansaldo; basados en aquella versión y con la ayuda de Google Maps, la hemos mejorado. La foto de Jorge Velasco que va en la solapa es de la escritora y fotógrafa Liliana Miraglia: fue tomada en 1978, en una pequeña cafetería que existía en los bajos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Guayas, antes de que los que formamos el grupo Sicoseo nos mudáramos al Montreal, la fuente de soda que quedaba en la siguiente esquina: un sitio emblemático que es protagónico de Tatuaje de náufragos. El año de la foto es el año en que se desarrollan los acontecimientos de la novela. La ilustración de la portada es una obra del pintor guayaquileño Jorge Velarde titulada Dentre nomás; pertenece a la colección del MAAC y data de 1983, el año en que apareció la novela.[6] Finalmente, Alicia Ortega cita, como corolario de su prefacio, la receta de Matavilela, un cóctel de homenaje a la novela de Jorge elaborado con bebidas espirituosas.[7]

            En síntesis, ¿por qué releer El Rincón de los Justos en estos tiempos? Porque la novela de Jorge Velasco Mackenzie retrata con visión deslumbrante al Guayaquil de finales de los 70 y comienzo de los 80, del siglo pasado, reelabora el habla de los sectores marginales que la habitaban y la incorpora naturalmente al discurso narrativo, construye inolvidables personajes del pueblo y es una muestra maestra del arte de narrar. Y, ¿por qué hacerlo en la edición conmemorativa de Planeta? Pues, porque es una edición bellamente diseñada y amorosamente cuidada que contiene varios elementos, novedosos y únicos, y que presenta estudios y comentarios actualizados sobre la novela. Si estas dos razones no son suficientes, existe una tercera: El Rincón de los Justos, de Jorge Velasco Mackenzie es una novela icónica de Guayaquil que, en diálogo con Las cruces sobre el agua, de Joaquín Gallegos Lara, contribuye a entender, desde la estética de la palabra, el espíritu de lo popular en la ciudad de los manglares.



[1] Consultar mi página web: Estudio sobre El Rincón de los Justos.

[2] En el tercer volumen, junto a El rincón de los Justos, también se publicaron Pájara la memoria, de Iván Egüez, Del otro lado de las cosas, de Francisco Proaño Arandi, y El desterrado, de Leonardo Valencia.

[3] Jorge Velasco Mackenzie, El Rincón de los Justos, 6ta. ed. (Bogotá: Editorial Planeta Colombiana / Seix Barral Biblioteca Breve, 2023).

[4] El prefacio de Alicia Ortega se titula: «El Rincón de los Justos: una poética de la ciudad manglar», 9-28. Recomiendo su libro Fuga hacia adentro. La novela ecuatoriana en el siglo XX (Buenos Aires / Quito: Ediciones Corregidor / UASB, sede Ecuador, 2017).

[5] Mi posfacio se titula «La escritura tatuada del búho de Matavilela», 215-228.

[6] Una obra de Jorge Velarde ilustró otro libro de Velasco Mackenzie: Clown y otros cuentos (Babahoyo: Ediciones Uso de la Palabra del Departamento de Letras de la Universidad Técnica de Babahoyo, 1988). Para mayor información, visitar https://www.velardepintor.com/

[7] Aquí, la historia de Matavilela, el cóctel


lunes, mayo 29, 2023

Gilda Holst y Liliana Miraglia: sus primeros cuentarios

De mi archivo: En 1989, cuatro escritoras, todas exintegrantes del taller de literatura de avanzados del Banco Central de Ecuador y la CCE, Núcleo del Guayas, dirigido por Miguel Donoso Pareja, y formadas en la Escuela de Literatura de la Universidad Católica de Guayaquil: Gilda Holst, Liliana Miraglia, Livina Santos y Marcela Vintimilla publicaron sendos cuentarios que son, hasta hoy, un punto de referencia obligado para estudiar la literatura escrita por mujeres. Algunos cuentos de las cuatro escritoras aparecieron, en 1987, en una muestra de la «Nueva narrativa ecuatoriana», publicada en la revista Hispamérica, No. 48, editada en EE. UU, fundada y dirigida por Saul Sosnowski. En esta entrega, reproduzco las reseñas de los libros Más sin nombre que nunca, de Gilda Holst, y La vida que parece, de Liliana Miraglia. El próximo fin de mes, en esta misma sección, publicaré las reseñas de los libros de Livina Santos y Marcela Vintimilla.

 

(Foto: R. Vallejo, 2023)

Situaciones de humor e ironía

Hoy, 18 de febrero de 1991

 

Más sin nombre que nunca, de Gilda Holst (Guayaquil, 1952), es un cuentario en el que, junto con el ejercicio, todavía por pulir, de contar historias, existe un profundo desentrañamiento de situaciones. Algunas de las historias consiguen combinar lo que se cuenta con la disección de la situación que lo contado provoca («El rescate», cuento logrado sobre lo absurdo en lo cotidiano; o «Reunión», excelente alegato acerca de la condición de la mujer).

