José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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sábado, enero 28, 2017

Raúl Vallejo gana el premio de poesía José Lezama Lima



“Explora en sus versos una materia proteica que transita cómodamente de la gravedad al humor, atenta lo mismo a los grandes acontecimientos que a los pequeños sucesos de la vida cotidiana”, ha dicho el jurado de Casa de las Américas, de Cuba, que otorgó a Mística del tabernario, de Raúl Vallejo, el premio de poesía José Lezama Lima, en su edición de 2017.
Desde el año 2000, la Casa de las América creó tres premios honoríficos que “son entregados a libros relevantes publicados originalmente en español por un autor de nuestra América”. Estos premios lleva los nombres de José María Arguedas (narrativa), Ezequiel Martínez Estrada (ensayo) y José Lezama Lima (poesía).
El premio de poesía José Lezama Lima ha sido otorgado a los poetas Raúl Hernández Novás (Cuba), José Watanabe y Carlos German Belli (Perú), Juan Buñuelos y Eduardo Langagne (México), Juan Gelman, Idea Vilariño y Rafael Courtoisie (Uruguay), Raúl Zurita y Óscar Hahn (Chile), Juan Manuel Roca y Piedad Bonett (Colombia), Kamau Brathwaite (Barbados), Manuel Orestes Nieto (Panamá), Tamara Kamenszain (Argentina). De Ecuador también ha recibido este premio el poeta Humberto Vinueza.
Sobre Mística del tabernario (Bogotá, Caza de Libros / Gimnasio Moderno, 2015), Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas, que señaló el sentido del homenaje a Roque Dalton que desarrolla el autor, señaló en las palabras liminares del poemario: “Raúl Vallejo nos ofrece una obra  polifónica: no solo en sus cinco partes, sino también en el interior de ellas. Así, en la primera parte, «Taberna de la cofradía de Chapinero bajo (Conversatorio escénico de la posmodernidad)», alternan, como juego de espejos, las voces del «Poeta indignado», el «Homo libidinosus», el «Poeta manteño-huancavilca», el «Cronista poscolonial», el «Antipoetucho», el «Vate memorioso y Criticón literario», el «Monólogo para actriz invitada», el «Poeta purísimo». Las cuatro partes restantes, con diferentes registros, no desdicen de aquel criterio. La segunda, ofrece una visión desencantada de las redes sociales, que el poeta considera el nuevo opio de los pueblos. Las tercera, cuarta y quinta partes responden a un tono más intimista. Pero, además, en la cuarta y quinta partes Raúl Vallejo hace evidente, aún más que en otras zonas de su libro, que, al igual que en Dalton, su poesía toma partido por las nobles y urgentes causas de estos años”.
Este poemario, escrito íntegramente durante la estadía del autor en Colombia, es un libro de múltiples registros, como lo señala Retamar. Desde un largo poema escénico, cargado de una profunda reflexión poética sobre el quehacer del poeta en tiempos del descreimiento posmoderno como es “Taberna de la cofradía de Chapinero bajo”, hasta “Cuitas de amor por Colombia”, que es testimonio del afecto del autor por el país que lo acogió por más de cinco años, pasando por los tonos autobiográficos e intimistas de las otras partes del libro. Con la sección “Poesía urgente para un mundo sin poesía”, que está inmersa en los dolores y las esperanzas que se desprenden poéticamente de varios acontecimientos sociales y políticos del planeta, Raúl Vallejo ganó el XVII Premio Internacional de Poesía “José María Valverde” 2013, convocado desde Barcelona, España.
En su cuenta de tuiter, @pietrospeggio el escritor y poeta Marcelo Báez escribió: “@banano59 [Raúl Vallejo] con el Lezama Lima pasa a ser parte de una galería importante junto a Zurita, Roca y Gelman. Congratulaciones por el premio”. La escritora y cronista María Fernanda Ampuero, @mariafernandamp escribió en su cuenta sobre Vallejo: “…el premio Lezama Lima reafirma lo que ya sabíamos: es un extraordinario escritor”. La poeta Sandra De la Torre @SandraDelator recordó sobre el poemario: “libro que disfruté y celebré en su presentación”, que tuvo lugar en Quito, en octubre de 2015 y en la que también participó el poeta Xavier Oquendo. Por su parte, Raúl Vallejo había escrito en su cuenta: “Muy honrado porque a #Místicadeltabernario le ha sido concedido el premio de poesía José Lezama Lima de @CasAmericas”.

