José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
lunes, julio 02, 2012
Acoso textual en el C.C. García Márquez, Bogotá
¿Una? ¿Un? estudiante universitario explora su identidad inventando múltiples personalidades virtuales e intercambiando correos electrónicos con curiosos personajes, virtuales ellos también, alrededor del mundo. Así, banano@wam.umd.edu en ocasiones se presenta como un romántico en busca del amor, en otras es una posgraduada de ciencias políticas que problematiza las utopías socialistas del siglo xx, o se convierte en un explorador del placer del sexo virtual. Para cada uno de sus interlocutores cibernéticos tiene un género, un interés y una personalidad distintos. Es un ser andrógino como el lenguaje.
Ahora, banano@wam.umd.edu debe enfrentarse a sus propias preguntas: ¿Debo matar a las personalidades ficticias para encontrar mi identidad verdadera? ¿Debería convertir mis relaciones virtuales en realidades físicas? ¿Qué valor tiene la palabra virtual?
Acoso textual, novela pionera en la literatura hispanoamericana en el uso de correos electrónicos para relaciones epistolares, nos ubica en un espacio virtual en que las personas se construyen a sí mismas con las palabras que van y vienen a través de Internet.
sábado, mayo 12, 2012
Pedro Jorge Vera, reeditado en Cuba
Pedro Jorge Vera (Guayaquil, 1914
– Quito, 1999) nos enseñó con su literatura la manera de contar historias como
un clásico del género, a construir el tinglado de la intriga y la sorpresa
final con la sencillez natural de un narrador que sorprende a sus lectores, a delinear
en pocos trazos el conflicto interior de los personajes, a mantener la ética del
compromiso político pero también a mantener la libertad creativa en nombre del
arte literario. Con el ejemplo de su vida y su militancia consecuente, nos
enseñó a ser honestos con nuestras ideas y a defender la causa de los pueblos
de nuestra América.
La editorial Arte y Literatura,
de Cuba, nos ha entregado a comienzo de este 2012, una colección de los cuentos
de Pedro Jorge Vera bajo el sugerente título de Diana ha regresado y otros
cuentos, preparada por el académico y crítico cubano Emmanuel Tornés Reyes
(Manzanillo, 1948) y el escritor y académico ecuatoriano Raúl Serrano Sánchez
(Arenillas, 1962), quienes estuvieron a cargo de la selección, el prólogo y las
notas de esta edición que, al final, nos ofrece una acuciosa bibliografía de
las primeras ediciones de las obras de Vera.
La selección incluye los cuentos
más conocidos de Vera: “Luto eterno”, “Un ataúd abandonado”, “Ava y las palmas”
y “¡Jesús ha vuelto!”. Asimismo, dos relatos magistrales: el uno, “Los
mandamientos de la ley de Dios”, compuesto de diez cuadros que van
desentrañando la hipocresía de la religión institucionalizada y, otro, “El
destino”, una nouvelle de suspenso y terror, heredera del mejor Poe. La
selección se complementa con textos en donde las preocupaciones éticas y
estéticas de Vera están remarcadas con su manejo particular de la truculencia:
así, “La muerte propia”, “La apuesta”, “El retrato de la víctima” o esa joyita
demencial, sostenida por la vigilia de la sinrazón y el horror, que es el
cuento que da nombre a la selección.
El prólogo a dos manos de Tornés
y Serrano es no solo una introducción general a la obra de Vera sino un estudio
concienzudo y de lectura cercana de cada uno de los cuentos de la selección.
Con agudeza crítica, van dando cuenta de las características particulares de
cada relato contextualizadas en las características generales de la narrativa
de Pedro Jorge Vera. Así, Tornés y Serrano, señalan la diversidad de
preocupaciones temáticas del Vera: la hipocresía de los individuos y los
funcionarios, la religión como fuente de los prejuicios sociales, las ideas y
acciones extremistas, la doble moral, las injusticias sociales y política y el
abuso del poder, así como la violencia permanente de la sociedad y la condición
humana.
Tornés y Serrano, con acierto de
lectores consumados, llaman la atención sobre un sello particular de la
narrativa de Vera: “…su propensión a contaminar las historias con la sátira, el
sarcasmo, la ironía y el humor. Tales recursos permiten desdramatizar los
comúnmente complicados y dolorosos trances en los que se ven envueltos los
protagonistas verianos. En lo tocante al lector, constituyen un ardid para
distanciarlo emocionalmente (una especie de extrañamiento brechtiano) de la
ficción, de manea que alcance así una lucidez más ajustada a los fines del
relato.”
