José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, marzo 15, 2020

Cuestionario Proust-Pivot, en revista Pixeletras



El novelista francés Marcel Proust (1871-1922), autor de la monumental saga En busca del tiempo perdido, respondió con apenas trece años a un juego de preguntas y respuestas titulado Confesiones. Un álbum para documentar pensamientos, sentimientos, etc. Las interrogantes estaban hechas en inglés, pero el escritor respondió en francés. El cuestionario, como parte de un popular juego de salón, le fue dado a Proust por su amiga Antoinette Faure, hija del presidente de Francia, Félix Faure. Años después, entre 1891 y 1892, un veinteañero Proust respondió en francés a un juego titulado Las confidencias de salón. Esta segunda versión traducía algunas preguntas de la versión inglesa e incorporaba otras. El manuscrito original, que se llegó a conocer como Proust por sí mismo, fue subastado en 2003.
Las preguntas proustianas siempre fueron recordadas como la versión victoriana de los tests de personalidad actuales, y fueron usadas por el conductor televisivo Bernard Pivot entre 1975 y 1990, en su programa Apostrophes, por el cual pasaron Miterrand, Polanski, Bordieu, Eco, Yourcenar, Nabokov, Kundera, y otros tantos. En 1993, la revista Vanity Fair lo usó con mucho éxito, llegando inclusive a publicar una antología con las respuestas de las celebridades escogidas.
Una variación del cuestionario de Pivot ha sido reciclado por James Lipton desde 1994 en su programa de entrevistas Inside the Actors Studios, aunque eliminó las preguntas 40 y 41 por considerar las inapropiadas para la sociedad norteamericana. Pixeletras ha retomado el cuestionario original Proust y, a partir de la pregunta 31, inserta las utilizadas por Pivot y Lipton.


01
¿Principal rasgo de su carácter?
Paciencia de orfebre de taller de la Colonia, y perseverancia de cantante de karaoke para lograr afinación.

02
¿Qué cualidad aprecia más en un hombre?
La sencillez y la transparencia de una gota de agua.

03
¿Y en una mujer?
La lucidez y la fuerza moral de Rosa Luxemburgo.

04. ¿Qué espera de sus amigos?
Que sean solidarios de manera cotidiana, que tengan inteligencia sin arrogancia, que me señalen mis errores, y que disfruten la vida con humor.

05.
¿Su principal defecto?
Existen rencores que permanecen, por mucho tiempo, latentes en mí.

06.
¿Su ocupación favorita?
La docencia de literatura.

07.
¿Su ideal de felicidad?
Ser escritor a tiempo completo.

08.
¿Cuál sería su mayor desgracia?
Quedarme ciego de espíritu frente a mis mezquindades, sordo frente a la palabra del prójimo, y ser incapaz de darme cuenta de mis errores.

09.
¿Qué le gustaría ser?
Cantante de boleros y tangos que dé conciertos en bares, desde La Habana hasta ese último puerto del Caribe que es Guayaquil.

10.
¿En qué país desearía vivir?
En España, en uno de los pueblos blancos, cerca de Sevilla.

11.
¿Su color favorito?
El del cielo cuando el sol se hunde en el mar, frente a la playa de Olón.

12.
¿La flor que más le gusta?
La orquídea blanca.

13.
¿El pájaro que prefiere?
El blackbird de la canción de The Beatles.

14.
¿Sus autores favoritos en prosa?
Cervantes de El Quijote; Mary Shelley, de Frankenstein; Joaquín Gallegos Lara de Las cruces sobre el agua; García Márquez, de Cien años de soledad; Margaret Atwood, de El cuento de la criada... ¡y esto recién comienza!

15.
¿Sus poetas?
José Martí, Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik, Ileana Espinel, Jorge Enrique Adoum... y otros más que caben en un soneto con estrambote.

16.
¿Un héroe de ficción?
Don Quijote, en todo momento.

17.
¿Una heroína?
Úrsula Iguarán, sobre todo cuando, ya ciega, pasa revista al espíritu de los Buendía.