Mística del tabernario (2015) fue escrito íntegramente en Colombia. Aquí en la Plaza Bolívar de Bogotá (Foto de Marcela Sánchez)
            
             El poeta nadaísta Jotamario Arbeláez, en el prólogo del poemario, escribió: “Mística del Tabernario es un libro intrépido y contundente, cosido al hueso de los tiempos que vivimos. Poesía coloquial, narrativa, pícara, zumbona, contestataria. No es poesía pura pero es pura poesía, parida por los impuros. Los que no piensan que poseen la verdad pero la razón sí la tienen. Libros como éste, pasionales, atrevidos, polifacéticos, totalizantes, esos, son los imprescindibles”.

sábado, marzo 19, 2016

“Guadalupe, años sin cuenta”, llega a los 40


Rapsoda Teatro ha remontado "Guadalupe, años sin cuenta".

Patricia Ariza, del grupo de fundadores del Teatro La Candelaria, dijo la noche del pasado lunes 14 de marzo, en medio del Festival de Teatro Alternativo 2016, que anhelaba que “Guadalupe, años sin cuenta” sea una obra cuyo tema, desde muy pronto, perdiera vigencia. Patricia, que fue parte del equipo que investigó y montó la obra en 1975, bajo la dirección de Santiago García, dijo que tiene la esperanza de que la violencia por motivos políticos, de que la persecución y los crímenes de Estado sean, muy pronto, episodios de un pasado que ya no habrá de repetirse.
La obra recrea los años de las guerrillas de los Llanos Orientales de Colombia, lideradas por Guadalupe Salcedo, que, en sus inicios, fueron apoyadas por algunos dirigentes del Partido Liberal. La puesta en escena está armada mediante cuadros de corte cinematográfico que se abren con la reconstrucción del asesinato de Guadalupe Salcedo, a cargo de las fuerzas del Estado. Los cuadros se suceden mostrando a los hacendados y a los campesinos de sus fincas como guerrilleros liberales. En otros momentos, con lenguaje caricaturesco, presentan a los soldados colombianos que participaron en la guerra de Corea y las procesiones religiosas dedicadas al Sagrado Corazón de Jesús, cuadros simbólicos del poder militar y de la Iglesia. Asimismo, vemos a las familias de la oligarquía bogotana en planes conspirativos y alianzas entre conservadores y liberales, que terminaron dejando aislados a los guerrilleros de los Llanos. La obra se cierra con la escena del asesinato de Guadalupe Salcedo, que difiere sustancialmente de la escena de la reconstrucción estatal con la que la obra empieza.
El ambiente cultural de los Llanos Orientales está presente en la obra, mediante los personajes que tocan el arpa y el cuatro y los cánticos populares que son interpretados por los actores en los cambios de escena. Esta presencia de la música y el canto populares  contribuyen a la fluidez de la obra en el tránsito de una escena a la otra. Pero, sobre todo, al recuperar estos elementos, la obra da voz a la tradición del pueblo que se expresa en sus ritmos y cantos.

