José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
miércoles, octubre 02, 2013
"Con Colombia hay un clima de confianza"
El embajador de Ecuador en Colombia, Raúl Vallejo, todavía lamenta la muerte de Álvaro Mutis: “Se fue, pero nos dejó a Maqroll el Gaviero”, dice, como quien rescata la inmortalidad de los escritores a través de sus personajes. El embajador ha leído muchas páginas y escrito otras tantas, pero esta vez, sobre la mesa de la oficina en la que recibió a , permanecen dos carpetas. Una corresponde al acuerdo que firmaron los gobiernos de Bogotá y Quito para cesar el litigio en la Corte Internacional de Justicia; la segunda contiene toda la información del caso Chevron, la disputa legal que sostiene su país con la poderosa petrolera.
El primer caso quedó resuelto después de que su gobierno accediera a retirar la demanda que había elevado al tribunal por el tema de las aspersiones con glifosato en la zona de frontera. No obstante, en el segundo caso no hay solución a la vista. El embajador Vallejo conversa sobre estos asuntos, así como de la nueva Ley de Medios en Ecuador, del plan de explotación petrolera en la reserva amazónica de Yasuní y el caso del fundador de Wikileaks, Julian Assange, quien aún está refugiado en la embajada de Quito en el Reino Unido.
La posición de Rafael Correa frente al tema de las aspersiones con glifosato fue muy dura contra Colombia. ¿Por qué primó un acuerdo entre países sobre el proceso que estaba en curso en la CIJ?
Desde el momento en que se reanudaron de manera plena las relaciones, se ha venido construyendo un clima de confianza. Hay un refrán que dice que el mejor juicio es aquel en el que las partes se ponen de acuerdo. Supimos que hay que combinar el combate contra el crimen transnacional con lo principal, que es el cuidado de nuestra gente, y ese espíritu nos llevó a retirar la demanda. El acuerdo está destinado a fortalecer y cuidar a las comunidades de la línea de frontera con un protocolo en el que se detallan aspectos como la composición química del elemento que va a ser rociado, que no puede tener más de un porcentaje definido de glifosato, y el respeto de una línea que puede variar, según el caso, entre 2 y 10 kilómetros hacia adentro de la frontera, en Colombia.
El pacto incluye el pago de US$15 millones por parte de Colombia, aunque el gobierno colombiano afirma que no se trata de una indemnización...
El documento dice: “Colombia entregará a Ecuador una contribución económica equivalente a US$15 millones, la cual estará orientada al desarrollo social y económico en las áreas de frontera”. En las partes primeras del acuerdo se señala que el gobierno de Colombia “lamenta que las aspersiones realizadas en territorio colombiano hayan llegado ocasionalmente a territorio ecuatoriano”.
Cambiando de tema, ¿por qué Ecuador terminó involucrado en el caso Chevron, cuando era un proceso entre particulares?
Es un juicio de miembros de las comunidades de la provincia de Sucumbíos y otros de sectores mestizos, quienes hicieron la demanda. En 1993 plantearon un proceso en una corte de Nueva York. Durante nueve años, hasta 2002, Texaco hizo todo lo posible para que el proceso fuera a Ecuador. Hizo 14 pedidos al juez solicitando que el juicio se radicara en la provincia de Sucumbíos, porque la justicia ecuatoriana era nítida y transparente. Y desde 2002 hasta 2011, cuando salió la sentencia, Chevron-Texaco ha empezado a desprestigiar a las cortes ecuatorianas diciendo que son focos de la corrupción. Chevron-Texaco tiene que responder a los demandantes porque ganaron el juicio. La sentencia está en firme y Chevron tiene la obligación de indemnizar a estos demandantes por la suma de US$19.000 millones. Derramó cerca de 70 millones de metros cúbicos de desechos durante 28 años. Chevron en Ecuador dice que no paga porque ese país tiene el peor sistema judicial. Eso no tiene ningún sentido, más que la arrogancia y el poder que tienen las transnacionales, que actúan en nuestros países sin el respeto por ningún tipo de normativa.
¿Qué acciones tomar en ese caso?
