Indiviso, de la Compañía Nacional de Danza del Ecuador, fue estrenada el 30 de junio. |
¿Qué lenguaje musical emana del
cuerpo en movimiento? ¿Qué condición de transeúnte envuelve a las sonoridades
que el cuerpo produce? ¿Qué ritual colectivo puede hablarnos de la soledad del sujeto
de hoy? ¿Qué protagonismo tiene la tecnología frente a la cosificación del ser
humano? En Indiviso, la más reciente
obra por la Compañía Nacional de Danza del Ecuador, bajo la dirección de Josie
Cáceres, la propuesta interdisciplinaria funciona en la amalgama de los cuerpos
y las sonoridades del espacio que dichos cuerpos ocupan, generando múltiples
interrogantes acerca de la condición solitaria del sujeto posmoderno.
Camila Enríquez, rompiendo moldes. |
La coreografía de Lorena Delgado y
la instalación sonora de José Toral, con asistencia de Diego Mantilla, están imbricadas
en una puesta en escena que genera preguntas necesarias sobre la condición
estética del cuerpo en movimiento en los tiempos de la tecnología. El rito conjuga
y problematiza al ser como espacio de prolongación de lo tecnológico y,
viceversa, a la tecnología como elemento inherente al ser humano. El vestuario
de Lía Padilla contribuye al ambiente de la coreografía que se mueve entre la
distopía que habrá de provocar la cosificación solitaria del sujeto y el
renacimiento de un ser humano en cuyo cuerpo se injerta lo tecnológico como un
elemento nuevo en su proceso evolutivo.
Indiviso
se abrió, en la sala de la CNDE, aprovechando un elemento mecánico: la puerta metálica
enrollable que comunica al escenario con el patio trasero y la calle. El primer
sonido es el de la urbe, tal como se produce al comenzar la coreografía: los
cuerpos emergen desde la realidad urbana hacia el espacio utópico del arte: un
escenario que es, a fin de cuentas, artificio espacial del cuerpo en
movimiento.
El arco y las láminas de metal que generan sonidos. |
En
el escenario, como telón de fondo, están colocados un arco de tres cuerdas,
tres láminas de metal que cuelgan, y tres cajas de maderas de distintos tamaño
con sensores en sus tapas superiores. Todos estos elementos, dispuestos en cabalísticas
tríadas, generan los sonidos que acompañan al movimiento de los cuerpos. Los
bailarines experimentan la producción de sonidos al tiempo que sus cuerpos se
desplazan en un territorio árido en busca de un centro natural.
La pareja original de todo renacimiento. |
Es
así que, en el centro, la naturaleza aparece como un cuadrado de pasto de poco
más de un metro de lado. La disputa por el disfrute de ese espacio verde
introduce en la coreografía un elemento ético: la tensión entre el cuerpo, la
tecnología y la naturaleza. En medio de esa disputa, atraviesan toda la escena,
mirándose, descubriéndose, seduciéndose, la pareja original de todo recomienzo:
el amor irrumpe en la narrativa del movimiento y su sensualidad intrínseca.
Con
Indiviso, Josie Cárdenas, directora
de la Compañía Nacional de Danza, experimenta, arriesga y provoca en términos
estéticos: los bailarines se ven enfrentados a un espacio interdisciplinario
que hace de sus cuerpos y el sonido un todo expresivo; los espectadores asisten
a una sonoridad generada en la conjunción del movimiento de los cuerpos y los
objetos sonoros con mediación tecnológica. El resultado es una propuesta novedosa
que rompe moldes y etiquetas y que genera los interrogantes fundamentales que
le ocupan al arte sobre el sujeto escindido de hoy.
Con Indiviso, Josie Cárdenas, experimenta, arriesga y provoca. |
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