Texto solicitado por Casa de las Américas a propósito del II Encuentro de Jóvenes Artistas y Escritores de la América Latina y el Caribe “Casa tomada”, en La Habana, entre el 14 y el 18 de noviembre de 2009
Además se trataba de mi primer viaje a La Habana e iba cargado no sólo con mi pequeña maleta sino con todo el sentido mítico de aquella ciudad que nos convocaba entonces para el arte y la literatura, pero, sobre todo, para la vida. Durante el vuelo desde Panamá del ilyushin de Cubana de Aviación se tejieron la ansiedad y la ilusión por conocer esa isla que había desafiado a un imperio y que construía al hombre nuevo. Y la camaradería empezó desde la noche en que llegamos al viejo aeropuerto José Martí y ese olor a tabaco negro, con el que están impregnadas las calles habaneras, nos dio la bienvenida.
En 1983 también éramos jóvenes y artistas. Y creíamos en ese compromiso de la palabra del ser humano con sus congéneres. Y creíamos en la libertad para crear, en la obligación de buscar nuevas formas expresivas, en la ética y la estética de un tiempo malo no sólo para la lírica sino para la vida misma. Y creíamos en la solidaridad con los pueblos que buscaban la justicia social. Veintiséis años después, ya no somos todo lo jóvenes que éramos; pero seguimos siendo artistas y seguimos creyendo en lo que creíamos mientras existimos en un mundo de descreídos.
Fueron días intensos en los que se mezclaron las artes y la poesía. Lo mismo en el Parque Lenin que en los salones de la Casa, nuestra casa; en el cine Yara o en el teatro Carlos Marx; frente a la Catedral o en el patio de una construcción de viviendas donde fuimos voluntarios por una tarde. Con Juan José Dalton, fotógrafo y periodista salvadoreño, y Arturo Arias, novelista guatemalteco, nos encargamos de buscar las palabras que nos representaran en esa suerte de manifiesto final de un encuentro que quiso darle un sentido poético a la política sin escamotear la dimensión política de toda poética. Nos reafirmamos artistas y escritores para la vida. Nos comprometimos no sólo a interpretar el mundo sino a luchar para transformarlo.
El imperio sigue amenazando a esa isla que se sobrevive a sí misma y el hombre nuevo ha envejecido. El arte y la literatura continúan exigiéndonos el espíritu libre para la creación, la búsqueda inacabable de las formas, la ética de las palabras. La vida nos obliga a una transformación permanente de la vida misma y hacer de la Casa una casa tomada es más que un gesto simbólico, es un desafío estético frente al texto del arte propio.
Quito, 01.12.09
Quito, 01.12.09
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