Diana ha regresado y otros
cuentos, de Pedro Jorge Vera, selección de relatos preparada por Emmanuel
Tornés Reyes y Raúl Serrano Sánchez, es un libro que, con seguridad, acercará a
los lectores cubanos a los más intensos cuentos de la narrativa de Vera así
como les entregará una mirada profundamente crítica, desde los textos escogidos,
de unos de los autores más representativos de la literatura de nuestra América
de la segunda mitad del siglo veinte. Con estos cuentos, Pedro Jorge Vera
visita nuevamente la isla de cuya revolución fue siempre un militante
solidario.
domingo, abril 22, 2012
La evanescencia de la vida es memoria en el poema
El agua
como elemento en el que se realiza la transparencia de la palabra poética, el
agua como torrente en el que fluye la memoria, el agua como un maná líquido que
nos baña desde el cielo. La huella en el agua es una existencia de lo imposible;
esa huella efímera es símbolo de la evanescencia de la vida mientras la misma vida
fluye. La memoria es posible porque se transforma en escritura.
La voz
poética se presenta con un sueño: “Soñé que regresaba / con un libro escrito /
en las escamas de un pez” (19). Como todo sueño, inasible. El poeta sabe que
solo en el poema existe la posibilidad de que aquello que se esfuma pueda ser
retenido para derrotar al olvido; pero esa retención es posible gracias a un
artificio que requiere confrontar el silencio de lo cotidiano con la carga
sonora de la palabra: “Algo me aleja y salgo a respirar / el lenguaje que
serpentea por la calle / con sonidos de metal y arcilla” (209). La permanencia
de lo vivido, que es huella en el agua —realidad que se deslíe—, solo es
posible en los intersticios de la derrota a la que, de antemano, estamos
sometidos frente al olvido: “Y soy mirado / por la escritura inútil / que
avanza entre los dedos” (121). El escribiente vive permanentemente en la
vigilia que le habla hacia adentro: “Sonámbulo / detiene el trajín de abonar /
con leves puñados el olvido”. El escribiente conoce también el antídoto que
permite el triunfo de la memoria: “Por años / el deseo forma las palabras / y
elige el centro de su estrella” (118).
Eros ampara
al hablante lírico y esa explosión del instante, que es la orgásmica muerte,
encuentra en la celebración de la noche y su piel la posibilidad de lo eterno. “La
muchacha que golpea con sus piernas / el viñedo en el anochecer / es el rojo
que busco” (71) es el anhelo de insaciable deseo del hablante lírico que
requiere convertir a la noche en el instante cómplice de una eternidad
orgásmica que solo es posible, como toda la cotidianidad, en la perennidad de
la palabra: “Amada noche / que el día no nos manche / con su cuerpo” (72). Esta
confrontación romántica de la perennidad del deseo con la condición pasajera
del cuerpo se resuelve en los silencios del poema que están marcados en verso
corto, conciso, exacto, como la lucidez que se requiere para encontrar al
monstruo del Loch Ness, el que “al amar no infringe roce en el abismo” (36). El
hablante lírico también alcanza a retener a la mujer que se esfuma en la imagen
etérea en la que existe gracias a la poesía: “Y el deseo se ilumina / en las
ondulaciones de la vida: / Una mujer desnuda bañándose en el aire” (153). Agua
y aire, elementos conjugados para la festiva realización de aquella maroma que
realiza el deseo.
Los
retornos de la memoria, la recuperación de la infancia y la madre, la vuelta a
la naturaleza como símbolo de libertad: “Y el mundo brilla / en el lomo oscuro
de un delfín rosado” (80). Esa evocación de la vida que ya no es pero todavía pesa
tiene lugar en el viaje, así: “El viajero extiende / una carpa de lejanas
costumbres / y su mirada incendia la memoria” (101). La voz poética suele
asirse a una tradición de la poesía; en la figura simbólica de Borges encuentra
la posibilidad de ser ella misma, acepta que “el ciego brillo de los espejos /
ha infectado mis años” y que el tiempo, ese inasible, ese anhelo de eternidad
de todos los mortales “…labra en perversa precisión / El rostro del hombre /
que se parecía a sí mismo” (111). Finalmente, el hablante lírico se considera
una huella en el agua, es decir una muerte que ha de convertirlo en
nada, y por eso quiere “que una masa de agua / sea mi fosa / Y la tierra nunca
alcance a cubrirla” (152). Evanescencia permanente de la vida.
Huellas
en al agua, de Antonio Correa Losada, es una selección de textos que dan
testimonio del tránsito de un escritor por una poesía de profunda riqueza
simbólica e imágenes alucinantes, escrita con los significativos silencios del
verso corto; en ella, la memoria de la evanescencia de la vida, quiebra la
coraza del olvido y fluye, agua transparente, río vital, lluvia de nostalgia,
gracias a la escritura del poema: “Al atardecer / brota un verdor oscuro / en
la conversación desnuda con el agua / La memoria viene / por un caudaloso e
incontenible río […] Y se lleva / La fija sombra de lo que ya no está” (124)
Antonio Correa es poeta de profundo y permanente asombro de la poesía que yace
en la existencia que pugna por ser rescatada de la frágil memoria con la que
vivimos.
Etiquetas:
critica lliteraria,
poesía
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