Todavía no había cumplido los 32
años cuando, en junio de 1991, el presidente Rodrigo Borja me nombró ministro
de Educación, Cultura y Deportes. Yo tenía un título de docente y experiencia
en todos los niveles del sistema, excepto el posgrado. Antes del anuncio
oficial, llamé a mi madre para contarle la noticia. Ella, con la sabiduría
ancestral de todas las madres, dijo: “¿Y qué pasará con tu trabajo? Porque de
esos puestos uno tiene que salir el rato menos pensado. Así que cumple con tu
deber como si te fueras del puesto mañana mismo”.
Durante
ese ministerio, me propuse como objetivo sanar las heridas que habían quedado
con sectores del magisterio luego de un largo paro, por lo que impulsé una
consulta que culminó, el 15 de abril de 1992, con la firma del I Acuerdo
Nacional “Educación Siglo XXI”. Este Acuerdo reunió al Ministerio, al gremio, a
los educadores católicos, a los privados laicos, y a las universidades, entre
otros actores. Fue cuando ejercía el Ministerio —y sin imaginarme siquiera que
al terminar mi período me quedaría a vivir en Quito—, que firmamos con el
rector Enrique Ayala Mora, un convenio base entre la UASB y el Estado.
Seguí
trabajando en la educación secundaria y me vinculé al programa de posgrado de
la UASB, en el Área de Letras como docente y director; institución de la que me
honro haber contribuido a su fundación. Años más tarde, a finales de 2005,
asumí nuevamente el Ministerio de Educación y Cultura nombrado por el
presidente Alfredo Palacio. Luego de más de una década de gobiernos
neoliberales que redujeron el presupuesto de inversión social y desarticularon
la función rectora del Estado, mi tarea fue “poner la casa en orden” y volví a
insistir en la implementación de una política educativa a largo plazo. Fue así
que, mientras comenzamos un programa de eliminación de barreras para el acceso
a la educación pública, junto con el equipo ministerial, logramos que el Plan
Decenal de Educación fuera aprobado mediante referéndum en noviembre de 2006.
Cuando
el presidente Rafael Correa asumió el gobierno en enero de 2007, me ratificó
como Ministro de Educación. Entonces, el equipo ministerial pudo darle
continuidad a lo que habíamos empezado en 2006: fue eliminado todo pago en el
sistema educativo público, se fortaleció la alimentación escolar, fueron ejecutados
los programas de reconstrucción de escuelas y uniformes escolares con un componente
de inclusión económica, universalizamos el programa de textos escolares,
iniciamos un programa de jubilación docente que inició multiplicando el bono de
jubilación de US$ 800 a US$ 12.000. Asimismo, comenzamos el sistema de
evaluación y logramos un alza significativa del salario docente. Obviamente,
cometimos errores y quedaron tareas pendientes, pero los cargos públicos deben
estar impregnados de la ética del servicio a la comunidad y así lo he hecho
siempre: con aciertos y equivocaciones, obrando con buena fe, convicción y responsabilidad
social.
Luego
de renunciar al ministerio de Educación, en 2010, volví a la UASB y ocupé
nuevamente la dirección del Área de Letras. Cuando Ecuador reanudó las
relaciones diplomáticas con Colombia, que fueron rotas a raíz del bombardeo de
Angostura, el presidente Correa me encargó la delicada tarea de reabrir la
Embajada y reconstruir las relaciones con nuestro vecino. Hoy, las relaciones
de nuestro país con Colombia son un ejemplo de cooperación binacional en
múltiples aspectos, sobre todo, en la perspectiva de hacer de la frontera común
un territorio de paz.
Ahora
que estoy postulado en el proceso de nombramiento del rector de la UASB,
ratifico el principio que ha guiado mi trabajo: la función pública está hecha
para servir. Si el Consejo Superior, luego de analizar mi currículo, como señala
el Estatuto de la UASB, me designa rector, llevaré adelante un programa, como
lo expliqué en mi carta anterior, basado en: el fortalecimiento institucional y
la estabilidad laboral; la libertad de cátedra y la ampliación del apoyo a la
investigación; una mayor democratización del acceso de los estudiantes de la
región. Todo ello, en el marco de una absoluta independencia institucional de
la UASB, tanto del gobierno cuanto de la militancia partidista de las
autoridades de la misma. Para mí, la universidad es un espacio académico de
servicio a la comunidad, signado por la libertad y la diversidad en todos
sentidos.
Cada
vez que he cumplido y finalizado funciones públicas, que al fin y al cabo han
tenido que ver con la acción social y ética de la política, recuerdo las lecciones
que me enseñó el comentario de mi madre: el ejercicio del gobierno tiene un
límite y uno debe estar consciente de ello desde el primer día; lo que
queda del servicio a la comunidad es la satisfacción de haber contribuido, desde
uno de los tantos deberes de ciudadanía, a la construcción de una patria con
mejores condiciones de vida, más equitativa y más solidaria.
Fraternalmente,
Raúl
Fraternalmente,
Raúl
La Unidad Educativa del Milenio "Cacique Tumbalá", en Zumbahua, Cotopaxi, fue la primera de este tipo inaugurada en el país, en septiembre de 2008.
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