José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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sábado, febrero 08, 2014

"Lo erótico es la sexualidad conflictuada, la pregunta sobre la intimidad del ser humano"





Por Santiago Aguilar Morán / @literatango
Entrevista realizada en Bogotá, el jueves 23 de enero de 2014

Candidato a doctor de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, embajador de Ecuador en Colombia, Raúl Vallejo ha trashumado en la narrativa ecuatoriana jugando siempre con el erotismo. Según sus propias palabras, Vallejo se compromete “con la estética y la ética de un tiempo en que el arte lucha por no convertirse en mercancía y la ética por sobrevivir al cinismo, asesino de utopías desde la pragmática del mercado”.
Raúl Vallejo deja de lado el traje, la corbata, abre las puertas de su casa, acaricia el lomo de sus perros diametralmente opuestos en su tamaño —un Gran Danés Boston y un Shih Tzu—, le da un beso a su esposa, se sienta en su estudio y responde…

¿Qué estás leyendo, Raúl?

Ahora estoy trabajando en el siglo XIX, por lo tanto mis lecturas principales se sitúan en textos de aquella época. Estoy haciendo una investigación que va de comienzo del siglo hasta finales para desarrollar una idea: el XIX es un siglo básicamente romántico en el que la idea del héroe como patriota y como amante está presente no solamente en los personajes de la literatura sino también en los personajes que han sido parte de la historia. He hecho, para el primer capítulo de mi tesis, una investigación sobre las cartas de Manuela Sáenz y Bolívar y cómo esa relación afectiva está atravesada por la lucha patriótica, por la política.
Recientemente, acabo de leer El progreso del amor, de Alice Monroe —pero todo el mundo parece que está leyendo sus cuentos desde que ganó el Premio Nobel—; también terminé la Trilogía de Nueva York, de Paul Auster.

¿Cómo es ese momento en que Raúl Vallejo se enfrenta al papel en blanco?

La escritura es un proceso sui géneris y me imagino que cada escritor tiene sus ritos, sus maneras de vencer el miedo… hay un temor que tiene que ver con la posibilidad de encontrar la forma expresiva de lo que uno quiere decir: me parece que cuando se tiene una idea de qué es lo que se quiere escribir el temor más grande es si el tono en el que uno lo está diciendo, es el tono adecuado, si es el tono que posibilitará la comunicación con el lector. Creo que el problema, en mi caso en particular, no es tanto la historia que uno quiere contar. Primero, uno se pregunta si esta historia le interesará a alguien. Segundo, si quiero que le interese a alguien cómo la tengo que contar, cómo la tengo que decir. Y, luego, hacer que ese “cómo” se plasme en la escritura. Creo que esa es toda la historia de los miedos y el temor. Obviamente, el trabajo de la escritura es muy silencioso, muy privado. Yo tengo mis ritos: oigo música, dependiendo de lo que esté escribiendo la música difiere. Al mismo tiempo, requiero de un espacio en el que esté rodeado de libros, silencioso, íntimo y, sobretodo, necesito estar exento de los ruidos de las llamadas redes sociales. Me parece un contrasentido —aunque para otros puede ser una forma de liberarse de ese miedo— pero andar tuiteando lo que uno escribe me parece que es parte de una cultura del espectáculo a la que no pertenezco y a la que no quiero pertenecer tampoco.

Eres un escritor que ha vivido entre dos siglos, ¿qué queda del Raúl Vallejo de Ópera prima en el de Pubis equinoccial?

Bueno, en realidad no son dos siglos, son milenios (risas). Obviamente, sí hay cosas que cambian culturalmente, incluso culturalmente en la manera de escribir. Yo me acuerdo que escribía a mano, luego se pasaba a máquina de escribir; de esa máquina de escribir se corregía y luego se volvía a pasar a máquina. Hoy en día, en particular escribo a mano básicamente apuntes es decir, uno escribe directamente en el computador por una razón, porque en la computadora uno escribe un párrafo y le da diez vueltas y termina corrigiendo y eso vuelve al proceso de escritura algo totalmente distinto. La tecnología instrumental ha modificado sustancialmente la actitud hacia la escritura. Creo que todos finalmente tenemos nuestra libreta de apuntes. Esta libreta de apuntes puede ser, efectivamente, una libreta de apuntes o puede ser la función de notas del celular. Yo veo que los instrumentos van modificando lo formal pero tal vez lo que queda de manera permanente es la actitud atenta que normalmente tiene un escritor o una escritora.

