José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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sábado, marzo 30, 2019

Nuevas formas para viejas inquisiciones

"Ventana de la denuncia" en el Palacio de la Inquisición, de Cartagena de Indias. Nunca un acusado fue declarado inocente.
En Cartagena de Indias, frente a la plaza Bolívar, queda el Palacio de la Inquisición, que hoy es un museo del horror. En la fachada lateral se encuentra la «Ventana de la denuncia». Cualquier persona se acercaba a ella y denunciaba, a un vecino o vecina, de prácticas judaizantes, blasfemia, o brujería. No había necesidad de presentar ninguna prueba. Bastaba la acusación. La persona denunciada era, contra la lógica del debido proceso, quien tenía que demostrar su inocencia. Según datos de los archivos de la Inquisición, nunca se declaró inocente a nadie y más de 800 personas fueron torturadas y ejecutadas.
            La «Ventana de la denuncia» de hoy es una ventana virtual que existe en las redes sociales. Cualquier persona, con nombre propio o con un alias, escribe lo que quiere sobre un vecino o vecina, y acusa a una persona de corrupta, acosadora sexual, maltratadora, etc. Las personas fanáticas de las ejecuciones sumarias activan, entonces, sus propias opiniones que se resumen en la reproducción acrítica de los mensajes acusadores, llevadas únicamente por sus antipatías o definiciones ideológicas personales. Al final, contrariamente a lo sucedido en el desafío evangélico de la primera piedra, todas aquellas personas, por el contrario, se han disputado el privilegio de arrojar con rabia la primera piedra. Y se sienten orgullosas de actuar como jueces prevaricadores: «Yo le creo a quien piensa como yo».
            Por supuesto que causan indignación las personas abusadoras, maltratadoras, corruptas, etc., en definitiva, las personas que cometen crímenes horrendos. No obstante nos dejamos llevar por un sentido de justicia más parecido a la Ley del Talión antes que al de la presunción de la inocencia. En las redes sociales se acusa sin pruebas, se procesa sin derecho a la defensa, se lincha virtualmente a las personas acusadas y se condena de antemano: exactamente como en los tiempos de la Inquisición. Es más, ni siquiera se tiene en cuenta que, como pasa en muchos países, no existe la pena de muerte: eso no importa, los internautas han inventado la peor de las condenas: la muerte civil de cualquiera que haya sido acusado a través de la posmoderna «Ventana de la denuncia».
            En el campo artístico y literario nos estamos volviendo extremadamente moralistas; pero resulta que artistas y escritores no son santos sino seres humanos con luces y sombras en sus vidas personales. Pretender que las miserias de las personas las inhabilita para ejercer con maestría la medicina, la ingeniería, o el arte, es, por el ejemplo, reducir el canon literario a las meditaciones de los seres santificados. Ciertamente, cada uno es libre de elegir los artistas que admira por su arte y su ética, así como de poner el límite de lo que le perturba, pero resulta inquisitorial el pretender reducir el arte a las miserias morales de la vida del artista.
            Es muy grave que un ser humano quede en indefensión jurídica. Y, sin embargo, los herederos de Torquemada se sienten satisfechos con cada reenvío y, en las redes sociales, encienden las hogueras con gusto.

                  Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, 29.03.19