La estrategia de Chevron ha sido tratar de involucrar al Estado ecuatoriano. Ha puesto una demanda contra Ecuador en el Tribunal de Arbitramento de La Haya, en la que alega que no se ha cumplido un tratado de protección de inversiones firmado entre Ecuador y Estados Unidos. Pero resulta que el tratado entró en vigencia en 1997, cinco años después de que Texaco dejó de operar en Ecuador, cuatro años después de la demanda y casi 30 años después de todo el período de operación. Un tratado no es retroactivo, en ninguna parte del mundo. Pero el tribunal condenó a Ecuador a pagar US$97 millones. Es decir, ellos contaminan, no quieren cumplir la sentencia y, encima, el Estado ecuatoriano tiene que pagarles. Las transnacionales son empresas muy poderosas. Chevron es la segunda petrolera en Estados Unidos, su paquete accionario supera en siete veces el presupuesto del Estado de Ecuador en un año. Esa es la lucha entre David y Goliat.
¿No resulta paradójico que, paralelamente a este caso, Ecuador haya aprobado un plan para la explotación petrolera de la reserva amazónica de Yasuní?
No. No tiene que ver lo uno con lo otro, aunque sean dos sucesos relacionados con la industria extractivista. En el caso del Yasuní, la propuesta que Ecuador le hizo al mundo fue muy clara: nosotros requerimos la corresponsabilidad y requerimos financiamiento para no explotar el Yasuní. Si no había financiamiento, íbamos a tener que explotar los pozos petroleros. Lamentablemente el mundo no respondió a esta propuesta y dimos inicio a un plan en el que se ha vinculado a la comunidad y se tienen previstos los más altos estándares ambientales. Además, lo que se va a explotar es el 1x1.000 del total de la reserva. Ecuador necesita la explotación de esos recursos porque requiere más escuelas, hospitales, carreteras, trabajo en las comunidades... El problema no es que Texaco haya explotado petróleo, sino que lo hizo de la peor manera.
¿Cómo evoluciona el caso Julian Assange?
La postura de Ecuador sigue siendo la misma: el Reino Unido debe darle a Assange un salvoconducto para que pueda viajar a Ecuador. Si el fiscal de Suecia quiere entrevistarlo, que vaya a la embajada, no es nada del otro mundo. Finalmente, siempre vale la pena recalcar que el señor Assange tiene lo que se llama una indagación previa, ni siquiera un juicio.
Cómo contraargumentar a los que dicen que Ecuador defiende por un lado la libertad de expresión en casos como el de Assange y por otro aprueba una ley de medios acusada de condicionarla?
En Ecuador no hay periodistas desaparecidos, no hay nadie preso por haber emitido una opinión, no hay una radio clausurada por emisión de opiniones políticas, no hay un periódico censurado o clausurado. Es más, la Ley de Medios tipifica como una falta grave el que exista censura previa. La Ley de Medios no coarta la libertad, lo que hace es regular administrativamente, no penalmente. Ahora, que ciertos medios no quieran ser regulados, eso es otra cosa. Las quejas vienen de quienes han hecho de la prensa un espacio político. Hoy en día hay cierta prensa mercantil que se dice objetiva e independiente. Ángela Merkel acaba de ganar por tercera vez las elecciones en Alemania y yo no he visto que la prensa hable de populismo, ni de una intención de eternizarse en el poder, de lo antidemocrático que resulta. Pero cuando ganaba Chávez o ganaba Correa, era justamente lo contrario. Ese es el sesgo político. Existe total libertad para decir lo que se quiera decir, pero hay lo que se llama responsabilidad ulterior: puede opinar lo que quiera, decir que no está de acuerdo con algo, pero otra cosa es hacer acusaciones infundadas.
¿Son grandes las multas? ¿Podrían acabar con un medio?
