(Foto: David Grijalva, 2025)
Recientemente, se presentó en Guayaquil el libro Obra
poética,
de César Dávila Andrade (Cuenca, 5 de octubre 1918 – Caracas, 2 de mayo de 1967),
publicado en la colección Tierra Firme, del Fondo de Cultura Económica, y que contó
con la contribución de la Alcaldía de Cuenca.[1] Esta edición reúne la obra
poética completa —aunque faltan un par de poemas—[2] de quien fuera conocido
como el Fakir, precedida por sendos ensayos de María Augusta Vintimilla y César
Eduardo Carrión.
En «Carta a la madre», un poema de 1946, el poeta confiesa esa condición de raro en el mundo que habrá de acompañarlo durante toda la vida: «Dime sinceramente qué piensas de este hijo. / Te salió tan extraño. / Renunció a todo aquellos que los otros ansiaban, / y se hundió en sí, tanto, que quizás no es el mismo…» (109). Este condición de extraño en el mundo se expresa en los estremecedores versos de «El Gran Todo en polvo», publicados póstumamente en el número 47 de la revista Zona Franca, dirigida por Juan Liscano, en mayo de 1967, que definen al poeta sumido en su dolor íntimo, en ese vaciamiento de sí mismo para encontrarse en la poesía, como escribe en «Profesión en fe»: «No hay angustia mayor que la de luchar envuelto / en la tela que rodea / la pequeña casa del poeta durante la tormenta […] Y la Poesía, el dolor más antiguo de la Tierra, / bebe en los huecos del costado de San Sebastián» (311). Esta extrañeza es la que buscan desentrañar los ensayos introductorios del libro.
El ensayo «La piedra en el durazno: César Dávila Andrade en un lugar no identificado», de María Augusta Vintimilla es un texto brillante. En él, Vintimilla plantea que la extrañeza que provoca la lectura de la obra de Dávila Andrade no proviene de las doctrinas orientales, sino que es una exigencia de su propia poética: «Los poemas de Dávila son campos de fuerza en los que se escenifica el conflicto entre tres órdenes excéntricos irreductibles a unidad: el mundo, el yo y el lenguaje. Por eso parecen oscuros, extraños, erizados, porque muestras la distancia insalvable entre la poesía (como expresión absoluta y fugar de lo real) y el poema (como traducción imposible de esa experiencia al orden fragmentario, lineal y sucesivo del lenguaje» (10-11). Este trabajo de Vintimilla es una ampliación, concentrada en la condición hermética de la poesía daviliana, de otro ensayo suyo que hablaba de la poética de Dávila Andrade a través de todos los momentos de su obra: «Quemar el poema. Una mirada a la trayectoria poética de César Dávila Andrade», que apareció en la antología del Fakir publicada por la Academia Ecuatoriana de la Lengua (2024), cuya referencia bibliográfica está citada más adelante. En este ensayo escribió: «Las nociones de instante y absoluto que subyacen con diferentes intensidades y matices en toda la poética daviliana convocan simultáneamente a sus opuestos anulando las contradicciones […] En “Poesía quemada” —como en otros textos que contienen su arte poética— Dávila construye el poema como un campo de tensiones que perturban la máquina binaria del racionalismo, disponiendo audazmente el juego de posibilidades semánticas en un nudo tan condesado que provoca su estallido» (43).
César Eduardo Carrión, en «La palabra perdida de César Dávila Andrade», un ensayo de 2018, ya publicado en varias compilaciones críticas que ilumina la lectura de la poesía hermética daviliana, ha señalado que el hermetismo daviliano proviene del ensimismamiento y la autorreferencialidad, y que no es consecuencia de la adopción de motivos exóticos sino del desarrollo de símbolos religiosos o metafísicos prefigurados en su poesía anterior. «Para entender los poemas herméticos de Dávila Andrade, es indispensable realizar una lectura retrospectiva, que ponga en relación los símbolos supuestamente esotéricos de los últimos libros con otros, posiblemente, más legibles» (40). Sin embargo, Carrión descalifica las lecturas de los poemas de Dávila Andrade ligados a la historia y geografía de la nación, al afirmar que quienes hacen esta relación «desconocen» que la poética daviliana «niega el determinismo de los referentes nacionales» (37).