18.
¿Su compositor favorito?
Pergolese en su Stabat Mater; Beethoven en el coral de la Novena Sinfonía; Stravinsky en La consagración de la primavera.

19.
¿Su pintor preferido?
Frida Kahlo para mis sueños y pesadillas; Guayasamín, en tiempos de ira y ternura; y Jorge Velarde para mis silencios de solitario.

20.
¿Su héroe de la vida real?
Manuela Sáenz: por ilustrada, por su espíritu libre y por patriota.

21.
¿Su nombre favorito?
De mujer, Daniela; de hombre, Sebastián, como se llaman mis hijos.

22.
¿Qué hábito ajeno no soporta?
No soporto que la gente hable en voz alta por el móvil en lugares públicos.

23.
¿Qué es lo que más detesta?
La falta de consecuencia en materia de principios, el fanatismo religioso, y el abuso del poder.

24.
¿Una figura histórica que le ponga mal cuerpo?
Tomás de Torquemada, por el dolor que causó al ser humano en nombre de Dios.

25.
¿Un hecho de armas que admire?
La defensa de Playa Girón, en abril de 1961, en Cuba, que derrotó la invasión organizada por la CIA y grupos de anticastristas y mercenarios.

26.
¿Qué don de la naturaleza desearía poseer?
Oído de músico.

27.
¿Cómo le gustaría morir?
Lúcido, sin miedo y sin causar molestias.

28.
¿Cuál es el estado más típico de su ánimo?
En paz con la vida y en lucha permanente contra los prejuicios.

29.
¿Qué defectos le inspiran más indulgencia?
La cobardía, la vanidad y la apatía.

30.
¿Tiene un lema?
“El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda”. Lo dice Guillermo de Baskerville, en El nombre de la rosa, de Umberto Eco.

31.
¿Cuál es su palabra favorita?
Tengo algunas: transeúnte, rayuela, perinola, pizarra, arcoíris...

32.
¿Cuál es la palabra que menos le gusta?
Varias: coyuntura, conversatorio, burócrata...

33.
¿Qué es lo que más le causa placer?
Escuchar música clásica reproducida, preferentemente, en discos de vinilo.

34.
¿Qué es lo que más le desagrada?
Los mensajes de odio de algunos tuiteros y también aquellos que contienen un lenguaje soez gratuito.

35.
¿Cuál es el sonido o ruido que más placer le produce?
El reventar de las olas.

36.
¿Cuál es el sonido o ruido que le aborrece escuchar?
La musiquilla del camión recogedor de basura del centro de Guayaquil.

37.
¿Cuál es su mala palabra favorita?
«La hideputa puta que os parió». Lo dice el Quijote.

38.
Aparte de tu profesión ¿qué otra profesión le hubiese gustado ejercer?
Médico de urgencias.

39.
¿Qué profesión nunca ejercería?
Corredor de la bolsa de valores.

40.
¿Su droga favorita?
El whisky single malt.

41.
Si reencarnaras en planta o animal, ¿qué serías?
Un gran danés con el carácter de mi perro Aengus.

42.
Si el Cielo existiera y se encontrara con Dios en la puerta, ¿qué le gustaría que Dios le dijera al llegar?
A pesar de tus faltas contra el prójimo, hiciste lo posible por vivir con amor.


PS: Este cuestionario fue aplicado a Raúl Vallejo, en agosto de 2019 y apareció en el volumen 1, número 1 (2019) de la revista Pixeletras.

domingo, marzo 08, 2020

Zenobia Camprubí en motocicleta

Estatua de Zenobia Camprubí en la Plaza del Marqués, en Moguer. (Foto del autor, noviembre de 2019).

Cabalgo motorizada
sobre mi Velocette LE 1952,
sin veleidades literarias;
pero mi cáncer se desvanece
y renace feroz,
y los rayos X no me alcanzan
para destruirlo,
mas, me hieren;
y Juan Ramón cae
mientras arranca
una rosa sin tocarla
y me arrastra consigo
hacia la sima irredenta
de su animal de fondo.