No. Primero hay que decir que la ley garantiza la rectificación y, segundo, que fija topes a las multas que puedan generarse. La multa máxima está alrededor del 10% de la facturación de un medio en un mes.
dalarcon@elespectador.com
http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/colombia-hay-un-clima-de-confianza-articulo-449881
lunes, septiembre 23, 2013
Con Neruda, siempre
Entierro de Pablo Neruda, fallecido el 23 de septiembre de 1973, en Santiago de Chile. |
Con
Pablo Neruda, desde el momento en que me enseñó a ver la poesía que habitaba en
el íntimo corazón de las cosas, en los chécheres recogidos a nuestro paso
transeúnte que vamos acumulando, no por el placer de la posesión sino por la
gracia de sentir en ellos la vida que hemos vivido: “Amo / todas / las cosas, /
no porque sean / ardientes, / o fragantes, / sino porque / no sé, / porque /
este océano es el tuyo, / es el mío: / los botones, / las ruedas, / los pequeños
/ tesoros / olvidados, / los abanicos en / cuyos plumajes / desvaneció el amor
/ sus azahares, / las copas, los cuchillos, / las tijeras / todo tiene / en el
mango, en el contorno, / la huella / de unos dedos, / de una remota mano /
perdida / en lo más olvidado del olvido.” Con Pablo Neruda desde que me enseñó
que una vieja estación de tren es también un lugar para la poesía que espera en
los andenes, para aquella que viaja en los vagones en donde transita el sueño
humano: “En tus andenes / no sólo / los viajeros olvidaron / pañuelos, / ramos
/ de rosas apagadas, / llaves / sino / secretos, vidas, / esperanzas. / Ay,
Estación, / no sabe / tu silencio / que fuiste / la punta de una estrella /
derramada / hacia la magnitud / de las mareas, / hacia / la lejanía / en los
caminos!”. Con Pablo Neruda desde que me enseñó a saborear en la letra de un
poema la humeante y marina fragancia de un caldo servido en las mesas amables
de la gente del país suyo que hizo nuestro: “En el mar / tormentoso / de Chile
/ vive el rosado congrio, / gigante anguila / de nevada carne. / Y en las ollas
/ chilenas, / en la costa, / nació el caldillo / grávido y suculento, /
provechoso. [...] Ya sólo es necesario / dejar en el manjar / caer la crema /
como una rosa espesa, / y al fuego / lentamente / entregar el tesoro / hasta
que en el caldillo / se calienten / las esencias de Chile / y a la mesa /
lleguen recién casados / los sabores / del mar y de la tierra / para que en ese
plato / tú conozcas el cielo.”
Con
Neruda, desde el instante en que me entregó su palabra de origen oceánico, el
mar cuyo oleaje arremete en el bramido del verso, la vida de quien con
nostalgia se resignó a navegar en tierra: “Saqué del mar, abriendo las arenas /
la ostra erizada de coral sangriento / spondylus,
cerrando en sus mitades / la luz de su tesoro sumergido, / cofre envuelto en
agujas escarlatas, / o nieve con espinas agresoras.” Con Neruda, desde el
instante en que los pájaros fueron arte de su parte, con su canto revoloteando
en los versos para afirmar la poesía en su vuelo de transparencia de aire, en
la eterna posibilidad de las antiguas odas: “Entre los álamos pasó / un pequeño
dios amarillo: / veloz viajaba con el viento / y dejó en la altura un temblor,
/ una flauta de piedra pura, / un hilo de agua vertical, / el violín de la
primavera: / como una pluma en una ráfaga / pasó, pequeña criatura, / pulso del
día, polvo, polen, / nada tal vez, pero temblando / quedó la luz, el día, el
oro.” Con Neruda, que supo dialogar en sus poemas con otros que contribuyeron a
la formación de su verso, que aprendió de Manrique, Góngora y Quevedo, el rigor
de la palabra y la fascinación por la imagen; de Whitman y Maiakovski, la
imbricación de la poesía en la historia social de los pueblos; o en Ercilla, el
primero, el sentido de lo americano: “...él solamente solo nos descubrió a
nosotros: / sólo este abundantísimo palomo / se enmarañó en nosotros hasta
ahora / y nos dejó en sus testamento / un duradero amor ensangrentado.”
