Por Marcelo Báez Meza, especial para El Telégrafo, 3 de diciembre de 2013
Usted ha ganado todos
los premios nacionales existentes en el Ecuador y acaba de ganar uno de poesía
en España. ¿Los concursos son felices accidentes o se escribe para ellos?
Jamás hay que escribir para un concurso, a no ser que uno quiera
convertirse en un personaje de algún cuento de Iwasaki o Bolaño. Uno escribe
porque, como en el caso del ayunador de Kafka, sencillamente, tiene que hacerlo
para ratificar el sentido de la propia existencia. Los premios, por lo demás,
son una alegría del momento porque, al final, en esta manía de solitarios que
es la escritura, uno comprueba que la propuesta estética tiene algún valor al
ser sometida el escrutinio de un jurado.
Rumiñahui de Oro |
¿Cuán especial es
ganar su tercer Joaquín Gallegos Lara?
Pubis equinoccial es una propuesta
arriesgada pues camina, de forma provocadora, por ese territorio siempre
escabroso de lo erótico. El libro conjuga diferentes registros que van desde lo
obsceno, pasando por el tratamiento humorístico de lo pornográfico, hasta
confrontar a los personajes con los prejuicios de su propia sexualidad. Ganar
el premio significa, en lo personal, que, de alguna manera, la propuesta de
escritura funciona.
Usted halló en lo erótico una veta inagotable que se evidencia en Fiesta de solitarios, Huellas de amor eterno y Pubis equinoccial. ¿Qué aporta Pubis con respecto a los otros dos
cuentarios?
Pubis equinoccial es un libro en el que
todos sus cuentos están atravesados por lo erótico y el lenguaje es,
propositivamente, sexual, desmitificador y en el que intento romper tabúes. En Fiesta, el tema central es, más bien, la
soledad; y en Huellas, la permanencia
del amor en la memoria. Ciertamente en los tres, el tema del amor erótico —en el sentido en que Erich
Fromm lo desarrolla en El arte de amar—,
está presente como una constante.
Literatura y política:
¿se considera usted un político que hace literatura o un literato que hace
política?
Suelo decir, como en mi situación actual, que yo soy un escritor que está
de embajador; como antes estuve de
ministro. Lo que me define, desde siempre, es mi trabajo literario; a él le he
dedicado mis estudios, mi búsqueda estética, en fin, el sentido vital de mi
espíritu. En ese marco de definiciones, para mí, la política es una práctica de
ciudadanía que asumo desde la ética del compromiso; me identifico, así, con los
escritores románticos de siglo diecinueve latinoamericano que, al mismo tiempo
que construían su escritura, contribuían a la construcción de su patria.
El trilema: ¿es usted
poeta, cuentista o novelista?
Cada género tiene su momento para la escritura y cada momento busca su
canal expresivo. En mi caso, aquello que requiero escribir, esa necesidad que
nace de la observación del mundo, busca su género, el tipo de palabra que pueda
expresarlo. En todo caso, el cuento ha sido el género en que de más amplia
manera he podido rastrear, diseccionar, problematizar, convertir en literatura
eso que llamamos la condición humana.
Y ya que hablamos de
géneros, ¿cómo va su novela sobre el amor epistolar entre José María Velasco
Ibarra y Corina Parral?
La novela está prácticamente terminada. Ahora estoy en ese lento proceso de
reposo del texto. Personalmente, me gusta que un libro quede guardado por un
tiempo, como si estuviera añejándose en barricas de roble, y sin que el autor
lo toque. Desentenderme del texto como tal para luego poder mirarlo desde una
perspectiva nueva y ver qué funciona y qué no. Es decir, se trata de una espera
silenciosa hasta que llegue el tiempo de la relectura de lo que uno ha escrito,
de esa revisión final que nos convierte en artesanos de la palabra.
Su faceta como
estudioso de la literatura es inagotable (es antólogo, crítico, etc.). Sabemos
que está haciendo un doctorado en la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla.
¿Qué proyectos saldrán de esta etapa?
Estoy escribiendo mi tesis doctoral sobre la construcción de la figura del
héroe como patriota y amante en algunos textos latinoamericanos del siglo
diecinueve. Es una etapa apasionante de nuestra historia: escritoras y
escritores, al mismo tiempo que proponen una estética latinoamericana, son
actores que están construyendo la nación. Me he sumergido en las cartas de
Bolívar y Manuela Sáenz; en la escritura épica de Olmedo; en los aportes de
Juan León Mera a la educación y al discurso de la nación; en la figura política
de Jorge Isaacs y las peripecias de un héroe vencido; en los héroes y heroínas
de las novelas que fundaron la narrativa de nuestra América; y ese cierre
magistral del diecinueve que es la aparición de un héroe desplazado de la
construcción de la nación, como es el héroe de la narrativa modernista. Al
mismo tiempo, en la escritura de mi tesis, pretendo reivindicar la escritura
del ensayo literario como tal por sobre cierta jerga academicista que ha alejado
a los lectores del análisis y la crítica literaria.
¿Por qué siente la
necesidad de reflexionar sobre su literatura cada vez que publica un libro? Es
usual ver que paralelamente publica una reflexión (sea en la prensa o en su
blog) sobre por qué llegó a producir tal o cual texto.
Debe ser, tal vez, por causa de mi formación académica. Antes y durante el
proceso de escritura de mis libros de ficción, me paso tomando apuntes de
carácter teórico sobre lo que estoy escribiendo y acompañando tal escritura con
lecturas no ficcionales al respecto. Así, en el caso, de Pubis equinoccial, estuve leyendo trabajos teóricos sobre el tema,
obviamente, regresando a Freud o a Miller, releyendo los diarios de Anaïs Nin.
La reflexión, durante el proceso de mi escritura de ficción, termina en una
suerte de ensayo sobre el tema que me ha obsesionado durante el tiempo de
creación literaria.
Usted tiene una amplia
trayectoria como periodista, incluso ganó el Premio Símbolos de Libertad.
¿Extraña el periodismo? ¿Cuándo piensa volver a él?
Me gustaría volver al reportaje periodístico; ese que implica investigación
fáctica, trabajo de campo, de convivencia, y, al mismo tiempo, una
reivindicación de la escritura literaria. Recuerdo reportajes que hice sobre el
caso de un recién nacido abandonado a orillas del río Vinces, el alucinante
mundo de la extracción del oro en Nambija, las historias humanas detrás de los
primeros casos de Sida en el país, o la crónica de una entrevista jamás
realizada a García Márquez.
Seguimos preguntándonos
de dónde saca usted tiempo y toneladas de transpiración para tener una obra tan
prolífica. ¿Es cierto que busca el día propio, así como Woolf hablaba del
cuarto propio?
Ya lo he dicho algunas veces: yo no veo televisión —salvo unos pocos
partidos de fútbol— y, al mismo tiempo, tengo disciplina para, en algunos
casos, levantarme muy temprano en la mañana a escribir, o su reverso, quedarme
escribiendo hasta muy tarde en la noche. En estos tiempos, además, prefiero
leer antes que estar conectado a las redes sociales. Es triste, pero en las
salas de espera o en los transportes, la gente no está con un libro en la mano
sino con el celular, revisando por enésima vez el mail que no ha llegado o navegando
en su cuenta de tuiter.
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