Escena del montaje original, 1975.
De “Guadalupe, años sin cuenta”, que obtuvo el premio Casa de las Américas, de Cuba, en 1976, se han hecho más de 2.000 representaciones. Santiago García, su primer director, recibió el premio ALBA Cultural en 2011. El éxito de la obra se explica porque, con sencillez y economía de elementos, con una movilidad escénica que mantiene la tensión narrativa, va contando episodios de la vida política de Colombia de la década de los 50, en términos críticos y sin renunciar a problematizar la puesta en escena. Adicionalmente, como toda obra redonda en su composición, la función pedagógica no le es extraña: desde el humor, asistimos a una clase de Historia que es, al mismo tiempo, una realización estética.
Estamos ante un teatro que cultiva la memoria histórica, imbuido en una confrontación ética de las prácticas políticas de los sectores hegemónicos. La obra es una crítica a los poderes oligárquicos, al poder arbitral de los militares en la sociedad, a la alienante influencia de la Iglesia en el cuerpo social y al abismo que separa el espíritu del campesinado y el de las élites de la capital. En definitiva, una obra que se ubica en unos años históricos concretos pero cuyo drama se extiende hasta los días presentes: es como si la violencia política fuera un malestar continuo de la sociedad.
Por todo lo dicho, las palabras de Patricia Ariza, directora de este montaje que está a cargo del colectivo Rapsoda Teatro, cobran relevancia. Guadalupe Salcedo es un espectro que sobrevive en estos años sin cuenta pero que debería quedar anclado en el pasado de los años cincuenta, para que el cese de la violencia se instale al fin en la misma sociedad que produjo la guerra y comience una nueva cuenta de años para la construcción de la paz.

sábado, febrero 27, 2016

Cortázar, los intelectuales y Cuba



Retamar y Cortázar, en Casa, 1979.
La relación de Cortázar con Roberto Fernández Retamar y la Casa de las Américas fue la de una amistad sólida en lo personal y nunca complaciente en la esfera de lo político, que comenzó en 1963, en los años iniciales del proceso revolucionario cubano. Existen dos cartas, en medio de la copiosa correspondencia entre Cortázar y Retamar, que he considerado emblemáticas para ejemplificar el compromiso solidario de Cortázar con Cuba y el socialismo, así como para entender su posición política despojada de sectarismo y expresada siempre con sentido lúdico.
La primera carta es del 10 de mayo de 1967 y fue publicada en la revista Casa en ese mismo año. Cortázar la incluyó en el tomo II de Último round (1969) con una nota que explicaba la incorporación de la carta bajo el título “Acerca de la situación del intelectual latinoamericano”, “puesto que razones de gorilato mayor impiden que la revista citada llegue al público latinoamericano”[1]. Lo primero que hace Cortázar es quitarle solemnidad al tono de lo que implica el tratamiento de tal asunto volviéndolo coloquial y ubica su propio lugar de enunciación, que es el de un escritor de ficción y no el de un teórico de la política: “…me considero sobre todo como un cronopio que escribe cuentos y novelas sin otro fin que el perseguido ardorosamente por todos los cronopios, es decir su regocijo personal”. Casi enseguida, ensaya una primera definición del asunto que sintetiza en esta frase: “En última instancia, tú y yo sabemos de sobra que el problema del intelectual contemporáneo es uno solo, el de la paz fundada en la justicia social”.
En la carta, Cortázar desarrolla el tema del desarraigo del escritor. Reconoce, desde un inicio, la dificultad que entraña para él hablar sobre el intelectual latinoamericano toda vez que se marchó de Argentina en 1951 y que ha hecho de Francia su casa. Cortázar dice que en Francia, lugar con el que se siente plenamente identificado para vivir, escribir y envejecer dado su temperamento, descubrió el sentido de lo latinoamericano. “De mi país se alejó un escritor para quien la realidad, como la imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació un hombre para quien los libros deberán culminar en la realidad”. Cortázar reconoce que sus dos viajes a Cuba, que fueron su retorno a Latinoamérica, al mismo tiempo, marcaron su adhesión final al socialismo:

Comprendí que el socialismo, que hasta entonces me había parecido una corriente histórica aceptable e incluso necesaria era la única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho humano esencial, en el ethos tan elemental como ignorado por las sociedades en que me tocaba vivir, en el simple, inconcebiblemente difícil y simple principio de que la humanidad empezará verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre.[2]

