Daniela Vega (Santiago de Chile, 1989), actriz y cantante lírica, es la protagonista de Una mujer fantástica. (Foto tomada de su cuenta de Twitter @danivega) |
Daniela
Vega (Santiago de Chile, 1989) es la mujer trans, actriz y cantante lírica, que
protagoniza Una mujer fantástica,
ganadora del Oscar 2018 a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Y como en
Chile no existe, legalmente, la identidad civil de género, como sí existe en
Ecuador desde diciembre de 2015, Daniela, paradójicamente, además, tuvo que
viajar a recibir el Oscar a una película sobre los avatares de las personas
trans, con un pasaporte que tenía su identidad masculina, la de un pasado que ya
quedó atrás.
Una
mujer fantástica también ha
ganado, entre otros premios tanto o más importantes que el Oscar, el Premio
Especial del Jurado, el de Mejor Actriz y el Premio Únete, de la ONU, en el
pasado Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana; el
de Mejor Película Iberoamericana en los Premio Goya; el Teddy Award y el Oso de Plata al Mejor Guion en el Festival
de Cine de Berlín; el Premio de Jurado y de Mejor Actriz del Festival
de Cine de Lima; y Mejor Película, Dirección e Interpretación Femenina, del
Premio Iberoamericano de Cine Fénix.
Daniela es Marina Vidal, una mujer trans cuya pareja, el empresario textil Orlando Onetto, protagonizado por Francisco Reyes (Santiago, 1954), un hombre mayor, fallece súbitamente. A partir de ese momento, Marina se verá enfrentada, desde la soledad y su duelo silencioso, a la sospecha y el desprecio de una estructura familiar y social que nunca aceptó esa relación amorosa.
La
actriz lleva adelante su personaje con inteligencia y naturalidad. Su expresiva
mirada, más que sus palabras, hablan del drama interior y la discriminación
cotidiana que vive Marina, y que se manifiesta en una desconfianza atávica para
con las personas, incluso aquellas que la aceptan tal como es. Su relación con
su viejo profesor de canto (Sergio Hernández) es, en cambio, relajada,
afectuosa: la escena del abrazo mientras él está sentado frente al piano,
define el cariño. En términos de guion, esta escena explicará la presentación
de Marina en el teatro, como cantante lírica.
Sonia
(Aline Küpperheim)), la ex pareja de Orlando, y su hijo Bruno (Nicolás
Saavedra), representan la familia tradicional, desconcertada por la actitud
asumida por Orlando, el padre; un entorno familiar que rechaza a Marina, porque
siendo una mujer trans es la nueva pareja de Orlando. Gabriel (Luis Gnecco),
hermano de Orlando, representa ese nivel mínimo de humanidad para entender una
relación afectiva compleja. Estos personajes hacen que la película transite con
equilibrio en la definición de los afectos y desafectos.
Y,
si bien, la discriminación e intolerancia quedan claras, la exposición con
naturalidad de la cotidianidad de la personaje protagónica nos permite entender
a Marina Vidal como esa mujer fantástica
de la que quiere el director que nos enamoremos, tal como lo hicimos, en otro
tiempo y en otro espacio, con la Holly Golightly, interpretada por Audrey
Hepburn, en Breakfast at Tiffany’s
(1961), basada en la novela homónima de Truman Capote.
Marina Vidal es un personaje pleno de una humanidad que se muestra con todos sus claroscuros. |
El
director Sebastián Lelio (Mendoza, Argentina, 1974), ha logrado que Daniela
Vega despliegue sus dotes como artista. Sus planos, sus diálogos, la
interiorización de su personaje, y su canto lírico: todo está conjugado para
hacer de Marina Vidal un personaje cargado de verdad vital. Un personaje pleno
de una humanidad que se muestra con todos sus claroscuros: esa degradación en
el dolor a la que se somete por voluntad propia en la discoteca, es un ejemplo
tan válido como la agresión física que sufre en la camioneta a manos de tres hombres
machistas e intolerantes; así como su propia violencia contra la familia de su
pareja fallecida cuando les reclama que le devuelvan el perro que le había
regalado Orlando.
El
ritmo de la película es moroso y se regodea en las secuencias largas, de carácter
introspectivo, logrando con ello, que el espectador participe de la mirada que,
desde adentro de sí misma, Marina tiene sobre una sociedad, en el que el
médico, el policía, e inclusive la comisaria, es decir, la institucionalidad
del Estado, junto con la familia tradicional, la de Orlando, su pareja, se
asocian para discriminarla por el solo hecho de ser diferente.
Con
ese espaciamiento de los planos, el director consigue intensificar, con éxito, la
subjetividad de la personaje protagónica: la escena de Marina desnuda sobre la
cama, mirando su rostro en el espejo que cubre su genitalidad es un plano
maestro en la generación de sentidos éticos. Una explicación metafórica,
premonitoria, desde la misma película, a la negativa del alcalde para declarar
a Daniela Vega, Hija Ilustre de Ñuñoa.
Una
mujer fantástica (2017), dirigida por Sebastián Lelio, es una poderosa lección
de cine sobre el sentido de la diversidad del ser humano, en confrontación con
la intolerancia y los prejuicios, mediante el profundo tratamiento de un
episodio conmovedor, que muestra, desde episodios íntimos y cotidianos, la vida
en constante lucha de una mujer trans en contra de la discriminación.
Daniela Vega y Francisco Reyes son Marina y Orlando, la pareja amorosa de Una mujer fantástica, dirigida por Sebastián Lelio. |