El Che, según Andy Warhol |
José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
lunes, octubre 08, 2012
Che, 45 años después de su ejecución
martes, agosto 28, 2012
Vargas Llosa o el intelectual esquizofrénico
Rafael Correa, presidente del Ecuador; Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura, 2010; y Julián Assange, fundador de Wikileaks. (Composición tomada de la edición online de El Espectador, de Colombia) |
domingo, marzo 04, 2012
En defensa de la democracia y la Revolución Ciudadana
Los intelectuales, artistas, científicos, profesionales independientes y ciudadanos que suscribimos este documento manifestamos nuestro repudio a los intentos de desestabilización de la democracia ecuatoriana, puestos en marcha por una alianza de fuerzas internas e internacionales, que buscan frenar al proceso de transformaciones emprendido por el pueblo del Ecuador mediante su Revolución Ciudadana.
Nicanor Parra, Premio Cervantes 2012, Chile.
Antonio Skármeta, escritor, Chile.
Luis Eduardo Aute, cantautor. España.
Luis Britto García, escritor, Venezuela.
Jorge Boccanera, poeta y periodista, Argentina.
Frei Betto, teólogo y filósofo, Brasil.
Ignacio Ramonet, periodista, España.
Miguel d'Escoto Brockmann, sacerdote, ex ministro de RR. EE., Nicaragua.
Alfredo Molano, escritor, periodista y académico, Colombia.
Nelson Osorio Tejeda, doctor en Filosofía, Chile.
Fernando Nieto Cadena, poeta ecuatoriano, residente en México.
Jorge Núñez Sánchez, historiador y periodista, Ecuador.
Jorge Dávila Vázquez, escritor, Ecuador
Ramiro Oviedo, escritor ecuatoriano, residente en Francia.
Aleyda Quevedo, poeta, Ecuador.
Paulina Vinderman, poeta, Argentina.
Juano Villafañe, artista, Argentina.
Ari Lijalad, Periodista, Argentina.
Daniel Wizenberg, periodista y politólogo, Argentina.
Beatriz Valerio, escritora, Argentina.
Julio C. Riveros, sicoanalista, Argentina.
Guillermo Saavedra, escritor y periodista, Argentina.
Julio Molina, actor, director, dramaturgo y docente teatral, Argentina.
Guillermo Saavedra, autora y directora teatral, Argentina.
Florencia Patiño, actriz, Argentina.
Néstor Guestrin, músico, Argentina.
Hugo Francisco Rivella, poeta, Argentina.
Mario Toer, profesor universitario, Argentina.
Raúl Serrano, escritor y periodista, Ecuador.
jueves, enero 26, 2012
¿Por qué debemos enseñar acerca del Holocausto en el bachillerato?
(Frente del museo de Yad Vashem, en Jerusalen, que mantiene la memoria del Holocausto. Fotos mías.)
La posmodernidad ha convertido al descreimiento en un dogma. El sujeto posmoderno no debe creer en nada ni en nadie: ser cínico se convierte en una virtud, tener fe en algo resulta una pesada herencia de la modernidad. En su triunfalismo consumista y en su credo individualista, el sujeto posmoderno ha abandonado la ética de la compasión, de la piedad, del cuidado del Otro. Y ni siquiera la muerte —transformada en espectáculo banal por los mass media—, se constituye en un momento de mirarse hacia adentro puesto que, al parecer, se nos ha atrofiado la sensibilidad ante el padecimiento del prójimo.
Recordar el Holocausto resulta incómodo pues viene a constituirse en la permanencia de una historia pasada que jamás debió suceder y que desequilibra el hedonismo del presente. Justamente para que esa incomodidad nos conmueva es que se requiere la enseñanza escolarizada sobre el Holocausto. En primer lugar, para mantener viva la memoria del horror y que éste jamás se repita pues es sabido que, a medida que pasan las generaciones, la verdad de un hecho termina convertida en leyenda. Las nuevas generaciones, para quienes la muerte banalizada por el show business ya no constituye un hecho trascendente incluso cuando les toca de cerca por causa del fallecimiento de algún familiar, requieren conocer, para beneficio de su propia sensibilidad de cara a la historia, lo que el Holocausto significa para la humanidad. Además, recordar el horror de la Shoá también contribuye para que la ética de la compasión sea introducida en medio del descreimiento posmoderno.