En esta carta a Retamar, y dado su tono coloquial, Cortázar se muestra reacio a definiciones cerradas y prefiere evidenciar sus dudas personales en lo que se refiere a su propia militancia. Esta actitud de duda permanente, de búsqueda de sus propias contradicciones, de evitar frases solemnes, es un testimonio de la sencillez de Cortázar al momento de enfrentar temas complejos. No obstante, al momento de afirmar su compromiso político deja en claro lo que significa su acción personal y lo que tiene que ver con su escritura. No está de acuerdo con “el arte al servicio de las masas” pero, al mismo tiempo, considera que todo escritor debe ser “testigo de su tiempo”. Sobre esta dicotomía están asentadas sus definiciones ética y estética. Esta postura es resumida así:

Por una parte, mi hasta entonces vago compromiso personal e intelectual con la lucha por el socialismo entraría, como ha entrado, en un terreno de definiciones concretas, de colaboración personal allí donde pudiera ser útil. Por otra parte, mi trabajo de escritor continuaría el rumbo que le marca mi manera de ser, y aunque en algún momento pudiera reflejar ese compromiso (como algún cuento que conoces y que ocurre en tu tierra) [“Reunión”] lo haría por las mismas razones de libertad estética que ahora me están llevando a escribir una novela que ocurre prácticamente fuera del tiempo y del espacio históricos [62 Modelo para armar].[3]

Cortázar, en nombre de la libertad de creación literaria, no renuncia a los textos experimentales y, por esa misma libertad, tampoco renuncia a la inclusión de asuntos explícitamente políticos en sus textos. Al final de la carta, cita las declaraciones de Robert McNamara, secretario de Defensa, difundidas por la UPI, quien especula sobre la explosión de “un número relativamente pequeño de ojivas nucleares” destinadas a destruir cincuenta urbes de China para acabar con la mitad de la población urbana (algo así como cincuenta millones de personas), sus dirigentes, sus técnicos y obreros especializados. Cortázar concluye, en términos éticos, que “un escritor digno de tal nombre no puede volver a sus libros como si no hubiera pasado nada, no puede seguir escribiendo con el confortable sentimiento de que su misión se cumple en el mero ejercicio de una vocación de novelista, de poeta o de dramaturgo”[4].
Claro está, Cortázar propone una ética para los escritores que quieren comprometerse con el ser humano y la construcción de una sociedad justa y solidaria. Esta cuestión tal vez resulta inentendible hoy en que los escritores están obsesionados con el mercado editorial, con aparecer en la lista de los libros más vendidos, y con la idea de ser partícipes de la serie de premios literarios amañados para promover la carrera literaria de algún elegido, un concepto que a nuestro cronopio le es extraño. En la entrevista de LIFE, él mismo se encarga de resaltar su actitud de aficionado: “La verdad es que la literatura con mayúscula me importa un bledo; lo único interesante es buscarse y a veces encontrarse en ese combate con la palabra que después dará el objeto llamado libro”[5].

El Che, La Higuera, Bolivia, 1969.
La segunda carta, fechada en París el 29 de octubre de 1967, responde a un acontecimiento luctuoso para el movimiento revolucionario como fue la ejecución del Che en Bolivia, el 9 de aquel mes y año. Se trata de un texto íntimo, en el que Cortázar expresa toda la carga de dolor que lleva encima tras conocer la noticia sobre la muerte del Che y de qué manera la escritura se vuelve una dificultad frente a la fatalidad de los hechos. Después de contar que ha vuelto de Argel, donde ha leído una y otra vez la noticia en los diarios sin querer aceptarla como verdad, y que ha recibido el mensaje para que escriba un texto sobre el suceso, Cortázar le responde a Retamar con una reflexión cargada de profunda tristeza: “La verdad es que la escritura, hoy frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que el silencio, hasta quién sabe cuándo”[6]. Cortázar le cuenta que no ha podido cumplir con el pedido de Lisandro Otero de escribir 150 palabras para Cuba, “como si uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo, como monedas”, y que en Argel, en la oficina del organismo internacional donde estaba trabajando, “me encerré una y otra vez en el baño para llorar”. Al final, le envía el texto que fue capaz de escribir, “esto que nació como un poema y que quiere que tengas y que guardes para que estemos más juntos”, y que transcribo completo dado su valor histórico y literario:

Che

Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca
pero no importaba.