Breves respuestas para cuestiones cotidianas

¿Una ciudad?
Yo escogería una ciudad del mar… Manta, porque es de mar, es la ciudad donde nací, es una ciudad donde yo quisiera regresar.

¿Cómo enfrentas el tema de la muerte?
La verdad es que no pienso en ella. Tal vez no tengo la edad para pensar en ella y eso hace que sea algo distante más allá de que uno la sufre cuando los seres queridos fallecen. La muerte no es una preocupación, creo que más es una preocupación para mí la vida antes que la muerte como tal.

¿Un libro?
El Quijote

¿Un escritor?
Heinrich Böll

¿Una película?
Casablanca

¿Una canción?
“Hoy mi deber”, de Silvio Rodríguez

¿A qué le temes, Raúl?
Le temo a no ser consciente de los errores, de la soberbia, a la incapacidad de ser autocrítico con uno mismo

¿Una mujer?
La verdad es que no hay una mujer, no creo en eso, no creo que hay la mujer. Creo que hay distintas mujeres que se ubican en la vida de uno, de diferente modo y son mujeres en particular.

¿Cuál es tu mejor texto?
Espero que sea el que está por venir.

Conversatorio sobre "Literatura y erotismo", a propósito de Pubis equinoccial, con Andrés Grillo, crítico literario de la revista Soho, en  la librería del Fondo de Cultura Económica, en Bogotá, el 22 de agosto de 2013.

El erotismo atraviesa toda su narrativa. Recuerda como anécdota que mi primer libro, un libro de colegial que se llamó Cuento a cuento cuento que fue acusado de ser pornográfico, y fue un libro escrito a los 16 años. Para él, el tema del eros, del amor erótico ha estado siempre presente en su narrativa.

¿Cuál es la línea de frontera entre lo erótico y lo pornográfico en Pubis equinoccial?


Lo que pretende Pubis Equinoccial es mostrar múltiples perspectivas sobre lo erótico en un libro. Es un libro en el que todos los cuentos están atravesados por el sentido de lo erótico, en general del eros y en donde el lenguaje es una provocación llevada al extremo, ese extremo en el que se funde lo erótico, lo obsceno, lo pornográfico y eso determina un severo cuestionamiento a la interioridad del ser humano. Yo creo que Bogotá no ha influido en eso para nada. Digamos que las ciudades de mar, las ciudades calientes tienen fama de ser más eróticas que las ciudades frías, digo, es fama. El eros pertenece al ser humano y puede darse en un iglú, puede darse en la selva Amazónica, no creo en la condición geográfica.
Hay algo muy claro: lo erótico siempre es la sexualidad conflictuada, siempre implica necesariamente que hay una pregunta sobre esa esfera íntima del ser humano. Lo pornográfico es la genitalidad obvia. Entonces, en lo pornográfico no importa el conflicto lo que importa es mostrar la genitalidad en la gimnasia sexual. En lo erótico no. En lo erótico lo principal es de qué manera esta esfera del ser humano influye o es parte de su espíritu, influye en sus relaciones y de qué manera lo conflictúa frente al otro. Creo que aquí hay una línea muy clara de división de lo uno y lo otro.

Publicado originalmente en el portal electrónico de la Agencia de Noticias Andes. http://www.andes.info.ec/es/noticias/raul-vallejo-erotico-es-sexualidad-conflictuada-pregunta-sobre-intimidad-ser-humano.html

martes, diciembre 03, 2013

"Pubis equinoccial conjuga lo obsceno para confrontar prejuicios"

"El libro conjuga diferentes registros que van desde lo obsceno, pasando por el tratamiento humorístico de lo pornográfico, hasta confrontar a los personajes con los prejuicios de su propia sexualidad" (Foto de Marcela Sánchez)

Por Marcelo Báez Meza, especial para El Telégrafo, 3 de diciembre de 2013

Usted ha ganado todos los premios nacionales existentes en el Ecuador y acaba de ganar uno de poesía en España. ¿Los concursos son felices accidentes o se escribe para ellos?