No tiene términos medios,
o está bien o está muy mal.
Y yo, carcomida
por un animal
deforme, implacable,
en el fondo de mi matriz,
mantengo la casa,
las cuentas en orden
y quiero una habitación
con ventana al mar
para que la luz
de mi noche quieta
me bañe con su vaivén
de sal y espuma.

Juan Ramón se consume
en su propio fuego,
y soy, tan solo,
una brasa que acude a él
con el bálsamo del refugio
para las llagas
de su deseante dios,
único y suyo.
El cáncer nos matará a los dos;
pero primero a mis huesos
y lo que duela de mi carne; a él,
su imposibilidad de ser en el mundo
sin su Zenobia:
yo, motorista, única y mía.

Este poema pertenece a la sección "Baladas para Aldonza", de mi poemario inédito Autorretrato, modelo 1959. Apareció en el número 295, de la revista Casa, de la Casa de las Américas, Cuba.

domingo, marzo 01, 2020

Más allá de la emoción del Oscar, algunos bemoles de Parásitos

           

           “Una obra maestra”. Parásitos gusta al público y a la crítica. Ganadora de Cannes, cuatro óscares y decenas de premios más. Si bien el Óscar está sobrevalorado —después de todo, se trata de la Academia de Hollywood premiando su propia industria—, Parásitos es protagonista de un hecho inédito: un filme en lengua no inglesa ha ganado en la categoría de la mejor película frente a excelentes candidatas.
            Parásitos, del surcoreano Boon Joon-ho, es una película que atrapa. Yo no cuestiono un Óscar que, a todas luces, es merecido. En esta edición, las candidatas eran tan buenas que cualquiera que hubiese ganado habría generado la idea de que era otra la que se lo merecía. Me atrevo a afirmar que, dado que le ganó a la excelente Dolor y gloria, de Almodóvar, los fanáticos de Parásitos se habrían conformado con el Óscar a la mejor película internacional. Pero ya que la Academia decidió apostar por una apertura políticamente correcta que la exonerara de premiar una película tan perturbadora para el mercado norteamericano como Joker, y de paso castigar a Netflix ignorando un filme extraordinario como El irlandés, de Martin Scorsese, vale la pena, aunque solo sea para romper la unanimidad de adjetivos, hablar de algunos bemoles de Parásitos.
            Parásitos es una comedia negra que juega emocionalmente con el espectador llevando a situaciones extremas la verosimilitud, no solo de ciertos hechos, sino de las conductas morales de sus personajes. Una familia que vive en un sótano y que a duras penas completa para la comida del día, de pronto se convierte en una pandilla de mafiosos. El filme hace gala de un guion rocambolesco que resuelve, con muchas argucias y giros inverosímiles durante la película, y, al final, de manera sangrienta y criminal, los enredos generados por el guionista en el afán de mantener en suspenso al espectador. El filme, ciertamente, es una descarnada crítica de las desigualdades sociales que son intrínsecas al capitalismo, pero también es un cruel retrato de ese subproletariado que vive en condiciones de pobreza, alienado y con la aspiración de ser igual que esos ricos que lo explota y a quienes envidia.
            Lo rocambolesco del guion me genera algunas preguntas: 1) ¿La gente compra una casa sin revisar los planos? 2) ¿Dos familias son dueñas de la casa —los Park y los alemanes del final— y ninguna de ellas se entera de la existencia de un sótano? 3) ¿No hay policía que investigue la escena del crimen ni siquiera para entender de dónde salió el asesino de Jessica? ¿Acaso no interrogaron a la señora Kim? 4) Cuando los Kim se emborrachan rompen vasos y botellas y llegan de súbito los Park, ¿nadie se da cuenta del desastre de vidrios rotos y el olor a bebidas alcohólicas de la sala? 5) ¿Ni siguiera notan los esposos Park, cuando se acuestan en el sofa, que tres miembros de la familia Kim están escondidos debajo de la mesa de centro? 6) La agresión al joven Kim por parte de Geun-sae es tan brutal que imaginamos que aquel ha muerto luego de ese plano de la cabeza rodeada de un lago de sangre. Es evidente el giro truquero del guion: el director no juega limpio con el espectador. 7) Al final, ¿cómo puede el padre Kim salir todos días a la cocina sin que lo descubran, en algún momento, si no tiene referencia desde adentro del sótano de por dónde anda la empleada? 
