José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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domingo, julio 01, 2018

Persistencia, de Fernando Mieles: contemplación de la Naturaleza y el Arte

Allan Jeffs llevó su instalación en la Antárdida y Fernando Mieles documentó en su filme Persistencia, esta experiencia.

            Cinco figuras, de forma humana, en actitud de recogimiento; figuras construidas en fibra por artesanos de la calle 6 de Marzo, de Guayaquil; cubiertas con un manto de paja toquilla, hecho por tejedores de la provincia de Santa Elena. Cinco efigies de fibra y paja plantadas sobre el hielo, contemplando el mar de la Antártida. En 2012, Allan Jeff, (Santiago de Chile, 1973), montó una instalación con estas figuras en la Antártida, cerca de la estación científica “Pedro Vicente Maldonado”, en la isla Greenwich.
Fernando Mieles (Guayaquil, 1970) capturó esta aventura en su documental Persistencia (2016), que puede ser visto como una meditación sobre la intervención del Arte en la Naturaleza, esto es del ser humano como elemento que dota de historia al paisaje, a través de en una  propuesta fílmica que combina el preciosismo de la fotografía y el protagonismo del sonido, realizada mediante una narración visual impecable.

Fernando Mieles durante la filmación.
 Mieles trabaja con la yuxtaposición de escenas de la naturaleza: los glaciales, el mar, la playa rocosa, leones y elefantes marinos, pingüinos; del seguimiento que la cámara hace del artista caminando con las figuras a cuestas y, luego, montando la instalación en diversos sitios; así como con las imágenes de los científicos realizando sus experimentos en el laboratorio de la estación. Naturaleza, arte y ciencia: el ser humano estudia, interviene y, al final, mediante la imagen cinematográfica, captura la imagen de la huella de su ausencia en el paisaje.
            Las primeras escenas, separadas con fundidos en blanco, nos muestras el paisaje y sus habitantes naturales. De pronto, un poste con letreros, presencia de lo humano, en medio de la desolación nos anuncia el aparecimiento del ser humano. Surge, caminando, el artista con sus figuras a cuestas. Un hombre solo, dominando la inmensidad de la nieve, con el arte a cuestas… solo un hombre. La naturaleza que existe por sí misma pero ahora con la huella del artista en ella y, nosotros, guiados por el cineasta, contemplando un paisaje que empieza a llenarse de historia.

            Más adelante, cuando Allan Jeffs ha instalado las cinco figuras junto a una colonia de pingüinos, estos se acercan a ella: las miran, las tocan, se introducen en ellas. Los monos actores de 2001: Odisea del espacio descubriendo con asombro el monolito. Los pingüinos de Persistencia interactuando con la instalación artística: fundiendo la naturaleza y el arte. Los pingüinos investigan esas presencias igual que los científicos, trabajando con un simbólico mechero Bunsen, investigan la floración de microorganismos. Mieles nos enseña el lenguaje de la edición.
            La perseverancia del viento que nos llega implacable, el eco de los pasos del artista que resuenan sobre la nieve, el contraplano del laboratorio: todo constituye una realidad que existe para nosotros por la mirada del cineasta. Persistencia, de Fernando Mieles, amalgama la naturaleza, el arte y la ciencia en un documental que nos ofrece una maravillosa experiencia visual y sonora.



 Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 29.06.18

jueves, octubre 27, 2016

El juego sucio: una película necesaria



David Flag (Frank Bonilla) es un periodista norteamericano que, contratado por Peter Beck (Alex Cisneros), uno de los tantos jefes de una transnacional, viaja a un pequeño país de Suramérica para una misión, supuestamente de investigación, que favorezca los intereses de aquella. Una comunidad que reclama sus derechos frente a la contaminación causada por dicha empresa. Marian Rodas (Patty Loor) es una abogada que, junto con Mona (Cinthya Coppiano), su asistente, están comprometidas con la causa de su gente y su país. Una verdad que se revela por su contundencia y el nacimiento de un amor que aparece como una tabla de vida para el periodista que, de pronto, se encuentra con una verdad que no esperaba.
El juego sucio, filme dirigido por Nitsy Grau (2016), es un trabajo cinematográfico que, como en la tradición clásica, entretiene y educa y con ello, más allá de los criterios puristas que han despojado el arte de su condición social, esta película cumple varias de las funciones del arte en términos políticos, didácticos, estéticos y éticos. La Procuraduría General del Estado la ha financiado para hacer a conocer a la ciudadanía el caso Chevron – Texaco.
En términos políticos, El juego sucio es un filme oportuno, pertinente y que toma partido por los intereses de una comunidad que se enfrenta a una transnacional en defensa de la vida, no solo de la naturaleza sino de su propia gente. Por supuesto, para aquellos que creen que el arte es solo entretenimiento, esta película sonará a propaganda y preferirán mirar hacia el lado de los voceros de la transnacional Chevron – Texaco que contaminó dos millones de hectárea de nuestra Amazonía.
Didácticamente, esta película es impecable. El guion muestra con claridad el daño ambiental de la petrolera Texaco, que fue absorbida por Chevron en 2001, y que explotó petróleo entre 1964 y 1992 en nuestra Amazonía. Además, la película explica la situación jurídica de los juicios incorporando de manera natural el discurso jurídico en el discurso cinematográfico. En todo momento se siente que los argumentos fluyen desde el desarrollo mismo de la dramática de los personajes.
Estéticamente, estamos ante una película que utiliza las varias posibilidades del lenguaje cinematográfico en el momento en las necesita. Divide la pantalla, aumenta la velocidad de las imágenes, trabaja con las elipsis, se apropia del paisaje mediante una fotografía contemplativa, etc. Las actuaciones de Frank Bonilla, Cinthya Coppiano, Patty Loor y Alex Cisneros son creíbles y se siente que tienen a sus personajes en el interior de sí mismos. La introducción del elemento amoroso es un acierto de la intriga: permite plantear un drama humano más complejo a los personajes y, además, sitúa al amor como un impulso vital que, junto con la verdad descubierta, contribuye a la transformación integral del personaje principal.
El juego sucio es una película que se compromete con una causa en favor de una comunidad afectada y, también, de un país expoliado. Éticamente, toma partido por la parte perjudicada debido a la inescrupulosa explotación petrolera de la Amazonía por parte de Texaco – Chevron. Se compromete con la causa de David en su eterna confrontación con Goliat pero, en este caso, el filme es parte de la voz de la comunidad, de la voz de los que luchan para que su voz sea escuchada, en contraste con cierta prensa que se ha comprometido con la voz de la poderosa transnacional  —del verdadero poder en este mundo.
El juego sucio es un poderoso instrumento comunicacional para que la ciudadanía entienda los detalles del caso Chevron – Texaco (Chevron III) y el enfrentamiento que las comunidades afectadas mantienen contra la petrolera y de qué manera esta trasnacional pretende que el Estado ecuatoriano se responsabilice por los daños causados a la naturaleza por aquella. Una película entretenida y necesaria que nos permite reflexionar sobre una realidad que, en tanto ecuatorianos, nos compete a todos.