Con
su poesía desde que me mostró a un hombre escarbando en su interior desde el
tránsito ineludible por la tierra en la que se estaciona nuestro dolor: “Sucede
que me canso de ser hombre. [...] Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, /
con furia, con olvido, / paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, / y
patios donde hay ropas colgadas de un alambre: / calzoncillos, toallas y
camisas que lloran / lentas lágrimas sucias.” Con su poesía desde que me reveló
el estacionado interior del hombre que requiere del silencio existencial para
que su palabra emerja a la vida: “Ahora que me dejen tranquilo. / Ahora que se
acostumbren sin mí. [...] Pero porque pido silencio / no crean que voy a
morirme: / me pasa todo lo contrario: / sucede que voy a vivirme. / Sucede que
soy que sigo. / Ahora, como siempre, es temprano. / Vuela la luz con sus
abejas. / Déjenme solo con el día. / Pido permiso para nacer.” Con su poesía
desde que iluminó su propio renacimiento en la eternidad de la piedra y la
serena contemplación a la que recurre el hombre cuando acepta su finitud: “Pero
no alcanza la lección al hombre: la lección de la piedra: se desploma y deshace
su materia, / su palabra y su voz se desmenuzan. [...] Cae el alma del hombre
al pudridero / con su envoltura frágil y circulan / en sus venas yacentes / los
besos blandos y devoradores / que consumen y habitan / el triste torreón del
destruido. [...] La piedra limpia ignora / el pasajero paso del gusano.”
Con
él, desde cuando hizo de América la tierra épica de la gente que, a través de
la historia, ha luchado por la existencia libre del ser humano; la gente que
habiendo sido presencia vital se hizo presente en la palabra del poeta: “Sube a
nacer conmigo, hermano [...] Mírame, desde el fondo de la tierra, / labrador,
tejedor, pastor callado: / domador de guanacos tutelares: / albañil del andamio
desafiado: / aguador de las lágrimas andinas: / joyero de los dedos machacados:
/ agricultor temblando en la semilla: / alfarero en tu greda derramado: / traed
a la copa de esta nueva vida / vuestros viejos dolores enterrados.” Con él,
desde cuando América dejó de ser únicamente geografía para convertirse en la
imagen pura que hizo de nuestra tierra un espíritu de identidad única dentro
del mundo de multiplicadas tierras: “América, no invoco tu nombre en vano. /
Cuando sujeto al corazón la espada, / cuando aguanto en el alma la gotera, /
cuando por las ventanas / un nuevo día tuyo me penetra, / soy y estoy en la luz
que me produce, / vivo en la sombra que me determina, / duermo y despierto en
tu esencial aurora: / dulce como las uvas, y terrible, / conductor del azúcar y
el castigo, / empapado en esperma de tu especie, / amamantado en sangre de tu
herencia.” Con él, que bautizó a la tierra americana con el nombre de Juan
porque la geografía requiere de un habitante que se funda con ella y hunda la
semilla de su alma en la proliferación incesante de significados, de tal forma
que lo particular se vuelque en el universo sin fin de la humanidad: “Detrás de
los libertadores estaba Juan / trabajando, pescando y combatiendo, / en su
trabajo de carpintería o en su mina mojada, / sus manos han arado la tierra y
han medido los caminos. [...] Juan, es tuya la puerta y el camino. / La tierra
/ es tuya, pueblo, la verdad ha nacido / contigo, de tu sangre.”
Con
su poético amor de amantes que rozan la eternidad en el instante efímero que
les entrega la pasión de sus cuerpos. “¿Quiénes se amaron como nosotros?
Busquemos / las antiguas cenizas del corazón quemado / y allí que caigan uno
por uno nuestros besos / hasta que resucite la flor deshabitada. / Amemos el
amor que consumió su fruto / y descendió a ala tierra con rostro y poderío: / tú
y yo somos la luz que continúa, / su inquebrantable espiga delicada.” Con la
dureza de su amor que, afincado en la pasión del sexo y sus delicias, teme la
permanencia de sus excesos personificados en la hembra violenta que lo supera,
de la que se huye y a la que, sin embargo, recuerda con incandescente
nostalgia: “Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
/ y habrás insultado el recuerdo de mi madre / llamándola perra podrida y madre
de perros [...] Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas /
recostadas como detenidas y duras aguas solares, / y la golondrina que
durmiendo y volando vive en tus ojos, / y el perro de furia que asilas en el
corazón, / así también veo las muerte que están entre nosotros desde ahora, / y
respiro en el aire la ceniza y lo destruido, / el largo, solitario espacio que
me rodea para siempre.” Con la vivencia del amor de un hombre que se funde en
el espíritu de todos los hombres que la hacen suya a través de la poesía
impregnada de vitalidad deslumbrante: “Pienso que se fundó mi poesía / no sólo
en soledad sino en un cuerpo / y en otro cuerpo, a plena piel de luna / y con
todos los besos de la tierra.”