Quienes hemos reflexionado sobre el tema sabemos que el Holocausto, o Shoá, fue la sistemática eliminación de judíos durante el régimen nazi por la sola razón de ser judío, por la sola razón de existir formando una comunidad con su historia, su cultura, y, en ella, su propia fe religiosa. Nuestros jóvenes tienen que conocer esta terrible verdad: durante el régimen nazi la sola condición de judío era razón suficiente para ser eliminado de manera cruel. Esta eliminación sistemática por el solo hecho de ser judío es lo que debemos recordar y para eso es imprescindible enseñar esta verdad a las nuevas generaciones y evitar los revisionismos destinados a su negación.
Enseñar acerca del Holocausto también nos ayuda a entender los sucesos contemporáneos del Medio Oriente. El antisemitismo es una enfermedad del ser humano que todavía no ha sido erradicada y, así, mientras el término multiculturalismo se ha desperdigado por el mundo académico para la aceptación de las múltiples formas de expresión cultural de los pueblos, todavía se continúa utilizando, en diversos foros políticos, el término sionista de manera peyorativa para segregar a la población judía y negar el derecho a la existencia y a sobrevivir que tiene el Estado de Israel.
La historia nos ha enseñado que los fundamentalismos son la antesala de la xenofobia, de la violencia terrorista —tanto de los grupos clandestinos cuanto del Estado— y de los genocidios por venir. Pretender la negación del Holocausto responde a un espíritu fundamentalista. El afán por cubrir aquel espíritu de lenguaje académico revela la existencia de ese antisemitismo patológico que aún existe como plaga y que impide la realización plena de la práctica del multiculturalismo. Contra esa promoción del olvido es que tenemos que trabajar quienes queremos formar un ser humano tolerante, compasivo, capaz de entender y aceptar al Otro.
Un problema que se presenta, por lo general, cada vez que se trata de introducir en el currículo la enseñanza del Holocausto es que dicha enseñanza se condiciona al desarrollo de una condena a la política exterior del Estado de Israel. Mas, si queremos ajustarnos al debate académico, quienes obramos de buena fe pedagógica sabemos que es incorrecto, metodológicamente hablando, condicionar la enseñanza acerca del Holocausto a la crítica de la política exterior del Estado de Israel en relación con su conflicto político – militar con Palestina y algunos países de Medio Oriente, puesto que son dos problemas distintos.
Del mismo modo, hay que evitar la conversión del término en una palabra banal. Llamar genocidio a todo acto de violencia militar o acción bélica de tipo imperial, excesivos siempre como lo es toda guerra, da como resultado una desvalorización del término y, como consecuencia de esto, el ocultamiento de la verdad histórica en la medida en que se disuelve el sentido de los genocidios u holocaustos reales que ha sufrido la humanidad.
Mencioné anteriormente que la enseñanza del Holocausto también nos permite trabajar, en tanto educadores que somos, en la ética de la compasión. Claro que no debemos entender la compasión como un acto paternalista de caridad emotiva. Por el contrario, la compasión implica la identificación plena con el dolor del Otro y la toma de partido enmarcado en el sentido profundo de la justicia. Todo lo contrario al cinismo de la posmodernidad: la ética de la compasión nos obliga a ser responsables del Otro. En el mundo de hoy, esa preocupación tiene que ver con el extranjero, ese al que se le da estatus de legal o ilegal, como si los seres humanos desde el comienzo de los tiempos no hubiésemos sido transeúntes del mundo; tiene que ver con aquellos que no viven las bondades del supuesto fin de la historia sino las inequidades del capitalismo salvaje; tiene relación con la empatía frente a los desamparados que nos sacan de la burbuja individualista a la que la ideología del éxito material parece habernos confinado.
Al conocer, comprender y analizar lo que significó la exterminación del Otro, su humillación constante, y la despiadada animalización del ser humano sufrida por los judíos durante el Holocausto, estamos dando a nuestros jóvenes herramientas que educan su sensibilidad frente al mundo contemporáneo. En la ética de la compasión se enmarcan el respeto por la vida y, por ende, la práctica de la no-violencia, la aceptación de la Otredad que implica el conocimiento del Otro y la comprensión sobre sus prácticas culturales, el consumo ecológico y la mirada afectiva sobre la propia comunidad.
