José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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domingo, julio 10, 2016

‘Indiviso’: los sonidos del cuerpo, el movimiento de los sonidos


Indiviso, de la Compañía Nacional de Danza del Ecuador, fue estrenada el 30 de junio.

            ¿Qué lenguaje musical emana del cuerpo en movimiento? ¿Qué condición de transeúnte envuelve a las sonoridades que el cuerpo produce? ¿Qué ritual colectivo puede hablarnos de la soledad del sujeto de hoy? ¿Qué protagonismo tiene la tecnología frente a la cosificación del ser humano? En Indiviso, la más reciente obra por la Compañía Nacional de Danza del Ecuador, bajo la dirección de Josie Cáceres, la propuesta interdisciplinaria funciona en la amalgama de los cuerpos y las sonoridades del espacio que dichos cuerpos ocupan, generando múltiples interrogantes acerca de la condición solitaria del sujeto posmoderno.

Camila Enríquez, rompiendo moldes.
            La coreografía de Lorena Delgado y la instalación sonora de José Toral, con asistencia de Diego Mantilla, están imbricadas en una puesta en escena que genera preguntas necesarias sobre la condición estética del cuerpo en movimiento en los tiempos de la tecnología. El rito conjuga y problematiza al ser como espacio de prolongación de lo tecnológico y, viceversa, a la tecnología como elemento inherente al ser humano. El vestuario de Lía Padilla contribuye al ambiente de la coreografía que se mueve entre la distopía que habrá de provocar la cosificación solitaria del sujeto y el renacimiento de un ser humano en cuyo cuerpo se injerta lo tecnológico como un elemento nuevo en su proceso evolutivo.
            Indiviso se abrió, en la sala de la CNDE, aprovechando un elemento mecánico: la puerta metálica enrollable que comunica al escenario con el patio trasero y la calle. El primer sonido es el de la urbe, tal como se produce al comenzar la coreografía: los cuerpos emergen desde la realidad urbana hacia el espacio utópico del arte: un escenario que es, a fin de cuentas, artificio espacial del cuerpo en movimiento.

El arco y las láminas de metal que generan sonidos.
En el escenario, como telón de fondo, están colocados un arco de tres cuerdas, tres láminas de metal que cuelgan, y tres cajas de maderas de distintos tamaño con sensores en sus tapas superiores. Todos estos elementos, dispuestos en cabalísticas tríadas, generan los sonidos que acompañan al movimiento de los cuerpos. Los bailarines experimentan la producción de sonidos al tiempo que sus cuerpos se desplazan en un territorio árido en busca de un centro natural.

La pareja original de todo renacimiento.
Es así que, en el centro, la naturaleza aparece como un cuadrado de pasto de poco más de un metro de lado. La disputa por el disfrute de ese espacio verde introduce en la coreografía un elemento ético: la tensión entre el cuerpo, la tecnología y la naturaleza. En medio de esa disputa, atraviesan toda la escena, mirándose, descubriéndose, seduciéndose, la pareja original de todo recomienzo: el amor irrumpe en la narrativa del movimiento y su sensualidad intrínseca.
Con Indiviso, Josie Cárdenas, directora de la Compañía Nacional de Danza, experimenta, arriesga y provoca en términos estéticos: los bailarines se ven enfrentados a un espacio interdisciplinario que hace de sus cuerpos y el sonido un todo expresivo; los espectadores asisten a una sonoridad generada en la conjunción del movimiento de los cuerpos y los objetos sonoros con mediación tecnológica. El resultado es una propuesta novedosa que rompe moldes y etiquetas y que genera los interrogantes fundamentales que le ocupan al arte sobre el sujeto escindido de hoy.

Con Indiviso, Josie Cárdenas, experimenta, arriesga y provoca.