Con
el poeta que soñó una patria más justa y tomó partido cuando se lo demandó su
pueblo: “Yo no quiero la Patria dividida. / Ni por siete cuchillos desangrada:
/ quiero la luz de Chile enarbolada / sobre la nueva casa construida: / cabemos
todos en la tierra mía [...] Yo me quedo a cantar con los obreros / en esta
nueva historia y geografía.” Con el poeta que entregó su verso desgarrado
frente a la ignominia de la dominación imperial y asumió el compromiso con su
pueblo igual que se asume el compromiso con la mujer que se ama o con la
hondura inédita del alma humana: “Cuando sonó la trompeta, estuvo / todo
preparado en la tierra, / y Jehová repartió el mundo / a Coca – Cola Inc., Anaconda, / Ford Motors,
y otras entidades: / la Compañía Frutera Inc. / se reservó lo más jugoso, / la
costa central de mi tierra / la dulce cintura de América. [...] Entre las
moscas sanguinarias / la Frutera desembarca, / arrasando el café y las frutas,
/ en sus barcos que deslizaron / como bandejas el tesoro / de nuestras tierras
sumergidas.” Con el poeta preocupado por el destino ético que tendrá la
construcción de su estética, por el sentido que alumbran sus poemas para
aquellos que carecen de los instrumentos que les permitan leer poesía: “No
escribo para que otro libros me aprisionen / ni para encarnizados aprendices de
lirio, / sino para sencillos habitantes de piden / agua y luna, elementos del
orden inmutable, / escuelas, pan y vino, guitarras y herramientas. / Escribo
para el pueblo aunque no pueda / leer mi poesía con sus ojos rurales. / Vendrá
el instante en que una línea, el aire / que removió mi vida, llegará a sus
orejas, / [...] y ellos dirán tal vez: ‘Fue un camarada’. / Eso es bastante,
ésa es la corona que quiero.”
Leyéndolo,
nos convenció de que la poesía emerge sin la pureza pregonada por aquellos que
confunden el concepto de la metáfora pura con la pura metáfora y no se dan
cuenta de que aquella es parida contaminada por el mundo y el hombre y
transformada en verso para el hombre en el mundo: “Así sea la poesía que
buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por
el sudor y el humo, oliente a orina y a azucena salpicada por las diversas
profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley. [...] Hasta alcanzar esa
dulce superficie del instrumento tocado sin descanso, esa suavidad durísima de
la madera manejada, del orgulloso hierro.” Leyéndolo, nos convenció del amor a
los libros, no como un culto al papel que nos estaciona en su cárcel de vanidad
intelectual sino como un beso de aquél que aprende de lo escrito para continuar
viviendo: “Amo los libros / exploradores, / libros con bosque o nieve, /
profundidad o cielo, / pero / odio / el libro araña / en donde el pensamiento /
fue disponiendo alambre venenoso / para que allí se enrede / la juvenil y
circundante mosca. Libro déjame libre. [...] / Libro, déjame andar por los caminos
/ con polvo en los zapatos / y sin mitología: / vuelve a tu biblioteca, / yo me
voy por las calles.” Leyéndolo, nos convenció de que la poesía brotaba de su
pluma de sangre verde como un manantial inagotable de metáforas vivas. “Hay que
perderse entre los que no conocemos para que de pronto recojan lo nuestro de la
calle [...] y tomen tiernamente ese objeto que hicimos nosotros... Sólo
entonces seremos verdaderamente poetas... En ese objeto vivirá la poesía...”
Con Pablo Neruda, en la vida sin fin de su poesía, siempre.
