Novelistas malos y buenos (Bogotá,
1910), de Pablo Ladrón de Guevara S.I., es una obra en la que fueron juzgados
2.115 novelistas con el rasero de la moral católica. De la visión inquisitorial
del jesuita no se salvó ni María, de
Jorge Isaacs: “Es reprensible la morosidad en dar cuenta del baño que á Efraín
preparaba María, esparciendo el agua de flores. Pase esto, sin embargo. Lo que
no puede pasar es el pasaje de la ida de aquél [Efraín] con Salomé, joven harto ligera, por aquellas
soledades del río, con lo demás que allí se cuenta. La sensualidad y peligro
aquí nos parece claro, sobrando para los
jóvenes lo inquietante y perturbador”. El moralismo para juzgar a la
literatura puede causar hilaridad, pero cuando su brazo ejecutor dispone de la
hoguera, aquel se vuelve siniestro.
Rosas para Stalin, de Boris Vladimirski, 1949. |
El I Congreso de Escritores Soviéticos (1934) definió
la estética del estalinismo: “El realismo socialista, método básico de la
literatura y de la crítica literaria soviéticas, exige del artista una
representación veraz, históricamente concreta de la realidad en su desarrollo
revolucionario. Además, la verdad y la integridad histórica de la
representación artística deben combinarse con la tarea de transformar ideológicamente
y educar al hombre que trabaja dentro del espíritu del socialismo.” Desde
entonces, lo que era una corriente literaria se convirtió en doctrina estatal
con el objetivo de construir un hombre
nuevo, pero que se tradujo en la represión de cientos de escritores y
artistas en la Unión Soviética.
Dalton Trumbo, circa 1940. |
Con el propósito de defender los valores
democráticos de EE. UU. frente al totalitarismo soviético, el Comité de
Actividades Antiestadounidenses (1938 – 1975) desató una cacería de brujas —con
la persecución a escritores y artistas desatada por el macartismo (1950 – 1956)
de por medio. De ella fueron víctimas Bertolt Brech, Dashiell Hammett, Charles
Chaplin, entre cientos. Recientemente, la película Trumbo (2015), de Jay Roach, retrata la vida de Dalton Trumbo, novelista
y guionista acusado de comunista, y recuerda la pesadilla que era enfrentarse a
aquel Comité, definido por el ex presidente Harry Truman, en 1959, como “lo más
antiestadounidense que hoy tenemos en el país.”
Auto de fe en la Plaza Mayor de Lima, 1605. |
Los principios morales del catolicismo, la sociedad sin
clases del comunismo, la defensa de la democracia Occidental, son las buenas
intenciones que han empedrado el camino al infierno de la censura y la
persecución de artistas y escritores. Suenan bien al oído; parecería que
defienden a la ciudadanía; pero, a pesar de los buenos propósitos, terminan por
generar un componente fanático que condena y castiga cualquier disidencia. Hoy
día, invocando la corrección política, se está produciendo una nueva cacería de
brujas que, en nombre de causas loables, pervierte el sentido básico de la
literatura, que suele ser una escritura a contramano de la moral y las buenas
consciencias. De hecho, porque la poesía vive en tensión con el conocimiento y
la educación es que Platón expulsó de su república a los poetas.
Publicado en Cartón
Piedra, revista cultural de El
Telégrafo, el 13.04.18