Acoso textual: De nuevo esposos

viernes, octubre 29, 2010

De nuevo esposos

Para Alina, siempre

Vienes de nuevo a mí, mirlo de vigilia canora,
Al hogar encendido por nuestro dueto vital
Bajo la sábana de eternidad que nos cobija.

Voy otra vez a ti, navegante de rumbo recuperado,
Con la brújula de mi corazón que todos los días
Señalará a tu pecho tibio, a tus labios memoriosos.

Te tomo como esposa, Alina morena, ánima antigua;
Calma de mi mar encabritado con la frágil dulcedumbre
De tu indómito vientre, de tu piel que es huella de mi piel.

Tómame como esposo que si el futuro siempre es ilusorio
El presente es la desnudez sencilla de tu mano en la mía,
Plenitud de dos que compartimos la dicha de la existencia.

Quito, 29 de octubre de 2010

Todas las fotos fueron tomadas por Sebastián Vallejo Vera

5 comentarios:

Sharvelt9:26 p. m.
Hermosas palabras, un momento sin duda mágico, mis felicidades y un fuerte abrazo.
ResponderEliminar
Respuestas
Unknown8:17 a. m.
Felicidades renovadas.Con carño. Ruby y Abdón
ResponderEliminar
Respuestas
Unknown9:13 a. m.
Qué poema, qué amor!!!! realmente de envidia...
Los felicitamos de todo corazón
Lola y Raúl Baca
ResponderEliminar
Respuestas
María Rosa3:41 p. m.
Felicitaciones querido Amigo, un abrazo grande desde Cuenca y que el amor siga expresandose con estos hechos...¡Tiempo de celebrar! muchos saludos para Alina.
ResponderEliminar
Respuestas
Unknown9:47 a. m.
Felicitaciones, nuestros más sinceros deseos para un comienzo y una vida llena muchas bendiciones y éxitos.

Afectuosamente
Familia Izquierdo León

P.D. Besos para Martín y Mateo realmente son una bendición
ResponderEliminar
Respuestas

Añadir comentario

En «Un artista del hambre», de Franz Kafka, aquel cuento sobre un ayunador que se dedica a su arte sin que le importe para nada el mundo exterior, me deslumbró la metáfora del artista solitario. El protagonista pasa encerrado en una jaula; en ella se siente libre y ahí perfecciona el arte de ayunar. Se sabe incomprendido por el empresario a quien sólo le interesa ganar dinero, ya que cuando el artista quiere prolongar el ayuno por más de cuarenta días, aquél se lo impide pues considera que pasado ese tiempo decae el interés del público. Y también se sabe incomprendido por el público que sospecha que el artista hace trampa y considera lo que hace como una atracción circense más y no como una manifestación vital de sí. El artista vive atormentado por las leyes del mercado y, al final, es olvidado, oculto entre la paja de la jaula en donde ayuna, solo, perfeccionando su arte hasta morir. Pero esta vida que parece tortuosa, no responde a una elección del artista sino a un destino. El ayunador, al explicar el porqué de su arte, dice que nunca encontró nada que le gustara comer y que, por tanto, para él era inevitable ayunar. Es como el escritor, que no encuentra sino en la soledad de la escritura la única manera que tiene de ser en el mundo.

Todas las cosas del mundo caben en el taller del artista. Templo profano en donde el oficiante del rito de la creación es, al mismo tiempo, un pequeño dios penitente de su oficio. //Pintar es gritar. // Los instrumentos del rito susurran entre sí mientras el pequeño dios trabaja con ellos para transformar la blanca mudez de la tela en un lienzo vivo en el que todo trazo asume una voz. Los instrumentos yacen a la espera de la mano que los guía para transfigurar la idea en la belleza de la idea misma. //Pintar es una forma de oración. // La inspiración ingresa al taller en forma de luz que ilumina el rostro perlado del pequeño dios que transpira y bufa, y se vuelve un prestidigitador de pinceles, brochas, espátulas, tubos de pintura. //Pintar es crear y amar. // El habitante del templo siente muy dentro de sí que desde hace más de tres mil años las formas del mundo emergen de su alma durante la consumación del ritual de su oficio. // (De «Poéticas de Guayasamín», 2022).

La lectura de poesía

La lectura de poesía requiere de un momento especial. Si el poeta se ha mirado para adentro, el lector debe hacer lo mismo: olvidarse del mundo que lo rodea, concentrarse en la repercusión del lenguaje, saborear la profundidad de la imagen, asumir la metáfora como la realidad de la palabra. Buscar la manera de decir lo ya dicho, de hacer de la página en blanco una realidad de afectos; una cascada de sentidos que conmuevan a quien espera la palabra poética para que invada ese indecible vacío en el alma que solo la poesía llena con la resonancia de su belleza conmovedora, tremenda y de vértigo. La lectura de poesía es lenta e íntima y se encuentra a contracorriente de un mundo que todo lo devora con el omnipresente ruido del mercado y la predecible uniformidad a la que nos somete el algoritmo de las redes sociales. La poesía es esa utopía que no ofrece nada más que la contemplación del ser humano en el espejo de su propia finitud.

Cuando tenía diez años y estaba en cama con paperas, una muy querida prima mía me regaló Adiós a las armas, de Ernest Hemingway. Yo, sobre mi lecho de niño abandonado y oyendo cómo mis amigos jugaban fútbol en la calle frente a mi casa, leía la historia de aquel voluntario de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial y sentía, en mi precocidad, el crecimiento de todos los hervores de la temprana adolescencia. Personalmente, no me importó entonces ni me importa ahora si aquella historia la vivió, la imaginó o la adornó a su gusto Hemingway; o sea, no me interesa en lo absoluto cuanto de verdad contenga aquella mentira que ahora puedo decir que es toda novela; lo que me importa es que, desde entonces, para mí la lectura de literatura tiene una profunda relación con el placer de la plenitud humana, con la posibilidad de asumir esa plenitud en su profundidad y contradicción, y con la certeza de vencer, en celebración efímera, a la Muerte.

Acoso textual

viernes, octubre 29, 2010

De nuevo esposos

5 comentarios:

Para navegantes de la palabra

Archivo del blog