Texto publicado en
Kipus, revista andina de letras, (n. 17, I semestre 2004) con motivo del
centenario del nacimiento de Pablo Neruda.
miércoles, septiembre 11, 2013
Salvador Allende, andando libre por las alamedas
Salvador Allende y Pablo Neruda, en la campaña electoral de 1970 |
El golpe empezó a fraguarse
apenas triunfaste en las urnas.
—Mal comienzo para una
poesía, peor inicio para la esperanza,
aunque la peste del olvido hizo
de Macondo un pueblo sin historia—.
Tu elección fue inaceptable
para Nixon y sus heraldos de la muerte.
—¿Acaso la poesía no es el
refugio de mis hesitaciones personales?
Inacabable es el sendero del
desmemoriado y sus extravíos—.
El asesinato del general
Schneider en octubre de 1970 fue el principio.
Yo era un flacuchento de 12
años y unos ojos espantados por el horror,
las noticias que venían desde
el Sur cargadas de miedo, nos decían
que Allende era la maldad personificada del comunismo internacional.
Después vendría la escasez
provocada por la burguesía, y las damas
con sus relucientes cacerolas
importadas para la foto en El Mercurio:
el hambre de poder provoca la
más sangrienta devastación del bosque.
Gente de alcurnia, decían,
tristes por la lejanía de sus propiedades,
amenazados por sus propios
trabajadores, esos rotos de la CUT.
El juego de la democracia no
admite a los jugadores que pretenden
cambiar las reglas del libre
mercado, apóstatas del dios del capital,
¿Dónde están los defensores
de la civilización Occidental y cristiana?
¡Qué pasa con los marines que
no llegan! ¡Qué espera la CIA que no actúa!
¡oh, venerable Walt Whitman,
que invocaste el amor viril de los camaradas,
el canto optimista para
aquella dama que llamaste Democracia,
tu poesía cargada de
humanidad fue herida en el verso y su maroma!
Llegué a los 14 años con el
nostálgico sonido de flautas, quenas y zampoñas,
escuchando los amorosos tonos
metálicos del charango y la guitarra,
alimentado por los ritmos
vibrantes del bajo, el bombo y los timbales.
Entonces creíamos en las
canciones y en los grupos teatrales de obreros,
en la poesía militante y la
palabra encendida de los estudiantes;
creíamos que era posible el
sol alumbrando la oscurana del Imperio.
¡oh, poeta de las cosas, lo terreno y el amor, Neruda de la caracola,
del caldillo de congrio, del viudo y su tango, de la turbulencia amorosa,
tu poesía cargada de América sangró torturada por los traidores!
Cuentan que el 11 de septiembre de 1973 la mañana estuvo gris, dicen
los cronistas que a las 09h03, Salvador Allende habló por Radio
Magallanes:
Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo
se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre,
para construir una sociedad mejor… Las pitucas ya pudieron
ordenar
que regresen sus cocineras, mariposas descoloridas en jolgorio por las
calles,
las cacerolas golpistas volvieron victoriosas a sus cuarteles en Las
Condes.
“El golpe de Estado en Chile ha sido casi perfecto”, —informó Patrick
Ryan,
agregado naval de la Embajada norteamericana—. Entonces vino el horror
multiplicado por los miles cuyos cuerpos fueron guiñapo de
torturadores,
el estadio de fútbol convertido en campo donde se acumuló el dolor y
la sevicia,
los libros convertidos en piras donde fue consumida la razón por la
fuerza,
el ensañamiento con Víctor Jara hasta que Amanda se esfumó de su
mirada.
La poesía es un bosque de
sueños invadido por los espectros de la realidad.
Ese día, al disponer de tu vida por mano propia evitaste el escarnio
de esos seres siniestros parapetados tras sus gafas oscuras y sus
fusiles
y nos enseñaste que los héroes florecen con sencillez en medio de la
injusticia.
Te lloré en aquel tiempo con la rabia muda del adolescente confundido,
corazón de ritmo caótico, furor que hervía en mi adentro a punto de
reventar,
mas hoy te canto para horror de los neutrales y los poetas puros,
Salvador Allende,
memoria sin tregua de cómo burlar a la muerte, a la traición y andas
caminando libre por las alamedas, encarnado en el alba de nuestra
América.
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