Otras, sin embargo, muestran en exceso su proceso de construcción o no cuajan en el tono absurdo que proponen («Percance en la carretera» y «Día de playa»); o, el detenerse en lo situacional, se encierran sobre sí mismas y se vuelven hostiles al lector («El ejercicio»).

En el cuentario de Gilda Holst existe la presencia de una escritura de mujer. No solo por sus cuentos acerca de la condición de la mujer, que, a partir de situaciones cotidianas, demuestran en el desarrollo de su historia lo irracional de la discriminación («Reunión», «Palabreo», «Destino», «La competencia»), sino porque, a lo largo de los textos, las observaciones del narrador (¿podré decir narradora, en tanto categoría literaria?) desmitifican a través de la ironía la organización masculina del mundo: «una comprensiva cojudez un poco femenina», «una mujer que sube una montaña es un despropósito», «Esa mujer ofrecía el estúpido espectáculo de estar enamorada», etc.

 

Gilda Holst (Foto de Liliana Miraglia)

La ironía y el humor son dos cualidades de la escritura de Gilda Holst. Pero, al mismo tiempo, evidencian su deuda con Pablo Palacio. El problema no es solo de forma de contar, sino que, en ocasiones, esa deuda se reconoce en la construcción de la frase (el segundo párrafo de «El escritor»), la estructura del cuento («El ejercicio»), o el tratamiento temático («Una palpitación detrás de los ojos»).

Errores cometidos a nivel de la piel del texto —a pesar del trabajo en el taller entorpecen la lectura; cito solo dos ejemplos: «Su mano se aferró al mango que llevaba en la cintura» (¿se aferró a la fruta o al mango del cuchillo que llevaba en la cintura?); «Jala la palanca del motor, sale y levanta la tapa del carro» (¿cuál es la palanca del motor en un automóvil?).

Pero estos errores no son, en todo caso, los que definen el libro. Cuentos como «Luisa Pajós», de impecable construcción del proceso de creación literaria y la intervención de la vida en éste; «En el temblor», cruel disección de la pareja, o en el ya mencionado «Reunión», son los que nos hablan de una escritora que construye, sobre sólidas bases, su manera de narrar.

 

Contar poco, decir más

Hoy, 25 de febrero de 1991

 

            La vida que parece, de Liliana Miraglia (Guayaquil, 1952), es un cuentario que, en la mayoría de los textos que lo integran, se caracteriza por la presencia de soportes anecdóticos mínimos. En general, no estamos ante cuentos que cuentan historias. Esto impide, por ejemplo, que el lector recuerde y/o se identifique con algún personaje l—quiero decir, con la alegría, el dolor o la duda de este—. No estamos ante una propuesta estética que intenta atrapar lectores.

            Pero tampoco existe hostilidad hacia el lector como propuesta de escritura. Lo que Liliana Miraglia pierde al no contar historias se ve compensado por un manejo de la ambigüedad que le permite profundizar las situaciones del texto y multiplicar sensaciones.         

Liliana Miraglia (del Facebook de Cadáver Exquisito)

«Una carta para Ivonne» es un ejemplo de lo dicho; en este cuento, la presencia del absurdo y la ruptura de lo cotidiano —una mujer que entra en una casa sin explicar motivo alguno, que no puede vivir ser vista por el hombre que habita una casa, que intenta escribir una carta para Ivonne y que, finalmente, sale a buscar otra casa— genera múltiples preguntas para un lector obligado a especular acerca de ellas.

            A pesar del trabajo en taller, existen errores a nivel de la piel de texto. «Casi lo he logrado, aunque algunas pueden haber caído en algún lugar…» (se debe decir: «pudieron haber caído». «Esta vez, el portafolio lo deja en el suelo» (debió escribir: «Deja el portafolio en el suelo»). «…subía de dos en dos las escaleras de caracol…» (las gradas pueden subirse de dos en dos, no las escaleras).

            La cuestión de la mujer, como tema principal o evidente, no parece interesar a Liliana Miraglia. Por sus cuentos, sin embargo, rondan narradoras-protagonistas («Una carta para Ivonne», «La venta del solar», «La espera», «La vieja»), personajes femeninos en el centro de la situación («Cuarta o quinta lección de francés», «Historia feliz con final diferente», «El presagio», «Contradicción»).

            Solo en «Lejos de cualquier historia» la cuestión de la mujer es abordada como motivo temático. La situación está centrada en el problema de la maternidad presentada ante el lector a través de un buen manejo del absurdo. En el cuento, una mujer encuentra a su hijo en el estante, recostado sobre una agenda y a punto de derribar una pila de libros. «Evidentemente era hijo mío porque estaba entre mis cosas pendientes, aunque yo no recordaba haberlo parido».