Jamás hay que escribir para un concurso, a no ser que uno quiera convertirse en un personaje de algún cuento de Iwasaki o Bolaño. Uno escribe porque, como en el caso del ayunador de Kafka, sencillamente, tiene que hacerlo para ratificar el sentido de la propia existencia. Los premios, por lo demás, son una alegría del momento porque, al final, en esta manía de solitarios que es la escritura, uno comprueba que la propuesta estética tiene algún valor al ser sometida el escrutinio de un jurado.

Rumiñahui de Oro
¿Cuán especial es ganar su tercer Joaquín Gallegos Lara?

Pubis equinoccial es una propuesta arriesgada pues camina, de forma provocadora, por ese territorio siempre escabroso de lo erótico. El libro conjuga diferentes registros que van desde lo obsceno, pasando por el tratamiento humorístico de lo pornográfico, hasta confrontar a los personajes con los prejuicios de su propia sexualidad. Ganar el premio significa, en lo personal, que, de alguna manera, la propuesta de escritura funciona.

Usted halló en lo erótico una veta inagotable que se evidencia en Fiesta de solitarios, Huellas de amor eterno y Pubis equinoccial. ¿Qué aporta Pubis con respecto a los otros dos cuentarios?

Pubis equinoccial es un libro en el que todos sus cuentos están atravesados por lo erótico y el lenguaje es, propositivamente, sexual, desmitificador y en el que intento romper tabúes. En Fiesta, el tema central es, más bien, la soledad; y en Huellas, la permanencia del amor en la memoria. Ciertamente en los tres, el tema del amor erótico —en el sentido en que Erich Fromm lo desarrolla en El arte de amar—, está presente como una constante.  

Literatura y política: ¿se considera usted un político que hace literatura o un literato que hace política?

Suelo decir, como en mi situación actual, que yo soy un escritor que está de embajador; como antes estuve de ministro. Lo que me define, desde siempre, es mi trabajo literario; a él le he dedicado mis estudios, mi búsqueda estética, en fin, el sentido vital de mi espíritu. En ese marco de definiciones, para mí, la política es una práctica de ciudadanía que asumo desde la ética del compromiso; me identifico, así, con los escritores románticos de siglo diecinueve latinoamericano que, al mismo tiempo que construían su escritura, contribuían a la construcción de su patria.

El trilema: ¿es usted poeta, cuentista o novelista?

Cada género tiene su momento para la escritura y cada momento busca su canal expresivo. En mi caso, aquello que requiero escribir, esa necesidad que nace de la observación del mundo, busca su género, el tipo de palabra que pueda expresarlo. En todo caso, el cuento ha sido el género en que de más amplia manera he podido rastrear, diseccionar, problematizar, convertir en literatura eso que llamamos la condición humana.

Y ya que hablamos de géneros, ¿cómo va su novela sobre el amor epistolar entre José María Velasco Ibarra y Corina Parral?

La novela está prácticamente terminada. Ahora estoy en ese lento proceso de reposo del texto. Personalmente, me gusta que un libro quede guardado por un tiempo, como si estuviera añejándose en barricas de roble, y sin que el autor lo toque. Desentenderme del texto como tal para luego poder mirarlo desde una perspectiva nueva y ver qué funciona y qué no. Es decir, se trata de una espera silenciosa hasta que llegue el tiempo de la relectura de lo que uno ha escrito, de esa revisión final que nos convierte en artesanos de la palabra.

Su faceta como estudioso de la literatura es inagotable (es antólogo, crítico, etc.). Sabemos que está haciendo un doctorado en la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla. ¿Qué proyectos saldrán de esta etapa?

Estoy escribiendo mi tesis doctoral sobre la construcción de la figura del héroe como patriota y amante en algunos textos latinoamericanos del siglo diecinueve. Es una etapa apasionante de nuestra historia: escritoras y escritores, al mismo tiempo que proponen una estética latinoamericana, son actores que están construyendo la nación. Me he sumergido en las cartas de Bolívar y Manuela Sáenz; en la escritura épica de Olmedo; en los aportes de Juan León Mera a la educación y al discurso de la nación; en la figura política de Jorge Isaacs y las peripecias de un héroe vencido; en los héroes y heroínas de las novelas que fundaron la narrativa de nuestra América; y ese cierre magistral del diecinueve que es la aparición de un héroe desplazado de la construcción de la nación, como es el héroe de la narrativa modernista. Al mismo tiempo, en la escritura de mi tesis, pretendo reivindicar la escritura del ensayo literario como tal por sobre cierta jerga academicista que ha alejado a los lectores del análisis y la crítica literaria.

