Manuel Salvador Carmona (1734-1820) |
Así lo entendió Cervantes cuando
se dispuso a escribir su monumental diatriba, destinada «a
deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros
de caballerías». Los libros de caballerías ejercían una notable influencia en
sus lectores, de tal manera que el tono paródico utilizado por Cervantes en el Quijote, tenía «la mira puesta a
derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros»: gigantes,
monstruos, sabios encantadores, bálsamos para curarlo todo, etc.
La locura del
Quijote representa, entre otros sentidos y llevada al extremo, la alienación
popular generada por los libros de caballería en su tiempo.
Leo en la primera
plana de Últimas noticias (9 de abril
de 2018): «Arrastrada como Alfaro», en mayúsculas, utilizando tres de las
cuatro columnas del tabloide. La noticia se refiere al hecho de que un
conductor ebrio arrastró con su auto a una agente de tránsito. El titular es
lamentable en términos de estética periodística, pero lo peor es que, en
términos éticos, dicho titular ejerce nuevamente violencia, en este caso
simbólica, sobre quien ya había sido víctima de la violencia física. El titular
no culpabiliza al perpetrador, sino que se regodea en el sufrimiento de la
víctima. La publicación de este tipo de crónica roja tiende a convertir en un
asunto normal, a la violencia, tanto física como verbal.
Igual que los libros
de caballería de antaño ejercían su poder de alienación en sus lectores, las
narco-telenovelas de hoy presentan como cotidianos, y hasta deseables, patrones
de conducta delincuenciales y se basan en la fórmula: chica pobre, guapa, tiene
que convertirse en una muñeca del líder del microtráfico del barrio para salir
de la pobreza; o, el líder del narcotráfico es un hombre con infancia infeliz
que ama a sus hijos, por lo tanto tiene
sentimientos, así ponga una bomba para que un avión explote en el aire, como
sucedió con el vuelo 203 de Avianca, el 27 de noviembre de 1989. La
esquizofrenia de la cultura del entretenimiento nos llena, en una misma
estación de televisión, del noticiero condenando el narcotráfico, e,
inmediatamente, de narco-telenovelas que convierten en héroe de película a cualquier
Pablo Escobar y lo que este representa.
De ahí que el uso
de la palabra implica responsabilidades que, en libros, en Internet o en la TV,
radican en la verdad que se supone llevan en sí mismos, frente a su público lector o a su
audiencia.
Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 04.05.18