            La película es alabada, en ciertos círculos, por una supuesta crítica al capitalismo; no obstante, la representación de la familia Kim resulta, más bien, una sanción moral a la condición de pobreza: ellos son falsificadores, mentirosos, crueles con sus semejantes, violentos y, finalmente, asesinos. No es solamente el “olor de la pobreza”; es, sobre todo, una suerte de amoralidad producto de la pobreza. Lo que podría ser visto como una imagen típica de nuestra picaresca rápidamente se transforma en una visión esperpéntica y criminal de los pobres. La crítica social del filme estriba en que, desde la perspectiva del director, esos pobres nunca saldrán de su condición de pobreza. Siempre serán “cuchara de barro”.
            Y, aunque no lo piense así el director puesto que ha dicho que los pobres de su película «son gente con talento y dignidad» la narrativa del filme parecería decir lo contrario, es decir, que la pobreza, por sí misma, es la que genera este tipo de personas. Esos pobres son criminales porque son pobres. No se trata de romanizar la pobreza, pero tampoco de satanizarla como una condena que solo genera “parásitos”. La familia Kim causa tanto daño que, al final, queda la sensación de que los ricos Park son las víctimas de un irracional odio de clase sustentado en la pura condición criminal de los pobres. Un asunto que contribuye a esta percepeción es que los Kim no tienen un asomo de solidaridad ni siquiera con la antigua ama de llaves, Moon-gwang, y su marido, Geun-sae: ellos les ruegan su ayuda pero, para los Kim, ese par, que pertenece a su misma clase social, también es un enemigo al que hay que destruir. Aquellos esposos son un peligro para la condición de servidumbre que han conquistado.
            La rica familia Park, a quien también se puede ver como otro de tipo de “parásitos”, por su parte, es una caricatura de la “cuchara de oro”: la riqueza los ha entontencido. No obstante lo dicho, la condición de “parásitos” de los Park no está para nada desarrollada en un guion lleno de giros extraños: el señor Park es presentado como un exitoso profesional concentrado en su trabajo y de valores conservadores en lo que respecta a la familia y a la moral. Por el contrario, al ser una caricatura de una familia rica, los Park parecerían inocentes de su condición social. En el libreto, como señalé antes, terminan vistos como víctimas del abuso de los Kim debido a su poca perspicacia y a todos sus prejuicios.
            La confrontación de las familias es un tipo de lucha de clases —cuestión política que tiene un tratamiento radical en Joker— pero también es una muestra de que los Kim son solo unos oportunistas: la escena de los Kim disfrutando de la riqueza de los Park y la pelea contra la antigua ama de llaves y su marido son ejemplos de la amoralidad de los Kim y su condición criminal: están dispuestos a matar por defender el precario bienestar que han conseguido sin ningún escrúpulo.
            No dudo de que Parásitos sea una buena película. Dudo que lo sea por su crítica social. El mismo hecho de que su narrativa se mueva en el marco de una banalización de la violencia, el crimen y la muerte reduciéndola a situaciones tragicómicas, la convierte en una caricatura de sí misma. La violencia tarantinesca del final puede resumirse como un ajuste de cuentas entre pobres. El asesinato del señor Park a manos del señor Kim es el clímax de un resentimiento social, no de un cuestionamiento de clase. Se me puede decir que se trata de la ira de los pobres humillados por los ricos: sin embargo, ese mismo señor Kim, días antes, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por estar en el lugar de Park.
            No me parece que sea una película transgresora, ni mucho menos, como, por ejemplo, lo es Joker. Siento que la visión social que desarrolla Parásitos es, más bien, una visión conservadora porque establece la situación de desigualdad social como una condición inamovible y a quienes viven en situación de pobreza como seres inescrupulosos. Y, como dije, la caricatura que hace de los Park los vuelve inocentes. Otros son los méritos que convierten a Parásitos en una película interesante, que vale la pena ver, pero de eso ya se ha escrito bastante y con adjetivación hiperbólica.