José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
domingo, junio 30, 2013
miércoles, abril 10, 2013
Pubis equinoccial: erótica vs pornografía
El artículo apareció ayer en cartóNPiedra, suplemento cultural de El Telégrafo. Esta es la última de una serie de tres
reflexiones sobre literatura y erotismo, a propósito de la presentación
de mi libro de cuentos Pubis equinoccial.
"The room", de Jesse Therrien |
He
venido trabajando, desde hace diez años, en un proyecto de escritura que,
finalmente, está convertido en un libro de cuentos cuyo título es Pubis
equinoccial. El proyecto comenzó con la reflexión que demandó un curso de
literatura erótica en la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador: creo
que explorar el erotismo, desde la literatura, implica confrontar la expresión
artística con la publicidad hedonista. Desde un principio, me planteé esa
exploración literaria de lo erótico como un intento de adentrarme en lo más
profundo, sagrado e inconfesable de la condición humana.
La
dificultad inicial fue la necesidad de ubicar en mi escritura el trazo de esa
línea tenue que divide lo erótico de lo pornográfico. Es sabido que esa línea
la dibuja la cultura y la sociedad al marcar el grado de permisividad ante lo
sexual. Esa línea es sinuosa y también difusa, pues en los cánones culturales
interviene la ideología dominante que es conservadora pero, al mismo tiempo,
esa contradicción liberal que es parte de la misma ideología, y que la
confronta formalmente. Su liberalidad en materia sexual está ligada a la
permisividad dada por los poderes fácticos de los mass media y la
globalización del espectáculo, el mercado de bienes artísticos, la religión y
las instituciones eclesiales, las curadurías de museos estatales y galerías de
arte, etc., no siempre de acuerdo entre sí y en muchas ocasiones en una
confrontación moral, que desaparece al momento de definir un enemigo político
común.
No es casual que novelas de
lenguaje elemental, de un hedonismo clisé e ideológicamente conservadoras,
estén siendo ampliamente promocionadas en los estantes de novedades libreras
como si fueran literatura erótica, cuando es, en realidad, para-literatura de
porno blando que se acopla bien a la moral dominante. Son novelas que se
ajustan a lo admitido desde Playboy. La saga y epígonos de Cincuenta
sombras de Grey, son ejemplo de lo dicho. Basta la siguiente frase, que la
narradora de la novela dice en serio, sin un mínimo dejo de ironía —frase que
está repleta de lugares comunes—, para entender de qué estoy hablando: “El sexo es alucinante, y él es rico, y guapo, pero
todo eso no vale nada sin su amor, y lo más desesperante es que no sé si es
capaz de amar.” ¡En el género “Corín Tellado en Vanidades” esta frase es
antológica!
Existe mucha reflexión teórica al
respecto, así que no estoy diciendo nada nuevo en esta materia, al menos para
quienes han estudiando el asunto. Lo que hago en esta reflexión es indicar que,
en el proceso de escritura de mis cuentos, sistematicé ciertas lecturas mías de
la literatura erótica, sobre todo Occidental. Así pues, estoy convencido de que
en lo erótico existe siempre una problemática que supera la mera descripción de
las pericias sexuales, aún cuando dicha gimnasia esté descrita de manera
explícita. Lo erótico, desde esta perspectiva, implica siempre una
problematización de la esfera sexual en la vida, ya que lo sexual es
realización del deseo, expresión de la frustración, búsqueda de la
transgresión, anhelo de las fantasías, etc. Esa problematización se da porque
las prácticas sexuales del ser humano tienen consecuencias vitales en su
espíritu, ya sea por la herencia judía-cristina de la culpa, ya por la
conjunción de vida y muerte en el orgasmo, ya por el carácter efímero del goce.
En lo pornográfico, por el
contrario, no existe mayor problemática y tanto la gimnasia sexual como la
genitalidad ocupan siempre el primer plano. Ni la historia que se cuenta, ni la
escenografía que la ambienta, ni el lenguaje que se utiliza importan demasiado.
El punto de vista narrativo, de la palabra o de la imagen, está centrado en la
proeza sexual de la genitalidad. La pornografía, en términos generales, termina
siendo conservadora porque es incapaz de transgredir la línea de permisividad
sexual de la cultura dominante. Y el porno blando lo es aún más: de ahí que los
grandes monopolios de la información y el espectáculo promocionen tanto a Hugh
Hefner y sus conejitas; y, claro, a los imitadores locales como Soho. A
fin de cuentas, se trata del negocio más sexista del mundo; un hedonismo
conservador con fachada liberal.
La idea básica al escribir Pubis
equinoccial fue que los personajes y sus situaciones tenían que permanecer
en un espacio de transgresión, desde su propio conflicto vital. Esa
transgresión implica un choque contra la cultura dominante, sobre todo con
aquella que confunde el erotismo con el porno blando, con aquella que es
permisiva con los desnudos publicitarios, tipo portada de Vistazo, pero
no con el cuerpo desnudo en conflicto vital. El tratamiento de lo erótico, a
partir del drama de los personajes, pretende, deliberadamente, confrontar al
lector con sus propios temores y, al mismo tiempo, transgredir la moralidad
conservadora de la cultura dominante, sobre todo aquella travestida de
liberalismo. Haber conseguido lo dicho en los cuentos, o no haberlo conseguido,
es algo que ya no me toca decirlo a mí.