¿Por qué siente la necesidad de reflexionar sobre su literatura cada vez que publica un libro? Es usual ver que paralelamente publica una reflexión (sea en la prensa o en su blog) sobre por qué llegó a producir tal o cual texto.

Debe ser, tal vez, por causa de mi formación académica. Antes y durante el proceso de escritura de mis libros de ficción, me paso tomando apuntes de carácter teórico sobre lo que estoy escribiendo y acompañando tal escritura con lecturas no ficcionales al respecto. Así, en el caso, de Pubis equinoccial, estuve leyendo trabajos teóricos sobre el tema, obviamente, regresando a Freud o a Miller, releyendo los diarios de Anaïs Nin. La reflexión, durante el proceso de mi escritura de ficción, termina en una suerte de ensayo sobre el tema que me ha obsesionado durante el tiempo de creación literaria.

Usted tiene una amplia trayectoria como periodista, incluso ganó el Premio Símbolos de Libertad. ¿Extraña el periodismo? ¿Cuándo piensa volver a él?

Me gustaría volver al reportaje periodístico; ese que implica investigación fáctica, trabajo de campo, de convivencia, y, al mismo tiempo, una reivindicación de la escritura literaria. Recuerdo reportajes que hice sobre el caso de un recién nacido abandonado a orillas del río Vinces, el alucinante mundo de la extracción del oro en Nambija, las historias humanas detrás de los primeros casos de Sida en el país, o la crónica de una entrevista jamás realizada a García Márquez.

Seguimos preguntándonos de dónde saca usted tiempo y toneladas de transpiración para tener una obra tan prolífica. ¿Es cierto que busca el día propio, así como Woolf hablaba del cuarto propio?

Ya lo he dicho algunas veces: yo no veo televisión —salvo unos pocos partidos de fútbol— y, al mismo tiempo, tengo disciplina para, en algunos casos, levantarme muy temprano en la mañana a escribir, o su reverso, quedarme escribiendo hasta muy tarde en la noche. En estos tiempos, además, prefiero leer antes que estar conectado a las redes sociales. Es triste, pero en las salas de espera o en los transportes, la gente no está con un libro en la mano sino con el celular, revisando por enésima vez el mail que no ha llegado o navegando en su cuenta de tuiter.

Con Augusto Barrera, alcalde de Quito, y su esposa Andrea Nina, durante el almuerzo ofrecido por la Alcadía de Quito por la entrega del premio Joaquín Gallegos Lara, en el Museo de la Ciudad, el 28 de noviembre de 2013.

domingo, septiembre 16, 2012

Edición conmemorativa de La muerte del cóndor



El proceso revolucionario liberal, del que fue su líder, modificó sustancialmente la constitución del Estado nacional ecuatoriano: consolidó la separación del Estado y la Iglesia, promovió la transformación del modo de producción que aún se basaba en formas de explotación feudal, institucionalizó la educación pública, laica y gratuita, y amplió los derechos civiles de la ciudadanía. Eloy Alfaro Delgado, nacido en Montecristi, provincia de Manabí, el 25 de junio de 1847, también fue un latinoamericanista que luchó por la independencia de Cuba y sostuvo, en 1898, la necesidad de crear el Derecho Público Americano para confrontar el uso imperialista de la Doctrina Monroe por parte de los Estados Unidos.
El asesinato de Eloy Alfaro, ocurrido en Quito, el 28 de enero de 1912, es un crimen abominable que, según Pío Jaramillo Alvarado, en su alegato fiscal de 1919, fue permitido por el gobierno de Carlos Freile Zaldumbide e instigado por cierta prensa oficial y oficiosa al servicio de los intereses de la naciente oligarquía plutocrática. La muerte de Alfaro es un ejemplo histórico de la alianza de los poderes fácticos que jamás han desdeñado el cometimiento de crímenes atroces para consolidar sus ambiciones políticas y económicas.
José María Vargas Vila y Eloy Alfaro se conocieron en el destierro en Nueva York que padecían junto a José Martí. Ahí, según el historiador colombiano Gonzalo España, Vargas Vila incorpora a Alfaro, a pesar de que este no tuvo la escritura entre sus talentos, a la revista Hispanoamérica, que aquel fundara. Años más tarde, cuando la revolución liberal triunfa en Ecuador, Alfaro nombra a Vargas Vila como representante del Ecuador en el Vaticano. Después, los amigos siguieron cada quien su rumbo: Vargas Vila aburguesado en Europa, Alfaro construyendo en Ecuador una nueva patria.
            En eso sucedió la hoguera bárbara, como la llamó Alfredo Pareja Diezcanseco.
José María Vargas Vila, indignado por el horrendo crimen del que fue víctima Eloy Alfaro, publicó en 1914 La muerte de cóndor, texto biográfico de estilo vanguardista en el que la expresión poética se funde con la narración de la palabra combativa, centrado en el asesinato de Alfaro. A cien años del crimen, la Embajada del Ecuador en Colombia ha reeditado este libro, que fue presentado el miércoles 12 de septiembre en Bogotá, en el Gimnasio Moderno, y el viernes 14 en la VI Fiesta del Libro y la Lectura de Medellín. Próximamente, será presentado en Cali, en donde existe un monumento a Alfaro, que ilustra la portada de esta edición, erigido en el barrio Obrero, en la tercera década del siglo veinte.
Esta edición conmemorativa ratifica el compromiso con la memoria histórica de nuestra América y con la necesidad de mostrar a los colombianos un ejemplo literario de los lazos políticos y culturales que han unido a Ecuador y Colombia a lo largo del tiempo.