Como ministro de Educación de mi país instituí la enseñanza del Holocausto en el programa de Historia Universal para el segundo año de Bachillerato, en el marco de la enseñanza de los Derechos Humanos y los genocidios que ha sufrido la humanidad. Diseñamos, en conjunto con la Unidad Educativa Experimental “Alberto Einstein”, de Quito, el material de trabajo para los docentes. Fueron capacitados alrededor de 5.000 maestros de la materia y, hoy en día, el Ministerio prepara el material de la unidad ya diseñada como texto escolar para los estudiantes y sendos concursos nacionales de ensayo dirigidos a estudiantes y a maestros.
Para finalizar, quiero resumir la respuesta a la pregunta inicial. Enseñar acerca del Holocausto en el bachillerato es una tarea imprescindible para los educadores que anhelamos una humanidad cuya memoria del horror le permita construir un mundo en el que los seres humanos, culturalmente hablando, se acepten como son. Si en el mundo y en la vida el Otro soy yo, la memoria del Holocausto me enseña que, después de Auschwitz y la macabra solución final de los nazis, yo debo mi cuidado al Otro como a mí mismo para la propia vivencia y para la pervivencia del ser humano.
En 2009, siendo ministro de Educación, participé en la ceremonia del encendido de las velas en el día de Iom Hashoá, junto a Eyal Sela, embajador de Israel en Ecuador, en el colegio Alberto Einstein, de Quito.
viernes, septiembre 30, 2011
30-S: El golpe fallido
La mañana del jueves 30 de septiembre de 2010, el equipo de Radio Quito, con Miguel Rivadeneira a la cabeza, empezó a cubrir la intentona golpista como si se tratara de un partido de fútbol. Ellos, y otros periodistas de medios cuyos dueños son abiertamente desafectos al gobierno creyeron que con entrevistar a un grupo y a otro cumplían con su trabajo. Teleamazonas, desde temprano en la mañana —aún antes de la llegada del presidente Correa—, había instalado una microonda en el lugar de la sublevación; María Josefa Coronel, en pantalla, sugería que estábamos viviendo una situación de caos en todo el país, y Freddy Paredes, desde el Regimiento Quito, a las 9h19, informó al país, sin asidero fáctico, que las Fuerzas Armadas se habían unido a la sublevación. Resultaba extraño que periodistas que se dicen profesionales no se dieran cuenta de que se trataba de una sublevación de corte antidemocrático y no de un debate académico. ¿Creyeron tal vez que podían transformar una intentona golpista en un espectáculo mediático sin ética?
Ese día, un grupo de militares bloqueó la pista del aeropuerto de Quito; un grupo de policías cerró el paso en el puente de la Unidad Nacional. A media mañana, algunos diputados de oposición ya estaban pidiendo amnistía para los sublevados. Casi al mismo tiempo en la entrada del Palacio Legislativo, según informaciones de prensa, el sargento Mario Flores comunicaba a los medios que la sublevación era a nivel nacional y que no dejarían entrar a ningún asambleísta. Más tarde, dirigentes de la ultraizquierda maoísta quisieron infructuosamente movilizar a estudiantes secundarios y universitarios y grupo de burócratas para respaldar a los policías sublevados. Todas estas acciones fueron configurando la intentona golpista. La estrategia estaba clara: crear un vacío de poder en medio de una situación de caos generalizado.
Aproximadamente a las 10h00, el presidente Correa, dentro del Regimiento Quito se dirigió a una multitud enardecida de policías que lo amenazaba. Entonces, el presidente Rafael Correa, se zafa el nudo de la corbata y se hace escuchar: “Señores, si quieren matar al Presidente, aquí está. Mátenlo si les da gana. Mátenlo si tienen poder. Mátenlo si tienen valor, en vez de estar en la muchedumbre cobardemente escondidos. Pero seguiremos con una sola política de justicia, de dignidad. No daremos ni un paso atrás. Si quieren tomarse los cuarteles, si quieren dejar a la ciudadanía indefensa, si quieren traicionar su misión de policías, su reglamento, ¡traiciónenlo...!”. Esta escena es la que más les ha molestado a los medios hostiles al gobierno. Un presidente digno, valiente, consecuente con sus ideas; un presidente hablando desde la racionalidad democrática. Esta escena no estaba en el libreto de los golpistas. Más tarde esos mismos medios pretenderían no solo burlarse sino también culpabilizar al Presidente por esta actitud.
