"Anti-autoritario - Anti-capitalista - Un trabajo es un derecho - El capitalismo no trabaja para ti": las revueltas sociales en Joker, dirigida por Tod Phillips. |
Joker (2019), dirigida por Todd
Phillips, es una película perturbadora que devela los mecanismos de la lucha de
clases tras la máscara de los payasos. En ella, los límites entre el bien y el
mal están borrados, no en términos metafísicos sino históricos. En ella, la
enfermedad mental de Arthur Fleck está retratada como un síntoma agravado por una
sociedad cruel, tal como la describiera Foucault. Y, todo lo dicho, se sostiene
en la estupenda y estremecedora caracterización que Joaquin Phoenix hace del
Guasón.
Joaquin
Phoenix le da fuerza y verdad a su personaje. Desde los primeros planos que nos
muestran su risa compulsiva como una enfermedad que lo va carcomiendo, pasando
por el sufrimiento de su cuerpo, el estallido de la violencia criminal y sus
remordimientos, o la liberación momentánea que exhibe su transformación de
payaso a Joker, hasta el momento de su crisis más alta en su encierro del
hospital siquiátrico, Phoenix hace de Arthur Fleck un personaje de locura y
sufrimiento profundos, conmovedores.
Si bien la
narración del origen del personaje, clásico contendor de Batman, sigue un guion
convencional en la construcción del antihéroe, no es menos cierto que está
imbuida en una crítica similar a la que vimos en Atrapado sin salida (One Flew
Over the Cuckoo’s Nest, 1975), dirigida por Milos Forman, con una actuación
inolvidable de Jack Nicholson, o en Taxi
Driver (1976), dirigida por Martin Scorsese, y protagonizada genialmente
por Robert De Niro. La crítica está sobre el sistema de atención siquiátrica y
se concentra en el diálogo de Arthur con la trabajadora social, cuando esta le
dice que van a hacer recortes de los programas sociales y que a los poderosos
no les interesa la gente como él o como ella. Tal vez por eso, al final, el
crimen de la siquiatra contradice el planteamiento de la película pues reduce la
alienación del personaje originada en la enfermedad social a una horrorosa situación
de locura criminal.
La personificación
de aquellos poderosos es Thomas Wyne, el padre de Batman, que, ante el caos de Ciudad
Gótica, se postula para alcalde y llama “payasos” a quienes protestan. Cuando
Arthur asesina a los tres jóvenes ricos en el metro, la lucha de clases se
activa y la sociedad se divide entre quienes condenan el crimen y quienes lo
celebran. La complejidad del drama es que Arthur no mata por una “instinto
criminal”, sino en defensa propia, cansado de ser agredido y humillado por una
sociedad que acosa al Otro diferente. Incluso el espectacular crimen de Murray
(con un De Niro de primera), el millonario conductor de TV, tiene sabor a un
violento ajuste de cuentas, pues Murray ha invitado a Arthur para continuar
ridiculizándolo.
Una película del
circuito comercial tiene un efecto político importante, justamente, porque
incide globalmente en la perspectiva de un público masivo sobre la vida y sus
dramas, la sociedad y sus conflictos, la historia y su verdad. Joker no es una película
condescendiente. Tampoco es una película revolucionaria,
si existe alguna, porque al final del día, la revuelta social, signada por el
vandalismo, inspirada en los crímenes de un demente, está condenada al fracaso.
Además, al Guasón no le interesa la política y la revuelta social se da por
encima de sus deseos.
La caracterización que hace Joaquin Phoenix del Joker le da fuerza y verdad a su personaje. ("Pon una cara feliz"). |
Sin embargo, es
una película que muestra con crudeza el estallido social, la alienación que
produce la TV, la función disciplinante de la policía en la protección del
capital, y el ejercicio impune del poder de la burguesía. Así, en términos
políticos, Joker es una película que se
alinea con lo que Stanley Kubrick decía: «…estoy convencido de que es más
efectivo un filme comercial ideológicamente consecuente, que un panfleto
político underground», entre otras
cosas, porque muestra la revuelta de Ciudad Gótica, no como producto coyuntural
de la insania del Guasón, sino como resultado histórico de la iniquidad social.
Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 11.10.19