martes, agosto 28, 2012

Vargas Llosa o el intelectual esquizofrénico


Rafael Correa, presidente del Ecuador; Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura, 2010; y Julián Assange, fundador de Wikileaks. (Composición tomada de la edición online de El Espectador, de Colombia)

Cuando a comienzos de este año terminé de leer El sueño del celta, la más reciente novela de Mario Vargas Llosa, me sentí conmovido por la compleja construcción estética de un personaje tan profundamente humano, un idealista consecuente, lleno de errores y contradicciones, un solitario, secretamente homosexual y creyente: el patriota irlandés Roger Casement. Al mismo tiempo, me impactó la crudeza con la que el autor desentraña el proceso de acumulación capitalista basado en las diversas formas de esclavitud a las que fueron sometidos los pueblos más débiles, la rapacidad de la explotación colonial en el África y la Amazonia y la codicia sin freno del los pioneros del capital. Por lo dicho, cuando escucho a Vargas Llosa predicar sobre la democracia liberal y la economía de mercado no me queda nada más que el estupor y cierta tristeza ante la contradicción casi esquizofrénica que existe entre su discurso literario y su militancia política.
Su artículo “Julián Assange en el balcón”, publicado en El País, el 26 de agosto pasado, es una muestra del discurso mediático de la derecha internacional a través su intelectual orgánico. Muy a pesar de que en su escrito Vargas Llosa propone una interesante reflexión sobre la confidencialidad que requiere el ejercicio responsable del poder, el artículo terminó mediatizado –por esa misma derecha de las empresas de la información para las que piensa Vargas Llosa–, como una amalgama de superficialidades malhumoradas sobre Julián Assange y un pretexto para ratificar sus prejuicios y mentiras acerca del gobierno de Rafael Correa.
La reflexión de Vargas Llosa propone dos puntos de debate: el uno, “que la otra cara de la libertad es la legalidad y que, sin ésta, aquella desaparece a la corta o a la larga”, y, el otro, que “el derecho a la información no puede significar que en un país desaparezcan lo privado y la confidencialidad y todas las actividades de una administración deban ser inmediatamente públicas y transparentes.” Este parecería ser el meollo de la cuestión filosófica frente a lo que hizo Wikileaks en el mundo: dejar en paños menores nada menos que al servicio exterior de los Estados Unidos. La pregunta que surge, de inmediato, es obvia: ¿qué diríamos desde la izquierda si lo que hubiese quedado al descubierto hubieran sido los cables, digamos, de la cancillería cubana o de la ecuatoriana, sin ir más lejos? Julian Assange y Wikileaks, en ese sentido, parecerían encuadrarse en una posición anarquista y libertaria, en el sentido liberal del término, que pretendería minar el poder del Estado per se y, por tanto, en una concepción de la libertad de expresión sin límite alguno ni responsabilidad social y/o política. El meollo del debate reside en la tensión entre transparencia y confidencialidad que todo ejercicio de gobierno democrático lleva implícito de cara a la ciudadanía.
Pero Vargas Llosa hace mucho tiempo que tomó partido ideológico y político y no está dispuesto a debatir sino a predicar.  