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.

Lo quise a mi modo
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.

No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.[7]

Otro texto que ratifica el compromiso de Cortázar con el proceso revolucionario cubano se dio durante el así llamado “caso Padilla”, un episodio tristemente célebre que sirvió de pretexto para que muchos intelectuales rompieran con Cuba y su revolución. El caso Padilla, a la distancia, es un ejemplo de la intolerancia y las exclusiones que se presentan durante un proceso revolucionario, y dado que el socialismo está pensando como un sistema liberador del neocolonialismo, tanto económico como ideológico, un episodio como aquel constituye un hecho que enajena la libertad del individuo y refuerza el poder represivo del Estado sobre el individuo. Pero este suceso que hizo que muchos intelectuales se espantaran del proceso cubano, tuvo en Cortázar a un escritor crítico y autocrítico que se mantuvo solidario con Cuba, a contracorriente del mundillo cultural, pues entendió que los procesos revolucionarios son hechos por seres humanos y no por ángeles incapaces de contaminarse. A Vargas Llosa, por el contrario, el “caso Padilla” le sirvió para romper no solo con Cuba sino con el socialismo. Desde entonces, el camino político de Vargas Llosa lo ha llevado a convertirse en un intelectual orgánico de los banqueros latinoamericanos y en un propagandista del capitalismo, como el sistema ideal que marca el fin de la historia.

Padilla y Roque Dalton, La Habana, 1966.
Adjunto a una nota dirigida a Haydée Santamaría, fechada en París el 23 de mayo de 1971, Cortázar le envía el texto titulado “Policrítica en la hora de los chacales”, que, según sus propias palabras, “no es una carta, ni un ensayo, ni un documento político bien razonado; es lo que nace de mí en una hora muy amarga pero en la que hay sin embargo una plena confianza en muchas cosas, y sobre todo en la Revolución”[8]. El texto es una toma de partido por la Revolución cubana en el momento más complejo de su relación con los intelectuales. Su lenguaje es combativo, sin ambages, indignado; y su crítica está centrada contra la tergiversación de los hechos difundida por las agencias transnacionales de la información como parte de la propaganda anticubana, y contra la idea liberal del escritor en tanto espíritu solitario y comprometido únicamente consigo mismo. Y, al mismo tiempo, su crítica va dirigida a la manera cómo el Estado cubano asumió el “caso Padilla”.
El texto se abre con una frase provocadora: “De qué sirve escribir buena prosa, / […] si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias, / los policías disfrazados, / los asesores del gorila, los abogados de los trusts / se encargarán de la versión más adecuada para consumo de inocentes o de crápulas”[9]. El tono del texto rezuma indignación debido a la manipulación que la prensa capitalista hizo del “caso Padilla”, tergiversando, por ejemplo, la posición del propio Cortázar frente al hecho y que este cita[10]: “No me excuso de nada, y sobre todo / no me excuso de este lenguaje, / es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes: / los mando a todos a la reputa madre que los parió, / y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que espero”. El lenguaje indignado, más bien raro en él, que Cortázar utiliza en el texto y las sutilezas de su análisis político concreto de la realidad concreta que le ha tocado, dan cuenta de una posición que se esgrime desde el más profundo convencimiento político.
Cortázar cuestiona la noción misma del escritor en tanto un individuo que está más preocupado por su nombre y su carrera literaria., antes que por el desarrollo de los procesos sociales de su tiempo, buscando una comprensión todos los complejos conflictos que estos conllevan, toda vez que son obras de seres humanos y no de ángeles: “Todo escritor, Narciso, se masturba / defendiendo su nombre, el Occidente / lo ha llamado de orgullo solitario. ¿quién soy yo / frente a pueblos que luchan por la sal y la vida, / con qué derecho he de llenar más páginas con negaciones y opiniones personales?”. Cortázar, en todo caso, no asume la posición moralista de quien critica a los demás sino que se asume como parte de ese universo de escritores que carecen de la dimensión política y humana para comprender las contradicciones de los procesos revolucionarios, es decir, asume esa mala conciencia pequeño burguesa, que nos carcome a casi todos los escritores y artistas, en toda la extensión: “y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los que firmas los virtuosos textos / por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-de-bu-fe-te, /no me creo excepción, soy como ellos, qué habré hecho por Cuba más allá del amor, / qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza”.
La solidaridad de Cortázar es una adhesión crítica: “Nadie espere de mí el elogio fácil, / pero hoy es más que nunca tiempo de decisión y de aguas claras: / diálogo pido, encuentra en las borrascas, policríticas diaria”, que, inclusive, cuestiona aquello que hay que cuestionar en el momento coyuntural que el proceso cubano estaba viviendo: “no acepto la repetición de humillaciones torpes, / no acepto confesiones que llegan siempre demasiado tarde, / no acepto risas de los fariseos convencidos de que todo anda bien después de cada ejemplo, / no acepto la intimidación ni la vergüenza”. El discurso de Cortázar es complejo en la medida en que intenta abarcar todas las aristas del problema y rehúye el maniqueísmo liberal de los que encontraron en el “caso Padilla” un suceso intolerable para su liberalismo ideológico, de ahí que, a renglón seguido señala: “Y es por eso que acepto / la crítica de veras, la que viene de aquel que aguanta en el timón […] y reconozco la torpeza de pretender saberlo todo desde un mero escritorio”. En la parte final del texto, Cortázar reafirma, en medio de todos los problemas que pudiesen presentarse, su identificación con el proceso cubano desde su personal y contradictoria posición de intelectual comprometido: “Revolución hecha de hombres, / llena estarás de errores y desvíos, llena estarás de lágrimas y ausencias / […] yo soy esta palabra mano a mano como otros son tus ojos o tus músculos, / todos juntos iremos a la zafra futura, / al azúcar de un tiempo si imperios ni esclavos”.

