El Telégrafo, 12 de mayo de 2008
"Me resistía a publicar poesía”, confiesa Raúl Vallejo (Manta, 1959), “Pero fui encontrando temas que tenían como vehículo expresivo este género”, agrega. Ese es el origen de Missa solemnis, su más reciente poemario.
El actual Ministro de Educación se inició como narrador en la década del 70 con Cuento a cuento cuento (1976). Desde ahí, su actividad literaria se desplegó en ese género con relativo éxito.
En 1992 obtuvo el premio 70 años de Diario El Universo por el volumen de relatos Fiesta de solitarios; luego, en 1999, su novela Acoso textual recibió los premios Joaquín Gallegos Lara y el Nacional del Libro; y, en el 2000, Huellas de amor eterno, fue premiada con el Aurelio Espinosa Pólit en la categoría de cuento.
Eso confirma que su trayecto en las letras ha sido largo, pero su incursión en la poesía es relativamente reciente. Cánticos para Oriana, su primer poemario, se editó en el 2003; y Crónica del mestizo, un poema con referentes históricos, fue publicado en el 2007.
Con Missa solemnis (Editorial Planeta, 2008) Vallejo pretende rendir un homenaje a la vida. Por eso escribió una Misa y no un Réquiem, a pesar de que fue un fallecimiento, el de su madre, en el 2004, lo que dio pie a la concepción de esta nueva obra.
...Una breve pausa en sus ocupaciones del Ministerio que dirige, permite a Vallejo recordar que inició la escritura de este libro cuando encontró el tono poético.
“Quiero entender al ser humano en su libertad, a partir de su expulsión del paraíso”
“El tono vino de dos descubrimientos: imaginar a María que acepta ser madre del Mesías y recuperar la oración tradicional bíblica”, explica.
La presencia de la mujer -no solo de María, sino también de Magdalena- y las citas que extrae de la Biblia son dos constantes en el texto.
Otra singularidad es la concepción del poema como un concierto de Música Sacra. “El magnificat”, también conocido como la ‘Anunciación a María’, un tema de música religiosa que se interpreta antes de las misas, es la apertura del poemario.
Le siguen el Kyrie, palabra que de origen griego y significa Señor, que es una canción que representa una parte invariable en la liturgia; la Gloria, el Credo, el Sanctus, el Padrenuestro, el Agnus Dei (en latín, Cordero de Dios), continúan. Sigue después con Las siete palabras de Cristo en la Cruz, el Stabat Mater (en latín, Estaba la Madre) y se cierra con la Resurrección y Ascensión de Cristo, además de una reescritura moderna del salmo 150.
“He trabajado en relación con los tópicos de la música sacra, reinterpretados a través de la palabra poética”, explica el autor de este libro.
“Busco construir una suerte de oración contemporánea”, reflexiona Vallejo, con respecto a la obra.
El autor, graduado en Letras en la Universidad Católica de Guayaquil, y Master en Artes por la Universidad de Maryland, dice que lo que él busca es “entender al ser humano en su libertad, a partir de su expulsión del paraíso”.
El escritor reconoce que ha sido complejo estructurar esta clase de poesía, porque tradicionalmente ha sido escrita solo por religiosos; además, en la literatura regular ha sido predominante el carácter heterodoxo y el sentimiento anticlerical.
Para el Ministro de Educación, el misticismo de este poema se expresa en el ritual mediante el cual se encuentran la voz poética con la divinidad. “Esta redención se logra mediante el sacrificio del Salvador en la Cruz”, precisa Vallejo, quien escribió la Resurrección y Ascensión a partir de los evangelios apócrifos de María
Magdalena, comenta.
Dicen los versos de esta parte final:“¿Cómo quieres que crean sin tocar las huellas/ de la crucifixión en tus manos y pies/ si sólo son hombres que deben/apacentar tus corderos huérfanos?/ Dirán de mí que soy la meretriz arrepentida/del placer que tomaron de un cuerpo de mujer/ los mismos hombres que la condenan y lapidan/ pero soy la que siguió el rastro de tu palabra hasta la hora del calvario”.
David Guzmán
dguzman@telegrafo.com.ec
Reportero - Quito
“¿Cómo quieres que crean sin tocar las huellas/ de la crucifixión en tus manos y pies/ si sólo son hombres que deben/apacentar tus corderos huérfanos?/ Dirán de mí que soy la meretriz arrepentida/del placer que tomaron de un cuerpo de mujer/ los mismos hombres que la condenan y lapidan/ pero soy la que siguió el rastro de tu palabra hasta la hora del calvario”.
ResponderEliminar1) Es arriesgado escribir palabras que estrían en palabras de Santa María Magdalena. Buen ensayo. Oí uno de sus poemas sobre el Padrenuestro, también notable.
2) El 'pero' no me parece oportuno, porque si bien es verdad que fue apedreada por su pecado, que Cristo la salvó y la perdonó con su potestad de Hijo de Dios (y Dios mismo), también es verdad que fue de las pocas personas que le siguieron hasta el Calvario.
3) Todos los hombres (entiéndase varones y mujeres) tenemos que apacentar a los corderos de Dios. Todos somos hijos y herederos, con la misma dignidad y responsabilidades.