Él, en consecuencia con su condición de intelectual orgánico de la derecha, considera a Julián Assange como un criminal, sin mediaciones; además, convertido en vocero de lo que es una campaña montada por el poder mediático –que no es sino la representación del imaginario del poder del capital en el mundo– contra Assange, lo degrada a criminal sexual. Esta posición de Vargas Llosa no es la de un intelectual sino la de un propagandista. Él desestima la indefensión en la que el Estado australiano dejó a su ciudadano Assange, la negativa de la fiscalía sueca para interrogar a Assange en Londres y la ausencia de compromiso en firme del Estado sueco de no extraditarlo a un tercer país. Vargas Llosa pretende que somos desmemoriados y que no nos acordamos de cuando Reino Unido se negó a extraditar al dictador Pinochet requerido por la justicia española y obligó al juez Baltazar Garzón a viajar a Londres. Y, cayendo en la mediocridad de las verdades a medias, evita explicar el carácter del delito sexual que se le imputa a Assange y lo sospechoso, por decir lo menos, que resultan las denuncias al respecto.
Luego, sin tomar en cuenta que la institución del asilo no juzga la inocencia o culpabilidad de aquel a quien se le concede asilo sino las condiciones de precariedad del debido proceso de una persona, sin referirse siquiera a la amenaza de Reino Unido de asaltar la sede de la embajada de Ecuador en Londres, y sin entender que la negativa de otorgar un salvoconducto a un asilado es una actitud ilegítima e inhumana, Vargas Llosa criminaliza al gobierno ecuatoriano que es el que ha otorgado el asilo y defiende a quienes pretenden violar el derecho internacional. Vargas Llosa, que escribió Conversación en La Catedral, una magistral novela sobre el ejercicio del poder autoritario y los mecanismos de corrupción del espíritu humano en medio de dicho poder, debería acordarse, puesto que en esa época se desarrolla dicha novela, de que una actitud similar la tuvo el dictador Odría, de Perú, frente al asilo de Víctor Raúl Haya de la Torre en la embajada de Colombia.
Las críticas de Vargas Llosa sobre el gobierno ecuatoriano no son nuevas; en su artículo repite prejuicios, infla mentiras y habla desde el autoritarismo que le concede su figura pública. ¿Qué periódico ha clausurado el gobierno ecuatoriano? ¿Qué emisora ha sido cerrada por sus opiniones políticas? ¿Acaso ha leído que el proyecto de Ley de Comunicación plantea, por ejemplo, una democratización de la concesión de frecuencias radiales, normalmente monopolizadas por los medios mercantiles? ¿Acaso él mismo no habla de la libertad con responsabilidad en la legalidad? Pero, como Vargas Llosa ya tiene su idea preconcebida de lo que es el gobierno ecuatoriano, entonces, no necesita ni leer ni informarse; le basta con repetir lo que los dueños de los medios politizados del Ecuador le dicen. Para Vargas Llosa no se trata, entonces, de defender la libertad de expresión, sino de publicitar el modelo de sociedad capitalista y liberal en el que él cree.
En este último sentido, todos tenemos derecho a defender nuestras creencias, pero quienes leen lo que escribimos tienen también el derecho de saber desde qué matriz ideológica y política se construye nuestro discurso. La libertad de expresión es la posibilidad de ejercer públicamente el criterio pero quienes hablamos a alguien, siempre lo hacemos desde un lugar. Ese lugar es el que debe ser visibilizado por quien escucha. Las empresas mediáticas, en general, no defienden la verdad en abstracto sino la verdad que favorezca a su negocio pero eso no lo admitirán jamás porque, imbuidas en la ideología dominante, nos quieren hacer creer no solo que son imparciales sino que lo que ellas dicen, a través de sus instrumentos mediáticos, es la única ideología posible.
El Vargas Llosa de El sueño del celta o Conversación en La Catedral, es uno: el que denuncia la opresión colonial, la discriminación racial y sexual, el militarismo y la corrupción política. El Vargas Llosa que escribe en El País, es otro: el que promociona el mismo modelo capitalista, la razón imperial y neocolonial y la soberbia dictatorial contra un ser humano, que él denuncia en sus novelas. Pero, como son la misma persona, en la figura literaria y política de Vargas Llosa se conjuga el paradigma del intelectual esquizofrénico.