Hay
libros que son necesarios para entender los abismos de la condición humana. Hay
libros que recogen la realidad y la convierten en discurso literario para
profundizar ciertos dramas de la vida. Hay libros que son el testimonio de la
palabra comprometida. Cabalgando entre la crónica periodística y la ficción
literaria, La vida es Rosa: el oscuro
amanecer de Rosa Elvira Cely en el Parque Nacional, de Fernando González
Santos, es un libro necesario para humanizar a la víctima de un crimen
horrendo, entender el drama del feminicidio,
y despertar la indignación y la solidaridad requeridas para que la sociedad
enfrente la violencia que genera desde sí misma.
La
madrugada del 24 de mayo de 2012, en el Parque Nacional de Bogotá, corazón
verde de la capital, Rosa Elvira Cely, de 35 años, madre soltera de una niña de
12, fue víctima de una violación atroz que incluyó heridas mortales con arma
blanca y empalamiento. La sevicia con la que obró el perpetrador, de nombre Javier
Velasco Valenzuela, movilizó desde el horror a la ciudadanía colombiana en
contra del femicidio. Velasco, que ya
tenía en su haber tres crímenes contra mujeres, fue condenado a 60 años de
prisión pero, debido a esos esguinces legales de último minuto que obedecen a
la letra pero no al espíritu de la Ley, su condena fue reducida a 48 años.
La novela de Fernando González
Santos reconstruye estos hechos y les da voz a los protagonistas quienes, desde
el monólogo interior, van mostrando sus vidas y la manera como el crimen de
Rosa Elvira quiebra sus existencias. En este sentido, la novela se convierte en
un libro testimonial que supera la narración de los hechos con los que se
regodeó la crónica roja para mostrar el espíritu de la víctima, sus familiares
y amigos cercanos. Con ese tratamiento literario, la víctima es rescatada de la
situación denigrante a la que la redujo el perpetrador por medio de la
violencia, para ser mostrada con la dignidad de quienes luchan por la vida.
Al mismo tiempo, esta novela
testimonial es una denuncia que pone al desnudo el horror del femicidio o feminicidio —todavía no han sido incluidos en el DRAE ninguno de los
dos términos— y la incapacidad de la sociedad en su conjunto para entender su
existencia. El libro se inscribe en el marco de la lucha que emprendió la
hermana de la víctima, Adriana Cely, quien, junto a las abogadas Isabel Agatón y Blanca
Lidia González, del Centro de Investigación en Justicia y Estudios Críticos del
Derecho (Cijusticia), han
propuesto a la legislatura la expedición de la Ley Rosa Elvira Cely, en la que se
crea el tipo penal de feminicidio
como delito autónomo. El proyecto de Ley, presentado por la senadora Gloria
Inés Ramírez (Polo Democrático) aún espera la sanción legislativa.
Fernando González ha asumido un
compromiso político al denunciar la existencia de una sociedad estructuralmente
feminicida. En primer lugar, su
escritura se inscribe en aquello que llamamos la construcción de nuevas
masculinidades pues se trata de que los hombres mismos superemos la violencia
intrínseca de cierta condición masculina. En segundo, esta literatura
testimonial pone al descubierto los hechos y las conductas de una sociedad que
aún no se da cuenta de la violencia contra la mujer que ella mismo promueve
mediante los patrones culturales que difunde. Finalmente, esta crónica
confronta la conducta institucional frente a la violencia en contra de la
mujer. La novela de González genera, al final, la solidaridad de quien la lee a
favor de las víctimas de la violencia femicida.
La vida es Rosa: el oscuro amanecer de Rosa
Elvira Cely en el Parque Nacional, de Fernando González Santos, es una
novela testimonial necesaria que contribuye con su denuncia a combatir el feminicidio y, desde la pedagogía de la
solidaridad, a construir nuevas masculinidades, al mismo tiempo que humaniza a la víctima de un crimen atroz.
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