martes, agosto 23, 2016

“Entre sombras: Averno”, personajes en la fragua del bien y el mal


          
Carlos Viteri (Juan Pablo Asanza) es un policía que, como personaje de Dostoievski, está convencido de que él, en la medida en que tiene una moral superior, es quien define el rasero del bien y del mal, y que la vida de aquellos que delinquen vale lo que un justiciero como él juzgue en su momento. A partir de este carácter, interpretado con solvencia y madurez por Asanza, y desarrollando un juego sicológico basado en el personaje desdoblado, el cineasta X. B. Ruiz —Xavier Bustamante Ruiz—, consigue con Entre sombras: averno, un thriller a la ecuatoriana que, convertido en una fragua en donde el bien y el mal se funden, envuelve al espectador en una atmósfera de tensión argumental, violencia sostenida pero no gratuita, y una intriga de sorpresivo desenlace.
            Salvo algunos excesos (cuando los policías amenazan con matar al hijo del delincuente en su delante, durante el interrogatorio), o un desenlace sin indicios para el espectador (el de la investigadora forense Leonor Cevallos), y ciertos parlamentos poco interiorizados (los del comienzo de la película, cuando descubren el primer cadáver), Entre sombras: averno es una película de argumento y actuaciones verosímiles, convincentes; dirigida con buena mano y capaz de entusiasmar y sumergir a los espectadores en la verdad del filme. Un guion sencillo en su línea argumental y, al mismo tiempo, profundo pero sin pretensiones intelectuales en su planteamiento ideológico.
            El drama interior del personaje principal, el policía Carlos Viteri, está muy bien construido. Contribuye a ello, como personaje de apoyo, su compañero Marcos Ruiz (Marlon Pantaleón), que, como contrapunto, va poniendo en evidencia la personalidad escindida de Viteri, mostrándose como aquel que todavía cree en el ideal de la justicia, la lucha contra el crimen y el amor marcado por un imposible. Una actuación que revela mucha fuerza interior, y que nos presenta un carácter indispensable en la composición lúdica del enfrentamiento entre el bien y el mal.

Con Carlos Valencia y Daniela Vallejo
            La presencia de la investigadora forense Leonor Cevallos (Daniela Vallejo) cierra al triángulo de la intriga y su presencia contribuye a la tensión entre lo que se oculta y lo que se va develando hasta que aparece la verdad del mal en el relato. Como espectador logré disociar mi relación personal con la actriz —el que sea mi hija— para enfocarme en un personaje de ficción que en cada una de sus apariciones —incluyendo una escena erótica dirigida e interpretada con solvencia— va cumplimiento con fuerza introspectiva lo que el guion le señala. Con su actuación, Daniela Vallejo consigue un personaje atormentado por un secreto del mal que, como una explosión, habrá de revelarse trágicamente.
            Ese juego que fragua el bien y el mal se vuelve profundo cuando aparece el periodista de crónica roja (Carlos Valencia), cuya idea del oficio es que: “en la crónica roja, la plata está en la calle”. En este personaje los límites entre el bien y el mal están difuminados: es una suerte de alter ego del policía Viteri y, al final, se nos presentará como la consciencia real de este último. Valencia convierte a la mirada y la media sonrisa en expresiones de un cinismo contenido frente a la verdad que está por ser descubierta.
            Finalmente, los actores secundarios también cumplen con su tarea: Montse Serra, que personifica con carácter a la implacable jefa del cuerpo policial; Alexa Zambrano, como otra investigadora del equipo llena de fuerza y convicción actoral; Henry Layana, como periodista dueño del medio de crónica roja, en una aparición memorable.
Entre sombras: Averno, de X: B. Ruiz, una película producida en cooperativa por el elenco, es un thriller cargado de talento y pasión por el cine.