lunes, abril 01, 2013
Lo erótico en medio de una sociedad violenta
En El
oficio de escritor, que recoge dieciocho entrevistas a otros tantos
escritores publicadas por The Paris Review, Henry Miller, entrevistado en septiembre de 1961, en Londres, afirma que está
a favor de la obscenidad y en contra de la pornografía. Al explicar el aserto
señala: “Lo obsceno sería lo directo y la pornografía sería lo sinuoso. Creo en
decir la verdad, con toda frialdad y, de ser necesario, con intención ofensiva,
sin disfrazarla. En otras palabras, la obscenidad es un proceso de saneamiento,
mientras que la pornografía sólo aumenta la tenebrosidad.” El proceso de
saneamiento tiene que ver con el derrumbamiento de los tabúes, ya que según él,
cuando se transgrede un tabú, “sucede algo bueno, algo vitalizante.” Con esta
afirmación, Miller resignificó lo obsceno dándole una carga liberadora y
creativa del individuo.
Hoy, el imperio mediático en el mundo es el
vehículo de las mayores agresiones al ser humano a través de la estética del
porno blando. Algunos de los así llamados realities, por ejemplo, no
dudan en mostrar las miserias de la promiscuidad al que se someten sus
protagonistas para que el programa gane audiencia y cada uno de ellos un poco
de fama. Los periódicos de crónica roja, tabloides del peor sentido estético y
ético, mezclan la pornoviolencia de la muerte de los pobres —porque, eso sí,
además son clasistas al momento de seleccionara los cadáveres que exhiben— con
desnudos de mujeres —siempre el cuerpo de la mujer como espacio de la violación
visual del público masculino—. Por supuesto, tales expresiones mercantiles de
los mass media no transgreden tabú algún sino que, por el contrario,
bajo la máscara de liberalismo, en realidad, deforman el sentido liberador de
la sexualidad y lo convierten en la afirmación de los prejuicios sexuales de la
peor especie.
Es indispensable, entonces, que
la sexualidad sea entendida como un elemento transgresor, que libere al
individuo de sus taras atávicas y que, en un sentido general, lo sane y lo
purifique en la medida en que sea capaz de asumir el erotismo como una búsqueda
permanente y una práctica vital que rompe tabúes. La literatura erótica, en ese
sentido, es la evidencia la confrontación del ser humano contra los tabúes
sexuales impuestos por el conservadurismo de las sociedades modernas.
Una experiencia de escritura en el sentido descrito arriba la plasmé en
mi cuento “Bajo el signo de Isis”, que fue uno de los cinco cuentos ganadores
del primer premio del concurso internacional “Sexto Continente del Relato
Erótico”, 2010, convocado por editorial Irreverentes y el programa Sexto
Continente de Radio Nacional de España. Con motivo del premio, Patricia
Villarroel, corresponsal de El Universo,
me hizo una entrevista en Madrid, el viernes 9 de julio de aquel año. La
entrevista, sin ninguna explicación posterior y a pesar de haber sido
solicitada especialmente por la corresponsal, jamás fue publicada por el
periódico de marras; sin embargo, la periodista tuvo la suficiente seriedad
profesional y la publicó, finalmente, en un periódico online: http://www.raizecuador.com Yo la reproduje en la entrada del 15 de noviembre de 2010, de este blog , a propósito de que "Bajo el signo de Isis" apareció en la antología El sabor de tu piel, publicada por la editorial Irreverentes, en España. http://acoso-textual.blogspot.com/2010/11/lo-erotico-permite-adentrarse-en-lo.html
En dicha entrevista, señalé
que la idea central del cuento es la de una relación amorosa que por el tiempo
que lleva tiene una búsqueda y una exploración del eros de la pareja que
transgrede ciertas convenciones. Es una exploración sobre una forma de placer
considerada tabú, puesto que se trata de un tipo de relación sexual de la que
no se habla, en la medida en que se la considera una práctica escatológica. La
ruptura del tabú residiría en el hecho de que, para los personajes del cuento,
esa búsqueda se da desde una exploración en paralelo y con un sentido
igualitario.
En los cuentos que conforman Pubis
equinoccial he querido presentar el conflicto individual de cada personaje
atravesado por la sexualidad problematizada. La mayor parte de las veces, la
narración está construida con un lenguaje directo, realista, si se quiere, en
lo relacionado con las descripciones, y buscando diferentes niveles
metafóricos. El lenguaje de los cuentos es sexual y directo, enmarcado en
situaciones que destruyen el ambiente hedónico que algunos personajes intentan
crear. La realización del deseo es posible pero también es efímera, y la
soledad se convierte en la única realidad permanente. La temática erótica me ha
exigido un lenguaje que transitara sin caer, como sobre una cuerda floja,
encima del abismo de la pornografía y el lugar común.
Concibo, en Pubis equinoccial,
el lenguaje de la literatura erótica como la consecuencia de una tensión
permanente entre el placer hedónico y la complejidad que conlleva la
realización del deseo, entre las urgencias de la excitación que provoca la
genitalidad al descubierto y el tormento que implica el proceso creativo al
trabajar con esa materia. Siguiendo a Henry Miller, el sentido de lo erótico
implica una práctica liberadora de los prejuicios sexuales del individuo frente
a sí mismo y al Otro. Y, sobre todo, un amor profundo en el amplio sentido de
la sentencia de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.
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