            La vida que parece, de Liliana Miraglia, es un libro donde «se dice más de lo que se cuenta» y que nos propone una lectura de sensaciones a través del buen manejo del recurso de la ambigüedad.


lunes, mayo 22, 2023

Un corredor cultural para el centro de Guayaquil

            Si salimos del edificio histórico de El Telégrafo, por la avenida Diez de Agosto hacia Malecón, pasaremos por el museo y la biblioteca municipales así como frente al parque Seminario y, si al llegar a la alcaldía giramos a la izquierda, arribaremos al museo Nahím Isaías, frente a la Universidad de las Artes. A partir de la calle Aguirre, siguiendo por Pichincha, continuaremos nuestro recorrido desde la Biblioteca de las Artes, en cuya planta baja está la Librería Rita Lecumberri, del Fondo de Cultura Económica, FCE, especializada en literatura infantil y juvenil. Al llegar al boulevard Nueve de Octubre, nos toparemos con el centro de Producción e Innovación Manzana 14, de la U. de las Artes, en donde, además de una sala de exposiciones, una sala de conciertos, un cine y un estudio de producción musical queda la librería Miguel Donoso Pareja, del FCE. Más adelante, en dirección a Las Peñas, por la calle Panamá, hay la zona gastronómica, el Museo del Cacao, el teatro Muégano, y, saliendo a Malecón, la singular sala de cine Imax, el Museo Arqueológico y de Arte Contemporáneo, MAAC, y, para la diversión familiar, la noria La Perla y otras atracciones mecánicas. Enseguida, ya en Las Peñas, tenemos: la casa donde Antonio Neumane compuso la música del Himno Nacional, el teatro estudio Paulsen, la casa Cino Fabianni, la sede de la Asociación Cultural Las Peñas y, al final de la calle Numa Pompilio Llona, el museo del Bolero y los museos de Barcelona y Emelec.

 

Biblioteca de las Artes, en las calles Aguirre y Pichincha, Guayaquil.

            Este corredor cultural es, de suyo, un elemento vivificante de la urbe que, si las nuevas autoridades municipales lo aprovechan y potencian, contribuirá a que el centro de Guayaquil se convierta en un bullente sitio de las artes y la cultura guayaquileñas. Para lograrlo, es indispensable una alianza entre el Municipio y la Universidad de las Artes, modificar ciertas políticas de Malecón 2000 y convocar a gestores culturales y artistas para dinamizar y multiplicar en toda la ciudad los espacios del arte.

            La Universidad de las Artes y el Municipio deberían trabajar en conjunto para animar el corredor cultural del centro de la urbe. Espectáculos de artistas, exposiciones de pintura, cine al aire libre, recitales de música y poesía, biblioteca y librería ambulantes, etc. son ejemplos de variadas expresiones culturales que, con la debida seguridad a cargo del Municipio y la participación profesional de docentes y estudiantes de la universidad, contribuirían a reconstruir la vida nocturna del centro de la ciudad con el consiguiente beneficio de la oferta gastronómica del propio Malecón y otros sitios, así como del esparcimiento de la ciudadanía. Estas expresiones se complementarían con la peatonización y el ciclo paseo dominicales.

 

Centro de Producción e Innovación Mz-14, Panamá y Nueve de Octubre, Guayaquil.

          Asimismo, el Malecón 2000 debería transformarse en un sitio cultural abierto; para ello, las políticas de uso de un espacio que es público y que, actualmente, son restrictivas, deberían modificarse para permitir, por ejemplo, conciertos musicales con amplificación zonificada (esto es para evitar esa sonorización escandalosa a la que nos tienen acostumbrados, que impide conversar y fastidia a quienes viven en el sector). El Palacio de Cristal podría ser mejor aprovechado mediante la implementación de actividades lúdicas como talleres infantiles de arte, de títeres, de música, el establecimiento de una biblioteca subsidiaria de la Biblioteca de las Artes, etc.; la Rotonda podría convertirse en un escenario desmontable y la zona alrededor del monumento a Abel Romeo Castillo en un sitio de lectura de poesía y conferencias. Para esto, habría que modificar la concepción disciplinaria y rígida actual y convertir al Malecón en un recinto más libre y creativo.

 

Muégano Teatro, Callejón Magallanes y calle Rocafuerte, Guayaquil.

            El corredor cultural del centro de Guayaquil necesita, además, de gestores y artistas y, por tanto, es una fuente de generación de empleo. Todas las actividades descritas anteriormente deben contar con el debido financiamiento para su producción y para el pago de honorarios de quienes participan en ellas. El Municipio, a través de sus direcciones de Cultura y Turismo, tiene que convocar a gestores y artistas de la ciudad para construir una programación adecuada en conjunto con la Universidad de las Artes. Las actividades así programadas tendrán la fuerza necesaria para, incluso, ser reproducidas en otros espacios de la ciudad como, por ejemplo, el Parque Forestal y el Centro Cívico, el Malecón del Salado, Guayarte, etc. Hacer de cada parque emblemático un espacio de recreación cultural debería ser una consigna de la actual administración municipal para transformar el espíritu de la ciudad.

 

Estudio Paulsen, Numa Pompilio Llona # 195, Las Peñas, Guayaquil.

            El centro de Guayaquil, una vez que las actividades comerciales terminan, a partir de las seis de la tarde, es un espacio desolado, sucio y peligroso. Recuperar la vida del centro de la ciudad mediante la implementación de actividades artísticas y tomarse las calles del corredor cultural no solo es ofrecer un espacio emblemático para el disfrute de la ciudadanía sino también complementar la dinámica comercial del puerto con un espíritu urbano imbuido de arte.