A riesgo de que se me diga que “desconozco” el sentido de la poética daviliana, insistiré en que «Boletín y elegía de las mitas» es un poema-crónica que da cuenta de la violencia estructural del régimen colonial y de las injusticias sociales sufridas por el pueblo indígena en el proceso de dominación política del Ecuador. Asimismo, el poema es una experiencia vanguardista de la expresión poética que trabaja, en términos corales, con un español impregnado de quichua de tal forma que el poeta construye una lengua propia del poema para hablar del horror del despojo y la opresión: «“Capisayo al suelo, calzoncillo al suelo, / tú, bocabajo, mitayo. Cuenta cada latigazo”. / Yo, iba contando: 2, 5, 9, 30, 45, 70. / Así aprendí a contar en castellano, / con mi dolor y mis llagas» (204). La voz poética, conversacional, dolida e indignada, se construye desde el sincretismo religioso: en ella dialogan la pasión, muerte y resurrección de Cristo con la asunción de Pachacamac como hacedor del Universo: «Oh, Pachacamac, Señor del Universo! / Tú que no eres hembra ni varón. / Tú que eres Todo y eres Nada, / Óyeme, escúchame. / Como el venado herido por la sed / te busco y solo a Ti te adoro» (204). Los versos finales reúnen a la gente del pueblo indígena mencionada al comienzo del poema y ese pueblo se presentan unidos, arracimados, junto a Pachacama, para el regreso digno y victorioso del espíritu indígena: «Regreso / Regresamos! Pachacámac! / Yo soy Juan Atampan! Yo, tam! / Yo soy Marcos Guamán. Yo, tam! / Yo soy Roque Jadán. Yo, tam! […] Soy! / Somos! Seremos! Soy!» (208).
Finalmente, tres criterios editoriales extraño en esta edición de la poesía completa de Dávila Andrade. El primero: si se presenta la obra de un poeta al que se considera que carece de difusión, se necesitaba una introducción general sobre su vida y obra y el lugar que le corresponde en la lírica hispanoamericana. El segundo: si hay dos ensayos sobre el carácter hermético de la poesía daviliana que se desarrolla a partir de 1960, hubiese quedado muy bien —por razones pedagógicas— un tercer artículo sobre la poesía previa a 1960 con énfasis, por ejemplo, en poemas como «Catedral salvaje» y «Boletín y elegía de las mitas».[3] Sé que no se trata de dividir en etapas sin relación entre sí la producción literaria de un autor y que el lenguaje poético es un todo en proceso que atraviesa la producción poética en su conjunto, pero, en función de divulgar la obra de un autor poco conocido, siempre es bienvenida la exposición de diversas miradas sobre su obra. Y, el tercero: si bien la obra está dividida según los libros del autor, los títulos carecen de la fecha de publicación o la referencia bibliográfica. En un libro que presenta la obra de un poeta de poca difusión, es importante consignar tales datos[4].
Así, esta publicación se une a varios esfuerzos editoriales por difundir la obra daviliana desde las Obras completas, en dos tomos, en1984,[5] pasando por Poesía, narrativa, ensayo, v. 191 de la Biblioteca Ayacucho, en 1993,[6] ambas ya agotados, hasta, por ejemplo, César Dávila Andrade: antología e interpretación, de la Academia Ecuatoriana de la Lengua que apareció el año pasado, las tres obras editadas por Jorge Dávila Vázquez. Obra poética, de César Dávila Andrade, del Fondo de Cultura Económica, es un libro, con un diseño muy bello y cómodo para la lectura, que resulta indispensable para conocer y disfrutar de la poesía completa del Fakir.
[1] César Dávila Andrade, Obra poética, estudios introductorios de María Augusta Vintimilla y César Eduardo Carrión (Quito: Fondo de Cultura Económica / Municipio de Cuenca, 2024).
[2] Los poemas «Dueña del vago hechizo» y «Mujer ahorcada en el Estío», que no hacen parte de ningún libro del poeta, aparecieron en César Dávila Andrade, El vago cofre de los astros perdidos. Antología poética, selección y presentación de José Gregorio Vásquez C, ilustraciones de Bethania Uzcátegui (Caracas: Fundación Editorial El Perro y la Rana / La Castalia, 2011), 295-296.
[3] Consultar, por ejemplo, «El poema, piedra sacrificial del poeta (sobre “Catedral salvaje” de César Dávila Andrade)», de Vladimiro Rivas Iturralde, y «Boletín y elegía de las mitas de César Dávila Andrade», de Julio Pazos Barrera, en César Dávila Andrade, Antología e interpretación, edición de Jorge Dávila Vázquez (Quito: Academia Ecuatoriana de la Lengua, 2024) 347-368.
[4] Es lamentable que la fecha de nacimiento del poeta esté equivocada en la contratapa del libro, pues se dice 1919 cuando es 1918.
[5] César Dávila Andrade, Obras completas, tomo I y II, edición de Jorge Dávila Vázquez (Quito / Cuenca: Banco Central del Ecuador / Pontificia Universidad Católica del Ecuador, sede en Cuenca, 1984).
[6] César Dávila Andrade, Poesía, narrativa, ensayo, selección, prólogo y cronología de Jorge Dávila Vázquez; bibliografía de Jorge Dávila Vázquez y Rafael Ángel Rivas (Caracas: Biblioteca Ayacucho, v. 191, 1993).