Ese día ocurrieron dos situaciones más que no estaban en el libreto de los golpistas. La ciudadanía salió a las calles a respaldar al Presidente. La ciudadanía se dirigió al Hospital de la Policía donde estaba secuestrado el Presidente. La ciudadanía se enfrentó a los policías sublevados para defender la democracia y rescatar a su Presidente y fue agredida con gases lacrimógenos y balas por esos policías sublevados. Y esa movilización popular, junto a la firmeza del Presidente, fue el otro factor que sostuvo el régimen de derecho en el país. Desde el exterior, la inmediata movilización de los presidentes latinoamericanos en defensa del régimen democrático fue el otro factor que descalabró los planes de los golpistas. Una vez fracasado el golpe, algunos medios, cuyos dueños son opositores al gobierno, pretendieron desdibujarlo todo y reducir la intentona golpista a una insubordinación policial que se complicó porque, según esa particular visión que criminaliza a la víctima, Correa no supo manejar la crisis. José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, en contraste con la actitud antidemocrática de los medios hostiles al gobierno, declaró: “Yo lo llamo un intento de golpe, cuando una institución del Estado como la Policía se insubordina contra la autoridad legalmente constituida, eso es técnicamente una negación de la democracia, un asalto a la democracia.”
En lo que estos mismos medios se han hecho de la vista gorda es que, cuando los golpistas se dieron cuenta de que el intento de golpe había fracasado éstos se decidieron por el magnicidio. Según el registro de la Central de Radio Patrulla, que fue publicado online por ANDES, la agencia pública de noticias, las órdenes de quienes monitoreaban a los sublevados fueron explícitas en la noche momentos antes del rescate: “mátenle al Presidente, maten a Correa, el man no sale hoy...” Nunca les interesó a los medios hostiles, actores políticos de oposición de conducta taimada, difundir este audio.
Un informe del 18 de octubre de 2010, de 14 páginas, de las Fuerzas Armadas, recientemente desclasificado por disposición del presidente Correa, confirma que el presidente estuvo secuestrado y que, a las 19h30, al momento de planificar la operación de rescate se estableció que ésta debía realizarse enseguida puesto que peligraba la vida del presidente. Una filmación del ejército determinó que en los cuatro edificios que rodean el hospital de la policía estaban los francotiradores esperando que el Presidente saliera del hospital. Finalmente, el presidente fue liberado y los únicos que dispararon en dirección al hospital de policía fueron los francotiradores que intentaron asesinar al Presidente durante su rescate y que mataron a Froilán Jiménez, uno de los policía del GIR —Grupo de Intervención y Rescate, que no participó de la sublevación— que lo rescataron.
Los medios han reclamado que ese día el gobierno ordenó un enlace nacional ininterrumpido. El Presidente de la República, que estaba secuestrado pero no inhabilitado para gobernar, en uso de sus facultades constitucionales, por la gravedad de los acontecimientos, decretó el Estado de excepción, situación excepcional como su nombre lo indica a la que lo faculta la Constitución, y, según el artículo 165: “Durante el estado de excepción la Presidenta o Presidente de la República únicamente podrá suspender o limitar el ejercicio del derecho a la inviolabilidad de domicilio, inviolabilidad de correspondencia, libertad de tránsito, libertad de asociación y reunión, y libertad de información, en los términos que señala la Constitución.” Ese día no hubo ningún atentado contra la libertad de expresión. Desde el día siguiente cada quien ha opinado lo que ha querido. Incluso se han mofado de los sucesos de aquel día, tal como lo hace hoy El Comercio en su página de humor. Pero, en el momento de los sucesos —entiéndase bien: el Presidente estaba secuestrado y su vida peligraba—, el gobierno se encuadró en el marco legal, tenía el deber político de defender la estabilidad democrática y el derecho ganado en las urnas de proteger su propia existencia.
A los golpistas les falló la utilización de la sublevación policial para concretar el golpe y el magnicidio debido a la actitud consecuente del Presidente, a la movilización ciudadana en respaldo a la democracia, a un manejo responsable de la información por parte de los medios públicos, y a la solidaridad de los gobiernos latinoamericanos.
Paz en la tumba de los caídos del 30-S en defensa de la democracia ecuatoriana.