               PD: Esta es la segunda de las cuatro entregas en las que he dividido el artículo "Cortázar: revolu-cronopio-nario", Casa de las América (La Habana) # 278 (enero - marzo 2015): 10-26. 
 

[1] Julio Cortázar, “Acerca de la situación del intelectual latinoamericano”, carta a Roberto Fernández Retamar, 10 de mayo de 1967, en Último round, t. 2, [1967], México DF, Siglo XXI Editores, 2009, pp. 265 – 280. A esta carta hace referencia una nota en la contratapa del tomo 1, de la que hablaré más adelante.
[2] Ibídem, p. 272.
[3] Ibídem, p. 274 – 5.
[4] Ibídem, p. 280.
[5] “Un gran escritor y su soledad”, p. 49.
[6] Julio Cortázar, “Carta a Roberto Fernández Retamar,  29 de octubre de 1967”, en Casa de las Américas (La Habana) No. 145 – 146 (Julio – Octubre 1984), pp. 76 – 77.
[7] Ibídem. Se puede escuchar en la voz de Julio Cortázar, en You Tube: http://youtu.be/udfvoE_Yygk 
[8] Julio Cortázar, “Carta a Haydée Santamaría, 23 de mayo de 1971”, en Casa de las Américas (La Habana) No. 145 – 146 (Julio – Octubre 1984), p. 125.
[9] Julio Cortázar, “Polícrita en la hora de los chacales”, en Casa de las Américas (La Habana) No. 145 – 146 (Julio – Octubre 1984), p. 126 – 132.
[10] “Un solo ejemplo: ‘Padilla recuperó la libertad después de una declaración autocrítica en que confesó haber proporcionado informes secretos a Cortázar… etc.’ (cable de UPI, Paris, 12/5/71, publicado en El Andino, periódico de Argentina).”, nota al pie de la página 127.