Una mujer que intenta suicidarse es
rescatada, agónica, por el científico Godwin Baxter (Willem Dafoe) que lleva
adelante bizarros experimentos genéticos, en el Londres victoriano del siglo
XIX. La mujer, descerebrada por la caída, está embarazada y el científico
decide implantarle el cerebro de su propio feto para que sobreviva. Así nace Bella
Baxter (Emma Stone), una mujer con cerebro de niña, que nos recuerda a la
criatura del doctor Frankenstein, en cuyo proceso de maduración, que es un
proceso de liberación, se transformará en una mujer ávida de saber e
hipersexualizada. Pobres criaturas (Poor Things, 2023), de Yorgos
Lanthimos, ocurre en un escenario maravilloso e impredecible, actualiza el
sentido cultural de la criatura del doctor Frankenstein, aunque su crítica a la
hipocresía victoriana tiene un tufo patriarcal.
Las locaciones de la película guardan un perfecto equilibrio visual que combina elementos antiguos y futuristas con un colorido estridente en una atmósfera surrealista. Así, la visión de Lisboa, por ejemplo, es nostálgicamente luminosa: la cantante de fado (Carminho) en el balcón nos entrega uno de los momentos más sensibles de la película. Y la escena de Alejandría es contundente en el develamiento de la riqueza y la pobreza irracionales del mundo, en un plano en el que los ricos están arriba y los pobres abajo, separados por una escalera sin continuidad que los mantiene distanciados por un abismo. La combinación de escenas en blanco y negro en medio del colorido desbordante del filme también resulta un acierto porque comunica los espacios de opresión y de libertad en los que vive el personaje. El hotel, el barco, París o la casa de citas son espacios luminosos, a ratos extravagantes, en función de una fotografía seductora. El vestuario es parte de una estética que vuelve ambigua las nociones de tiempo y espacio en el filme. Así, todo contribuye a que la trama sea una narración, la más de las veces, sorprendente e impredecible.
Frankenstein se humaniza a través de su sensibilización romántica, mientras que Bella lo hace a través del conocimiento racional del mundo. Anárquica, hedonista cínica, realista, Bella se transforma a lo largo del filme en un proceso que la va liberando, de a poco, de la tutela paterna, del sometimiento marital y la convierte en dueña de quehacer científico y vital. Hay un momento de quiebre que es cuando, en el barco, conoce a Martha Von Kurtzroc (Hanna Schygulla) y al nihilista Harry Astley (Jerrod Carmichael) porque con ellos descubre el placer de la lectura y el conocimiento y el cinismo que le permite dejar a un lado la inocencia infantil de su visión sobre el mundo. La actuación de Emma Stone es maravillosa y seductora: ella pasa por distintos estados motrices y emocionales, por representaciones diversas de su cuerpo, por el encumbramiento de su personaje desde sus balbuceos hasta su lógica paradójica impecable, y, al final, por la plena asunción del poder que ha descubierto en la ciencia, el saber de los libros y el disfrute de su sexualidad libre.
De manera paradójica, Pobre criaturas, bajo la envoltura de su deslumbrante cinematografía y su planteamiento ideológico liberal, desarrolla asuntos controversiales. En un principio, Bella atrae por lo que tiene de niña, abriendo un amplio camino de normalización de la pedofilia ya que naturaliza la atracción de sus pretendientes, tanto del alumno y ayudante de su creador, Max Candles (Ramy Youssef), como del abogado dandy Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo) que escapa con Bella para mostrarle el mundo, en una especie de versión libertina de Pigmalion. En su proceso de maduración, Bella descubre el placer de la sexualidad y su liberación sexual se maximiza en el ejercicio de la prostitución, bajo la idea, subversiva en tiempos victorianos, de que su cuerpo, del que es dueña, es, al mismo tiempo, su medio de producción; un tema que, más allá de su presentación liberal, hoy puede verse también como un sometimiento a las reglas del poder patriarcal sobre el cuerpo y la sexualidad, más aún si tenemos en cuenta el tiempo de desnudez de Bella en el filme y la hipersexualización que conlleva.
Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos, tiene un fascinante despliegue visual y creativo; muestra a una Emma Stone que desarrolla su personaje con un talento desbordante; construye escenarios que deslumbran y arma una trama que respira sensualidad, a pesar de cierta manipulación bajo cánones patriarcales. Una película que cautiva a sus espectadores.